“No hay solución gremial sin solución política”

Luciano Fernández, secretario gremial de ATE Capital, repasa en esta entrevista con Revista Zoom, los motivos que llevaron a la suspensión del Congreso de la organización –que debió realizarse el pasado 19 de abril—, cuando se produjo un enfrentamiento entre fracciones de la actual conducción del gremio en la puerta del lugar. La actualidad de las y los trabajadores estatales, la historia de la CTA y el futuro del sindicalismo argentino.

En primer lugar te pregunto por una cuestión que tiene que ver con una recuperación histórica de la experiencia de ATE en el marco de la CTA. La Central surge en los años 90 como un ámbito que se enfrenta a la CGT, muy comprometida entonces con el Menemato, pero también, plantea a mí entender otras dos cuestiones fundamentales: la de la democracia sindical y la de la necesidad de dar cuenta y abrirse a otros fenómenos de la clase trabajadora. Recuerdo la consigna “La fábrica es el barrio” y la incorporación a la Central de la Federación de Tierra y Vivienda. Eso hace tres décadas. En el medio la CTA se rompió, hubo en algún momento denuncias de fraude en alguna elección interna y más recientemente apareció este conflicto en ATE Capital, que debió suspender su Congreso hace unas semanas por un enfrentamiento entre fracciones que incluso integran el mismo Consejo Directivo.

¿Cómo estás viendo este tema en la Argentina actual, en general, y cómo se trabaja en el gremio y en la Central, en particular?.

En relación a la CTA, en primer lugar hay que situar lo que pasa en 2010, la ruptura que da surgimiento a dos CTA. Lo que impacta ahí es la huella de Néstor Kirchner, y del kirchnerismo en general, lógicamente incluyendo también a Cristina. Básicamente porque la CTA surge en un contexto donde había una retracción del trabajo formal, donde había un plan económico que tendía a destruir el trabajo formal, a pauperizar y precarizar las relaciones de trabajo, y la llegada de Néstor a la presidencia inicia un ciclo inverso. Entonces en 2010 estalla este conflicto entre quienes acompañaban la posición del gobierno (ya gobernaba Cristina), y quienes se oponían. Eso en ATE estalla fuertemente recién en 2015, cuando un sector que proveníamos de la histórica Lista Verde, conformamos la Lista Verde y Blanca; proceso que se inicia con la llegada de un gobierno neoliberal, nuevamente, a la Argentina.

Respecto de la falta de democracia sindical, de la violencia presente dentro de las organizaciones sindicales tiene una larga data en nuestro país. Podemos tomar por ejemplo el emblemático caso que Rodolfo Walsh dejó retratado en su libro ¿Quién mató a Rosendo?, o más cercano a nuestra época el asesinato de Mariano Ferreyra. Cuando aparece una muerte se produce siempre una bisagra, que muestra con claridad que la violencia y la democracia sindical se llevan a las patadas.

En ATE, ese término (democracia sindical), está muy vinculado al nacimiento de la CTA, y a su conducción con Víctor De Gennaro y Germán Abdala, un gremio en donde siempre hubo listas opositoras. En ATE es histórico eso: por ejemplo, las corrientes de izquierda siempre pudieron armar sus listas, participar, sin que haya ni golpizas ni ninguna cuestión así de por medio. Lógicamente, de un tiempo para acá, y con una conducción peronista, en ATE Capital algunas de estas cuestiones no se respetaron.

¿Vos decís “lógicamente” por qué? ¿Qué pasó que no fueron capaces de sostener esa unidad en esa conducción? ¿Por qué todo terminó en un episodio de suspensión del Congreso?

