Macri go home

A pesar de su autopostulación como “interlocutor privilegiado”, el gobierno argentino no encaja con la Casa Blanca y Trump lo empuja de vuelta hacia América Latina.
Foto: AFP
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El gobierno de Mauricio Macri subió el 10 de diciembre de 2015 con el objetivo de alejar a Argentina de América Latina, alinearla con el proyecto globalista de Barack Obama y Hillary Clinton y ofrecerse como bisagra entre las zonas de libre comercio del Pacífico y el Atlántico. Catorce meses más tarde, la estrategia de Donald Trump para fracturar el mercado mundial en áreas comerciales dominadas por grandes potencias rivalizantes empuja a los conservadores argentinos de vuelta a su continente. Ahora bien, como este imprevisto y brutal retorno a nuestro entorno histórico les repele, el regreso se perfila como más desastroso aún que la ida hacia el globalismo.

 

Mauricio Macri se muestra mucho más cauto que hace unos meses cuando le preguntan por Donald Trump. Ya no dice que es un hombre «totalmente chiflado». Entrevistado el pasado jueves 23 en Madrid por el fundador del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, prefirió definirlo como «un personaje particular» al que «hay que darle tiempo». No obstante, dejó en claro en sus presentaciones que no comparte la visión proteccionista del nuevo presidente de los Estados Unidos y se presentó como un «convencido defensor del libre comercio». También manifestó su voluntad de intensificar lazos con México y Brasil para coordinar posiciones en el G-20 y en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Del mismo modo, insistirá para impulsar la firma del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur.

 

Tanto globalismo no podía caer bien en Washington. 48 horas tardó la embajada de EE.UU. en Buenos Aires hasta sacar un comunicado de forma sobre la conversación telefónica que ambos mandatarios mantuvieron el pasado 14 de febrero. El informe tiene apenas tres líneas y media en las que consta que Trump destacó «las fuertes y duraderas relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Argentina». Luego, subrayó «el liderazgo que el Presidente Macri está desempeñando en la región». Como último punto menciona que el jefe de Estado fue invitado a visitar Washington «en los próximos meses». La tardanza en publicar el comunicado y la insistencia -como único tema- en la valoración que Trump haría de Macri sugieren que varias llamadas de la Casa Rosada fueron necesarias para que la minuta saliera a la luz.

“La expulsión del área comercial norteamericana y las persistentes barreras que bloquean el ingreso a Europa están devolviendo a los conservadores argentinos al ámbito del que nunca debieron salir: a América Latina”

El gobierno de Cambiemos confió desde el inicio en “la lluvia de inversiones” y la apertura hacia el Acuerdo Transpacífico (TPP) que -en su cálculo- le permitiría jugar como bisagra hacia la Unión Europea y beneficiarse a dos bandas. Pero la llegada de Trump, la retirada norteamericana del TPP y su bloqueo a las importaciones de limones argentinos, combinados con la resistencia de varios países europeos a abrirse a las importaciones agropecuarias provenientes de nuestro país, así como la desconfianza generalizada con la que potencias y empresas europeas ven la capacidad de la resistencia popular para bloquear las políticas neoliberales han dejado a los conservadores a la intemperie. Ni los norteamericanos los cuidan ni los europeos les dan cheques en blanco.

 

Trump y Macri comparten la misma ideología reaccionaria. Ambos son hijos de empresarios exitosos que acrecentaron la riqueza y el poder de sus familias por métodos cuasi-mafiosos. Llegados al poder, los dos armaron gobiernos de CEOs y se presentan como ajenos a la política. Sin embargo, los ejecutivos de Trump buscan hacer nuevamente de Estados Unidos una potencia, mientras que los de Macri aumentan la riqueza de los capitales y monarcas extranjeros.

 

El gobierno argentino cometió el enorme error de inmiscuirse a favor de los demócratas en la campaña electoral norteamericana. Este error lo cobró ásperamente Ivanka Kushner Trump al meterse en la primera conversación que su padre y Macri mantuvieron el pasado 14 de noviembre después del triunfo del primero y reclamar a Macri que facilitara la construcción de una torre en Puerto Madero, a lo que éste accedió raudo.

 

El gobierno argentino insiste en su optimismo de oficio sobre el desarrollo de las relaciones con EE.UU., pero “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. Mauricio Macri ganó las elecciones del 25 de octubre de 2015 como ejecutor de un plan de los fondos buitre, el J.P. Morgan, el HSBC y las coronas de Gran Bretaña y Holanda, para apropiarse de los recursos energéticos y mineros argentinos, entregar el Atlántico Sur a la marina británica y -golpe en Brasil mediante- alinear el continente con el globalismo. Sin embargo, la realidad le pegó una patada en la nuca. En vez de Hillary vino Donald y en lugar del libre comercio, la fractura del mundo en cotos de caza exclusivos de las grandes potencias. Argentina entró en el angloholandés, no en el norteamericano.

 

La expulsión del área comercial norteamericana y las persistentes barreras que bloquean el ingreso a Europa están devolviendo a los conservadores argentinos al ámbito del que nunca debieron salir: a América Latina. En los países mayores del continente, empero, no gobiernan patriotas con visión estratégica, sino mediocres reaccionarios que buscan un imperio al que someterse. Tanto Peña Nieto como Temer y Macri ansían acceder al mercado estadounidense, pero Trump impide su ingreso. Ante el cercano colapso los tres se ven forzados a coordinar su salida al mundo. La realidad los empuja a unirse defensivamente, lo que termina por alejarlos de todo acuerdo de libre comercio con potencias exteriores. Buscando a Estados Unidos, Mauricio Macri puede terminar por descubrir América Latina, pero de la peor manera.

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