Hay como un aire de fronda. No es un vendaval, pero tampoco una simple brisa. Lo cierto es que en los últimos tiempos el malestar en la izquierda se ha venido acentuando, tras una acumulación de pequeñas y grandes tensiones. Hoy, por primera vez desde la asunción del gobierno progresista, hace ya más de dos años, la discusión no gira en torno a los ritmos de la gestión del gobierno sino sobre el rumbo de la misma.
La asistencia a las dos marchas convocadas en marzo para repudiar la presencia en Uruguay del presidente de Estados Unidos había sido una primera demostración de que mucha gente había ya abandonado su reticencia a marcar públicamente sus discrepancias con un gobierno percibido como propio. La resistencia -surgida desde “la base” antes que desde los partidos- al proyecto de reparación a policías y militares caídos en la “lucha contra la sedición” fue un segundo mojón en ese sentido. El tono del acto central de este Primero de Mayo, aun si no tuvo una convocatoria masiva, abundó en la misma dirección.
La proclama leída el martes 1 en el acto de Libertador y Mercedes es fuerte. “Estamos ante un gobierno en disputa”, constata la central sindical. Y analiza: esa disputa “se expresa en forma de paradoja ante el hecho de que por un lado el gobierno aplica una política macroeconómica ortodoxa, que impone restricciones a la construcción de un Uruguay Productivo (…) pero por otro lado, por la vía de los consejos de salarios y el proceso de regularización de lo que el capital había desregulado, induce a la organización de la clase obrera y el pueblo, que justamente es el portador objetivo de otro proyecto de país”.
“A los efectos (…) generar la relación de fuerzas necesaria para construir el programa”, el pit-cnt considera necesario “convocar a todos los orientales honestos, a los trabajadores, amas de casa, estudiantes, intelectuales, a nuestra Universidad, a los productores empobrecidos de la ciudad y el campo, a los industriales y comerciantes no comprometidos con la política del capital financiero trasnacional y el imperialismo” a un segundo Congreso del Pueblo. El “original” remonta a 1965, y congregó a 800 organizaciones de todo tipo, desde sindicatos, hasta a ateneos, grupos de base, partidos y organizaciones de la izquierda del más diverso signo. De buena parte de sus resoluciones se inspiró el primer programa frenteamplista. Esta segunda versión del Congreso de Pueblo se daría en una situación totalmente distinta: por un lado, en una época de redefinición profunda del pensamiento “de izquierda” (en los años sesenta todo era más “claro” y la movilización estaba en auge), y por otro en momentos en que por primera vez en la historia del país el gobierno lo ejerce una fuerza progresista.
RELACIONES PELIGROSAS. El planteo sindical, el debate en torno al porcentaje del pbi que se destinará a la educación pública (véase página 4) y el rechazo unánime de los grupos frenteamplistas al proyecto de reparación, a lo que hay que sumar la fuerte reacción del pcu ante los recortes al Plan de Equidad (que sucederá al panes) en la rendición de cuentas, son los nuevos componentes de una saga de diferencias que afectan la interna del gobierno y las relaciones de éste con el Frente Amplio y con el movimiento sindical. Antes ya había habido otros factores de tensión: la votación del tratado de protección de inversiones con Estados Unidos (cuando estaba en la oposición el Frente lo rechazaba), el envío de tropas a Haití (ídem), la firma de la carta de intención con el fmi, el pago irrestricto y por adelantado de la deuda con ese organismo, el mantenimiento de las afap, el anunciado veto de Tabaré Vázquez a la legalización del aborto…
En privado muchos dirigentes frenteamplistas admiten ahora que en el Ejecutivo no existe un planteo estratégico de cambios -especialmente en lo referente al país productivo y la redistribución de la riqueza- y que se ha optado por un “pragmatismo excesivo”, muy alejado de las definiciones programáticas de la coalición.
La proclama leída en el acto central del Primero de Mayo tiene una fuerte impronta de sectores como el Movimiento de Participación Popular (MPP), el Partido Comunista (PCU), el Partido Socialista (PS), el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), pero también intervinieron en ella sindicalistas vinculados a la Vertiente Artiguista, Asamblea Uruguay y Alianza Progresista congregados en la tendencia conocida hoy como Articulación.
Precisamente el dirigente de Articulación -y coordinador del PIT-CNT- Fernando Pereira dijo a Brecha que él también participa de la percepción de que se está ante un año bisagra. “No hay que disimular diferencias, como tampoco inventarlas. No creemos que este gobierno sea neoliberal (ha aumentado el gasto público, por ejemplo), pero al mismo tiempo pensamos que se debería tener otro ritmo en el país productivo, en las políticas sociales, aun admitiendo que agarró un país destruido.”
Fuentes socialistas comentaron a su vez a Brecha que perciben un descontento “sin conducción ni rumbo, que sin canalizar sólo lleva a la decepción y a la no participación de los frenteamplistas como agentes políticos”.
