Hidrocarburos: las armas más temidas

Por Enrique Oliva

Los pequeños países productores de gas y petróleo ya no están solos y, como hace Rusia, le comienzan a aplicar a las multinacionales les “leyes del libre mercado y la democracia”. ¿No querían eso?

En la primera hora del pasado mes de enero Moscú cumplió la amenaza de cortar los suministros de gas a Ucrania por no someterse su gobierno a pagar precios más próximos a los del mercado.

Además, le reclamaba el “robar” ese elemento del gasoducto que atraviesa su país en dirección a los países más industrializados de Europa. Al mantenerse la negativa de Kiev, Putín tomó la decisión de cortar los envíos a través de Ucrania, en pleno riguroso invierno en el hemisferio norte.

Los mandatarios de las grandes potencias, encabezados por George Bush en persona y todos sus aliados del viejo mundo, clamaron al cielo por la paralización de sus industrias consumidoras de gas para mantenerse ricos y prósperos.

Ensayaron en vano desde el llamado a un “gesto de solidaridad” hasta las amenazas de recurrir a otras fuentes de abastecimiento, pero no encontraron gas en ningún sitio, salvo a largo plazo, tan largo, que antes llegaría una crisis ruinosa de sus economías.

La Casa Blanca optó por presionar sobre el gobierno de Ucrania para que aceptara las condiciones rusas, como se hizo, y luego de un par de días de angustias en multinacionales y bolsas, se restablecieron los suministros, se elevaron los precios a Ucrania y ésta se avino a pagar lo “robado”.

Este acuerdo costó el cargo al presidente ucranio, pero no pasó de allí. Moscú ganó. Washington lamentó: “Rusia usa el gas como presión política”. ¿Y los yanquis, no hicieron y hacen lo mismo en todo el mundo?

No es fácil arrebatar gas

Los Estados Unidos comenzaron este juego en Afganistán. El estado islámico tenía un solo gasoducto en el Norte, construido por Moscú, pero se dirigía a Rusia, entonces su único comprador. Como primera obra de “reconstrucción”, invertirán el tendido de un gasoducto a elevadísimo costo e innumerables riesgos, para exportar gas a través de los desiertos y montañas de Afganistán, entrar en Pakistán (un país de 150 millones de islámicos fanáticos) y recorrer entre montañas no menos de 1.200 kilómetros, de hacerlo en línea recta, para llegar al puerto de Karachi en el Mar Arábigo.

Por supuesto, de esta obra multimillonaria se encargaría la empresa Halliburton que fuera presidida por Ric Cheney, quien ya lleva en su mochila de halcón bastantes cargos por corrupción. Todo el trayecto, además, esta infectado de tribus autónomas fundamentalistas y activas.

Para semejante proyecto no habría ejército capaz de custodiarlo, aunque ahora esperan encargarse a la OTAN. Ni siquiera es válida la ridícula amenaza del presidente francés Jacques Chirac de lanzar sus viejas bombas atómicas sobre pueblos “terroristas”. Recordemos que Saddam Hussein está derrocado pero los iraquíes, sin él, están provocando un nuevo Vietnam a Bush y el petróleo de Iraq ya no es rentable.

Bolivia frena a la pirata Repsol

Tanto en Bolivia como en Venezuela, países que han demostrado una gran capacidad de convocatoria a movilizaciones sociales, tampoco los riesgos serían superables para las multinacionales.

No obstante el odio y los múltiples intentos fallidos para derrocar a Hugo Chávez como para impedir el triunfo democrático de Evo Morales, podrían, en caso de intervención de EE.UU. y Europa, poder explotar sus riquezas.

La ya risible amenaza de no invertir hoy no embroma a nadie. Las multinacionales comienzan a admitir la realidad.

Aunque increíble, La Nación (de Argentina) del 16 de enero trae un raro título: “Guiño de EE.UU. para apuntalar a Evo Morales” (¡!)

La soberbia y delincuente Repsol-YPF, a quien la Bolsa de Nueva York inició una investigación por fraude en la falsa valoración de sus acciones declarando como propias reservas de gas y petróleo que Bolivia nunca le había otorgado, ha repercutido en el mundo financiero como un verdadero tsunami. En Madrid, Londres y otras bolsas, donde también las acciones habían subido en pocos días, cayeron estrepitosamente.

Muchos inversores perjudicados, pero los directivos de Repsol-YPF hicieron enormes ganancias en esa especulación. Más el ministro de hidrocarburos de Bolivia, Andrés Solíz Rada, apenas asumido Evo Morales, hizo la denuncia contra la empresa tramposa y ante contundentes pruebas, ésta reconoció lamentar un “error de cálculo”. Ahora Repsol está tratando de evitar su expulsión del país o someterse a otras sanciones legales.

Es de esperar que Argentina y Venezuela, reaccionen como Bolivia, por ser afectadas en estas pillerías que ya costaron mucha sangre.

Argenpress-Info publicó el 11 de enero pasado, una nota del periodista boliviano J. Osvaldo Calles Quiñónez. Este cita al economista Víctor Paz, un ex consultor del Banco Mundial, “aseguró el frustrado proyecto de exportación de gas boliviano a EE.UU. por puertos chilenos, incluyó además un fraude que favorfeció la valorización de Repsol.

El proyecto, impulsado por Repsol, British Gas y British Petroleum, fue frenado por una poderosa movilización popular a la que el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada intentó aplacar con un sangriento saldo de 60 muertos…Esa anotación en Estados Unidos se llama un fraude fiscal y en Bolivia sería una especie de estelionato; es decir vender una propiedad cuando no es suya…

Es un fraude penalizado por la Ley Federal de EE.UU. Es el caso de la Shell porque mintió sobre sus reservas, a los inversionistas y a la opinión pública. Hay una empresa de “chantas” (chantajistas) hispano-argentina. Eso no funciona en un mercado anglo-americano

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