Europa aprobó la “Directiva de la vergüenza”

Pese al rechazo de las organizaciones de derechos humanos y del Presidente Evo Morales, que la califican como la «directiva de la vergüenza», la Eurocámara aprobó la ley de expulsión de indocumentados, más conocida como “La directiva de retorno”. Establece detenciones de hasta 18 meses y la prohibición por 5 años para ingresar a Europa. El presidente de Bolivia había pedido por carta a la Unión Europea que reflexione sobre la política migratoria y que sea consecuente con su discurso de globalizar la emigración y el respeto a los Derechos Humanos.

Los veintisiete países miembros de la Unión Europea aprobaron el jueves 5 por unanimidad la directiva de retorno de inmigrantes ilegales, que aún debía ser ratificada por el Parlamento Europeo. El día 18 fue aprobado por 367 votos a favor, 206 en contra y 109 abstenciones gracias a una alianza entre conservadores, liberales “euroescépticos
y las divisiones del grupo socialista. Fue votado sin ninguna modificación, las enmiendas propuestas por los opositores del texto fueron todas rechazadas por la mayoría derechista.

La denominada «Directiva Retorno» armoniza las reglas de expulsión de los clandestinos hallados en territorio europeo, con una detención máxima de 18 meses para quienes no quieran partir por propia iniciativa y una prohibición de cinco años de regresar a la UE.

Criticada por la izquierda, organizaciones de defensa de los derechos humanos y hasta por El Vaticano, la ley permite además la expulsión de menores.

Rafael Correa, presidente de Ecuador anunció que impulsará la creación de un frente latinoamericano para rechazar esta iniciativa que calificó de “vergüenza”.

Evo Morales remitió el lunes 9 de junio una carta a la Comisión Europea donde calificó esta disposición como “directiva de la vergüenza” y reclamó de la UE una política migratoria “respetuosa de los derechos humanos” y que permita “mantener un dinamismo provechoso para ambos continentes”. Además, advirtió que si la UE endurece su política migratoria estaría imposibilitado de profundizar las negociaciones del Acuerdo de Asociación y se reservaría el derecho de exigir visa a europeos.

La Comisión Europea (CE), a su vez negó que la “Directiva de Retorno” viole los derechos humanos de los inmigrantes ilegales y expresó su disposición a “explicárselo” cuando sea preciso al presidente Morales

A la caza de los emigrantes

Todavía no se sabe cómo -porque el proyecto de directiva no lo dice-, pero si los socios de la UE no quieren que los propósitos que animan sus actos queden en el papel, los textos aprobados deberían conducir a disposiciones de orden interior a las fuerzas de seguridad que les permitan aprehender a inmigrantes ilegales en las calles, en sus centros de trabajo o en las escuelas (la escolarización no sería, como hasta ahora, eximente para la expulsión), confinarlos en centros específicos por, al menos, 6 meses, y luego deportarlos. O regularizarlos.

Los gobiernos de los 27 socios de la Unión Europea dieron su visto bueno a lo que, en corto plazo, debería traducirse en una gigantesca operación de extirpación de inmigrantes ilegales –12 millones en la UE, según estimaciones conservadoras– de aquellos entornos en los que hayan conseguido anidar: a los niños, de los colegios en los que estén escolarizados; a los trabajadores, al latinoamericano de la esquina que vende fruta, a los hombres y mujeres que limpian las casas de los europeos o atienden a los más ancianos cobrando en negro y sin derechos laborales. La mayoría lleva años en esa condición.

Todos ellos, todos los “sin papeles” van a verse sometidos a condiciones armonizadas de trato en la Europa comunitaria, que se traducirán en periodos de detención de 6 meses prorrogables a 18 en casos especiales (delincuentes, violentos…) cuando sean localizados, y el reenvío a sus países de origen si, vencidos los plazos, los sujetos aprehendidos en condición irregular no son regularizados. Es lo que se conoce de la “Directiva de Retorno”, una pieza clave de la futura política de inmigración común europea.