Dirigentes de grupos como el MPP o el PCU advierten por su lado que la resistencia generada a iniciativas como un tlc con Estados Unidos o a las restricciones planteadas en el presupuesto quinquenal evitaron el agrandamiento de la brecha entre el programa y la gestión del gobierno. También citan el bloqueo al proyecto de reforma del Banco Central, sobre el cual “la bancada se sentó”, según dijeron. Pero gestos como éstos han servido sobre todo para frenar al equipo económico, mas no para “acentuar el programa de cambios”.
DILEMAS. Pocos dudan de que en el núcleo más “ideologizado” del Frente Amplio el malestar va in crescendo. Si hay algo que no existe en la militancia es entusiasmo. El gobierno no “enamora”, a pesar de mejoras en los indicadores macroeconómicos, de los avances en materia de relaciones laborales, de una lenta recuperación del salario real y del envío a la cárcel de algunos violadores emblemáticos de los derechos humanos.
La lógica del gobierno parece deconstruir el discurso y el relato histórico de la izquierda. La aceptación acrítica del proyecto de García Pintos fue la frutilla de la torta en ese plano. Nada (ninguna “herencia maldita”, ningún condicionamiento exterior) obligaba al Ejecutivo a dar ese paso…
Por el momento, el malestar no ha servido para fomentar el crecimiento de los grupos que están casi en los márgenes del fa, como la Corriente de Izquierda o el 26 de Marzo, con los cuales la coexistencia está cada vez más puesta en tela de juicio (véase recuadro), ni de los que no pertenecen a la coalición. Para los sectores frenteamplistas más críticos que, de una manera u otra, son parte del gobierno, el dilema reside en cómo hacer para “aumentar el ritmo de los cambios” y no afectar la estabilidad de la administración progresista.
Si en cierto momento se pensó en la conformación de una suerte de corriente que vinculara a la Vertiente Artiguista, el mpp, la 1001, parte del ps y Compromiso Frenteamplista, entre otros, lo cierto es que hasta ahora tal corriente no ha salido a la superficie. Hay quienes señalan que la designación de Enrique Rubio al frente de la opp ha tenido entre sus efectos la disminución de los pujos críticos a la orientación económica del gobierno por parte de la Vertiente, haciendo inviable un eje de ese tipo.
Esa imposibilidad, al menos coyuntural, de articulación de una oposición interna en el Frente Amplio, ha conducido a acentuar el papel del movimiento social en la “disputa” por el rumbo de los cambios. En el pit-cnt y en ciertas organizaciones sociales hay conciencia de esa realidad. Prueba de ello: el lanzamiento, por la central sindical, de una iniciativa para reformar la Constitución con miras a la anulación de la ley de caducidad.
Blooper radical
El Primero de Mayo tuvo un componente inesperado, además del anunciado acto alternativo al del pit-cnt convocado por la Tendencia Clasista y Combativa, el 26 de Marzo, la Corriente de Izquierda y otras organizaciones políticas y gremiales. Un dirigente de la Federación de Trabajadores Tercerizados, opuesta a la conducción de la central sindical, dijo haber sido víctima de un atentado a balazos.
Gustavo García denunció que a las seis de la mañana del 1 de mayo fue baleado, cuando junto a su esposa ingresaba a cumplir su turno en La Española. En declaraciones públicas, ampliamente amplificadas por Radio Centenario, dijo que la bala estaba dirigida contra él y que debido al hecho fortuito de que se le cayó la mochila al piso y se agachó para recogerla, fue su esposa la que sufrió la herida.
Como responsables de la “acción fascista” ubicó al pit-cnt y al gobierno. En una nota editorial de Centenario, su directora sostuvo que seguramente nunca conocerían la identidad de los autores materiales del hecho, pero que no dudaba de que los promotores intelectuales eran el gobierno progresista y la dirigencia de la central sindical. El miércoles 2, García admitió ante el juez penal que la bala se le había escapado a él accidentalmente.
Ayer, jueves, La Juventud pidió disculpas, mientras la Federación de Trabajadores Tercerizados expulsó a García de sus registros.
El Frente Amplio debate
Qué hacer con las “malas compañías”
La insistente prédica contraria al gobierno y al PIT-CNT de parte de los sectores denominados “radicales” (26 de Marzo y Corriente de Izquierda) ha disparado la preocupación de parte de la dirigencia del Frente Amplio (FA), que parece dispuesta a desembarazarse de “malas compañías”. De ahí que informalmente se maneje la posibilidad de expulsar del fa a ambos sectores. El senador Alberto Cid (Asamblea Uruguay) y el vicepresidente, Rodolfo Nin (Alianza Progresista), aparecen como quienes podrían promover la exclusión de la Corriente de Izquierda y el 26 de Marzo, según consigna Búsqueda en su edición de ayer, jueves. Las acusaciones de que el gobierno traiciona el programa, el intento de división de la central sindical, y la amplificación del atentado “trucho” contra Gustavo García son los elementos que han generado una corriente en esa dirección.
Hasta ahora ningún sector ha sido excluido de la estructura frenteamplista. Cuando hubo escisiones, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha, fue por voluntad de los grupos. Así ocurrió con el mro y con el pgp de Hugo Batalla.
La expulsión de un grupo exige una mayoría de nueve décimos del Plenario Nacional, algo difícil de alcanzar en la actual situación del FA