La última curva

La renuncia de Martín Guzmán a su cargo de ministro de economía es el desenlace de un cúmulo de errores y fracasos que se vienen desarrollando casi desde el comienzo de la gestión Fernández–Fernández.

Desde ya, hubo una crisis heredada del macrismo con su secuela de una deuda externa descontrolada, un fuga masiva de divisas y un aparato productivo deteriorado, con más de 25 mil pymes cerradas en el periodo 2015 -2021. Sobre este desastre político y  económico el nuevo gobierno se encontró con una pandemia, que por supuesto afectó  la economía global y por lógica también la local. 

Y sobre llovido mojado, cuando amainó  la pandemia, se desató una guerra entre la Federación Rusa y la OTAN, que está haciendo trastabillar todo el andamiaje de la geopolítica y la economía mundial. 

Es casi de Perogrullo que las crisis generan acechanzas pero también oportunidades.

El gobierno de Alberto Fernández manejó  la pandemia con bastante criterio y eficiencia, tanto en lo sanitario como en lo económico – productivo. Sin embargo no pudo, ni supo capitalizar estos éxitos. Fue una victoria pírrica, que le originó  también, por errores políticos y de comunicación, altos costos políticos. 

Alberto no supo o no quiso avanzar sobre los ejes centrales de la crisis estructural, cuando la aprobación al gobierno transitaba un 70% de la población. 

El no ejercicio del poder, hace que este se pierda como arena entre los dedos. 

En tal vez una política ingenua el gobierno planteó una política de consenso y acuerdo con el  poder concentrado. Este le respondió con un cachetazo, traducido en una feroz escalada de precios,  una especulación muy fuerte contra el peso y una campaña difamatoria hacia su gobierno desde la prensa.

Con estos índices de inflación, con salarios muy debajo de los índices históricos y una “sensación de caos” e “impotencia”, construida por los grandes medios concentrados, es muy complejo llevar adelante una política económica.  

Alberto, a través de la gestión Guzmán, apostó  todo al acuerdo con el FMI. Y  tomó ese acuerdo como su programa de gobierno. Indudablemente ese acuerdo, no satisfizo a los grupos concentrados que siguieron con su política de desgaste contra el programa económico y el gobierno en general. 

En economía y en política no es aconsejable ante un cachetazo poner la otra mejilla, por el contrario muchas veces es necesario devolver el golpe, ejercer el poder e imponer las reglas del juego. El consenso es necesario y conveniente, pero no se puede  consensuar con quien no quiere. La política es en esencia la administración y superación del conflicto.  Conflictos de intereses, muchas veces contrapuestos y antagónicos, son los que se mueven dentro de cualquier entramado social. 

La falta de voluntad por parte del gobierno de AF de enfrentar esos intereses antagónicos con un proyecto de nación, marcó  de entrada las limitaciones de su gobierno. Tal vez el caso testigo fue Vicentín. Ante la sola idea de nacionalizar la empresa en quiebra generó desde los centros de poder  movilizaciones de repudio, con parte de la población de esas zonas santafesinas  en la calles, más una feroz campaña mediática, pagada por la misma empresa a periodistas y comunicadores filo macristas. Esta fantochada hizo que el AF retirara rápidamente el proyecto. 

  • – Los  detonantes de la actual crisis fueron los altos índices de inflación, la corrida cambiaria, las presiones devaluatorias, la falta de coordinación y consenso interno para afrontar el paquete de medidas acordados con el FMI, como por ejemplo la segmentación de tarifas.

Guzmán no pudo afrontar las presiones externas, ni tampoco la presiones surgidas de la interna de la interna, que expresaba la vicepresidenta y tenía a Guzmán como principal destinatario.

  • – La actual crisis mostró  a un gobierno limitado por su origen  progresista y sometido al poder económico dominante. 

El progresismo, primo hermano del neoliberalismo, muestra en este caso las limitaciones políticas y a la larga su inviabilidad política.

El progresismo, por lo menos en Argentina, muestra su incapacidad para enfrentar los serios problemas estructurales que adolece la economía, sus políticas timoratas ante el poder, el miedo al conflicto, su creencia en una evolución natural de la historia, etc.

El progresismo no cree en las dicotomías esenciales de nuestra historia: “Pueblo y antipueblo” “Nación o colonia”. Al no ir a lo profundo se queda en las circunstancias, en lo anecdótico, en lo secundario.

Por ejemplo AF mantuvo hasta ahora una frontal oposición a las tres medidas básicas para contener la inflación sin ajustes contra el pueblo: rechazó las retenciones, para separar las cotizaciones internacionales de los precios locales de los alimentos,  se opuso a aplicar la ley de Abastecimiento, para disciplinar a los remarcadores que con total impunidad se enriquecen con la carestía y ni siquiera concibió cambios en el acuerdo con el FMI, mucho menos su anulación, acuerdo que está en el centro de la crisis. Tal vez el acuerdo con el fondo hubiera funcionado como ancla, pero la guerra ruso ucraniana, con su impacto sobre los precios de los alimentos y la energía hizo inviables las metas fijadas. 

  • – El conflicto  entre el presidente y la vicepresidenta es causa y efecto de la impotencia de ambos frente a la crisis política y económica. 

