Un balazo destinado a frenar la esperanza

Un joven militante ha sido asesinado y una enorme congoja ha conmovido al pueblo argentino, más allá de disidencias ideológicas que puedan existir con el partido al cual pertenecía. La víctima fue Mariano Ferreyra y el respeto y el dolor van más allá de la polémica de ideas…

Un joven militante ha sido asesinado y una enorme congoja ha conmovido al pueblo argentino, más allá de disidencias ideológicas que puedan existir con el partido al cual pertenecía. La víctima fue Mariano Ferreyra y el respeto y el dolor van más allá de la polémica de ideas.
Pero la historia enseña que, generalmente, en escenarios de dura pugna política, no existen “balas perdidas”, ni hechos fortuitos, ni casualidades. El balazo que puso fin a la vida de este muchacho que, equivocado o no, ansiaba un mundo mejor, fue dirigido al creciente protagonismo de los trabajadores y a un Gobierno que, con toda razón, se precia de no reprimir.

Un periodista conocido había anticipado que “podía haber un muerto”, es decir, la reacción necesitaba un muerto para descalificar los avances de la CGT y del gobierno de Cristina Fernández y así demostrarle a los sectores medios que “sindicalismo” equivale a “patota” y “kirchnerismo” equivale a “autoritarismo”, para que se convenzan, según otros personajes, que “el gobierno es de derecha” y “continuación del menemismo”.

Si bien carecemos de la total información, cabe reflexionar acerca de quiénes se han valido los sectores oligárquicos para este trágico operativo político.

Cuando un movimiento nacional y popular, como el peronismo, se desbarranca por un tiempo en la degradación -como ocurrió durante el menemismo- por importante que sea la recuperación, quedan siempre elementos residuales en el sindicalismo -hoy minoritarios- en los que continúan los vicios de burocratización, corrupción y patoterismo, así como rebrotan de su dirigencia política algunos traidores que pretendiendo hipócritamente recoger las viejas banderas, aparecen como “disidentes”… Y lo son, con el progreso social y complacientes con los poderosos.

Los datos que se poseen permiten suponer que desde allí provino el ataque. El momento en que se produjeron los hechos tiende a confirmar la hipótesis: consolidación de los sectores más avanzados en la CGT, crecimiento de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en las encuestas, proyecto de distribución de utilidades de las empresas a los trabajadores, avances en la lucha contra el monopolio mediático, consolidación del UNASUR, acto en River, y a su vez, impotencia e ineptitud en la dirigencia política opositora, en sus diversas expresiones.
En este cuadro, los sectores reaccionarios, de adentro y de afuera, clamaban por un muerto para endosarle la responsabilidad a la CGT y al Gobierno. En el mejor momento, jugó lo peor que provenía de aquella degradación.

Para quebrar el intento es preciso, con urgencia, sancionar duramente a los responsables, sin concesión alguna, no solo en nombre de los derechos humanos, sino en defensa del progreso social, económico y político que venimos logrando, al cual no podrán interrumpir ni con urnas, ni a balazos, si ratificamos el rumbo y convertimos a la movilización popular en garantía de su avance y profundización.

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