Pullaro y su alianza: subordinación y valor para la ingesta transversal de sapos

La coalición que comanda el gobernador santafesino, tan heterogénea como disciplinada. El punto en común: el no peronismo o antiperonismo a secas. Del socialismo al PRO, del progresismo a los celestes, con la UCR al timón. Los sordos ruidos hacia adelante.

El frente Unidos para Cambiar Santa Fe, la amplísima coalición que confrontó y batió en toda la línea al peronismo en las elecciones provinciales de 2023, continúa funcionando como una maquinaria sin fisuras en los primeros meses del gobierno de Maximiliano Pullaro. No porque no existan las tensiones, sino porque se subsumen al funcionamiento global. Al menos por ahora, claro.

La lección del año 2019 fue aprendida con creces para el diverso abanico refractario al justicialismo: la división abre las puertas de la derrota. O dicho de otra manera: la unidad es garantía de victoria. Las diferencias ideológicas o programáticas, en algunos casos abismales, terminan constituyendo aspectos secundarios, en tanto al electorado que expresan esas fuerzas políticas, en toda la paleta de colores, lo unifica la contradicción principal: el peronismo en cualquiera de sus modalidades y formatos.

Así, con un trabajoso bordado de meses y hasta años, se logró coaligar a radicales, socialistas, macristas, demoprogresistas, celestes evangélicos y siguen las firmas hasta el infinito y más allá. Incorporaron la práctica de deglutir sapos, determinante cuando se pretende salir de la mera testimonialidad, con un concepto clave: uno también es el batracio que ingiere el otro.

Ello no supone, ni mucho menos, que no haya habido fricciones. La más famosa fue la volcánica campaña electoral interna que propuso Carolina Losada, de cuya boca salieron escupitajos de fuego contra el actual gobernador: lo trató, en síntesis, de narco. Y eso que ambos pertenecían a dos ramas del tronco común de la UCR.

Otro tanto ocurrió con el PRO, que se dividió en los apoyos a uno y otro candidato. Gisela Scaglia, hoy vicegobernadora, ahora mismo quiere capitalizar su apuesta victoriosa de 2023 y quedarse con la conducción partidaria provincial frente a quienes apostaron por Losada, como Federico Angelini, quien integró la fórmula derrotada y en la actualidad integra el staff libertario en el ministerio conducido por Patricia Bullrich. Se vienen elecciones internas en breve, con un clima que se corta con cuchillo.

El socialismo no le fue en zaga. La vieja disputa intestina entre quienes reportaban a Miguel Lifschitz y los alineados con Antonio Bonfatti se expuso en las PASO 2023 dentro del frente Unidos. El triunfo se lo llevó el primer sector con amplio margen, al punto que hoy la pareja del fallecido gobernador santafesino, Clara García, comanda la Cámara de Diputados de la provincia.

Ninguna de todas esas cuitas bravas, sin embargo, le impidió a la coalición antiperonista arrasar en 2023. Y tampoco bloqueó el funcionamiento del gobierno desde diciembre del año pasado. Todos los proyectos de ley enviados por Pullaro fueron aprobados de modo exprés, incluidos aquellos que en otra época hubieran sido objeto de áspero debate, como los incluidos en el programa global de mano dura en los frentes policial, penitenciario y judicial.

Esa disciplina es pagada por el gobernador en el Poder Ejecutivo. No tanto en la primera línea, donde el radicalismo con claridad hegemoniza los puestos de decisión. Pero sí en los cargos menos visibles, particularmente en la franja de asesores de distinto nivel, donde se multiplican las designaciones a diario. Puede sonar fulero en tiempos de impugnación a la “casta política”, pero en términos resultadistas es efectivo.

Todo lo antedicho no garantiza en modo alguno que se trate de una película sin fin. Hubo varios episodios, la semana pasada, que son dignos de observación. Uno de ellos, el más gráfico, es la implementación por parte del gobierno de un plus por asistencia para los docentes. Una suerte de neopresentismo, que trae inevitables recuerdos de la década del ’90, cuando Carlos Reutemann lo aplicaba a rajatabla como instrumento rompehuelgas. El socialismo, que siempre hizo bandera de su eliminación, se sumió ahora en un estruendoso silencio. Sólo la ex ministra de Educación de Lifschitz, Claudia Balagué, alzó la voz para cuestionar la medida, pero es una dirigente que se abrió hace rato de la estructura partidaria.

No podrá el PS ensayar la misma gambeta cuando se discuta la eventual privatización total o parcial de empresas públicas como la distribuidora eléctrica EPE o la operadora de servicios sanitarios ASSA, una alternativa que fue blanqueada días atrás por los funcionarios del rubro. Convendría ya comprar las entradas para semejante espectáculo.

Un gran signo de preguntas, además, se dibuja en el horizonte: ¿el oficialismo santafesino irá unido, como su nombre lo indica, a las elecciones legislativas nacionales de 2025? ¿O habrá libertad de acción a escala país mientras se consolide la coalición a nivel local, tal como solía ocurrir con su antecesor, el Frente Progresista? Quien viva lo sabrá.

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