Básicamente lo que pasó fue que cuando un conjunto de compañeros y compañeras fundamos la Verde y Blanca, para enfrentar una posición decididamente gorila (anti-cristinista, anti proyecto nacional) dentro del sindicato, rápidamente lo que sucedió fue que ni bien nosotros asumimos la conducción del gremio, Mauricio Macri asumió la presidencia de la nación. Entonces tuvimos una capacidad de hegemonizar la política a partir de que demostramos que, como decía Lorenzo Miguel, “no hay solución gremial sin solución política”. Era un contexto en el que, claramente, por más combativo que fuera el gremio, si no había un empleador como interlocutor para poder avanzar con las reivindicaciones, de nada servía que el sindicato estuviera en la calle. Estábamos aguantando los trapos o impidiendo que avanzaran. No es que de nada servía, pero es muy difícil avanzar. Uno lo que hace es decir “Bueno, no, acá no pasan”. Y creo que es lo que se logró, sin lugar a dudas.

A eso, hay que sumarle que, dentro del espacio que integro dentro del Consejo Directivo de ATE Capital, que está enfrentado con el actual secretario general Daniel Catalano, hubo un sobregiro primero en cierto personalismo. Ni siquiera Germán Abdala reemplazó la organización por su nombre, y esto es claramente lo que desarrolló Catalano de un tiempo para acá. Y después hubo una sobreideologización. El gran mérito de la Verde y Blanca fue tener una enorme vocación frentista, como decía Germán (Abdala), y después de asumir fuimos a buscar a todas las corrientes para poder fortalecer la organización y enfrentar al neoliberalismo que había triunfado. Esto, de un tiempo para acá, cambió radicalmente y se generó una especie de sectarización, donde todo aquel que no reza cierto rosario que tiene que ver con cuestiones muy asociadas a la política de la coyuntura o cuestiones más político-partidarias, no tiene posibilidad de enhebrar nada en relación a la oficialidad de la actual conducción, que yo integro, insisto y me hago cargo, pero marcando estas diferencias. La conducción gremial siempre tiene el desafío de conducir al conjunto, no únicamente a quienes piensen igual que ella.

Foto Leticia Berterre para Revista Zoom

Una pregunta que seguro se haría cualquier afiliado de ATE Capital: ¿por qué confiar en ustedes si fueron parte de la misma lista? ¿Cuál sería la propuesta que ustedes le hacen al afiliado en ese sentido?

Bueno, precisamente, les decimos que desde el inicio enfrentamos esa sectarización. El sindicato tiene su potencialidad en la transversalidad. Hay agrupaciones, corrientes internas, todo el mundo tiene que tener el derecho a expresarse. Pero hay un problema cuando las agrupaciones terminan reemplazando a la organización, de la misma manera que yo marcaba un problema cuando la persona del secretario general reemplaza a la organización, cuando la agrupación reemplaza a la organización eso siempre es en perjuicio de los afiliados, y también, del conjunto de los laburantes. Porque la ley plantea que el gremio tiene que representar al conjunto de trabajadores y trabajadoras, no solamente a los afiliados. Entonces, si de repente mi agrupación sectoriza la política, lo que empiezo a tener es una política expulsiva, y es un poco lo que vimos. Hoy hay medio Consejo Directivo expulsado de la toma de decisiones de ATE Capital por la acción centrífuga de Catalano. Entonces eso, lejos de ampliar, achica.

Para ponerte un ejemplo, cuando el macrismo quiso tratar la reforma previsional en el Congreso, en 2017, logramos encolumnar veinte mil estatales detrás de la bandera del Consejo Directivo. Estaban todas las corrientes políticas de nuestra organización ahí. De igual manera en 2018, cuando Marcos Peña redujo a la mitad la administración pública, hicimos una marcha de quince o veinte mil estatales que salieron a enfrentar ese decreto, en una lucha política que no era por el salario, sino contra la reducción de ministerios a secretarías. Y esa capacidad claramente hoy se perdió, precisamente, porque en la medida en que uno no pueda ser articulador de las distintas expresiones que tiene una organización como ATE, reduce la política y, por lo tanto, reduce la participación.

