Trump: ¿Más parecido a sus “enemigos” que a sus seguidores?

Analizamos a la controversial figura de Donald Trump y a sus seguidores

Escribe Gonzalo Fiore Viani

Paradójicamente, Trump pertenece a un sector que lo detesta profundamente. En su natal Nueva York, por ejemplo, perdió 59% a 36% contra Hillary Clinton en 2016. Tanto en 2020 como en las últimas elecciones de medio término, allí, apenas rozó el 30%. La clase media o media alta urbana desprecia y se siente en muchos casos avergonzada por el personaje, por lo que fue su presidencia, y por todo lo sucedido el 6 de enero de 2021 en el Capitolio. Trump es visto como poco menos que un aspirante a dictador que atentó contra la democracia estadounidense, y que aisló a su país de la comunidad internacional. Además, las -mal llamadas- minorías raciales, en general, también desprecian al mandatario. Lo mismo sucede con la comunidad LGBTIQ+. Por otro lado, existe un sector del país, integrado por gente mayoritariamente blanca, conservadora, con poca educación formal y de bajos recursos económicos. El presidente es visto por ellos como alguien mucho más cercano, cuyo lenguaje llano les habla sin mediaciones. Trump no proviene de una prestigiosa universidad de la Ivy League y es todo lo contrario a lo “políticamente correcto”. Luego de la crisis de 2008, los denominados “rednecks” vieron arrasado su nivel adquisitivo. Imposibilitados de competir con los grandes pooles de siembra, además, su poder de producción era mínimo en el mejor de los casos. Cuando ese sector de Estados Unidos escucha decir a Trump “América first”, ellos se sienten interpelados.

            Si con alguien puede compararse a Donald Trump es con George Wallace, cuatro veces gobernador de Alabama; su popularidad dentro del Estado sureño era tan grande que cuando no pudo presentarse debido a un impedimento constitucional en 1967, fue su esposa Lurleen quien tomó su lugar y arrasó en las urnas. El político es tristemente célebre por dos hechos que marcaron a fuego la historia estadounidense del Siglo XX. En su acto de asunción al frente del gobierno estatal, pronunció las históricas palabras: “Yo dibujé una raya en el polvo, arrojé el guante a los pies de la tiranía y dije segregación ahora, segregación mañana y segregación siempre”. Un año más tarde, en 1963, cuando aún imperaban las llamadas leyes de Jim Crow para la segregación racial, se paró en la puerta de la Universidad de Alabama para impedir el ingreso de Vivian Malone Jones y James Hood, dos estudiantes negros. El entonces presidente John F. Kennedy respondió enviando a la Guardia Federal para desalojar la entrada y permitir el ingreso de los estudiantes. Wallace alegó que el gobierno federal había violado los derechos estatales de las leyes de Alabama. Durante los años sesenta acusaba a Martin Luther King Jr., a los Kennedy, y a todo aquel que se opusiera a las leyes de segregación racial de los Estados del sur, de “comunistas”.

            Luego de haber sido una figura central en la época mas turbulenta del Siglo XX norteamericano, la historia de Wallace tuvo una especie de secuela. Intentó ser candidato a presidente del país en dos oportunidades, primero en 1968 por el Partido Americano Independiente y luego en 1972 nuevamente en las filas del Partido Demócrata. Wallace enarbolaba un discurso que hoy podría denominarse populista, despotricaba contra las “elites de Washington”, los liberales y la clase política tradicional, sin dejar nunca de usar epítetos racistas. Sin embargo, en aquellos tiempos, el país parecía aún no estar listo para esa clase de personajes. La candidatura presidencial de Wallace no tuvo éxito, y jamás logró franquear los límites electorales de los Estados del sur. Durante la campaña del 72, Wallace sufrió un atentado que lo dejó el resto de su vida en silla de ruedas. Entonces experimentó una conversión religiosa, se arrepintió en público de sus actitudes racistas, le pidió perdón a los afroamericanos y ganó sus últimas elecciones a gobernador, en 1982, curiosamente, con el 90% del voto afroamericano.

            Es innegable que el discurso de Trump tiene grandes puntos en común con el de Wallace. Ambos, además, apelan al mismo electorado: las clases trabajadoras mayoritariamente blancas del interior profundo de los Estados Unidos. En su momento, el enemigo propuesto por el sureño eran las minorías afroamericanas. Hoy, son los inmigrantes, los latinos, las mujeres, y al igual que en la década de los sesenta, los liberales. Los jóvenes universitarios de las grandes capitales, las elites financieras y todo lo que huela un poco a cosmopolitismo son blancos de ataques fáciles desde las voces oficialistas. No es difícil establecer paralelismos entre los dos hombres. Ambos líderes armaron su carrera política en base a mostrarse personas cercanas a los trabajadores, con un discurso llano y sin complejidades. A diferencia de los dirigentes tradicionales, Trump, igual que Wallace en su momento, se siente muy cómodo arremetiendo contra lo “políticamente correcto”, criticando a los medios y a los políticos opositores. Cuando Trump les  dijo, en plena campaña presidencial de 2020 a cuatro diputadas demócratas de ascendencia latina, que “vuelvan a sus países”, no se encontraba tan lejos como podría parecer, de pedir “segregación mañana y segregación por siempre”.

