Mundo Xi

Analizamos el Congreso del Partido Comunista de China, quiénes quedaron al cargo de los diferentes sectores, qué decisiones se toman pensando en el futuro y cómo afecta esto al resto del globo.

Algunos eventos políticos trascienden largamente su particularidad o su geografía. Por su importancia geopolítica y la de sus protagonistas, por el peso de los mismos se espera que su impronta influencie la política de la región o del mundo. Este es el caso del XX Congreso del Partido Comunista de China, que brinda algunas claves de hacia dónde se dirige la segunda potencia imperial de la tierra.

Si bien la República Popular China tuvo desde su fundación, con Mao Tse Tung al frente, fuertes figuras que comandaron el país, la centralidad de Xi Jinping en este 20° Congreso del Partido Comunista Chino fue realmente llamativa y muestra para que se prepara la potencia de oriente.

Esa centralidad tuvo que ver en principio con el cambio de algunas de las tradiciones políticas del país, como la imposibilidad para ejercer más de dos mandatos o más allá de los sesenta y ocho años, que fueron modificadas a medida del hombre más fuerte de china, que con sesenta y nueve años, junto a dos mandatos previos consecutivos, se ha perpetuado en la cima del partido y desde allí ha estado en el control casi total de las esferas del poder chino.

A diferencia de las etapas anteriores donde, aunque sea formalmente, el poder al interior del Partido y del Estado estaba balanceado con cargos ocupados por representantes de diferentes facciones y corrientes políticas internas, con este congreso Xi quedo como Presidente de la Comisión Militar Central, Secretario General del partido y Presidente de la República Popular.

Pero la concentración de poder va un poco más allá. El nuevo Comité Central de doscientos cinco miembros ha renovado el 65% de sus participantes, siendo la abrumadora mayoría partidarios del ahora secretario general del Partido.

China se ha caracterizado siempre por una política interna hermética y blindada ante los ojos de occidente, por lo que llamo la atención del mundo la expulsión pública del ex presidente Hu Jintao de la sesión del Congreso que coronó a Xi como secretario.

Incluso en lo ideológico Xi concentró poder. El “pensamiento Xi Jinping” fue introducido como parte de la constitución dándole aún más centralidad.

Y finalmente, en la conformación de las principales figuras que dirigirán los destinos de China en los próximos años no aparece (como si ocurría en los anteriores congresos) un posible y claro sucesor para timonear el país una vez que termine el mandato de Xi. Este es un indicio que muchos analistas aseguran que da cuenta de que no está en las intenciones de Xi Jinping que este sea su último mandato.

Por todas estas razones es que este Congreso no ha sido uno más, sino que implicó una ruptura con el orden político establecido.

¿Hacia dónde va China? Hacia dónde va el mundo.

Más allá de los entretelones de la política interna china, demonizada por las democracias occidentales que por otros mecanismos perpetúan a las elites de las mismas o en peor medida que en China, lo interesante sería preguntarse ¿para qué se prepara con esta concentración del poder?

Una explicación sencilla, pero poco útil, sería asentar todos estos movimientos en una sed de poder del dirigente oriental. ¿Es posible una acumulación tal de poder en cualquier país del mundo sin el visto bueno de los principales bloques de las clases dominantes locales? Y en ese caso ¿Por qué el poder chino necesita un hombre fuerte y sin oposiciones para la etapa que viene?

Hasta ahora, y principalmente en las últimas décadas, China pudo aprovechar por un lado las condiciones internas combinadas con las condiciones que brindaba un mundo globalizado. En el ámbito interno hizo uso de la base de crecimiento generado por la revolución socialista, pasando de un país rural a uno de base industrial, un enorme conglomerado de trabajadores preparados, desarrollo de infraestructura, crecimiento científico y de formación académica de la mayoría de la población, etc. Por otro lado se acopló a las condiciones que brindaba un mundo globalizado, con necesidad de mano de obra barata, que fue el principal producto ofrecido por China al mundo durante décadas e implico el aumento de la superexplotación de su clase obrera a niveles nunca vistos. Brindó al mundo y a su propia producción nuevos mercados de consumo, como el que se abrió con la apertura capitalista comandada por Deng Xiaoping en los 80 y volcó con ferocidad la inversión de capital en la infraestructura necesaria para ampliar el comercio y el multilateralismo en el mundo.

Desde la política del Go Out a principios del 2000, hasta el lanzamiento de la Ruta de la Seda al comienzo de la década del 2010, fueron el producto acabado de un país que aprovechó las condiciones internas y las del mundo para transformarse en la segunda potencia mundial y comenzar a pensar en disputar el liderazgo global a la otra potencia imperial: EEUU.

Sin embargo, ese mundo en el que nadaba como pez en el agua, dejo de existir. Tras la invasión de Rusia a Ucrania (aunque con condiciones de cambio que se vienen incubando hace décadas), el supuesto equilibrio global comenzó a resquebrajarse.

La disputa inter imperialista cambio de fase, o mejor dicho dejo de estar disimulada en guerras comerciales, y apareció al rojo vivo como lo que siempre fue. La necesidad de las potencias imperiales es seguir creciendo a costa de lo que sea, incluso de la guerra abierta.

