Un cuento cordobés

La contundente elección del peronismo en Córdoba fortalece el armado de una tercera oferta electoral. Pero deja abierta la duda sobre un balotaje. Intertextualidad entre los discursos de Schiaretti y CFK.

Juan Schiaretti aprovechó su apabullante triunfo para presentarse ante el auditorio nacional. En su discurso de celebración, el reelecto mandatario cordobés detalló los hitos de su biografía: activista juvenil en el cordobazo, subteniente reservista del Ejército, exiliado por persecución política en Brasil, ejecutivo de una multinacional. Cultor de las tres P: Productivisita, progresista y peronista.

 

La descripción que Schiaretti hizo de sí mismo corresponde a un dirigente en campaña presidencial. Pero el detalle es que lo hizo en la misma noche donde su gente lo eligió como gobernador por cuatro años más. ¿Es posible que el dirigente cordobés juegue dos torneos en la misma temporada? En política todo es posible. Sobre todo en tiempos huracanados, donde los vientos arrasan con escenarios que parecían afincados. Y más si se tiene en cuenta que “El Gringo”, como le dicen en su terruño al gobernador, se consolidó como la figura con mayor relevancia electoral de un espacio político plagado de dirigentes con más cantidad de menciones en los medios que de votos.

 

La lógica indica que Schiaretti jugará el rol de gran influencer más que de candidato. “Este triunfo consolida a @JSchiaretti como el principal conductor de Alternativa Federal” lo encumbró en twitter el senador -y cofundador de ese espacio- Miguel Ángel Pichetto, quién unos minutos antes se había mostrado dispuesto a acompañar al economista Roberto Lavagna en una fórmula presidencial. ¿Es posible que el candidato no sea el “principal conductor” del espacio? ¿Lavagna, Pichetto, José Urtubey o Sergio Massa candidato, Scharetti conducción? La experiencia sería una rareza que tiene como único antecedente al propio Juan Perón, que nominó a Héctor Cámpora para que lo represente hasta su regreso, y luego lo hizo renunciar.

 

Las alegorías a Cámpora, su gobierno y al tercer Perón recuperaron vigor en el peronismo K y anti K. Pocos días antes de que Schiaretti tuviera su rato de flashes, la atención se fijó en Cristina Fernández, quien presentó su bestseller a sala e inmediaciones llenas en la Feria del Libro. Con las inflexiones propias de una candidata que todavía no es, Cristina desplegó en su discurso dos ideas fuerzas que guiarían al kirchnerismo en caso de volver al poder: unidad ecuménica de las fuerzas nacionales, populares y progresistas -con el peronismo como columna vertebral-, y Acuerdo Social Ciudadano que permita afrontar la “pesada herencia” que dejará el macrismo.

 

“Un contrato social de todos los argentinos y argentinas, con metas verificables, cuantificables y exigibles» detalló la ex mandataria en un tramo de su exposición, que fue breve, para gusto de los sectores medios que aún la rechazan por sus formas. La propia expresidenta hizo alusión directa al autor del Pacto Social que alumbró Cámpora y continuó Perón: José Ber Gelbard, un ex dirigente del Partido Comunista que el peronismo adoptó -y nombró ministro de Economía- por ser un activo representante de la “burguesía nacional”.

 

En su discurso, Cristina puso a Gelbard como ejemplo del tipo de empresario que le gusta: un capitalista con conciencia patriótica y sensibilidad social. Sin referirse al Gelbard, unos días más tarde Schiaretti expresó un gusto similar: «Nuestros empresarios cordobeses no andan pululando en despachos oficiales, están en sus establecimientos productivos. No son prebendarios, son pioneros» dijo el gobernador reelecto, quien reivindicó el rol del Estado en otro tramo de su discurso triunfal: «Reivindicamos la presencia del Estado, porque no hay derrame del mercado que garantice la justicia social».

 

En sus discursos, tanto Cristina como Schiaretti se reconocieron peronistas, pero la marca de origen no implica que compartan destino. El cordobés, de hecho, le dedicó un párrafo a la cuestión nacional: “El mensaje que ha dejado hoy el pueblo cordobés es que esta fue una elección municipal y provincial que nada tiene que ver con las elecciones nacionales. Es apresurado sacar conclusiones nacionales sobre la base de los resultados de hoy. También el mensaje es que cuando los cordobeses elegimos gobernador e intendente, los de afuera son de palo. Y que los cordobeses queremos la moderación, no queremos la grieta que tanto daño hace a la Argentina, y que muchos piensan que sirve para ganar elecciones, pero no sirve para gobernar».

 

Con palabras y gestos, Schiaretti dejó en claro que trabajará para consolidar una tercera oferta electoral. Es una inversión a plazo fijo: en octubre se sabrá si dejó ganancias o perdió contra la polarización. ¿Qué hará entonces? «Somos parte del peronismo federal, republicano y democrático. Estamos convencidos de que no habrá república en Argentina sin el peronismo y no habrá futuro para el peronismo si no es republicano», dijo en su discurso, a modo de elíptico adelanto.

 

En el kirchnerismo, las palabras de Schiaretti se tradujeron como una aceptación de que, en caso del mano a mano CFK-Macri que auguran las encuestas, el gobernador jugará en el equipo que se identifique con los postulados de Perón. No fue lo que ocurrió en 2015, cuando los fiscales del peronismo brillaron por su prescindencia en un comicio que resultó clave para que Macri arribara al poder: en aquella ocasión, Cambiemos ganó el balotaje en Córdoba con el 70% de los votos.

 

Claro que desde entonces pasaron cosas. La provincia de Schiaretti es una de las que más siente el impacto del desastre económico de la era macrista. Córdoba encabeza el ránking de caída de ventas, es la segunda con mayor caída del PBI luego de Entre Ríos y la media de desempleo provincial está por encima de la nacional, con cierre de fábricas y suspensiones masivas en el conglomerado industrial. El “campo”, por su parte, no le perdona a Macri que haya restituido las retenciones a las exportaciones agrícolas, una promesa incumplida que en su momento le traccionó votos a granel.

 

Todo eso, sumado a la incendiaria presencia de Elisa Carrió en la campaña, explica por qué la militancia dedicó el triunfo para “Macri que está muerto”, según se entonó en el bunker ganador. ¿Eso anticipa cómo sería el comportamiento electoral de los cordobeses en caso de un eventual balotaje entre Macri y CFK? Faltan seis meses para que el segundo distrito electoral de la Argentina defina a quién rechaza más. Una eternidad.

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