La desidia permanente

El hilo que une la deuda con el Equipo de Antropología Forense, el desfinanciamiento de la ciencia y el cierre de escuelas en territorio porteño. El ajuste como coartada y el desinterés como política de Estado.

El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) es un orgullo nacional por múltiples razones. Nació de las cenizas que dejó la dictadura genocida para identificar a sus víctimas sepultadas en fosas comunes, hundidas en el río, desaparecidas y asesinadas en las mazmorras infames del régimen cívico-militar.

 

La visión de su fundador, el antropólogo estadounidense Clyde Snow, lo impulsó a rodearse de un grupo de jóvenes científicos dispuestos a emprender el laborioso y extenso camino de la memoria, verdad y justicia. Luis Fondebrider, uno de aquellos jóvenes que tomó la posta de Snow, firmó esta semana el comunicado más amargo: “(Debido a que) el Estado Nacional no liberó aún los fondos comprometidos, que corresponden a los trabajos ya realizados durante 2018, el EAAF no podrá continuar con la identificación de los soldados de Malvinas, la búsqueda de desaparecidos de la dictadura y la colaboración en casos de femicidios, trata de personas, desapariciones actuales o causas complejas como AMIA, entre otras actividades”.

 

La suspensión de tareas del equipo por falta de pago recorrió el mundo. No es para menos. Por su reconocido desempeño, desde distintos países y latitudes convocaron y convocan al equipo para esclarecer violaciones a los derechos humanos, casos complejos y matanzas masivas, como la de los 43 alumnos de la escuela de Ayotzinapa, en México.

 

Cómo es usual, frente al escándalo el gobierno fingió sorpresa, alegó problemas burocráticos ajenos a su voluntad y prometió ponerse al día. Habrá que ver si cumple. Pero el daño a la reputación del país ya está hecho: un orgullo nacional, como el EAAF, se exhibió como otra muestra de la política de vaciamiento y desidia que el gobierno aplica para todo lo que no resulte un buen negocio para la banca y sus amigos del sector privado.

 

Otra muestra brutal es el cierre de escuelas públicas. Con el pretexto de “optimizar gastos”, el gobierno de Cambiemos en la Ciudad se propone suprimir el servicio de educación nocturna y cursos que son utilizados por los sectores más vulnerables.

 

La resolución fue firmada por la ministra Soledad Acuña, quien luego de dar rodeos improvisando excusas académica reconoció el motivo real de la decisión: “Es que van muy pocos alumnos” dijo en radio. Difícil conseguir una confesión más explícita de desprecio por las minorías. En especial de las vulnerables, principales beneficiarios de las políticas de inclusión educativa que el gobierno cambiemita se propone eliminar.

 

El proceso de vaciamiento de la educación pública viene de lejos. Después de la Secundaria del Futuro y de la amenaza que pende sobre los profesorados por la UniCABA, la resolución que establece la clausura de cursos de 23 escuelas nocturnas implica un nuevo golpe a la oferta educativa pública de la ciudad.

 

Cómo se hizo usual, el gobierno argumentó la “necesidad de modernizar los programas” y se refugió en el blindaje mediático, el aliado más solícito y eficaz del macrismo porteño. Al amparo de esa invisibilidad, la gestión de Cambiemos en los distritos que comanda ajusta hasta la asfixia el torniquete en las áreas ligadas al conocimiento.

 

En octubre pasado, científicos y académicos de renombre internacional -entre ellos once ganadores del premio Nobel-, suscribieron una carta abierta al presidente Macri para denunciar la situación crítica de la ciencia argentina. El texto señaló que, después de “doce años de continuo crecimiento y expansión”, el sistema de ciencia y tecnología del país “está colapsando” debido a las políticas de Cambiemos.

 

La carta sumó más de 1200 adhesiones de científicos de todo el mundo, quienes se mostraron alarmados por los recortes al Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas (Conicet), la Agencia Nacional para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología (Anpcyt) y las universidades nacionales. Los científicos también acusaron al Gobierno de incumplir “compromisos asumidos en subsidios para investigación y cooperación internacional” y abandonar planes de mejora de infraestructura en las instituciones científicas.

 

Los científicos que firmaron la misiva trazaron un diagnóstico terminal. “El Conicet está al borde de la parálisis”, advirtieron. Puntualizaron, además, que peligran los puestos de trabajo de 10 mil científicos, 10 mil becarios doctorales y posdoctorales y casi 3 mil técnicos, mientras que los salarios de científicos y académicos pasaron a ser “los más bajos de la región. En el caso de los becarios -detallaron-, éstos reciben estipendios que no llegan a los 24 mil pesos”. El panorama desolador se completa con la reducción de vacantes para que jóvenes investigadores ingresan al Conicet, que pasaron de 900 a 450 en 2016. “Se prevé un nuevo éxodo de científicos altamente capacitados”, vaticinaron.

 

Entre las personalidades que adhirieron al documento se encontraban los ganadores del premio Nobel en Física Barry Barish, Kip S. Thorne, Rainer Weiss, J. Michael Kosterlitz, Serge Haroche, David Wineland, Anthony Leggett y Claude Cohen-Tannoudji; en Medicina Michael Rosbash y Phillip A. Sharp y en Química Thomas R. Cech.

 

En la carta, los académicos se mostraron preocupados por la degradación a Secretaría del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Esta decisión política, que completa “este oscuro panorama”, afirman, tiene “una gran carga simbólica negativa”. “Revela cuán poco le importa a la administración del presidente Macri la ciencia y la tecnología”, sentenciaron.

 

Episodios como los que se describieron en la carta o, más acá en el tiempo, la demora en los desembolsos al EAAF y el cierre de escuelas son secuencias que componen el ADN de la gestión macrista. No hace falta ser una Nobel para advertir que el manifiesto desinterés del gobierno por el conocimiento, más que una expresión de desidia, forma parte de la política de empobrecimiento general que comanda Mauricio Macri. En distintas latitudes, de distinto modo, personajes tan disimiles como los científicos de la carta o los operadores financieros que elevan a diario el índice de Riesgo País. El próximo año se sabrá si la mayoría de los argentinos están dispuestos a quitarse los visores de realidad virtual que entretiene a la audiencia con intrigas judiciales y políticas, mientras la elite se queda con acceso exclusivo al futuro.

 

 

 

 

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