El gobierno se mueve hoy en una carencia total de alternativas. Alberto Fernández parece repetir la desorientación final de Raúl Alfonsín y  de Fernando de la Rúa.

El acto del 1 de julio en CGT, mostró un presidente perdido en un acto vacío de política y contenido,  cuando presenta la situación curso como una “crisis de crecimiento” o mal interpretó  a Perón, en cuanto a cómo este ejercía el poder. 

Cristina Fernández juega sus cartas tratando de salvar a un gobierno, al que ella prohijó con maestría para sacar a la derecha macrista. Sin embargo, ese armado inteligente  para ganar mostró su incapacidad para la gestión gubernamental.

Las idas y vueltas  con medidas claves como la renta inesperada o la penalización de los capitales fugados, la ampliación de la Corte, la nacionalización de los puertos sobre el Paraná, el control del contrabando de granos, vía Paraguay y Uruguay, el control de la hidrovía y el canal Magdalena, y sobre todo la falta de implementación de un programa anti inflacionario, etc, marcan la impotencia del modelo progresista vigente. 

Lo mismo sucede con los objetivos que marcó CFK sobre desdolarizar la economía, la reestructuración de los planes y su reemplazo o complementariedad con el salario básico, crecimiento del salario, quedarán flotando en un mar de inseguridades y mala implementación, en el mejor de los casos. O meras buenas intenciones, nunca concretadas. 

  • – El establishment exige profundizar  el acuerdo con el FMI, para que el gobierno continúe realizando el trabajo sucio de un ajuste inflacionario que les permita pensar en volver al poder en 2023 con el campo ya limpio y una sociedad quebrada para poder implementar a rajatabla un modelo de país, no solo pre peronista, sino pre yrigoyenista, es decir una sociedad fragmentada, sin derechos sociales, ni legislación laboral. 

El ajuste permanente que pretende el establishment desgastaría al gobierno, se comería a todos los posibles candidatos con cierto apoyo popular, debilitaría a los sindicatos y a los movimientos sociales, desmoralizaría a toda la población y dejaría el camino libre a la vuelta de la derecha al gobierno, encarnada en un Macri o un Rodríguez Larreta. Los hombres son secundarios, lo importante para el establishment es recuperar el poder y resetear la sociedad en su beneficio. 

  • – La presión de la opinión pública, más la presión de gobernadores, sindicalistas, intendentes y la militancia silvestre logró forzar un diálogo entre las partes en conflicto. Todos muy preocupados por un 2023 que pintaba como desastroso para las aspiraciones electorales del FDT.

Hubo un primer acuerdo en la designación de la ministra de economía y al parecer no se pudo avanzar mucho más, cuando se esperaba una cirugía mayor en el gabinete. 

Esta inacción muestra que siguen vigentes profundos desacuerdos pero también una desorientación sobre los rumbos a seguir. 

Esto es lo que explica el largo fin de semana, cargado de incertidumbre y rumores y la insólita y frustrada conferencia de prensa que suspendida por el ruido de una decena de patéticos caceroleros en la puerta.

  • – La designación de Silvina Batakis, una economista con sólida formación académica y probada experiencia como funcionaria pero también con conocimiento del país y su gente, dada su militancia política territorial, abre un panorama alentador. Esto se vio claro en su juramento como ministra ya que contó con la presencia de casi la totalidad de los dirigentes del FdT. 

Sus primeras declaraciones apuntaron a calmar los mercados y llevar tranquilidad a una sociedad muy golpeada por rumores y operaciones de prensa destituyentes. 

Se verá con el correr de los días cuál es su verdadero pensamiento y cual su plan de gobierno. Algo es claro, Batakis no es Guzmán, pero sin un acuerdo político claro en el seno de FdT es imposible cualquier programa económico.  

  • – Causa cierta sorpresa la  falta de iniciativa política  de la mayoría de las direcciones oficialistas de los grandes  sindicatos y movimientos sociales. Es cierto que muchos de ellos fueron socios y/o partícipes necesarios del gobierno macrista y han  permitido la continuidad de un ajuste, en beneficios  de los exportadores, los banqueros y los grandes industriales

Han abandonado la lucha gremial y la calle para privilegiar los acuerdos con el círculo rojo y los funcionarios de turno, en momentos de grandes conflictos sociales y gran sufrimiento popular.

Esa renuncia a la lucha choca con la gran tradición combativa de nuestro pueblo, arría la banderas históricas de lucha y resistencia  que viene desde las montoneras federales, las grandes huelgas patagónicas, Vasena, el 17 de octubre, la resistencia peronista, el Cordobazo, las marchas de Ubaldini y las luchas del 2001, la manifestación populares contra el ajuste macrista, etc. 

  • – Las grandes crisis exigen grandes respuestas. Frente a la derecha que prepara su agresión y un oficialismo que hoy se muestra desorientado es el momento de retomar la iniciativa y generar una opción desde el movimiento nacional y popular. 
  • -Recuperar ese sentido histórico de movilización y lucha contra el modelo neoliberal es la condición primaria para construir un proyecto nacional y popular, que abreva en los grandes movimientos populares de nuestra historia, el federalismo popular, el yrigoyenismo, el peronismo, el kirchnerismo. La movilización y organización popular son la garantía para el sostenimiento de un proyecto emancipador.

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