La revolución mediática

Capital Federal y el conurbano bonaerense tienen espacio para 40 canales de TV en VHF, como los actuales de aire. Y otros 150 canales en UHF, como los aéreos de Crónica TV y Canal 26. Donde reinan el Grupo Clarín, Telefónica y Hadad, podrían licenciarse hoy mismo otros 190 canales de TV para ser recibidos por aire, sin cable ni fibra óptica. Un panorama similar se abre en todas las grandes ciudades del país como Mar del Plata, Mendoza, Santa Fe, Rosario y Córdoba.

Gracias a la convergencia tecnológica, 190 canales de TV y unas 200 radios en AM y FM estéreo pueden emitir, por comprensión de señal, mediante un sistema por el que hoy se transportan datos. Y por la misma vía se puede enviar telefonía e Internet de banda ancha.

La TV por cable puede recibirse por vía telefónica, aunque las empresas pretenderán determinar qué canal se distribuye por su sistema y cuál no. Y hasta por el cable de luz: EPEC, compañía eléctrica del estado cordobés, lo está haciendo para verificar las bondades de su sistema, gracias a un descubrimiento español que revolucionará el acceso de estos medios, permitiendo la conexión hogareña a aparatos de radio, TV y computadora a través del sistema de distribución eléctrica.

Esta revolución democrática del poder de los medios puede cambiar todo en materia de comunicación, libre circulación de ideas y entretenimiento.

Hay lugar para todos. Sindicatos, universidades, empresas, municipios, productoras de radio y de TV, cooperativas, mutuales, partidos políticos, asambleas barriales, clubes; el Congreso Nacional, la Legislatura, teatros, organizaciones culturales, entre muchos otros, pueden tener su canal y su radio. En esa revolución, veinte mil jóvenes estudiantes de cine y otros tantos de comunicación social, familiarizados con las nuevas tecnologías de información, tienen su lugar.

Las autoridades, en general, desconocen los alcances de esta revolución tecnológica, tanto como los periodistas. Pero sí los conocen los técnicos y ejecutivos de la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC), aunque lo disimulan porque está mal visto opinar contra Clarín, Telefónica, Hadad, Vila, ARPA o ATA, quienes, actualizados, presionan a los gobiernos para que nada cambie.

Sus argumentos consistirán en hacer creer al público y autoridades que el asunto es muy serio como para dejarlo en manos de cualquiera. Dirán que el Estado debe cuidar la calidad de las emisiones y que se requieren grandes inversiones que sólo ellos pueden hacer efectivas.

Eso no es verdad: con los medios disponibles y la reducción de costos, es fácil editar, animar y musicalizar para hacer todo tipo de programas. Hoy se está invirtiendo en cinematografía y televisión. Aumentan los fondos para producir cine a través del INCAA y de San Luis Cine. Tenemos semillero para producir, y tradición y conocimiento acumulado para vender.

Los que quieren seguir mandando en el negocio se niegan a ampliarlo con el argumento de que el mercado interno es reducido. La comunicación, la información y el entretenimiento no son sólo un negocio sino un derecho que el Estado debe garantizar.

Es la hora de la revolución cultural, nacional, democrática y tecnológica de la tenencia múltiple de medios y la producción de contenidos. Con un gobierno a favor del pueblo y la patria, esta es la oportunidad.

Hay demanda insatisfecha. Argentina ha ganado mercados de habla hispana desde hace décadas. Se venden telenovelas y miniseries a Italia, Rusia e Israel. Contamos con miles de actores y actrices, productores, directores; millares de periodistas que pueden dar una visión nacional y popular de la realidad, distinta de la que vemos y escuchamos hoy en día.

Se pueden abrir frecuencias a los gobiernos de Sudamérica y en especial una radio y una TV de alcance nacional para TeleSur, la idea del compañero Hugo Chávez.

¿Quién le abre la puerta mediática del siglo XXI a los argentinos?

¿Quién le avisa a la Presidenta?

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