El minuto a minuto de Cambiemos

La república del focus group: retrato de la política de avances y retrocesos del gobierno y la ética de la gestión como extensión del rating.

 

“El tiempo en televisión es tirano”, dicen los que más saben de televisión. “El rating es dañino y te carcome el cerebro, si no medís, te vuelan de un plumazo”, repiten por los pasillos de los canales. Hoy en día, entonces, lo que impera es el minuto a minuto, el momento exacto del éxito y la consagración de ese triunfo. El minuto a minuto, como concepto abarcativo, se legitima en pantalla según el encendido y la reverberación más o menos exacta de los públicos. Lo que importa es cotejar la aceptación o la desestimación del momento televisivo -quizás del contenido-. La medición tiene la última palabra y todo lo que viene después es discutible o eliminable, sin importar los motivos o las preocupaciones. Se corre de lugar y la trascendencia sigue otro camino.

 

Esta lógica, que parece solo vinculada a los medios masivos y, sobre todo, a la televisión, es uno de los procedimientos políticos y comunicacionales más utilizados por la alianza Cambiemos. De hecho, sin ir más lejos, es uno de los puntos neurálgicos del neoliberalismo: su estética de cuantificación y su profunda integración numérica -todos son un número y cada uno elegirá qué camino tomar ante eso-.

 

En este rigor de minuto a minuto y de lógica de desplazamiento, Cambiemos tiene un distintivo que lo construye de un modo “dinámico”: las marchas y contramarchas en sus políticas, los supuestos pasos al costado en algunas tomas de decisión y los frenos violentos o volantazos feroces que cambian el discurso de un día para otro. Estas decisiones, muchas veces intempestivas y cubiertas bajo un halo de posible arrepentimiento, no se explica desde la sensibilidad o la puesta en reflexión, sino todo lo contrario. Es un efecto de consideración mecánica y de puesta en lógica de un entramado que proviene de la estética televisiva y de la producción de un programa en vivo.

 

Por tanto, la gestión macrista se desenvuelve a partir de una estrategia variable que se emparenta con la de un envío televisivo del prime time o de la tarde que se transmite en vivo y en directo. Desde este plano, lo que no mide se corre, se cambia, se reconfigura, se corrige y/o se esconde en el momento. La potencia de la maniobra le gana el terreno a la predeterminación y la espera, pero plantea un juego de articulaciones: entre la preparación de la escena, la irrupción de un acontecimiento y el estudio de esa recepción.

 

En este universo de reportes informativos y de seguimientos de impacto noticiable, las discusiones en los focus groups organizados por Cambiemos son moneda corriente tanto en las entrañas del poder gubernamental como en los rincones empresariales de estirpe neoliberal. El núcleo duro de la estrategia del cambio refiere al uso cotidiano del consabido torbellino de ideas, las reuniones intensivas, las encuestas forjadas entre gallos y medianoche y los pulsos acordes para lograr salto discursivos a tiempo.

 

Un programa en vivo

La lógica del minuto a minuto es, para el gobierno, un modo de organización política y comunicacional. Como si se tratase de un programa en vivo, pautado y producido a tiempo, Cambiemos despliega un entramado sujeto a cualquier tipo de modificación en situaciones apremiantes. Para ejemplificar, sirve recordar los cambios de timón referidos al fallo del 2×1, la quita de subsidios y pensiones, la desaparición de Santiago Maldonado, la privatización de la transmisión del fútbol o las respuestas en torno a los Panamá Papers/Paradise Papers, entre otros sucesos. Cada caso tuvo un comienzo y un desarrollo diferente que fue variando según las demandas del público postulado por Cambiemos.

 

En una transmisión televisiva en vivo, la continuidad de un bloque cobra sentido según la audiencia del momento y la respuesta del mapa de rating o de las redes sociales -por eso es que el mundo twitter, facebook, instagram o snapchat es tan elemental para estos casos-. Si algo no conmueve ni convoca, se interrumpe el flujo de la instancia y se cambia de dirección, sin importar el tino y los modos.