Esta nueva situación amenaza desde afuera y desde adentro el crecimiento y la estabilidad china, EEUU está retomando la iniciativa en el Asia/Pacifico y hay una cantidad de crisis internas que auguran años convulsionados para el gigante asiático. La burbuja inmobiliaria, el aumento sostenido de la inflación, la pandemia y la política de COVID 0, que paraliza grandes zonas productivas, son algunas de las señales de que el futuro no será un camino de rosas sino de espinas.

Situaciones que por otro lado desnudan el carácter capitalista que se enmascara de socialismo con características chinas, y que incluso mantiene un discurso en ese sentido como el cuestionamiento hecho por el presidente a los millonarios chinos a los que planteo la necesidad de “moderar sus ganancias” para conseguir la «prosperidad común» como se ha plantea la retórica oficial. Sin embargo, se espera que el número de millonarios chinos se duplique de aquí a 2026, según un informe de Credit Suisse.

En ese marco se puede interpretar mejor la centralidad que tuvo en el discurso de cierre del XX Congreso “la seguridad nacional”. China se prepara para un futuro turbulento, en el mundo y en sus propias fauces.

Como dejó claro Xi Jinping en el “Informe presentado ante el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China” el 16 de octubre de 2022 en el cierre del mismo:

“Incremento de la capacidad de defensa de la seguridad nacional. Hay que defender con firmeza la seguridad nacional en lo concerniente al poder político, los sistemas y la ideología; intensificar la construcción de capacidades en materia de la seguridad de los terrenos prioritarios, dando garantía a la de los cereales, a la de las energías y los recursos, y a la de las cadenas sectoriales y de suministro importantes; potenciar la construcción de la capacidad garantizadora de la seguridad en el extranjero en defensa de los derechos e intereses legales que asisten allí a nuestros ciudadanos y personas jurídicas, y salvaguardar los derechos e intereses marítimos, todo en firme salvaguardia de la soberanía, seguridad e intereses de desarrollo del país. Es necesario aumentar la capacidad de prevención y neutralización de grandes riesgos, prevenir rigurosamente los riesgos sistémicos para la seguridad y combatir duramente las actividades de infiltración, sabotaje, subversión y disgregación orquestadas por las fuerzas hostiles. Es imprescindible reforzar integralmente la educación sobre la seguridad nacional, incrementar la capacidad de los cuadros dirigentes de los diversos niveles para el planeamiento holístico del desarrollo y la seguridad, e intensificar la conciencia de la seguridad nacional de todos los ciudadanos y aumentar su calidad con respecto a ella, consolidando así la línea popular para su salvaguardia”

¿Repliegue o desacople?

En medio de un mundo turbulento la mayoría de las grandes potencias muestran señales de haber captado la necesidad de proteger lo propio en el camino del intercambio. Fenómenos como la relocalización o repatriación de empresas, el rol de armas de presión que comienzan a jugar los alimentos o los combustibles, o el crecimiento de políticas impositivas que prioricen lo nacional (como sucede con los fletes marítimos en EEUU) plantean un problema central para China. El desacople en la cadena de suministros globales se va transformando en la regla y no en la excepción, como muestran las restricciones a la exportación de componentes tecnológicos, o la carrera por la obtención de tierras raras para la producción de electrónicos.

En paralelo, el camino hacia transformarse en potencia estuvo cimentado sobre la superexpolotación de sus trabajadores y el crecimiento del conflicto interno en reclamo de mejores condiciones de vida, que a su vez fueron alejando a China de ser la mano de obra barata del mundo. Esta situación no solo fue alimentando un creciente y demandante mercado interno que hay que satisfacer, sino que implica una mayor conflictividad interna que cuestiona desde adentro el destino de los “beneficios” del camino chino.

Ante esto el país asiático se viene preparando hace ya algunos años para intentar sostener su búsqueda de encabezar el orden mundial y no explotar en el intento. En mayo de 2020 el presidente Xi daba a conocer su plan de la llamada «doble circulación”: la «circulación interna», en referencia a la actividad económica interna y la «externa», en relación a los vínculos de China con el extranjero. El canal oficial chino CGTN lo resumía explicando que este concepto «señala que China quiere reducir el rol del comercio internacional en su economía y reforzar su economía doméstica».

Ya en el décimo cuarto plan quinquenal (2021-2025), Xi señaló que China «gradualmente crearía un nuevo modelo de desarrollo donde la circulación doméstica juegue un rol dominante».

Lejos de ser un repliegue chino para con su influencia en el mundo, parece ser más la creación de un escudo económico para la etapa que viene, poniendo un mayor foco en el enorme mercado nacional y dependiendo menos de las exportaciones.

Sin embargo, la dependencia de China a los commodities que producen países como el nuestro no parece tan sencillo ni posible de solucionar, por lo que la estrategia de inversiones desplegada en las últimas décadas no tiene por el momento un techo a la vista.

Las crisis internas se agudizan y se asoman cada vez más potentes, en medio del descontento de la parte menos favorecida de la población del gigante, que no parece conformarse con la parte que les toca de la carrera por el timón del mundo.

El fortalecimiento de la economía interna, la concentración del poder político y de la influencia ideológica al interior de la nación, junto al énfasis en la seguridad nacional dan cuenta que China se prepara para cerrar el puño y golpear más fuerte en un mundo turbulento. Ese parece ser el mensaje central que deja el último congreso del PC chino.


Germán Mangione. Periodista. Director del Observatorio de Actividad de los capitales chinos en Argentina y América Latina

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