El primer largometraje de Lucrecia Martel, estrenado en 2201, fue seleccionado como la mejor película argentina. Estas líneas se sumergen en La Ciénaga, para volver a las complejas relaciones que presenta. Relaciones inmersas en un paisaje sonoro que atrapa tanto como presagia las rupturas que vendrán. No hay nada simbólico en el film, y, sin embargo, no se puede dejar de advertir que en cada imagen está latente, vibrando, un real que desborda lo narrado.