Hablamos de los inicios de la CTA durante el menemismo, y del rol de ATE durante el macrismo. En tanto militante sindical con una identidad peronista, ¿cómo ves el mundo del trabajo en la actualidad? Porque hubo un período histórico en el cual personas que trabajaban en distintos rubros se identificaban en lo político, mayoritariamente, con el peronismo. Pero ahora está sucediendo que la composición de la clase trabajadora argentina está fragmentada, podríamos decir en tres grandes ámbitos: los asalariados bajo convenios, los precarios que tienen monotributos y son empleados bajo modalidad de contratación, y esa inmensa porción de trabajadores y trabajadoras de la economía popular, que en muchos casos se identifican como peronistas, pero después –en la cotidianidad–, por ejemplo, el trabajador del Estado peronista y el trabajador/trabajadora de la economía popular que también es peronista y tiene vínculos con la gestión estatal por cuestiones de programas, terminan enfrentados, o sienten una profunda distancia o rechazo entre sí.

Creo que es una discusión profunda de la realidad actual de nuestro país. A mí me parece que es un error que haya trabajadores y trabajadoras que realicen la misma tarea que un estatal por menos plata. Porque generalmente lo que termina pasando con los programas, o los subsidios, o la herramienta que se encuentre para poner a un trabajador o a una trabajadora a hacer la misma tarea que hace un estatal, sea un promotor, un encuestador o lo que fuera, siempre se hace por menos dinero. Y lógicamente yo reivindico el rol de las organizaciones sociales en la tarea comunitaria porque creo que el desafío es que el Estado que necesita nuestro país, que necesita nuestro pueblo, sea un Estado integrado a la comunidad. No que sea un Estado de oficinas puertas adentro, sino que sea un Estado que vaya a trabajar realidades concretas en el territorio. Y eso inevitable o indefectiblemente requiere de la articulación con las organizaciones populares que existen en el territorio. Pero bueno, siempre hay una línea muy delgada en esto. Un compañero, una compañera haciendo la misma tarea con obra social, sin obra social, con aguinaldo, sin aguinaldo, con paritaria, sin paritaria. Y me parece que esas son herencias que nos han dejado los gobiernos neoliberales, que los gobiernos populares no han sabido cortar.

Foto Leticia Berterre para Revista Zoom

Claro, también la precarización laboral afecta fuertemente incluso a trabajadores del Estado. No sólo producto de la gestión macrista, sino de los gobiernos anteriores, casi que podríamos decir producto de estos cuarenta años de democracia que consolidaron una desigualdad tremenda, al punto de que el segundo mandato de Cristina termina con grandes porcentajes de precarización laboral y el gobierno de Alberto no logra modificar eso tampoco. El caso es tan extremo que tenemos, en muchos casos, a trabajadores del Estado que tienen como tarea regular que no haya infracciones en el mundo laboral, y hacen esa tarea en situación de precarización. Entonces: ¿qué desafíos enfrenta hoy cualquier conducción de ATE a la hora de pensar en ese doble registro: precarización de sus propias filas y vínculos con otros sectores trabajadores que se identifican como peronistas pero que entran en roce con su propia base?

Hay que decirlo: el Estado Nacional es un gran precarizador, porque nosotros tenemos miles de compañeros y compañeras que hacen tareas como contratados bajo una modalidad que es precarizante. Y si bien ha habido grandes avances, fundamentalmente en el segundo gobierno de Cristina, el Frente de Todos, hoy y el peronismo en general tras varios mandatos, tiene una deuda muy alta con el pueblo trabajador. Porque si bien hubo mecanismos o procesos de regularización de esa situación, es una política que está vigente, y entonces mientras vas regularizando unos te van apareciendo otros precarizados. Eso obedece a una política residual de los años noventa que ningún gobierno ha terminado. A mí las argumentaciones me interesan poco. Me refiero a quienes dicen que son mecanismos más ágiles de contratación, porque la burocracia del Estado… Para nosotros es precarización laboral y es lamentable que los gobiernos peronistas sostengan cualquier régimen de precarización laboral. Fundamentalmente porque antes de los noventa el ingreso al Estado Nacional implicaba ingreso a planta transitoria y las peleas eran por el pase a la planta permanente. Después de la reforma, muchas de las actividades nacionales se provincializaron o se municipalizaron. Entonces resulta inadmisible que un gobierno peronista, cualquiera sea quien lo encabece o quien esté en el ejecutivo, sostenga esa manera de precarizar o esa posibilidad de precarizar trabajadores y trabajadoras.

