Mientras comienzan los reacomodamientos, tras la trágica y anunciada victoria del empresario Mauricio Macri en las elecciones por la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, los alfiles del inminente gobierno neoconservador del tercer presupuesto más importante de la argentina comienzan a prepararse para apoderarse de un botín que les llevó más de una década de trabajo tenerlo en sus manos.
Un repaso por lo que vendrá: el regreso de los muertos vivos, el ajuste y el síndrome de los gorilas en la niebla, la triste imagen de los futuros funcionarios macristas, que no tienen la menor idea de por donde hay que empezar a administrar el complejo Estado porteño.
Después de la crisis de Cromañón y tras la gestión de Jorge Telerman, la Ciudad exhibe un desfinanciamiento alarmante y una situación laboral delicada para muchos de los trabajadores del estado porteño. En ese contexto, el advenimiento de un gobierno de derecha, preanuncia el desembarco del ajuste, la racionalización extrema del gasto social y una dramática ola de despidos que, según sostienen varios especialistas, «serán medidas antipopulares» que si Macri no las toma, mejor.
Es que mientras el jefe de campaña del macrismo Horacio Rodriguez Larreta sostiene sendos encuentros con el actual jefe comunal Jorge Telerman, los futuros miembros del gabinete comienzan a reunir información para ver cómo tomarán las riendas de una compleja administración. De hecho, desde el domingo comenzaron los contactos de los «números puestos» en cada área para ver con quién pueden contar en cada secretaría y ministerio a fin de gestionar con menos problemas de los que tienen previstos.
Menos amigos que Kung Fu
«¿Vos conocés algún militante del pro?» preguntan algunos periodistas con sorna cuando tratan de anticipar cómo hará una pseudo fuerza política cuyo único motor es el marketing. ¿Cómo van a hacer para administrar el estado porteño? La incógnita se refiere a que el macrismo no posee el equipo suficiente para controlar los destinos del municipio más grande de la Argentina y para lograrlo se valdrán de todos los recursos que puedan utilizar para sumar a propios y extraños.
En esa línea y respecto al futuro del personal de la Ciudad, las visiones son variadas: algunos sostienen que los neoconservadores tratarán de utilizar a todo el personal que le resulte útil y otros sostienen que habrán despidos masivos. Esta segunda hipótesis no es descabellada si se tiene en cuenta que el macrismo desde hace rato viene haciendo gala de sus ambiciones de racionalizar el gasto, y aunque varios economistas sostienen que el déficit no se resolvería ni con el despido de 20 mil trabajadores, nadie niega en el entorno macrista que hay un enorme plan para racionalizar el personal, tal como lo hizo Macri cuando tuvo en sus manos al correo: considerar parte del presupuesto como una inversión destinada a multiplicar retiros voluntarios y despidos.
Del otro lado, las fuentes menos alarmistas sostienen que los macristas necesitarán aprender a administrar una estructura que desconocen de cabo a rabo y para ello, los verdugos tratarán de aprender de sus víctimas antes de tomar medidas definitivas, lo que no significa que no las tomen, pero es probable que sean puestas en marcha selectivamente y con la vista gorda del SUTECBA, el Sindicato Único de Trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires, cuyos principales dirigentes, Amadeo Genta y Patricio Datarmini, ya poseen un amplio acuerdo con el macrismo, luego de haber jugado sus fichas por el telermismo.
Malos muchachos
En 1996, el Diario Clarín los reflejó con inusual claridad: Amadeo Genta y Patricio Datarmini manejan la Unión de Obreros y Empleados Municipales desde 1983 y saben bien cómo funcionan las cosas en la Intendencia. Aunque con algunos matices, Genta y Datarmini pertenecen a la vieja guardia sindical que sigue reverenciando al metalúrgico Lorenzo Miguel. En los últimos años, el gremio municipal ni siquiera ha tenido que golpear mucho para negociar, ya que se encontró con políticos que llegaron a la Municipalidad en estado de debilidad: no habían sido elegidos por el voto de los vecinos y, en general, conocían poco sobre el manejo concreto de los expedientes.
Hay una anécdota que pinta como han sido las relaciones entre políticos y sindicalistas y aparece en el libro El gran botín (El negocio de gobernar la Capital), del periodista Ceferino Reato. En julio de 1989, el ex intendente peronista Carlos Grosso quería conocer cómo funcionaba, de verdad, Inspección General e hizo un acuerdo con el sindicato. «Nos pidieron un solo cargo que a nosotros, por el nombre, nos pareció algo insignificante. Pero, resultó que por allí pasaban todos los expedientes y el tipo del gremio nos manejaba la Casa, como le dicen a Inspección», relató un ex secretario de Grosso. Es que el gremio controla todos los nichos de poder en la Municipalidad. A sus dirigentes les preocupa conservar un bajo perfil público mientras se dedican, por ejemplo, a influir en todos los nombramientos del personal jerárquico, en especial en aquellas áreas que tienen relación directa con los empresarios.»
