La pelota amarilla que no tocaba el piso

El periodista Fernando Casas hiló una anécdota que se lee como fábula de la Argentina huracanada.
Por Fernando Casas *

 

«Te sirve ropa padre», le pregunté desde el auto al hombre que caminaba en la vereda bajo la lluvia el domingo junto a su hijo. Claro, dijo y me bajé, abrí el baúl y saqué la bolsa -siempre andamos con algo para dar-.

 

«Por favor loco», respondí al agradecimiento y crucé miradas con su hijo. Me sonrió con los ojos achinados por la lluvia, con el gesto del que vive por vez primera una nueva aventura con su padre, esta de caminar por la calle en la noche buscando entre la basura y los volquetes.

 

Debo haber hecho una mueca rara porque el nene cambió el semblante y lo que sigue sucedió mucho más rápido de lo que vas a tardar en leerlo: antes de cerrar el baúl vi la pelota amarilla con la que habíamos estado jugando toda la mañana con mi hijo. “Le regalamo la pelota al nene”, le susurré a mi hijo, que miraba la escena abrazado al asiento trasero. -Nah -Dale, yo después te compro otra -Chiii, casi gritó y le tiré la pelota al pibito. ‘Tomá campeón’. El nene se echó hacia atrás de un paso y con la piernita zurda apenas elevada durmió la pelota en el empeine con tal naturalidad que me salió gritar ‘ah pero vos sos crá’.

 

El padre asintió y se quedó mirando cómo su hijo hacía jueguitos. Dos, tres, cinco, cabecita, muslo, piso, y otra vez sin que le pelota cayera. ‘Pará que la vas a romper -bromeé-, vos debés ser de la 2012 u 11 ¿dónde juega?’, pregunté mientras cerraba el baúl y me disponía a rodear el auto para subirme. ‘Él es 2011 pero no juega ahora’, respondió el padre mientras yo cerraba la capota; volví a cambiar el tono y tuvimos este diálogo bajo la lluvia, el charco del cordón y algunas cosas más nos separaban.

 

-De dónde sos, tenés que venir a un club acá en…

-De Pilar

-Ahhh ¿Y no juega allá?

-Jugaba, pero ya no, no puedo, ahora con esto de que ando pidiendo

-Y hasta acá venís (me salió decir y me pareció una estupidez)

-Y sí

 

Asintió resignado y nos miramos, el enano seguía jugando con la pelota, ahora contra la pared.

 

-Tenés que llevarlo a jugar

-Sí ya sé ¿vos sos de un club?

-Sí sí, de acá diez, quince cuadras en Lynch pero vos sos…

-De allá

-Llevalo, tiene que haber un club cerca de tu casa

 

«Sí tengo que ver», balbuceó y volvió la vista para ver a su hijo maravillado por las cosas que hacía con la pelota amarilla gastada y algo rota que le habíamos regalado. Nos saludamos y cada uno volvió a lo suyo. Yo al auto, mi hijo de tres años atrás. Él a la vereda, su hijo y la pelota amarilla delante. Le doy contacto, me falla el encendido.

 

El hombre revisa un tacho de basura unas veredas más allá, el nene baja a la calle a buscar la pelota, se come un reto que resuena como un trueno. Reviso en la guantera por si acaso hubiera un volante del club, una birome, algo. Ellos buscan en un tacho de los grandes, de la Municipalidad. Enciendo el auto, siempre enciende después de dos o tres veces. ‘Subí pa’, pide Facu

-Qué

-La música pa, chubí

-Pará hijo.

 

Por fin encuentro en la guantera un afiche de una fiesta del club. Me reincorporo en el asiento y arranco -subiií la música papá, casi lloriquea -Paraaá Facu, susurro un grito. Mientras andamos lento, miro hacia la vereda donde los perdí de vista y las de enfrente, así hasta la esquina y nada. Subo la música de la radio, giro a la derecha y a los pocos metros veo volar entre los autos estacionados la pelota amarilla. Busco lugar para estacionar, me hacen luces desde atrás, pongo balizas, me como un bocinazo del 161, tiro el coche bien pegado a una rampa de garage y freno. Me como una puteada y padre e hijo miran, la pelota amarilla cae al piso, bajo la ventanilla, los llamo, me reconocen. -Encontré un volante del club, es de cuando hicimos un corso por los 100 años ahí está la direcc…

 

-No, pasame tu celular que anoto

-Claro, qué boludo, dale 1153

-Esperá

 

El nene se pega a la puerta del acompañante, cruza risas tímidas con Facu.

 

-Cómo te llamás zurdo

-Tizziano

-¿Jugás adelante o atrás?

-No sé, yo hago goles

-Uuuh la de paredes que vas a tirar con Lauti y con Thiago y…

-1153, decime.

 

El hombre intenta cubrir el celular de la lluvia. Tiziano me mira, nos miramos, sonreímos

 

¡Vos no tenés que estar acá sabés! digo y el padre se echa hacia atrás para clavarme sus ojos. Sigo: ‘Vos tendrías que estar jugando en casa. Pero no es culpa de tu viejo, esto que está haciendo lo hace por vos sabés, con el tiempo vas a ver’. Padre e hijo se miran, hablan algo que no llego a escuchar, Tiziano acerca su puño para chocarlo con el mío. «Anotado maestro», dice el tipo, mete su cabeza y la mano adentro del auto. El apretón es un abrazo de manos casi, fuerte y fugaz. Bien fuerte y ya está. Eso fue después de las seis de la noche, porque ya era de noche y diluviaba a esa hora el domingo.

 

Volvimos a casa y la vida siguió en casa, bajo techo. Comimos calentitos, en familia, comida y nosotros. Antes de acostarnos volví a ver el celular. Entre un par de mensajes, tenía uno de un número sin agendar, era él. 22.25 escribió un wasap: ‘Disculpa la hora soy el papa del chico que le regalaste la pelota hoy’. Se llama Daniel, me confió que está desocupado, que trabajaba en una empresa hasta que ‘echaron a lo loco’, que ahora hacía ‘changas de bachero en eventos’ y que anda buscando laburo. Me preguntó qué hacía yo en el club y que días se entrena y cuánto costaba la cuota. Le respondí que eso era de lo último que se hablaba. Me pidió la dirección y escribió ‘la otra semana lo llevo’.

 

«Te voy a hacer acordar», le contesté como último mensaje pero no recibí respuesta hasta después de un rato.

-Voy, un gusto capo abrazo!

-Igualmente hermano

 

Visto

 

 

En twitter: @peladocasas
Periodista – Yo soy nadie (fermentando la mente)
Milito en un club de barrio de 99 años #ClubSocialLynch – San Martín – Bs As América del Sur

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