¿Cuál sería, entonces, la concepción de Estado que debería tener un sindicato de estatales?

En ATE tenemos una consigna que es de la época de Germán Abdala, de los años ochenta, cuando salíamos como sociedad de la dictadura militar y del proyecto económico que implementó y que encontró su corolario con el gobierno de Carlos Menem, que básicamente vino a destruir el capital social acumulado en el Estado, con fuertes empresas productivas, de servicios, que eran de carácter público en manos del gobierno y, por lo tanto, eran del pueblo. Entonces, decía, había una consigna que era: “Fortalecer el Estado para liberar la Nación”. Nosotros, como Verde y Blanca, previamente, inclusive, a la creación de la agrupación, la recuperamos para acompañar hitos emblemáticos del gobierno de Cristina como fueron la recuperación de YPF, pero también podríamos hablar de AYSA, de Aerolíneas, del espacio radioeléctrico. Entonces, primero que nada, el Estado es para nosotros soberanía, es posibilidad que tenemos como pueblo –a través del Estado— de ser artífices del destino de nuestra Nación, en temas tan importantes como acuñar moneda o generar vacunas o tener soberanía digital.

Claro, pero volviendo a lo de antes, para eso no podés tener un Estado con empleados precarizados. ¿No pensás que el Estado ahí tiene que tener una jerarquización?

Sí, claramente. Creo que un problema es que muchas veces los políticos ven que esa asignatura pendiente que son las trabajadoras y trabajadores del Estado, la calidad del empleo público, no les garpa en términos electorales. Siempre hay como un resquemor o una especie de ruido, de cosquilleo del político o la política de turno en torno a desarrollar esas mejoras. Porque todavía hay un efecto devastador de los noventa que obviamente refritó el macrismo con lo de la “grasa militante”, que está asociado a esa horrible y destructiva campaña que promovió Bernardo Neustadt respecto al empleado público y que después encontró su iconización en el personaje de Gasalla, y que entonces la prioridad de la política siempre va de la mano del golpe de efecto y no de la cuestión de fondo.

Ahora, la realidad es que, nosotros como sociedad vimos cómo el macrismo se llevó puestas grandes políticas públicas del gobierno de Cristina. Y eso, fundamentalmente, por dos cuestiones. Una, porque algunas de ellas no habían sido creadas por ley, y esa falta de normativa fuerte mantuvo a sus trabajadores y trabajadoras precarizados. Ejemplo: el Programa Conectar Igualdad. Era un decreto que pendía de un hilo y que el macrismo lo vació, y hasta que no llegó el Frente de Todos al gobierno ese programa se mantuvo desactivado. Y eso implicó una privación de centenares de miles de chicos y chicas a lo largo y ancho del país, que no tuvieron integración digital porque no recibían su netbook. Entonces, digo, para nuestro sindicato es un tema siempre prioritario y que intentamos instalarlo en la agenda siempre, pero bueno, después te encontrás con eso de que nadie le quiere poner el cascabel al gato. Nosotros tenemos pendiente un pase a planta permanente masivo, porque se invirtió la relación histórica de 75/25 que teníamos (75% de planta permanente y 25% transitorios). Hoy esa relación se invirtió, y para dar un golpe de timón que supere una normativa tiene que darse un pase a planta permanente masivo por concurso.

