El demonio de La Salada (y sus amigos)

El blitzkrieg contra la feria que administra Jorge Castillo dejó también sus esquirlas en la política: cuáles son los nombres detrás de una historia de fotos, cheques y silencios.

Las imágenes de 600 uniformados con apariencia robótica tomando por asalto durante la madrugada del 21 de junio el predio de La Salada, en la localidad de Ingeniero Budge, atravesaron el país como un ícono de la soberanía estatal sobre un territorio gobernado hasta entonces por el crimen organizado.

 

Desde una óptica doctrinaria, el hecho en sí trae cierta reminiscencia de lo expresado por la Escuela de Guerra de los Estados Unidos sobre cómo se desarrollarán los conflictos bélicos del siglo XXI: “Las batallas se librarán en las calles, en las alcantarillas, en los rascacielos y en las casas expandidas que forman las ciudades arruinadas del mundo”.

 

Desde la ortodoxia del sistema económico, ese enclave sacudido por 57 allanamientos, 30 arrestos y luego parcialmente arrasado con topadoras era un lugar maldito. No en vano la Unión Europea supo catalogar a La Salada como la feria ilegal más grande del planeta; es decir, una vanguardia productiva y circulatoria de mercadería falsificada. Eso también había sido advertido por la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR, en su sigla inglesa) al incluir a la Argentina en su “lista de vigilancia prioritaria” por la práctica “desleal” de estos mercados que afectan derechos sobre marcas y patentes. Una actividad que moviliza por año casi 72 mil millones de pesos y que sólo en mayo último realizó operaciones por más de seis mil millones, en un universo compuesto por 87 mil vendedores informales agrupados en 662 “saladitas” a lo largo de todo el país.

 

Aquel fue precisamente el gran pecado de Jorge Castillo, el propulsor y factótum de semejante negocio, ahora tras las rejas y satanizado por el poder real. Aunque tal demonización resultó también un semillero de embarazosas situaciones.

 

Relaciones peligrosas

Ya por la mañana de ese miércoles la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se dejó caer allí junto al siempre circunspecto secretario, Eugenio Burzaco, y su par provincial, Cristian Ritondo; los tres lucían entre agotados y exultantes como si ellos mismos hubieran reventado el predio.

 

Entonces, la funcionaria soltó: “Este es un mensaje para todos aquellos que trabajan en la ilegalidad”.

 

La frase fue transmitida en vivo por todas las señales noticiosas del país. El asunto había trepado a la cima mediática. Y con el correr de las horas logró relegar a un segundo plano cuestiones tales como la asombrosa confirmación de la condena a Milagro Sala, el no menos insólito sobreseimiento del titular de la AFI, Gustavo Arribas –justo cuando el pagador de coimas de Odebrecht ofrecía las pruebas de su denuncia–, y el ruinoso bono deudor a 100 años que acababa de emitir el ministerio de Finanzas.

 

Los que quieren cobrar, extorsionar y hacerse dueños de las calles ya no tienen cabida en esta Argentina”, seguía diciendo Bullrich.

 

Y con cierta picardía, agregó: “Entre los supuestos integrantes de esta asociación ilícita hay un policía federal que fue custodio de Sergio Berni”.

 

La sola mención de aquel nombre presagiaba la direccionalidad política que desde las esferas oficiales se le daría al caso.

«Las lenguas de fuego ya abrazaban al menos una circunstancia más picante que una foto inoportuna o una dádiva de campaña. Y que hasta roza la investidura presidencial»

Cabe destacar que Elisa Carrió, nada menos que la comisaria espiritual de la Nación, tardó apenas unos minutos para entrar en escena. Y lo hizo con un tweet: “El encubrimiento de muchísimos años de los ilícitos en La Salada terminó hoy: otro objetivo cumplido”.

 

La referencia temporal apuntaba, claro, a la administración kirchnerista, aunque en el texto también subyacía su propio protagonismo en esa hazaña.

 

Lo cierto es que ella, al ya estar al tanto del expediente sobre La Salada instruido por el fiscal Sebastián Scalera, se había apresurado en presentar el 17 de mayo una denuncia para que se investigue la complicidad de funcionarios del gobierno anterior con Castillo y su antiguo socio, Enrique Antequera.

 

En consecuencia ambos ahora se perfilaban como los nuevos villanos de la década ganada. Pero ese acto de ilusionismo no sería duradero.

 

De hecho, aquella misma tarde se viralizó una fotografía de Antequera con tres deliciosas compañías: Lilita, la señora Bullrich y Margarita Stolbizer.

 

La primera de ellas, entonces, quiso despegarse del tema con el ímpetu de una orca que se abre paso en medio del océano, y encomendó –dicen que fuera de sí– la misión de aclarar tal malentendido visual a la secretaria general de la Coalición Cívica (CC), Maricel Etchecoin, quien –también por Twitter– echó más leña al fuego al señalar: “Antequera nunca fue parte de la CC. Fue dirigente del GEN, de Stolbizer, partido con el que conformamos el Acuerdo Cívico y Social en 2009”.

 

Y en el GEN –donde Antequera es menos apreciado que sus generosos aportes económicos– únicamente admitieron que la foto fue tomada cuando él organizó en el Concejo Deliberante de Lanús una conferencia de Stolbizer y Carrió para que hablaran sobre sus propuestas de campaña.