            No deja de ser curioso, sin embargo, que Donald Trump está lejos de ser un hombre que provenga de los sectores conservadores del medio oeste o el sur estadounidense. Nunca se sintió demasiado interpelado por un discurso similar al del “cinturón de la Biblia”, sino más bien al estilo de vida liberal de Hollywood o el jet-set neoyorquino, del que forma parte hace décadas. Sin embargo, cuando se deja fotografiar al frente de una Iglesia con una biblia en la mano, apela a su electorado, que, por supuesto, no es el de sus antiguos pares. Trump fue una figura central en la industria musical en particular y del espectáculo en general de las últimas décadas en los Estados Unidos. Sus vínculos más importantes con la comunidad afroamericana provienen de la escena hip-hop, que en los últimos veinte años es una parte central de la cultura mainstream estadounidense. Mientras que el magnate sostenía un discurso considerablemente más articulado, calmado y progresista a comienzos de los noventa, su público también fue cambiando a lo largo de los años.

            Según el sitio web de hip-hop, RapGenius, que recopila las letras con anotaciones de los fanáticos, existen más de 300 versos de canciones de rap registrados sobre Donald Trump antes de 2015. Según el sitio web FiveThirtyEight, el 19% de las canciones del estilo escritas sobre el actual presidente eran negativas, mientras que el 60% lo retrataban de un modo positivo o usaban su figura para comparar su riqueza. La imagen que Trump proyectaba de sí mismo era altamente atractiva para los jóvenes de la comunidad afroamericana: un supuesto self-made man que se mostraba altanero en los medios y orgulloso de su fortuna. Esto conectaba con el hip-hop, cuya narrativa aspiracional siempre fue central en su discurso. Su best-seller, The art of the deal, fue un libro sumamente leído y citado por los raperos durante los años noventa y la primera mitad de los 2000. Antes de su carrera política, fue parte de una controversia que involucró una canción de Mac Miller, que llevaba como título “Donald Trump”. El magnate primero felicitó al rapero blanco por el hit, pero luego estalló en Twitter debido a que aseguraba que Miller le había negado su derecho a obtener regalías por el éxito de la canción.

            A Donald Trump siempre le gustó mostrarse con personajes de la industria del espectáculo en público. Visitaba frecuentemente el programa de radio de Howard Stern, e incluso recibió al rapero, mega productor, empresario y diseñador de moda Kanye West en su Trump Tower luego de ser electo presidente. Actualmente, West, atraviesa una profunda controversia tras declarar su admiración por la figura de Adolf Hitler y por sus constantes declaraciones anti semitas, recientemente se reunió a cenar con Trump en su casa de Mar-a-Lago, junto al supremacista blanco Nick Fuentes, lo que suscitó la furia, incluso, de parte del propio circulo intimo del ex presidente. Por su parte, Stern, quien incluso llegó a ser un amigo personal del actual mandatario norteamericano, llegó a decir que seguramente Trump se sentía mal por el desprecio que provenía de sus viejos compañeros de salidas. El grueso del star system estadounidense encuentra en el ex presidente al enemigo público número uno. A pesar que hasta hace poco tiempo era uno de ellos, ahora representa todo lo que detestan. Luego de su elección, y especialmente a partir del auge del movimiento Black Lives Matter, las descripciones de Trump en las canciones de hip-hop pasaron a ser extremadamente negativas. West fue duramente criticado por sus pares cuando se fotografió junto al presidente. E incluso participó de las marchas en su Chicago natal tras el asesinato de George Floyd en 2020, en lo que fue considerado un giro de su postura frente al presidente.

Pero, ¿quién vota realmente a Donald Trump? ¿Quienes son los fanáticos que asisten con avidez a sus rallys políticos hasta el día de hoy? La mayoría de ellos proviene del interior profundo, de actividades ligadas al agro, o a los viejos cordones industriales venidos a menos. La mayoría de ellos provenientes del Medio Oeste, y, particularmente, de Estados del sur como Alabama o Texas, tradicionalmente conservadores, refractarios al progresismo liberal demócrata, y marcadamente a favor de la tenencia de armas. No obstante, Trump es un hombre mucho más cercano al establishment que dice enfrentar que a quienes asegura representar. Hay pocos vínculos reales de unión entre el ex presidente y los “buenos ciudadanos temerosos de Dios” del interior profundo del Medio Oeste norteamericano. Sin embargo, si algo ha entendido muy bien el magnate es que para erigirse en líder de un sector del país debía hablar como ellos, y, sobre todo, representar lo que consideran sus intereses mas profundos. Es decir, todo aquello que le causa repulsión al establishment progresista estadounidense.

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