Claro, porque si no queda como realidad estructural. Yo pensaba mientras hablabas que en diciembre, seguramente, se van a producir grandes festejos por parte de todo el arco político, por la conmemoración de los cuarenta años de democracia, pero que pocos sectores van a referirse a las grandes deudas. Y pensaba no sólo en las reformas estructurales que realizó el programa económico de la dictadura sino también en su consumación ideológica, el Menemato. Cómo luego de la tarea por las armas de mediados de los setenta viene luego la consolidación ideológica en los años noventa, que deja rémoras de rencillas al interior de la clase trabajadora, y eso, de algún modo, dificulta la obtención de conquistas. Pensaba en esa especie de escalera de verdugos que genera la fragmentación. Por ejemplo: el empleado o empleada estatal refiriéndose muy despectivamente a las personas que atiende como “los planeros”, cuando a la vez después otro trabajador de un gremio con quizás mayor poder de negociación en la paritaria, se refiere a ese mismo empleado estatal como “el ñoqui”. Entonces, al calor del proceso histórico, treinta años después del surgimiento de la CTA, en la cual ATE jugó un rol clave, te pregunto si sigue estando en el horizonte la permanencia de dos centrales en la Argentina o si hay algo de la idea de una reconfiguración de una nueva CGT con la CTA adentro, con los movimientos populares adentro, no figura en la perspectiva sindical de ATE, sobre todo teniendo en cuenta que también hay otro gran sindicato estatal que es UPCN.

Sí, creo que parte del gran logro de la dictadura fue –además del miedo, que seguramente como sociedad fuimos superando, sobre todo después de las jornadas de diciembre de 2001— haber instalado la fragmentación al interior del movimiento obrero argentino. Posiblemente el último eslabón de aquel sindicalismo que tenía la capacidad de hacer enormes paros nacionales con solidaridad de clase fue Saúl Ubaldini. Pero eso después mutó. Como militante peronista, más allá de ser de ATE y de la CTA, te diría que siempre renegué de la concepción del sindicato por empresa. Para mí el modelo sindical argentino sobrevivió por la capacidad que tuvieron de pensarlo en su momento Juan Perón y quienes fueron sus primeras espadas del movimiento obrero argentino en la década del cuarenta, que pensaron en estructuras fuertes y consolidadas para que precisamente las más grandes pudiesen bancar a las más chicas, porque en la fragmentación siempre el que pierde es el más chico. Y en la fragmentación, en definitiva, siempre pierden el conjunto de los laburantes.

Y en eso han hecho hincapié muchas veces los gobiernos neoliberales: quitarnos nuestra razón de ser. Para muestra bastó la pandemia: la necesidad de un Estado que intervenga. Teníamos la consigna “Te salva el Estado, no te salva el mercado”. Pero claramente los dispositivos culturales y de la prensa hegemónica siguen teniendo una capacidad de penetración en el conjunto de la sociedad, en la cabeza de los laburantes formales sean estatales o del sector privado. Como también pasa muchas veces que trabajadores precarizados de un barrio no tienen su programa Potenciar y miran con mala cara a quien sí lo tiene.

Y respecto a la cuestión de la unidad orgánica del movimiento obrero en una sola central, ¿cómo lo ves?

Yo creo fervientemente en la necesidad de una sola central, y creo que va a ser tarea de nuestra generación intentar unificar el Movimiento Obrero en torno a una sola central, como hicieron los uruguayos con la PIT-CNT. La CTA y la CGT en nuestra generación no arrastra los enfrentamientos que sí hubo durante la década del noventa, por motivos que no vamos a analizar acá. Existe en términos generacionales, para la generación sub-50 vamos a decir, un nivel de conocimiento y de integración muy alto más allá de las centrales, más allá de los sindicatos. A mí me pasa, por ejemplo, que hay compañeros de UPCN con quienes tengo una relación muy buena, por más que expresemos muchas veces posiciones distintas.