 

A su vez el propio empresario, muy contrariado por lo que él considera una deslealtad, rompió su silencio en C5N para decir: “¿Así que para la Carrió ahora soy malo? Porque cuando yo caminaba con ella era bueno. Esa señora caminó conmigo toda la provincia en 2009. Y yo la voy a denunciar para que explique ante la justicia porque ahora soy malo”.

 

Todo indica que Antequera es un animal político cambiante, puesto que su vasta trayectoria multipartidaria también incluye acercamientos a la UCR y al PRO, una etapa junto al intendente de José C. Paz, Mario Ishi, además de su precandidatura a concejal de Lomas de Zamora para los comicios de 2015 en la lista de Julián Domínguez.

 

Los intentos por vincular a Castillo con el kirchnerismo –deslizados en las redes sociales y por TV incluso hasta el jueves– no fueron más venturosos.

 

En realidad el Rey de La Salada había fogoneado hasta el momento de su arresto la candidatura de una tal Andrea Mash para las listas provinciales de la alianza Cambiemos.

 

Esa mujer –dueña de una estación de servicio y con una efímera fama adquirida durante el paro general del 6 de abril al pelearse ante las cámaras de TN con un grupo de gremialistas– fue sumada al armado político de Castillo en oposición al intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, debido a viejos enconos. Eso él lo admitió el 22 de mayo a la AM 1300 La Salada, en lo que fue su última entrevista antes de caer en desgracia.

“Todo indica que Antequera es un animal político cambiante”

Tres días después se lo vio devorar un locro con voraz apetito durante un almuerzo organizado por el radicalismo porteño en Costa Salguero, cuyo principal orador fue Martín Lousteau. El ex embajador en los Estados Unidos aún hoy aprovecha cada micrófono que le ponen a tiro para dejar asentada su ajenidad ante la presencia de ese hombre que en sólo unas horas se transformó en una creciente mancha venenosa.

 

En cambio, el ex ministro macrista de Hacienda, Alfonso Prat-Gay tuvo el gran tino de mantenerse en silencio quizás para que a nadie se le ocurriera desarchivar una columna de su autoría publicada por el diario Clarín en 2009 –cuando él era candidato a diputado por el Acuerdo Cívico y Social– en donde ponderaba el trabajo de Castillo además de calificar a La Salada como “una cuna de emprendedores”.

 

Tampoco abrió la boca el senador Ernesto Sanz, a quien Castillo apoyó con su chequera durante la interna de 2011 contra Ricardo Alfonsín, cosa que fue admitida por el propio dirigente con un efusivo agradecimiento al lanzar entonces su precandidatura presidencial en el teatro Gran Rex. Al fin y al cabo el CEO de La Salada es un viejo afiliado a la UCR.

 

Sobre eso el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se permitió una ironía: “Los peronistas tenemos permitido tener un amigo radical, y el mío es Castillo. Pero no sé –agregó– si es un mafioso. Eso lo deben saber todos los políticos que hicieron campaña en La Salada. Yo no soy uno de ellos”.

 

Al respecto, su actual socio electoral, Gustavo Vera, fue más explícito: “Creo que si a Castillo lo dejan dos semanas adentro, vamos a tener acá una especie de Lava Jato”. Se refería al destape del mayor caso de corrupción en toda la historia de Brasil.

 

Es posible que líder de La Alameda haya puesto el dedo en la llaga.

 

El socio del silencio
Foto: Emiliano Lasalvia | La Nación

Ya es un hecho consumado que la angurria marketinera del oficialismo tuvo en esta historia un efecto boomerang, puesto que los lazos políticos de Castillo resultaron más profusos en el universo macrista y radical que en el campo del kirchnerismo. Y aquella calamitosa sorpresa augura una metástasis en el plano judicial que podría causar estragos al profundizarse la pesquisa acerca de la “asociación ilícita” que él encabezaría. O, simplemente, cuando se disponga a declarar.

 

Por lo pronto, el siempre medido Procurador General de la provincia de Buenos Aires, Julio Conte Grand, salió con inusitada premura a extinguir el incendio con las siguiente frase: “Por el momento no tenemos ningún dato que permita relacionar a dirigentes políticos, sociales ni personalidades públicas en la causa que estamos llevando adelante”. En términos futboleros, acababa de tirar la pelota fuera de la cancha.

 

Pero las lenguas de fuego ya abrazaban al menos una circunstancia más picante que una foto inoportuna o una dádiva de campaña. Y que hasta roza la investidura presidencial.

 

Concretamente, había saltado a la luz pública la existencia de una firma offshore en Panamá a nombre de Castillo y su esposa, Natalia Luengo. Se trata de Manley Services Assets. El problemita es que tiene como suscriptoras a dos sociedades fantasmas –Cheswick y Eastshore Inc– concebidas por el polémico estudio Mossak Fonseca, famoso por los Panamá Papers. Esas sociedades son también suscriptoras de cuatro compañías atribuidas a la familia de Mauricio Macri; a saber: Rockford Holding Group SA, Pymore Ventures Holding SA, Macri Group Panamá SA y BF Corporation SA. Vueltas de la vida.

 

Mientras tanto, Castillo ejerció el derecho de permanecer callado en su indagatoria. Pero, con un tono casi dramático, le pidió al fiscal protección para él y sus familiares también bajo arresto e investigados.

 

Según una fuente del caso, un detenido se le acercó al Rey de La Salada en la alcaidía de La Plata donde permanece preso, y le susurró al oído: “Tené cuidado porque alguien te va a hacer una maldad”.

 

Más allá de la veracidad del episodio, hay una cuestión indiscutible: el silencio de Castillo vale ahora mucho más que sus palabras.

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