Cordobesismo y fin de ciclo

Córdoba: el triunfo arrollador de Cambiemos (otra vez) y el devenir del cordobesismo tras dos décadas en el poder. De la crisis del 'opoficialismo' a un macrismo emancipado de la UCR.

Sin lugar a dudas la novedad de estas ultimas elecciones fue la gran capacidad para nacionalizarse que tuvo el macrismo, más allá de la estructura nacional con la que contó (¿cuenta?) Cambiemos a través de sus socios de la Unión Cívica Radical (UCR). Cambiemos obtuvo el primer lugar en la disputa electoral en provincias propias, como Jujuy y Mendoza, pero también en Corrientes, Entre Ríos, Neuquén, La Pampa, Santa Cruz, además de arrasar en Córdoba y San Luis. Por otra parte, quedó en segundo lugar en 8 de las 9 provincias gobernadas por el Partido Justicialista/Frente para la Victoria (también obtuvo el segundo lugar en Misiones, Santa Fe y Provincia de Buenos Aires). Sólo en Chubut obtuvo el tercer lugar, con alrededor de 25% de los votos, según los últimos recuentos.

 

En Córdoba la actual victoria macrista se enlaza con un antiperonismo histórico en el largo plazo, un antikirchnerismo en el mediano y una exacerbación de las posturas reaccionarias en los últimos tiempos. No estaría de más recordar algunos antecedentes previos a la derrota aplastante del kirchnerismo en el ballotage de 2015, en donde Mauricio Macri obtuvo 71,51% de los votos: en 1955 la autodenominada “Revolución libertadora” tuvo su cuna en Córdoba; en 1974 (aún antes del operativo Independencia en Tucumán), un golpe policial desalojó del Estado al gobierno popular encabezado por Atilio López y Ricardo Obregón Cano (“El Navarrazo”); durante el Proceso de Reorganización Nacional, con Lucio Benjamín Menéndez a la cabeza, la dictadura tuvo en la provincia a su sector más duro en la represión ilegal; y en 2008, durante la confrontación del gobierno nacional con las patronales agropecuarias, la provincia mediterránea supo cosechar los apoyos más activos para éstos últimos. La tensa relación que sostuvo con la provincia la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que alcanzó durante la rebelión policial de diciembre de 2013 tal vez su momento más álgido, es otro dato que explica el actual y masivo rechazo electoral.

 

En las recientes elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), la fórmula Héctor Baldassi-Rodrigo De Loredo obtuvo el 45% de los votos en toda la provincia. Cuatro de cada diez cordobeses que habitan la capital (la ciudad que tiene uno de los índices de pobreza más elevados del país, el 40%), votaron por Cambiemos en estas últimas elecciones. Sin partido, sin aparato con arraigo en la provincia, el ex árbitro de fútbol logró imponerse primero como pre-candidato ante las presiones de un sector de sus aliados radicales, y luego –sufragio de por medio– obtuvo más votos que Ramón Mestre (hijo), actual intendente de la capital provincial, quien en su mejor momento (2011) lo respaldaron alrededor de 100 mil votos menos que Baldassi en agosto de este año. Situación que, de repetirse, pondría en juego incluso las aspiraciones del joven correligionario para ser la cara de Cambiemos al frente de la boleta que le dispute la gestión del estado provincial a este peronismo que ya lleva dos décadas consecutivas en el poder.

 

Para muestra, un botón

Uno de los festejos por el Día del Niño dejó una fuerte polémica en la ciudad cordobesa de Alta Gracia. Es que el lunes pasado un grupo de vecinos del barrio Villa Oviedo denunció que en un evento organizado por un centro vecinal, apoyado por la Municipalidad, se distribuyó una pelota con la inscripción de Martín Llaryora, el vicegobernador y candidato a diputado nacional por Unión por Córdoba. Más que un error, como se apuró a declarar en la prensa un funcionario municipal, parece un acto de desesperación.

 

No es para menos, si se tiene en cuenta el clima caldeado y de pase de facturas que el peronismo provincial vive puertas adentro (y no tan adentro) en estos días. Es que el triunfo (otra vez) de Cambiemos en la provincia parece venir a suplantar el universo simbólico con el que, hasta ahora, gran parte de la población de estas tierras encontraba para expresar sus posiciones conservadoras.

 

Algo del fenómeno que recorre la Argentina no estaría leyendo el peronismo cordobés, tan afín a auto-rotularse como “cordobesismo”, una suerte de isla derechosa capaz de marcar su propio ritmo más allá de la coyuntura nacional (así fue, al menos, durante los últimos años, donde el kirchnerismo, por ejemplo, no logró hacer pie en la provincia más allá de haberse sostenido durante tres mandatos consecutivos en la gestión del Estado nacional).

“El triunfo (otra vez) de Cambiemos en la provincia parece venir a suplantar el universo simbólico con el que, hasta ahora, gran parte de la población de estas tierras encontraba para expresar sus posiciones conservadoras”

En Córdoba parece enlazar la idea del cambio con el cambio: frente al kirchnerismo, el delasotismo (o el schiarettismo) eran la permanencia, pero ahora el macrismo se presenta como el cambio por derecha al kirchnerismo en el plano nacional y un cambio con permanencias -de políticas conservadoras- en el plano provincial.