Retomando el tema del sentido común, podríamos decir que el aparato cultural dominante en este país siempre ha generado sentidos, pero por qué al campo popular le cuesta tanto disputar esos sentidos por la positiva, ¿no? Incluso para pensar de otro modo al Estado. Porque el Estado también es la energía nuclear, Arsat, un montón de entes que producen riqueza, y no la simple “burocracia” que está para “atender”…

Coincido plenamente. Me parece que hay algo para destacar que es la intervención de YPF en el tema del litio. Acá Richardson, la comandanta de la cuarta flota, habló categóricamente de los recursos naturales en esta parte del mundo, así que la única manera de garantizar soberanía, es garantizar que la creación de riquezas no se vaya toda a los grupos económicos concentrados, que ya ni siquiera tienen sus domicilios legales en el país. Así que ni de burguesía nacional se puede hablar, porque terminan fugando todas las ganancias al extranjero. Por eso muchas veces la propia inestabilidad político-económica que vive el país es generada por quienes, en función de cuidar su capital, su patrimonio, viven fugando divisas. En ese sentido, hay un rol del Estado claramente vinculado con los sectores estratégicos y, fundamentalmente, con la capacidad de recuperar resortes de la economía. Lo vemos al actual ministro de Economía, con su buen diálogo con la embajada norteamericana y con los grupos empresarios, pero que no puede controlar los resortes de la economía, y por eso no puede hacer nada, porque tenemos una sociedad que además no está preparada para que el Estado utilice su último eslabón, que son las fuerzas de seguridad, para garantizar cumplimientos de precios, abastecimiento, por ejemplo. Y este Estado, hoy por hoy, con la palabra, con la persuasión, no puede garantizar absolutamente nada. Entonces claramente el Estado Nacional o cumple un rol en esas áreas estratégicas para recuperar los resortes de la economía o termina siendo una ventanilla administrativa para que vengan de afuera a llevar adelante una expoliación de los recursos.

Hace unos días Jorge Fontevecchia le hizo una entrevista a Sian Lazar, antropóloga británica, para Perfil. Me pareció interesante por toda la larga tradición que existe en Gran Bretaña respecto de los numerosos estudios del movimiento obrero, e incluso respecto de la dinámica del peronismo en la Argentina. Ella estudió por diez años al sindicalismo estatal argentino, tanto a través de ATE como de UPCN, entre 2008 y 2018, y hace poco la editorial Siglo XXI publicó un libro con esa investigación. Lazar comenta, con mucho asombro, que veía que el sindicalismo argentino, más allá de todos los golpes que padeció, aún tenía un poder de organizar la vida obrera más allá de las horas en que la clase trabajadora está en un empleo determinado. Todas las tareas de recreación, de turismo, de cuidados, de las infancias, o incluso la propia actividad sindical y la participación política de los activistas gremiales. Ella remarca, cómo el sindicato funciona en Argentina también como una especie de puerta giratoria a partir de la cual muchos activistas gremiales ingresan a la política, a una militancia por transformar ya no el lugar de trabajo sino el conjunto de las relaciones que guían la vida de un país.

¿Cómo ves esas dimensiones del sindicalismo estatal? Más allá de la paritaria, de la defensa del puesto de trabajo, etcétera, la dimensión que excede al mundo laboral, ¿qué rol cumple ATE en la actualidad en ese sentido?