Carta abierta de Evo Morales

El presidente de Bolivia Evo Morales escribió esta carta en respuesta al texto llamado «Directiva de Retorno» que la Unión Europea aprobó el 18 de junio.

Hasta finales de la Segunda guerra mundial, Europa fue un continente de emigrantes. Decenas de millones de europeos partieron a las Américas para colonizar, escapar de las hambrunas, las crisis financieras, las guerras o de los totalitarismos europeos y de la persecución a minorías étnicas.

Hoy, estoy siguiendo con preocupación el proceso de la llamada «directiva retorno». El texto, validado el pasado 5 de junio por los ministros del Interior de los 27 países de la Unión Europea, tiene que ser votado el 18 de junio en el Parlamento Europeo. Siento que endurece de manera drástica las condiciones de detención y expulsión a los emigrantes indocumentados, cualquiera sea su tiempo de permanencia en los países europeos, su situación laboral, sus lazos familiares, su voluntad y sus logros de integración.

A los países de América Latina y Norteamérica llegaron los europeos, masivamente, sin visas ni condiciones impuestas por las autoridades. Fueron siempre bienvenidos. Y lo siguen siendo, en nuestros países del continente americano, que absorbieron entonces la miseria económica europea y sus crisis políticas. Vinieron a nuestro continente a explotar riquezas y a transferirlas a Europa, con un altísimo costo para las poblaciones originales de América. Como en el caso de nuestro Cerro Rico de Potosí y sus fabulosas minas de plata que permitieron dar masa monetaria al continente europeo desde el siglo XVI hasta el XIX. Las personas, los bienes y los derechos de los emigrantes europeos siempre fueron respetados.

Hoy, la Unión Europea es el principal destino de los emigrantes del mundo lo cual es consecuencia de su positiva imagen de espacio de prosperidad y de libertades públicas. La inmensa mayoría de los emigrantes viene a la UE para contribuir a esta prosperidad, no para aprovecharse de ella.

Ocupan los empleos de obras públicas, construcción, en los servicios a la persona y hospitales, que no pueden o no quieren ocupar los europeos. Contribuyen al dinamismo demográfico del continente europeo, a mantener la relación entre activos e inactivos que vuelve posible sus generosos sistemas de seguridad social y dinamizan el mercado interno y la cohesión social. Los emigrantes ofrecen una solución a los problemas demográficos y financieros de la UE.

Para nosotros, nuestros emigrantes representan la ayuda al desarrollo que los Europeos no nos dan – ya que pocos países alcanzan realmente el mínimo objetivo del 0,7% de su PIB en la ayuda al desarrollo. América Latina recibió, en 2006, 68.000 millones de dólares de remesas, o sea más que el total de las inversiones extranjeras en nuestros países.

A nivel mundial alcanzan 300.000 millones de dólares, que superan a los 104.000 millones otorgados por concepto de ayuda al desarrollo. Mi propio país, Bolivia, recibió mas del 10% del PIB en remesas (1.100 millones de dólares) o un tercio de nuestras exportaciones anuales de gas natural.

Es decir que los flujos de migración son benéficos tanto para los europeos y de manera marginal para nosotros del Tercer Mundo ya que también perdemos a contingentes que suman millones de nuestra mano de obra calificada, en la que de una manera u otra nuestros Estados, aunque pobres, han invertido recursos humanos y financieros.

Lamentablemente, el proyecto de «directiva retorno» complica terriblemente esta realidad. Si concebimos que cada Estado o grupo de Estados puede definir sus políticas migratorias en toda soberanía, no podemos aceptar que los derechos fundamentales de las personas sean denegados a nuestros compatriotas y hermanos latinoamericanos.

La «directiva retorno» prevé la posibilidad de un encarcelamiento de los emigrantes indocumentados hasta 18 meses antes de su expulsión -o «alejamiento», según el término de la directiva. ¡18 meses! ¡Sin juicio ni justicia!

Tal como esta hoy el proyecto de texto de la directiva viola claramente los artículos 2, 3, 5, 6, 7, 8 y 9 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.

