Terrorismo mediático

El diario Clarín en la portada de su edición impresa de ayer tituló Enérgica condena en la SIP por la presión oficial a medios argentinos. En este artículo usted podrá leer cuáles son los objetivos que encubre la Sociedad Interamericana de Prensa y la historia de este organismo que reúne a los editores y dueños de prensa hegemónicos que han pisoteado las democracias de la región.

El manejo de la información como factor básico de control de los pueblos en el mundo es uno los más avanzados elementos de la contrainsurgencia trazada en las oficinas de inteligencia de Estados Unidos, como un modelo de “guerra psicológica”.

Desinformación y manipulación se entretejen en una antigua trama desde los tiempos del colonialismo y como un ejemplo está lo sucedido durante el nazismo en Europa. La estructura “goebeliana” del control de los medios, para dominar a una sociedad como en la Alemania de Adolf Hitler, no fue un invento del nazismo. Fue heredado de los usos y necesidades de las imposiciones coloniales -de esto tiene mucho que aprenderse de los servicios de inteligencia británicos en su pasado imperial-, remozado por Joseph Goebbels y llevado a su máxima y terrorífica expresión.

La utilización de la información como un arma de dominio y de guerras, que viene de colonialismos diversos, se planteó prácticamente desde la misma creación de la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) en 1947, que un año después de su aparición operaba ya con más de 1500 millones de dólares de presupuesto abierto, porque existía otra “caja” para operaciones secretas, espionaje, contraespionaje y acciones encubiertas (clandestinas), calculado en otro 800 millones (Garcurecich Juan , “A golpe de titulares Cia y periodismo en América”, editado por Videoporess, Praga, Checoslovaquia, 1981, reproducido en Lima, Perú 1991- 2001). Todo esto en función de la “guerra fría” que abarcaría más de medio siglo.

De ese presupuesto, un 30 por ciento estaba dirigido a acciones encubiertas y en este caso a proyectos de medios de comunicación y propaganda. A eso hay que agregar una población “flotante” de agentes locales en diversos países donde trabajaban.

En el rubro destinado a propaganda se calculaban millones de dólares enviados para la producción de artículos, fotografías y reportajes dirigidos a influir en los medios con una capacidad “que sobrepase todos los mayores servicios de noticias de todo el mundo”.

La CIA comenzó a filtrarse en el campo de los medios masivos inmediatamente después de su creación cuando salió de la Oficina de Servicios Estratégicos (Office of Strategic Service) después de la Segunda Guerra Mundial.

En esos primeros tiempos, su acción prioritaria se dirigió a los países de Europa. Entre los subsidiados en aquellos años estuvo la prestigiosa revista francesa Paris Match.

Por esos tiempos eran violentas las campañas antisoviéticas que aparecían en todos los medios europeos e influían en el resto del mundo. De acuerdo al periodista Carl Berstein el mayor esfuerzo de captación y formación de medios lo hizo el ex director de la CIA Allen Dulles en 1953 (“The CIA and the Media”.En “Rolling Stone” 1977).

Una cantidad de directores de medios fueron convocados por Dulles para unirse a la causa contra el comunismo global, iniciando la CIA cursos de entrenamiento periodístico para sus agentes, tratando de colocarlos en las más grandes organizaciones noticiosas.

También instaló la práctica de solicitar información a los corresponsales acreditados en zonas de interés para la CIA. Era -y continúa siendo- común la reunión de estos periodistas con personal de la CIA. De esta forma, se aseguraba que este tipo de contactos -que se incrementó en forma notable con las Doctrinas de Seguridad Nacional y luego las “seguridades hemisféricas”- se diera con decenas de organizaciones periodísticas. Incluso en los años ’50 la mayoría de periodistas estadounidenses que regresaban a su país tenían contactos con la CIA.

En las investigaciones de The New York Times en 1977 al menos 22 organizaciones periodísticas de EE.UU. habían tenido contacto con la CIA, incluyendo las empresas ABC y CBC. La revista TIME, LIFE y NEWSWEEK los diarios The New York Times y The News Herald Tribune, United Press Intenational (UPI), American Press International (APE). Otros periódicos como la Cadena Scripps-Howard y The Cristian Sciense Monitor, The Wall Street Journal y otros, incluyendo Fodor’s editora de guía para turistas. Hubo importantes como Business Internacional, Mc London Broadcasting Organazation, Film Daily otros.

