Nostalgia noventista

El insólito pronunciamiento del jefe de asesores económicos de Trump en favor de un regreso argentino a la convertibilidad reveló el combo explosivo que habita la Casa Blanca: ignorancia, efecto mediático y frivolidad.

Hace sólo unas semanas prácticamente nadie en Estados Unidos proponía ni hablaba en público de una posible dolarización de la economía argentina o una vuelta a la convertibilidad, con la excepción de unos pocos analistas del riñón del liberalismo más conservador y algunos colegas afines en Argentina. No eran opciones que se estaban debatiendo, en el marco de las negociaciones entre el gobierno de Mauricio Macri y el Fondo Monetario Internacional (FMI), en los ámbitos académicos ni en las instituciones políticas ni en los medios especializados, como sí lo era en el caso venezolano, por ejemplo. Por eso, cuando el director de Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca y principal asesor económico del presidente Donald Trump, el veterano Larry Kudlow, deslizó casi casualmente en televisión que el gobierno estadounidense está discutiendo la posibilidad de atar el peso al dólar, la noticia cayó como una bomba en Buenos Aires y una sorpresa en Washington.

 

La propuesta, que no fue acompañada de ningún anuncio oficial en Estados Unidos y que luego fue desmentida por voceros del gobierno argentino a la prensa, podría haber quedado simplemente en eso, uno de los tantos deslices, exabruptos y declaraciones sin sustento que suelen hacer los secretarios y asesores de Trump. Sin embargo, al día siguiente, una de las miembros del consejo editorial del influyente Wall Street Journal, Mary O’Grady, ratificó la idea y fue aún más lejos: “¿Por qué está sucediendo esto de nuevo (en Argentina) bajo un presidente que supuestamente personificaba el cambio? La respuesta: Porque Argentina tiene un banco central. Para arreglar el problema de una vez y por todas, debería dolarizarse”.

 

Las dos declaraciones sacaron del closet a nuevos defensores de la dolarización en ambos países e instalaron definitivamente el debate. Pese al shock inicial, sin embargo, el apoyo público sigue siendo minoritario.

 

“Creo que Kudlow tiró el tema sin pensarlo, dijo lo primero que se le vino a la cabeza. Honestamente creo que no entiende lo que está diciendo. Tampoco entiende cuál es la situación de Argentina. Esto es muy típico de este gobierno, tiene gente que piensa de manera muy sencilla los problemas complejos”, explicó a Zoom Monica De Bolle, directora del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Johns Hopkins e investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional.

 

“Es muy común acá en Estados Unidos, cuando hablo con economistas, que no entiendan cómo en países como Argentina, Uruguay, Bolivia y muchos otros, la economía tiene dos monedas. La economía argentina ya tiene un grado importante de dolarización. Los dólares ya están, ya circulan con normalidad a la par del peso. Kudlow no entiende esto y no entiende que una dolarización ya es difícil para países más chicos con un ciclo de negocios coordinado con el ciclo estadounidense. Para una economía más grande y sin un ciclo coordinado con Estados Unidos es mucho peor”, aseguró De Bolle y calificó la posibilidad de una dolarización en Argentina como “una estupidez”.

 

Economista brasileña y ex especialista del FMI, De Bolle no es la única que en Estados Unidos critica la capacidad técnica e intelectual del asesor económico de Trump de 71 años.
Kudlow no es un técnico respetado en el ambiente académico y en muchos medios de comunicación. En primer lugar, no es un economista. Estudió Historia en los años 60 y nunca llegó a terminar su maestría en Princeton, en donde estudió “un poco de Economía y Ciencia Política”, según explicó un ex compañero de estudios a New York Magazine. No necesitó el diploma ni las clases; había acumulado los contactos necesarios para entrar a trabajar en la Reserva Federal y, desde allí, se lanzó al mundo especulativo de Wall Street. Más tarde, su cualidad de buen vendedor le ganó un puesto en el gobierno de Ronald Reagan en los 80.

 

Desde entonces es una de las voces predilectas del sector más conservador de los republicanos y, pese a un traspié en los años 90 -cuando lloró frente a cámara al reconocer una adicción y se ganó varios perfiles poco halagadores en la prensa-, se mantuvo activo como comentarista en canales de noticias nacionales como CNBC y Fox. Este pasado mediático es una característica que comparte con muchos de los miembros del gobierno de Trump.

 

Cuando este año lo nombraron en el cargo de director del Consejo Nacional Económico, el órgano que debe discutir y proponer políticas económicas al presidente, muchos medios recordaron su lista de pronósticos equivocados de los últimos 25 años y su convicción de que un plan de reducción de impuestos es la panacea para cualquier economía con problemas.

 

Una vez en el cargo, su estilo verborrágico le ganó enemigos como la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y sus análisis económicos, las bromas y críticas de economistas y analistas. La última vez, hace apenas un mes.