 

Y si bien el diagnóstico público y tranquilizador del peronismo cordobés repite una y otra vez que el problema fue que la polarización Macri-Cristina se comió la elección (y que los cordobeses votaron para dejar en claro su rotundo rechazo a la posibilidad de un futuro retorno del kirchnerismo), todos saben que en agosto se pusieron en juego cuestiones más de fondo que, de repetirse en octubre resultados similares, comprometen el destino del esquema de poder puesto en juego en la provincia durante las dos últimas décadas.

 

Por un lado, parece quedar claro que el voto conservador se desplazó desde el cordobesismo hacia la revolución de la alegría. Por otro lado, el voto sectorizado del campo acompaña claramente a la gestión nacional del ingeniero Macri. Finalmente, parece quedar claro que la propuesta endogámica aparece desgastada. De allí los pases de facturas. La campaña del oficialismo provincial fue más que confusa: consignas como “El verdadero cambio” o “Defender a Córdoba” no convencieron a casi nadie. Por otra parte parte, las dos figuras fuertes de la política peronista provincial se mostraron prescindentes de jugar fuerte en la campaña, con la diferencia de que José Manuel De la Sota capitaliza de algún modo el hecho de no haber sido él sino el actual gobernador Juan Schiaretti quien cargara (otra vez), con el sabor amargo de la derrota. Recordemos que fue también bajo su gestión, en 2009, cuando el peronismo cordobés salió tercero en las elecciones legislativas y se quedó sin senador nacional.

 

OpoOficialismo

En su clásico libro El arte de la guerra, el milenario estratega chino Sun Tzu advirtió “conoce a tu adversario y conócete a ti mismo. De esa forma podrás enfrentar 100 batallas sin exponerte a un rotundo fracaso”. Por otra parte, el teórico prusiano Carl Von Clausewitz también había señalado en su libro De la guerra, siglos después, que el hecho de quebrar el frente de alianzas de los enemigos era una parte importante del arte de la estrategia.

 

Como desoyendo todas las conceptualizaciones al respecto, el peronismo cordobés no estaría pudiendo conocer a fondo a su nuevo adversario, y para mal de males lo estaría dejando agruparse junto a todos sus antiguos adversarios. Así, mientras Unión por Córdoba no sólo que no amplia su base de sustentanción sino que va perdiendo apoyos, Cambiemos logró unir los nuevos aires del PRO con las históricas estructuras radicales, más algunos elementos (entre ellos su principal dirigente) del juecismo, que hace apenas una década atrás se presentaba como la renovación de la política cordobesa ante el “pacto de co-gobierno” peronista-radical.

 

Al parecer tampoco el schiarettismo calculó bien el juego de acercamientos y oposiciones, y en su afán de presentarse como un gobernador amigo del presidente no obtuvo reciprocidad que lo beneficiara en modo alguno. Haber logrado acuerdos en temas como la coparticipación, las obras de gasoductos o por la Caja de Jubilaciones pudieron aparecer como buenos ejemplos de una gestión prolija y un modo de intervención política responsable en la coyuntura, pero muy difícil de traducirse en modos de acumulación frente al discurso de barrer con la pesada herencia, que en Córdoba, claramente podría ser también leída como la herencia pesada de un peronismo eternizado en el poder.

“Algo del fenómeno que recorre la Argentina no estaría leyendo el peronismo cordobés, tan afín a auto-rotularse como “cordobesismo”, una suerte de isla derechosa capaz de marcar su propio ritmo más allá de la coyuntura nacional”

De allí que parte de las estrategias del peronismo cordobés, de ahora en más, se centren posiblemente en algunos ejes que al menos le permitan acortar la distancia de alrededor de 15 puntos de diferencia que sus rivales le sacaron en las PASO, intentando que su cuarto candidato (Daniel Passerini) ingrese al Congreso. Ya habrá tiempo seguramente para pensar en la proyección nacional, pero se sabe: no hay quien mande en el vecindario sin no mantiene la casa mínimamente en orden (y si bien el compañero Juan buscó erigirse como figura fuerte de la liga de gobernadores peronistas, de repetirse los resultados de agosto en octubre más que pensar en encabezar armados nacionales en el 19 debería trabajar duro por dos años para no perder el frente interno).

 

De allí que todos los cañones parezcan apuntar hacia la temporalidad corta, la más inmediata. Entre las estrategias del oficialismo cordobés de cara a octubre del 17, en este sentido, parece estar dirigida a que “no se les escape la coneja”, es decir, hacer hablar al ex árbitro de fútbol, primer candidato de la lista de Cambiemos en la provincia mediterránea.