En ese contexto, los secretos de la transición serán vigilados por una fuerza sindical conservadora cuyos cuadros superan en su mayoría los 45 años y que hasta la fecha no han podido lograr el interés de los jóvenes trabajadores de la Ciudad, ya que sus prácticas patoteriles les suman más enemigos que aliados. Las debilidades de una estructura con más de 50 mil afiliados, son aprovechadas por el desembarco de la Unión Personal Civil de la Nación y por la Asociación de Trabajadores del Estado, que con el correr de las semanas van delineando una estrategia para poder hacerle frente al macrismo ante la hipótesis de despidos en masa.
Las advertencias que ojalá sean autocrítica
En medio de estas aguas turbulentas, el kirchnerismo advirtió que habrá «problemas de gobernabilidad», mientras planteó sospechas porque el actual jefe de Gobierno, Jorge Telerman, podría tomar medidas a las que calificaron de «trabajo sucio», para permitir una «transición ordenada».
«No me parece bien que (Jorge) Telerman haga el trabajo sucio por el jefe de Gobierno electo (Mauricio Macri), que lo haga quien lo va a hacer. Que asuma Macri y que lo haga él», afirmó el actual jefe de bloque de los legisladores del Frente para la Victoria, Diego Kravetz, al ser consultado por la prensa. En ese sentido, Kravetz aseguró que el bloque que representa «no forma parte en la garantía de gobernabilidad» hasta el 10 de diciembre, ya que es una cuestión que deberán resolver el actual y el electo jefe de Gobierno, y que su trabajo se limitará a «fiscalizar y controlar» la transición de mando. Por otra parte, fuentes cercanas al kirchnerismo advirtieron sobre un «pacto de gobernabilidad» entre Jorge Telerman y Mauricio Macri, y no descartaron que el traspaso de la gestión sea «muy desordenado», principalmente por temas vinculados al déficit de la ciudad.
Sobre este punto, las fuentes advirtieron que es «muy difícil» que Telerman pueda completar su mandato hasta el 10 de diciembre, y lo relacionaron con los posibles «20 mil despidos» y la toma de «endeudamiento o el uso de fondos del Banco Ciudad» que pueda realizar el jefe de Gobierno para disminuir el «rojo» en las cuentas porteñas.
Desde el kirchnerismo señalaron también que ayer se analizaron los comicios del último domingo y se remarcó que en ningún momento «fue considerado como una derrota».
Qué dicen los hombres «pro»
Desde el macrismo, los voceros confirmaron que los asuntos principales que buscará promover la coalición de Macri se orientarían en particular al control de los gastos del presupuesto, las inversiones de este año y los trabajos cuyo pagos deberán abonarse en años posteriores.
Telerman dio a conocer su posición sobre las negociaciones en un documento que tituló «protocolo de gobernabilidad para la transición de Buenos Aires», que contempla la nominación de tres representantes por cada sector, la emisión por Internet de los acuerdos y el apoyo del futuro gobierno a una búsqueda de financiación internacional para obras públicas.
La principal resistencia del macrismo a la propuesta oficial se funda en que no quieren dar la impresión de que buscan un cogobierno para la etapa anterior al 10 de diciembre, cosa que es totalmente cierta.
Mientras el impresentable ministro de Producción porteño Enrique Rodríguez anuncia que Telerman y Macri «conversaron telefónicamente y se va a hacer», y asegura que el actual jefe de gobierno se propone tener «una relación fluida» con el macrismo y también con el Gobierno Nacional, porque hay muchas obras que requieren la intervención de los tres distritos», lo cierto es que las reuniones vienen de mucho antes y bajo la batuta de Horacio Rodriguez Larreta, el mismo que según el blog de Jorge Lanata, salió despavorido a pedirle al ex jefe menemista de la SIDE Miguel Ángel Toma que guardara silencio y controlara su euforia.
Cuenta el periodista que «estaba en la carpa de autoridades cuando un colaborador le sopló al oído que por las radios se estaban escuchando las palabras prohibidas. Y salió disparado, hasta el salón principal de Che Tango, en la Boca, el búnker macrista.
Ni bien entró, Horacio Rodríguez Larreta encontró al personaje que estaba buscando, el ex espía Miguel Ángel Toma. Lo agarró del brazo, lo retó y le advirtió, entre dientes: «Ojito (con gesto y todo), no hablamos de lo nacional». El ex funcionario atinó a decir que no había dicho nada, pero el jefe de campaña de PRO insistió: «Estamos hablando de más». Era cierto: apenas se habían conocido los primeras encuestas a boca de urna, se había desatado la interna macrista de cara a octubre. Toma y Ramón Puerta (también asistente al festejo) anunciaban una coalición anti K filo peronista bajo el sello del presidente Boca. Al mismo tiempo Ricardo López Murphy reclamaba esa bandera para sí. El jefe de campaña, en cambio, no quería nada. Sólo silencio. «Ojito».
Es que ya en la primera vuelta en el seno macrista estaban preocupados por el aluvión de menemistas que iban a llegar a los festejos. Los resultados fueron óptimos en la primera vuelta, en la segunda los fantasmas pudieron ser contenidos, pero en el futuro gobierno nadie descarta que muchas áreas sean ocupadas por viejos menemistas y cuadros de una derecha oportunistas que ofrendarán sus vocaciones prebendarias «a quien guste mandar», siempre y cuando sea de derecha. Todo un dato para dejar de perder el tiempo y organizarse sin perder de vista los errores propios.