Los malos de la película

En estos días asistimos a las más autoritarias formas de gobernar del ingeniero Mauricio Macri, y sin embargo la mayoría de los medios masivos de comunicación no lo reflejaron como tal.

El intento de designación del «Fino» Palacios como jefe de la nueva policía porteña, contra casi todas las opiniones de la sociedad, es impresentable a la luz de su legajo: expulsado de la Policía Federal, acusado de encubrir a la conexión local del atentado a la AMIA, de participar en la represión del 20 de diciembre del 2001 y de permitir el accionar de la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg. Para más información, basta leer la nota de Salinas en nuestra edición anterior. Con todos estos antecentes el jefe de gobierno nos quiere hacer creer que este señor nos viene a proteger. Habrá que pensar si no será que nosotros debemos protegernos de semejante personaje.

Ya vimos la punta del iceberg con la tristemente célebre UCEP, la patota que amedrenta a los más desamparados de esta ciudad para «cuidar» el espacio público. No hace falta mucha imaginación para saber cómo seguirá la película cuando asuma el ex jefe de seguridad de Boca Juniors.

Lo curioso (o ya no tanto) es que cuando el gobierno nacional intenta sostener o sostiene algún funcionario, automáticamente resulta acusado por el establishment mediático de autoritario, de soberbio y autista, de no escuchar a la sociedad y de no respetar las instituciones democráticas.

Esta doble escala de valores solo puede entenderse en el contexto de una puja por el poder en la que los grandes actores de la economía parecen no tener límites. Entre ellos, se encuentra el de bendecir con su silencio u omisiones a las figuras que desean impulsar. Algo de esto explica Yomal en su reflexión sobre el rol del periodismo en los tiempos que corren.

¿Cuánto permea en la sociedad esta manipulación de la información? ¿Cuáles son las herramientas para contraponer a tamaña cortina noticiosa? En ese terreno se juega una parte importante del futuro de nuestra democracia. Sería bueno que los medios masivos hicieran un examen de conciencia antes de que sea demasiado tarde, porque llegara un día no muy lejano en que nadie les crea. Sin medios que informen objetivamente, la democracia estará renga. Y ya sabemos para qué lado cojean los problemas y quiénes pagan el pato cuando esto sucede.

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