 

“Por lejos, el suceso más importante, político o de otra naturaleza, de este año es el boom económico que muchas personas pensaban que era imposible de generar. No un aumento, no una casualidad, un genuino boom económico”, explicó Kudlow al presidente Trump a mediados de agosto en una reunión de gabinete, cuya transcripción publicaron más tarde los medios estadounidenses. En esa misma reunión y ante una pregunta del mandatario, el funcionario aseguró: “…los inversores se están yendo de China porque no les gusta su economía y están viniendo a Estados Unidos porque les gusta nuestra economía”.

 

Y agregó: “No soy un experto en China, pero me estoy interiorizando lo más rápido que puedo. Sólo diré que, ahora mismo, su economía se ve muy mal”.
Con esa misma profundidad, unas semanas después, el asesor económico de Trump habló de la situación en Argentina en una entrevista con el canal de noticias Fox.

 

El periodista le preguntó si existía una posibilidad de que el Tesoro estadounidense, en vez del FMI, negocie directamente con el gobierno argentino algún tipo de ayuda o asistencia y el veterano analista respondió: “Sí, el Tesoro está muy involucrado en esta discusión, muy involucrado, lo que es algo genial. Como vos y yo y otros aprendimos, la única manera de resolver el dilema de Argentina es crear una tabla monetaria, con el peso atado al dólar.

 

Ninguna emisión monetaria excepto que tengas una reserva en dólares detrás. Eso funcionó en los 90. Bajó la inflación y mantuvo la prosperidad. Eso es lo que necesitan de nuevo. Y, ¿sabes qué? La gente del Departamento del Tesoro está en eso”.

 

El veterano periodista de Fox, un hombre que cubrió durante años los temas económicos de América latina para The Wall Street Journal, no le preguntó por las consecuencias que esa misma política, la convertibilidad, tuvo en Argentina en los mencionados años 90: destrucción de la industria nacional, aumento del desempleo, derrumbe del poder adquisitivo, reformas estructurales para reducir al mínimo el Estado y el gasto público, y una dependencia total frente al humor del establishment económico estadounidense.

 

Apenas unos días antes de que Kudlow hiciera estas declaraciones, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne se había reunido en Washington con el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, como parte de los esfuerzos argentinos para garantizar que el Fondo adelante los préstamos trimestrales programados para los próximos dos años y así contrarrestar la pérdida masiva de reservas, que el Banco Central vende casi todos los días para intentar, sin éxito, controlar el valor del dólar.

 

Pese a los crecientes rumores sobre un posible préstamo directo del Tesoro estadounidense, después de la reunión Mnuchin-Dujovne, la Casa Blanca se limitó a ratificar una vez más su apoyo a las negociaciones con el FMI. Desde el gobierno argentino, en tanto, diferentes voceros hicieron saber a los medios de comunicación que la única negociación en curso para conseguir ayuda económica es con el Fondo.

 

La falta de confirmaciones se sumó a la lluvia de voces críticas.

 

Para De Bolle, la propuesta de Kudlow no sólo demuestra su falta de conocimiento sobre la realidad argentina porque “profundizaría la recesión”, sino que no representa la opinión mayoritaria en Estados Unidos. “No conozco ningún economista serio que crea que Argentina deba dolarizar en este momento y aunque no participó de las negociaciones con el FMI, me animo a asegurar que nadie en el Fondo está planteando eso”, aseguró la economista que trabajó entre 2000 y 2005 en esa institución y siguió de cerca los casos de Argentina y Uruguay.
Martín Guzmán, economista de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia en Nueva York y profesor de la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad de Buenos Aires, también le quitó peso político a la declaración de Kudlow y aventuró que no representa necesariamente “la posición definida de su gobierno”. Como De Bolle, descartó que la idea de una dolarización sea una buena solución para la crisis argentina.
“La dolarización es un camino insostenible para Argentina. Argentina no tiene la capacidad de generar ingresos en dólares estables, de modo de que la idea de que con la dolarización se estabilizará a la economía es un sinsentido. La dolarización condenaría a Argentina a ser una economía de ingresos medios-bajos y expuesta a alta inestabilidad macroeconómica y social”, sentenció el economista en diálogo con Zoom.

 

“En una economía incapaz de generar ingresos estables en dólares, la dolarización provoca que cuando la economía no está generando suficientes dólares la fuerza que la retorna a un equilibrio externo sea exclusivamente la de una caída del nivel de actividad. Eso se da en parte con un sistema monetario propio, pero con la dolarización sería más brutal”, agregó.

 

Para Guzmán es importante entender que el sistema monetario “deficiente” que tiene la Argentina hoy no es la causa de los problemas de fondo de la crisis, sino una de sus consecuencias.

 

“La solución a esto no es la de renunciar a tener un esquema monetario que funcione, sino la de resolver los problemas de fondo. Dolarizar significa asumir que el país se conformará con muy poco, que tendrá bajo crecimiento y alta volatilidad”, concluyó.

 

Aún si Kudlow no es un especialista y es famoso por sumergirse voluntariamente en controversias y hablar antes de pensar, tanto la realidad política nacional en Estados Unidos como la de Argentina no permiten descartar completamente la posibilidad de que ambos gobiernos estén, al menos, barajando la posibilidad de volver a la convertibilidad de los años 90 o, incluso, dar un paso más allá y considerar una dolarización.

 

 

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