Pero en todo ese entramado Estados Unidos había ido construyendo una de sus más importantes organizaciones de control mundial de la prensa, que hoy está en su mayor esplendor, especialmente desde los años ’80, y con el avance de la “globalización” en los ’90, hasta manejar en estos tiempos -mediante las nuevas tecnologías- el 95 por ciento de las noticias que circulan por el mundo, desinformando, manipulando y ocultando la verdad, como nueva forma de control.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) nació de esas necesidades de control. Mucho se ha escrito sobre el papel de la SIP en todos los golpes de Estado, invasiones y acciones ilegales de guerra, lo que la convierte en cómplice de los crímenes cometidos, a lo largo del siglo pasado y lo que va de este en el mundo.

En realidad la SIP había nacido como una idea de unidad dentro de los viejos esquemas del panamericanismo y en tiempos de enfrentar al nazismo. Como reseña, el periodista canadiense Jean-Guy Allard destaca que “la inicial SIP fue cooptada por la inteligencia de Estados Unidos”.

Nacida como una organización panamericana en 1943 en La Habana, Cuba, después de su virtual aprobación en México en 1942, fue “pirateada” por la CIA en una reunión en Nueva York en 1950, donde se la convirtió en un “cártel” de los dueños de empresas periodísticas.

Esta operación estuvo bajo control de “oficiales de los servicios estadounidenses de inteligencia, Jules Dubois y Joshua Powers, lo que convirtió virtualmente a la organización en filial de la CIA”, explica Allard.

El periodista cubano Ernesto Vera, uno de los fundadores de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) investigó detalladamente “el complot” por medio del cuál la CIA se apropió de la SIP, cuyo nacimiento en 1943 reunió a una buena parte del periodismo antifascista.

“En esos momentos no se podía excluir a la prensa progresista del continente, pero con el comienzo de la Guerra Fría, empezaron las conspiraciones” dice Vera.

En la reunión de la SIP de 1946, que se desarrolló en Quito, Ecuador, a la que asistieron tres representantes estadounidenses, el coronel Jules Dubois, el agente Joshua Powers y Tom Wallace, un alto funcionario del Departamento de Estado, que maniobraron para que se aceptara el nuevo encuentro en Nueva York en 1950.

En Nueva York se confirmó el complot que permitió a los grandes magnates de la prensa continental apropiarse de la SIP. Para lograr esto no invitaron a los medios progresistas, no les dieron visa a muchos de los representantes e incluso retuvieron a Carlos Rafael Rodríguez, quien no sólo representaba al periódico cubano Noticias de Hoy “sino que también era el propio tesorero de la organización. Era un cargo ejecutivo, pero aún así no lo dejaron entrar”.

De esta manera los poderosos propietarios dirigidos por Estados Unidos cambiaron los Estatutos y a partir de ese momento la SIP tomaría otro camino. “En ese congreso neoyorquino, los magnates de la prensa del continente se convirtieron en los secuestradores de la libertad de prensa”, dice Allard.

Con el paso del tiempo la SIP, convertida en una asociación de poderosos dueños de medios, intervino en la UNESCO para defender el control de la información por parte de las empresas privadas y participó en todas las acciones e intervenciones decididas por Estados Unidos en distintos países.

Recién estrenada debieron salir a apagar los fuegos de la Revolución liderada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia, en 1952, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de América Latina. Se movilizaron rápidamente para cooptar a dueños de medios en ese país, a periodistas y para lanzar una fuerte propaganda en EE.UU y en el mundo en su intento de detener, desviar o desnaturalizar esa revolución, lo que lograron, como parte de una operación donde también se utilizaron elementos económicos, políticos e incluso acuerdos militares.

En realidad la historia de la SIP es la historia de los golpes de Estado contra los gobiernos constitucionales en los que estuvo involucrada. Se la presenta como la ‘junta calificadora de la libertad de expresión’ en el continente, cuando su papel real era -y sigue siendo- destruir todo intento de rebelión contra los intereses coloniales y neocoloniales de EE.UU. En todos los documentos desclasificados sobre las dictaduras de América Latina surge la complicidad y el apoyo de la SIP a los dictadores, los ataques y las maniobras contra los gobiernos populares y democráticos.