En particular el artículo 13 de la Declaración reza:

– «1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

– 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país».

Y, lo peor de todo, existe la posibilidad de encarcelar a madres de familia y menores de edad, sin tomar en cuenta su situación familiar o escolar, en estos centros de internamientos donde sabemos ocurren depresiones, huelgas de hambre, suicidios.

¿Cómo podemos aceptar sin reaccionar que sean concentrados en campos compatriotas y hermanos latinoamericanos indocumentados, de los cuales la inmensa mayoría lleva años trabajando e integrándose? ¿De qué lado esta hoy el deber de ingerencia humanitaria? ¿Dónde está la «libertad de circular», la protección contra encarcelamientos arbitrarios?

Paralelamente, la Unión Europea trata de convencer a la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) de firmar un «Acuerdo de Asociación» que incluye en su tercer pilar un Tratado de Libre Comercio, de misma naturaleza y contenido que los que imponen los Estados Unidos.

Estamos bajo intensa presión de la Comisión Europea para aceptar condiciones de profunda liberalización para el comercio, los servicios financieros, propiedad intelectual o nuestros servicios públicos. Además a título de la protección jurídica se nos presiona por el proceso de nacionalización del agua, el gas y telecomunicaciones realizados en el Día Mundial de los Trabajadores.

Pregunto, en ese caso ¿dónde está la «seguridad jurídica» para nuestras mujeres, adolescentes, niños y trabajadores que buscan mejores horizontes en Europa?

Promover la libertad de circulación de mercancías y finanzas, mientras en frente vemos encarcelamiento sin juicio para nuestros hermanos que trataron de circular libremente. Eso es negar los fundamentos de la libertad y de los derechos democráticos.

Bajo estas condiciones, de aprobarse esta «directiva retorno», estaríamos en la imposibilidad ética de profundizar las negociaciones con la Unión Europea, y nos reservamos del derecho de normar con los ciudadanos europeos las mismas obligaciones de visa que nos imponen a los bolivianos desde el primero de abril de 2007, según el principio diplomático de reciprocidad. No lo hemos ejercido hasta ahora, justamente por esperar buenas señales de la UE.

El mundo, sus continentes, sus océanos y sus polos conocen importantes dificultades globales: el calentamiento global, la contaminación, la desaparición lenta pero segura de recursos energéticos y biodiversidad mientras aumenta el hambre y la pobreza en todos los países, fragilizando nuestras sociedades.

Hacer de los emigrantes, que sean documentados o no, los chivos expiatorios de estos problemas globales, no es ninguna solución. No corresponde a ninguna realidad. Los problemas de cohesión social que sufre Europa no son culpa de los emigrantes, sino el resultado del modelo de desarrollo impuesto por el Norte, que destruye el planeta y desmiembra las sociedades de los hombres.

A nombre del pueblo de Bolivia, de todos mis hermanos del continente regiones del mundo como el Maghreb, Asia y los países de África, hago un llamado a la conciencia de los líderes y diputados europeos, de los pueblos, ciudadanos y activistas de Europa, para que no se apruebe e1 texto de la «directiva retorno».

Tal cual la conocemos hoy, es una directiva de la vergüenza. Llamo también a la Unión Europea a elaborar, en los próximos meses, una política migratoria respetuosa de los derechos humanos, que permita mantener este dinamismo provechoso para ambos continentes y que repare de una vez por todas la tremenda deuda histórica, económica y ecológica que tienen los países de Europa con gran parte del Tercer Mundo, que cierre de una vez las venas todavía abiertas de América Latina.

No pueden fallar hoy en sus «políticas de integración» como han fracasado con su supuesta «misión civilizatoria» del tiempo de las colonias.

Reciban todos ustedes, autoridades, europarlamentarios, compañeras y compañeros saludos fraternales desde Bolivia. Y en particular nuestra solidaridad a todos los «clandestinos».

Evo Morales Ayma

Presidente de la República de Bolivia

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