Mientras los editorialistas de los grandes medios se escandalizan porque la Presidenta visitó Cuba mientras el mundo miraba la asunción de Obama (una mojada de oreja genial si no fuera porque la habitual incapacidad de planificación oficial nos hace pensar que fue una casualidad), el termómetro explota en la caldeada Buenos Aires y llega a nuestra redacción el Newsletter sobre la situación laboral y social de la Argentina que mensualmente elabora la consultora SEL que dirige Ernesto Kritz.
El informe señala que las transferencias de recursos por hijo, como están diseñadas, tienden a consolidar el patrón de desigualdad. Tanto en cobertura como en monto, guardan una relación inversa con el ingreso familiar per capita. Y agrega:
– En los hogares del 30% de menores ingresos, 1 de cada 2 menores a cargo no es sujeto de transferencia alguna.
– La deducción por hijo de la base imponible del impuesto a las ganancias es 14 veces mayor que el subsidio por hijo que otorga el Plan Familias, y entre 3 y 6 veces mayor que la asignación por menor a cargo que cobran los asalariados registrados.
La hipótesis de una redistribución de las transferencias segmentadas y de alcance limitado a favor de la creación de una asignación única igual al promedio por hijo del total actual de transferencias (aproximadamente $100), permitiría que en el extremo inferior de la pirámide el ingreso per capita familiar aumentara 2,4 veces. Esto tendría un impacto significativo en la reducción de la indigencia.
La Presidenta está ahora en Venezuela con el cuco Chávez (cuyas diatribas hacia Obama quedaron empequeñecidas ante la recepción ominosa de Wall Street al presidente mulato). La temperatura ya superó los 30 grados. La opinión pública porteña multiplica su morbo insensible y superficial entre los piqueteros que fajaron a un taxista y la discusión sobre la altura de las construcciones en la Villa 31. Sin embargo, a pesar de las vacaciones y el verano, la noticia sigue siendo la misma: la necesidad urgente de redistribuir la riqueza en el país.