Es clave recordar la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en Montevideo en 1951. En ese momento el escritor Miguel Otero Silva director del diario El Nacional de Venezuela -en su tiempo considerado un medio democrático y ahora desvirtuado como tal- enfrentó a sus pares que en sus alegatos defendían dictaduras como la de Anastasio Somoza, sin pudor alguno.

Otero Silva se rebeló cuando se leyó el texto de la SIP donde entre otros figuraban como defensores de la libertad de expresión dictadores como Somoza en Nicaragua y se reproducían grandes alabanzas para el chileno González Videla y los dictadores bolivianos de esos momentos.

Otero Silva también admitió que le “daba vergüenza ver en aquella asamblea de Montevideo a los esbirros intelectuales de Rafael Leónidas Trujillo bramando en la tribuna para decir que (Juan Domingo) Perón era un tirano y que en su país, en cambio, se disfrutaba de una absoluta libertad de pensar”, como cita Gregorio Selser, uno de los periodistas más importantes de Argentina y América Latina, y fuerte luchador contra la política de EE.UU en la región.

La SIP no sólo apoyó a la dictadura de Somoza (1937-1956), el asesino del héroe nacional nicaragüense Augusto César Sandino, sino que sostuvo y defendió hasta el final la dictadura de Anastasio Somoza Debayle (hijo) hasta su derrocamiento por la revolución sandinista en 1979.

Entonces, la SIP se convirtió por mano de la CIA, en el aparato de persecución al sandinismo y de complicidad con la guerra encubierta de EE.UU. contra ese país, llamando “héroes” en sus medios a los asesinos mercenarios de la “Contra” nicaragüense. A estos añadieron los “asesores argentinos” enviados por la dictadura militar que asoló al país entre 1976 y 1983.

Esa guerra cruel dejó miles de víctimas en Nicaragua y también en Honduras, ocupada militarmente por EE.UU. desde los años ’30, ocupación que se consolidó en los años ’80 cuando se convirtió a ese país en una rampa de ataque contra el territorio nicaragüense. Todo esto con el aval de la SIP.

Pero quizás los dos ejemplos más conocidos a nivel mundial sean sus trabajos a favor del derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala y su apoyo a la invasión brutal de Estados Unidos contra ese país en 1954, que partió desde Honduras, con ayuda del dictador nicaragüense.

Los documentos desclasificados en 1999 son una prueba impactante sobre aquellos trabajos de la SIP. El caso “Guatemala” fue clave para conocer a fondo la documentación que luego haría posible hacer un seguimiento de lo actuado por la CIA y su organismo “estrella” la SIP, contra Cuba y en la intervención contra ese país que nunca ha cesado.

La SIP es también responsable de todo lo actuado contra Cuba y las miles de víctimas que el terrorismo estadounidense, utilizando a los mercenarios cubano-americanos de Miami, produjo en ese país. Es parte actuante en el bloqueo de casi medio siglo, que es un acto de guerra de EE.UU contra Cuba.

El otro caso testigo fuerte contra la SIP es su actuación en Chile, cuando en 1973 tomó un papel activo en la oposición al gobierno socialista de Salvador Allende.

La SIP avaló a todos los golpistas y violadores de la Constitución. Han constituido verdaderos manuales de injerencia sus actuaciones contra el primer y segundo gobierno del General Juan Domingo Perón en Argentina. También fue clave en la defensa de las dictaduras del Cono Sur entre los años ’60 y ’70. En 1974 emprendió también una feroz campaña de desinformación, considerando como una dictadura al gobierno popular del general Juan Velasco Alvarado en Perú, mientras silenciaba los crímenes de las dictaduras de Chile, Brasil y Bolivia, que en la actualidad se están investigando y juzgando.

Los grandes propietarios de los medios, hoy en realidad abiertamente servidores del poder mundial, no han mostrado pudor ni arrepentimiento por su complicidad abierta en los crímenes de lesa humanidad cometidos en las pasadas dictaduras. Asimismo, tampoco han rectificado sus acciones pasadas, sino que continúan avalando crímenes y golpes de Estado, como el sucedido en Honduras y el intento frustrado en Ecuador el pasado 30 de septiembre, y el terrorismo de Estado disfrazado de seguridad democrática que deja miles de víctimas cada mes en Colombia, país hoy abiertamente ocupado militarmente por Estados Unidos. De esto la SIP no dice nada.

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