 

En una nota local reciente, la periodista Eugenia Marengo hizo hincapié en algunos elementos referidos a esta posible estrategia: en primer lugar, la puesta en caja de los intendentes peronistas, ya que Baldassi ganó en ciudades como Río Cuarto, Villa María, Alta Gracia y La Calera, todas de gestión oficialista. Por lo tanto, es probable que se los ponga a jugar a fondo en una campaña de baja intensidad, casa por casa, para recuperar al menos los votos peronistas. En segundo lugar, la estrategia también apuntaría a tratar de aumentar el nivel de participación ciudadana en los comicios de octubre, para que crezca al menos en un 5% respecto de lo que fue en las PASO (alrededor del 70%). En tercer lugar, intentar visibilizar los problemas económicos que atraviesa la gestión nacional, sobre todo poniendo a jugar a sectores del sindicalismo y los movimientos sociales (una fracción de la CGT; el Movimiento Evita). El gran problema de este último elemento es que el 40% de pobreza en Córdoba sea leído como un problema de administración provincial y no como efecto de una mala gestión de la economía nacional y el tiro salga por la culata –corroyendo uno de los caballitos de batalla de la actual gestión provincial–, o que la pesada herencia kirchnerista, presente en el imaginario social, se presente también asociada al peronismo cordobés, históricamente antikirchnerista (los “choriplaneros” y los “gremialistas” que ponen palos en la rueda para que el país no avance).

 

El goleador y el pibe renovador

Algo del discurso del sentido común respecto de lo anquilosado de la política argentina parece ponerse en juego hoy en la coyuntura electoral de Córdoba. La disputa entre las dos fuerzas principales de la provincia (el kirchnerismo “victorioso” salió tercero, allá lejos, con un 10%) se juega entre dos figuras prácticamente desconocidas hasta hace muy poco tiempo por la mayoría de la población cordobesa.

 

De un lado Martín Llaryora, actual vicegobernador en licencia de sus funciones, dos veces intendente y presidente del PJ de la ciudad sojera de San Francisco (donde también había sido concejal), ministro de Industria de la gestión última de José Manuel De la Sota tras la crisis de gobernabilidad desatada por la “rebelión policial” de diciembre de 2013. Un gesto de reconocimiento del “Gallego”, luego de que el “joven renovador” (competía en las internas del peronismo provincial bajo el sello de Frente Renovador aún antes de que Sergio Massa lo empleara en provincia de Buenos Aires) sacara el 22,5% de los votos frente a la lista oficialista que encabezó Juan Schiaretti en las PASO del 11 de agosto de 2013. O un gesto de disciplinamiento y puesta en caja de los díscolos, según como quiera leerse. Dicen que dijo José Manuel que en ese 2013 Llaryora (entonces con 40 años de edad) se recibió de “dirigente provincial”.

“Cuatro de cada diez cordobeses que habitan la capital (la ciudad que tiene uno de los índices de pobreza más elevados del país, el 40%), votaron por Cambiemos en estas últimas elecciones”

También en 2013 Mauricio Macri le dio la venia a Héctor Baldassi, “El Soplapito”, según la mueca burlona con la que lo bautizó “El Turco” Jorge Asís. El ex árbitro de fútbol internacional tenía entonces 47 años, nunca había actuado en política y centró toda su campaña para las elecciones legislativas del 27 de octubre de 2013 insistiendo en el slogan de “La Coneja”, inentendible de no ser por los videos y spot publicitarios donde se lo veía y escuchaba contando que así le decían de niño, porque asistía al jardín de infantes con una bolsita que tenía una coneja que había sido bordada por su madre…

 

Gran debut, casi de goleador a pesar de haber obtenido el cuarto lugar: la lista del macrismo en Córdoba sacó 14,40% de los votos y con ese porcentaje logró entrar a la Cámara de Diputados de la Nación. Ahora Baldassi, para sorpresa de propios y ajenos, salió primero en las PASO. De repetirse o incluso de incrementarse ese caudal de votos, estaría ante un triunfo legislativo que lo ubicaría como un impensado candidato a gobernador de Córdoba, quitándole ese puesto a Ramón Mestre.

 

Dicen que Baldassi es limitado en sus análisis, como orador e incluso, que no tiene dotes para el liderazgo. Así y todo, cuenta con una ventaja de cara a “la gente”: se hizo “fama de justo” en los andares deportivos.

 

Hace tres décadas Los Violadores, banda de punk-rock argenta, cantaba: “fútbol, asado y vino… eran los gustos del pueblo argentino”. Habrá que ver si Baldassi logra hacer una coctelera propia en la que logre incorporar los vientos de cambio que vienen de Buenos Aires con la idiosincrasia propia del cordobés. Tal vez ahí sí, fútbol, fernet y cuarteto pueda desplazar al corbobesismo del poder. Por lo pronto ya cuenta con el visto bueno de Cadena 3, la poderosa empresa de comunicación que festejó el Día del niño junto a la banda sonora de la Policía de la provincia de Córdoba, obsequiando regalos a los primeros 30.000 niños y niñas que asistieron al lugar. Niños que tal vez pasen a integrar en algunos años la lista de jóvenes asesinados en casos de gatillo fácil, que Córdoba tiene el triste récord de encabezar en las estadísticas de casos en el país.

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