La fiebre del oro negro

Ponemos en eje el país sede del Mundial de fútbol que empezó el domingo pasado. Su historia, economía y cómo sucedió que sea la nación que recibe a los equipos deportivos involucrados en el certamen.
qatar

Por Santiago M. Ludueña

“Tal vez no odiamos a las mujeres, ni el alcohol, ni tenemos pena de muerte, ni vivamos bajo un calor sofocante. Pero aun así habríamos realizado un gran espectáculo. Gracias por nada”. Así rezaba una lápida que armó la funeraria australiana J. Bindstock & Co. por el último lugar en la elección de la sede para el Mundial 2022 a finales de 2010. Una elección que dejó como resultado la designación de Qatar como sede de dicha cita. Aquel 2 de diciembre se dio inicio a un viaje de doce años en el que se pudo conocer más a un país que traía buenos recuerdos al fútbol argentino porque fue el lugar donde la Selección Sub 20 ganó su segundo Mundial Juvenil.

Agencia AFP

La historia de Qatar ha sido discreta hasta el inicio del siglo pasado. Había sido parte del imperio otomano y luego pasó a ser dominio británico. Pero todo empezó a cambiar a partir de la década del ‘30 con el descubrimiento de yacimientos petrolíferos, los cuales empezaron a ser explotados por el Reino Unido. Sin embargo, el fruto de aquel descubrimiento se empezó a ver en lo económico a partir de su independencia de Londres en 1971. A partir de allí, el crecimiento fue vertiginoso y las imágenes dan pauta de ello: en los ‘70, la capital Doha era una ciudad discreta, pero con el paso del tiempo pasó a ser uno de los lugares más ostentosos del mundo.

Los hidrocarburos jugaron un rol importante en ello, las exportaciones vinculadas a los mismos (combinando tanto el gas como los petróleos crudo y refinado) suelen rondar entre el 85% y el 90% de las mismas. Todo eso da como resultado un PBI per cápita elevado, ya que en el ranking mundial está en el puesto doce, con la cifra registrada en 2021 de 61.276 dólares.

Por su parte, Qatar Energy, la petrolera estatal del país, es la quinta compañía de gas más grande del mundo y sus ingresos aportan el 60% del PBI del país. Asimismo, dicha empresa también se convirtió en uno de los socios comerciales de la FIFA a finales de 2021 hasta la finalización del Mundial, algo similar a lo sucedido con otra energética de un país organizador del Mundial: la rusa Gazprom, que estuvo con la entidad madre del fútbol mundial entre 2015 y 2018, el año en el que la cita máxima del fútbol se realizó en el gigante de Europa del Este.

HUQUQ AL’IINSAN (DERECHOS Y HUMANOS)

Al igual que el grueso de los países de la región, el Islam es la religión principal de Qatar. Buena parte de sus leyes están basadas en su libro sagrado, el Corán. Ese conjunto de leyes, denominado “sharía” (cuya traducción al castellano es “el camino claro hacia el agua”), tiene varias restricciones que suenan irrisorias (al menos, desde la mirada occidental), como son penas de entre uno y tres años de cárcel a los homosexuales que realicen demostraciones públicas de afecto, y un sistema de tutela masculina para las mujeres que viven allí, las cuales ante las leyes poseen una desventaja grande respecto a los hombres. Eso sin mencionar lo que sucede con las restricciones a la libertad de expresión, ya que pena con hasta tres años de cárcel y con multas de 137 mil dólares a quienes publiquen “noticias falsas”. Sin embargo, ese no fue el único punto espinoso que tiene Qatar, ya que hubo otro estrictamente vinculado con la realización del Mundial: la construcción de los estadios.

Al ser un país de tradición casi nula en lo que se refiere al fútbol, la cantidad de estadios destinada a dicho deporte que había al momento de la elección de la sede no eran de la magnitud suficiente como para recibir a una cita de semejante calibre. Solo el Khalifa International Stadium era apto para poder recibir un Mundial. Por ese motivo, se construyeron siete canchas desde cero y a su vez remodelaron el Khalifa para tener así los ocho recintos en los que se iba a disputar el Mundial.

Agencia Reuters

Sin embargo, las condiciones para la construcción de los mismos distaban de ser las ideales: los obreros, quienes provenían principalmente de Nepal, India y Bangladesh, trabajaban durante una prolongada cantidad de horas, casi siempre en temperaturas abrasadoras (en verano el promedio de la máxima es de 37°C), con un salario demasiado bajo, el cual promediaba los 220 dólares mensuales, y en condiciones tanto laborales como de vida muy precarias, con el agregado de que a los trabajadores se les retenía el pasaporte, y cualquier intento de salir de allí era prácticamente vetado.

