La dolarización

“No es sólo una mala idea, sino que además no funciona, ya que hace agua entren o salgan dólares; será posible destruir el modelo industrial que no termina de desarrollarse en la Argentina, pero no habrá nada que lo reemplace. Una columna de Eric Calcagno

Presentada como una de las grandes propuestas que le abrieron los caminos del poder, la dolarización que propone Milei tiene una apariencia y una realidad. ¡Pasen y vean! Welcome to the freak show!

La apariencia es terminar de una vez por todas con la inflación, acabar con el déficit fiscal que “financia a la casta”, contar con “la mejor moneda del mundo” en las manos de los individuos. Contabilizaremos, compraremos y ahorraremos en dólares, será nuestra unidad de cuenta, medio de cambio y segura reserva. Habrá libre entrada y salida de dólares de la Argentina, sin riesgos de control de cambios o de devaluación, bajará el riesgo país. Hay algo moral en la fantasía teocrática del régimen mileísta, que poco tiene que ver con la política o la economía: será duro, pero será bueno, tendremos la redención a través del sufrimiento ya que hemos pecado de populismo, y la convicción dolarizadora nos asegura que después todo será verdad y pureza. El dólar no miente.

La realidad es que al desaparecer la moneda nacional argentina, el peso, y al reemplazarlo por la moneda norteamericana, el dólar, el pueblo enfrentará consecuencias muy graves por donde lo miremos. Entraremos en disolución nacional. Como durante la era de la convertibilidad de los años noventa del siglo pasado, la economía dependerá de la entrada de dólares.

Si acuden en abundancia, es posible que haya momentos de crecimiento para determinados sectores (primarios, extractivistas y financieros), al precio de una balanza comercial desfavorable. Si los dólares no vienen, entonces entraremos en recesión, y el ajuste se realizará por el lado del empleo. La venta del erario público no servirá para tapar semejante agujero.

Ecuador y Panamá, dos países dolarizados, tienen una desocupación endémica del orden del 20%. Vemos que no es sólo una mala idea, sino que además no funciona, ya que hace agua entren o salgan dólares; será posible destruir el modelo industrial que no termina de desarrollarse en la Argentina, pero con la dolarización no habrá nada que lo reemplace.

Junto con el dólar, también estamos importando el nivel de productividad de los Estados Unidos, que es mayor que el de la Argentina. La productividad también se expresa a través de la moneda, por lo tanto nuestros productos manufactureros serán evaluados como si tuviesen la productividad norteamericana. Es un subsidio a las importaciones y una penalización a las exportaciones con valor agregado. Lo vimos con la crisis griega, cuando el euro manejado por Alemania (mayor productividad) le impuso a Grecia (menos productividad) la sumisión monetaria.  En nuestro caso será todo de la renta: ganarán el agronegocio, las mineras, los bancos. Pero no todos los bancos, sólo los extranjeros. En efecto, la desaparición del Banco Central, otra de las fantasías del régimen, elimina al prestamista en última instancia del sistema financiero nacional, con lo cual ya no hay bombero que pueda apagar los incendios, con lo que cualquier crisis detonará corridas, ya que no habrá resguardo para el sistema bancario. Los bancos nacionales públicos y privados irán a la quiebra, y primará la banca privada extranjera, los “fondos de inversión” y cuanto buitre revolotee por ahí. ¿Quién de los mencionados se quedará con el Banco Nación de la Nación Argentina? ¿Con el Banco Provincia de Buenos Aires? ¿Con lo que queda de los bancos provinciales públicos? Buen negocio para nuestra oligarquía, Toto Caputo pica en punta.

Con la dolarización, el funcionamiento de la economía dependerá de las exportaciones, las inversiones extranjeras directas y el endeudamiento externo. Pero las exportaciones serán de bienes primarios y servicios financieros, como el banano en Ecuador o las off-shore en Panamá. A menos que el auge del narcotráfico actúe como locomotora del desarrollo, después de todo las drogas son bienes transables. Las inversiones extranjeras comprarán lo que ya existe, sin efecto multiplicador, y el endeudamiento externo siempre estará sujeto a condicionalidades. ¿En serio queremos volver a ser una colonia de algún imperio decadente? Si no crecen sustancialmente las exportaciones y no entran capitales, es inexorable el ajuste por recesión.

Es que después de cerrar la puerta de los BRICS, en una jugada siniestra para el interés nacional, el actual régimen destruirá de inmediato al Mercosur si logra reemplazar al peso por el dólar. Después de todo, es acorde con la extra-vagancia que demuestra Milei, habida cuenta de que nos va a atar con la economía de un país cuyo comercio con la Argentina está lejos de superar el intercambio que tenemos con Brasil y con China. Y ahí no hay “inteligencia artificial” que valga, ni granjas de trolls que asuman las consecuencias.

Desde el punto de vista político estaremos subordinados a la política económica de Estados Unidos, con lo que podemos decir que ya no habrá política. Es decir, ni soberanía, ni democracia, pues van juntas. Habremos dejado las grandes decisiones en manos de personas que desde Washington no se van a ocupar de la Argentina, ni tampoco tienen por qué hacerlo. La Reserva Federal norteamericana ya expresó que no será el prestamista en última instancia de los países que dolaricen, aunque le venga muy bien, habida cuenta que la dolarización es un préstamo gratis que les daremos. 

Exterminar al peso demoníaco puede ser una idea seductora en la secta mileísta que adora al Divino Dios Dólar, pero debe enfrentar algunos escollos institucionales. Como no han leído la Constitución Nacional, porque es mucho texto, no tiene emojis ni memes ni páginas para colorear, consignamos que el Art. 75 inciso 6 establece la creación de un banco federal con la facultad de emitir moneda; el inciso 11 del mismo artículo indica que le corresponde al Congreso “hacer sellar la moneda, fijar su valor y el de las extranjeras”: no es una facultad delegable en nadie, y menos en una potencia extranjera. O sea, digamos, no sería posible dolarizar por DNU, sino a través de una reforma constitucional. Pero como estamos en el terreno de las relaciones de fuerza y de los hechos consumados, ignorar la Constitución no es una opción para los libertarios, es una obligación. ¿Qué harán nuestros representantes nacionales? ¿QUE HARA EL PERONISMO?

En el fondo, la pesadilla de la dolarización con la que sueña Milei es tratar de acabar con el hecho maldito del país burgués (que también supo ser el hecho burgués del país maldito en los noventa), es decir el movimiento nacional. Si Macri situaba el origen del mal en 1945, Milei lo lleva a 1913: algo sin historia, sin peronistas ni yrigoyenistas. La dolarización no es una medida económica “técnica”, aunque presentada como el tótem por la tribu neoliberal. Es cristalizar por siempre una relación de dependencia, así como las relacione sociales que eso significa, es decir la miseria. Vayan al Museo de Bellas Artes y observen el cuadro de Ernesto de la Cárcova llamado “Sin pan y sin trabajo”: un excelente resumen de la dolarización. ¿Es eso lo que queremos para nosotros y nuestros hijos? Para eso, mejor haría Milei en derogar por DNU la declaración de independencia del 9 de julio de 1816 y solicitar el ingreso a los Estados Unidos. Con suerte nos tratarán como Puerto Rico (Costa Pobre). Quizás es el tiempo de acordarnos de Manuel Dorrego, que fundó el partido popular, que era el nombre que tenían los federales antes de llamarse peronistas. Ya es hora.

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