«La lógica del minuto a minuto es, para el gobierno, un modo de organización política y comunicacional»

En la lógica Cambiemos, el discurso y la apuesta corporal, inclusive, es similar. El gobierno actúa conforme a lo que solicita, vibra y siente “la gente” según las informaciones recuperadas en los focos de atención. De acuerdo a la demanda, los reclamos y los sinsabores de ese público cotejado, el macrismo crea su propio rating y confía en su minuto a minuto constante. Esta estrategia de política de timing y de lógica televisiva en vivo, postula un público cautivo, ligado a un tiempo de atención y a un rating determinado.

 

En esa escenografía de variables, las respuestas de los funcionarios y del propio presidente se rigen a partir de un armado de siluetas, de ficciones y de figuras que se esparcen por la vía pública, se construyen en los medios hegemónicos de comunicación y se refuerzan en las redes sociales -también importantes y esenciales para la consolidación de la estrategia discursiva de Cambiemos-.

 

Al respecto, la aparición de los llamados trolls o boots utilizados por el gobierno para construir opinión sirven para consolidar un relato y disputar sentidos a la hora de justificar la falla de los resultados y las desviaciones de tensión. Asimismo, las reacciones pre-fabricadas y también espontáneas de personajes públicos o periodistas afines contribuyen también para que el salto en ese minuto a minuto no sean tan brusco o, por lo menos, no se note de un modo mecánico.

 

Puesta en escena

Este ejercicio de timones alerta suele ser bien ponderado por los medios de comunicaciones simpatizantes -cada vez más visibles, abarcativos y militantes corporativos- porque muestra y construye la figura afable del macrismo: son humanos, se dan cuenta de sus errores y reculan. En este aspecto, gana terreno un discurso de transparencia y juvenilia que, lejos de ser eso, genera opacidades sobre lo que está detrás, escondido.

 

Por eso cuando lo que está oculto se expone, el celofán exhibe grietas y fisuras del discurso hegemónico. En ese entramado, aparecen ciertas contradicciones que rápidamente la alianza Cambiemos trata de tapar con sus difusores y divulgadores. La efectivización del minuto a minuto sirve porque muda rápidamente los discursos y las semblanzas del gobierno, sin escalas y sin reparar en lo antedicho.

«En este rigor de minuto a minuto y de lógica de desplazamiento, Cambiemos tiene un distintivo que lo construye de un modo “dinámico”: las marchas y contramarchas en sus políticas»

Siguiendo esta línea, los productores y conductores televisivos que defienden el empleo del minuto a minuto señalan que funciona para sobrevivir en un universo televisivo cada vez más competitivo. Otros sostienen que se usa para saber por dónde encarar las noticias, las vicisitudes del espectáculo o las motivaciones de los impactos, en términos de contenido. Al ser una puesta en escena, la televisión no repara demasiado en esos cambios de timones y avanza, va a la carga sin tener en cuenta lo que se dijo en el programa anterior -más allá de los archivos, los videos de YouTube o la circulación de memes en las redes-. Lo que importa entonces es la continuidad del momento y la salvedad de la situación, según las demandas de los públicos y la consagración de una estética de presente continuo.

 

En lo que refiere a Cambiemos, la estrategia política millenial, de memoria corta y de tiempo sin historia, es reiterada y defendida. Por esto mismo, la consideración de política según los designios del rating y el minuto a minuto de las disposiciones gubernamentales no tiene en cuenta lo dicho o no dicho en el pasado. Lo que importa es salvaguardar la situación, cubrir los actos pretendidos y simular que es una decisión desinteresada y pensada por y para “la gente”.

 

En verdad, la exposición de la realidad macrista como celofán es uno de los aspectos que más cuidan tanto los medios de comunicación afines como los propios funcionarios del gobierno. Sirve pensar que sus decisiones son una obra de reflexión conjunta y no una resolución de tinte corporativo y hasta de lógica de ventas. Si la novedad tiene impacto, se sigue y se amplifica -como se mencionó, el rol de las redes sociales es fundamental-. Si genera efectos contrarios, se verifica de un modo vehemente con el propósito de evaluar cuantitativamente. Y si provoca una disminución en la legitimidad, se activa el imperativo por antonomasia del minuto a minuto: resolver en el momento para continuar con el control.

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