Las principales organizaciones de derechos humanos no se quedaron calladas ante dicha situación. De hecho, las mismas habían denunciado una cifra de alrededor de seis mil quinientos trabajadores fallecidos en alguna de las obras que se hicieron durante los últimos once años para albergar el Mundial, ya sean estadios, o bien otras construcciones de relevancia para el desarrollo de la competencia. El gobierno qatarí negó categóricamente dicha cifra: “Esto es algo que debe quedar absolutamente claro. Absolutamente claro. El número de víctimas mortales en los estadios de la Copa del Mundo que están relacionadas con el trabajo son tres víctimas mortales. Hay algo más de treitna víctimas mortales que no están relacionadas con el trabajo”, afirmó Nasser al Khatel, jefe del Comité Organizador, a la CNN.

Amnistía Internacional publicó una carta abierta a Gianni Infantino, Presidente de la FIFA, a mediados de año, y fue contundente al respecto: “Cientos de miles de trabajadores migrantes no han recibido una reparación adecuada, incluida una indemnización económica, por los graves abusos laborales que sufrieron durante la construcción y el mantenimiento de infraestructuras esenciales para la preparación y la celebración de la Copa Mundial en Qatar”.

A raíz de tanto las leyes excesivamente restrictivas como la situación con los trabajadores de la construcción, muchos boicots se han anunciado: desde la no proyección de los partidos en lugares públicos de París, hasta artistas musicales rechazando ser parte de la ceremonia inaugural, pasando por la camiseta negra de Dinamarca, la cual era para rendir tributo a los obreros fallecidos. Quizá se trate del Mundial más repudiado desde Argentina 1978, más allá de que el anterior Mundial, el de Rusia, también contó con polémicas varias.

LA PERDICIÓN DE BLATTER Y COMPAÑÍA

“Para mí está claro: Qatar es un error. La elección fue mala. En ese momento, en realidad acordamos en el comité ejecutivo que Rusia debería tener la Copa del Mundo de 2018 y EE. UU. la de 2022. Habría sido un gesto de paz si los dos opositores políticos de larga data hubieran organizado la Copa del Mundo uno tras otro”. Así declaró Joseph Blatter, ex Presidente de la FIFA entre 1999 y 2015, en el diario Tages-Anzeiger. Es difícil de pensar qué habría pasado si efectivamente Estados Unidos hubiera ganado la sede para este Mundial, porque lo concreto es que el FBI fue el que terminó siendo el principal investigador del FIFA Gate, el caso de corrupción que significó la caída del por aquel entonces mandamás del fútbol mundial.

En aquella elección para elegir la sede mundialista, además de ambos países, estaban Australia, Japón y Corea del Sur, quienes no pasaron los sucesivos cortes. Todo hasta llegar al mano a mano entre árabes y norteamericanos, con el resultado ya conocido. Y tras ello, empezaron las denuncias respecto a la compra de votos, siempre desde tierras estadounidenses.

Las diversas investigaciones, ya sea la que realizó el FBI o la interna que Blatter le había encargado al ex fiscal general norteamericano Michael García, terminaron comprobando dichos sobornos. Más allá de que el FIFA Gate se trató de una investigación más general, lo concreto es que buena parte de los presidentes de las diversas confederaciones, Blatter incluido, dejaron sus cargos al quedar en jaque por esta situación. Aun así, y pese a los rumores, Qatar quedó firme como la organizadora de este Mundial.

NI LOS PRIMEROS, NI LOS ÚLTIMOS

A lo largo de los últimos tiempos, Qatar organizó una buena cantidad de eventos deportivos. Antes del mencionado Mundial Sub 20 de 1995 que ganó la Argentina de José Pekerman, en 1988 organizaron la primera de las tres Copas Asiáticas de Naciones. Por su parte, en 2006 habían albergado los Juegos Asiáticos, quizá la cita deportiva más importante que albergaron hasta ese entonces.

Pero tras la designación como sede para este Mundial de Fútbol, los eventos empezaron a crecer. Y Lusail fue el principal polo deportivo. Primero, con su circuito para el deporte motor, el cual recibe al Campeonato Mundial de Motociclismo (MotoGP) desde 2004, y que también pudo albergar una carrera de la Formula 1 en 2020, la cual sirvió para completar un calendario diezmado por la pandemia del Covid 19.

Pero la ciudad que recibe tanto el debut argentino como la final de la competencia también fue parte de otro Mundial: el imponente Pabellón Deportivo fue el epicentro de la máxima cita del handball masculino en 2015, aunque entre esta competencia y la que está dando sus primeros pasos en la actualidad se disputó en 2019 el Mundial de Atletismo en el Khalifa International, con el detalle de que el maratón se disputó a la medianoche para lidiar de la mejor manera posible con el intenso calor de la zona.

Ya sin la Copa Confederaciones, el evento prueba de la FIFA para el año previo al Mundial fue la Copa Árabe, en donde utilizaron siete de los ocho estadios que son sede del Mundial. Igual y seguramente, este Mundial no será el último evento que albergue el país árabe, ya que el año que viene recibirá otra vez la Copa Asia, la cual también se disputó en dicho país en 2011.

Con tantas luces como sombras, aunque se podría decir que con más de éstas últimas, los ojos del mundo están puestos en un país tan pequeño como económicamente poderoso. El tiempo pondrá esta competencia en perspectiva. Pero ahora es tiempo de jugar.

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