Yendo a lo de la británica, a lo que plantea en la entrevista, creo que eso que puede ver en Argentina es lo que quedó de la Comunidad Organizada de Perón, y del rol de las estructuras sindicales en esa comunidad. En mi caso, viniendo de un hogar peronista, de laburantes, disfruté muchas cuestiones que las organizaciones sindicales pudieron hacer en eso de suplir el déficit que podía haber en un hogar con una mochila para el colegio, o con la posibilidad de ir a un camping, o un hotel en las vacaciones. Para mí eso forma parte de lo que hizo trascender al movimiento obrero argentino y, fundamentalmente, al peronismo en tanto identidad política, como valor cultural para el pueblo trabajador. Y afortunadamente, con la aparición de Néstor Kirchner, el peronismo (que estaba dado por muerto) tuvo su vía crucis, y las nuevas generaciones, que por ahí no venían del peronismo o que no habían tenido una cercanía con esa tradición, lo pudieron vivir. Porque el crecimiento que tuvieron las organizaciones sindicales entre el 2003 y el 2015 fue espectacular, alucinante, en términos patrimoniales, en cantidad de inmuebles. Fundamentalmente por las paritarias que se firmaron, por el crecimiento del poder adquisitivo, del salario, y por una política del Estado de alentar que las organizaciones sindicales vayamos más allá de la representación estrictamente paritaria o reivindicativa, y también podamos jugar un rol con nuestros compañeros y compañeras que representamos en lo cotidiano. Y eso es lo que para mí, en términos generacionales, creo que nos tiene que impulsar a encontrar como movimiento obrero el rol actual dentro del movimiento nacional. ¿Cuál es el rol del sindicalismo para esta generación sub-50? Lo que no puede volver a pasar, como nos pasó en el 2015, es que haya ruptura entre una parte de la dirigencia sindical y el proyecto nacional y popular. El proyecto nacional y popular tiene la obligación de integrar a las organizaciones sindicales a una discusión, sobre el rol estratégico que pueda tener en la producción, en los servicios, en la economía nacional en general. Y la dirigencia sindical también va a tener que interpelarse internamente para debatir sobre es ese rol, precisamente, para que no pase como ha pasado, que una discusión como el impuesto a las ganancias o cualquiera que identifiquemos como algo que perjudica a quienes representamos, nos termine poniendo en un lugar de funcionalidad al proyecto económico de la derecha y al proyecto político neoliberal.

Foto Leticia Berterre para Revista Zoom

Con respecto a la crisis desatada en ATE Capital: ¿qué va a pasar con el Congreso?

Más allá del episodio, que es lamentable, quienes tenían que garantizar la organización del Congreso y en definitiva un ingreso ordenado, a partir de la planificación de la organización, tendrán que volver a convocarlo. Lamentablemente, por los tiempos electorales que fija el Consejo Directivo Nacional, no va a haber tiempo para un Congreso Ordinario, así que suponemos que se va a convocar un Congreso Extraordinario, en el que nosotros, de la misma manera que lo íbamos a hacer el 19 de abril, vamos a ir para hacer un planteo político, que tiene que ver con poder explicar cuáles son las diferencias y las situaciones que llevaron, insisto, a que medio Consejo Directivo de la capital hoy esté afuera de las decisiones políticas que toma Daniel Catalano, y que entendemos han vaciado de política sindical a ATE Capital. Porque agrego un dato: en cuatro años de gobierno del Frente de Todos, Catalano no participó de una mesa paritaria. De ninguna de las paritarias, ni la paritaria general, ni las paritarias sectoriales que existen.

¿Y eso por qué?

Porque no es a eso a lo que él se dedicó, sino a cuestiones más relacionadas con la política partidaria, que son cosas que lógicamente todos reivindicamos, como el compromiso con la defensa de los Derechos Humanos, el pedido de libertad por Milagro Salas, el acompañamiento a las Madres de Plaza de Mayo. Pero hay una tarea prioritaria, primordial en la acción sindical, y que nosotros tenemos que cumplir, porque es el objeto de nuestra organización, y eso tiene que ver con la paritaria, con la defensa irrenunciable del salario, de la estabilidad laboral, de la posibilidad de nuestros compañeros y compañeras de hacer carrera, y eso él lo dejó vacante.

¿Y hay condiciones para el Congreso entonces?

Sí, el Congreso se tiene que poder realizar. Nosotros lo que planteamos es, por esta situación interna de anomia institucional, que la Junta Electoral, que es el órgano que va a fiscalizar todo el proceso, tiene que ser compartida. Así nos hubiésemos ahorrado una discusión, o una votación dividida en el Congreso en torno a ese punto. Quien no tiene nada que esconder tranquilamente podría acceder a que eso se conforme. No solamente con quienes somos parte del Consejo Directivo, sino incluso abriendo también a las corrientes de izquierda, que si bien no son muy numerosas tienen una participación activa en la vida institucional del sindicato, y que pueden funcionar como veedores. Muchas veces nos perdemos hablando de los veedores internacionales, cuando sería más sencillo armar algo plural dentro del propio sindicato. Nadie va a poder ganar una elección desde la mera oficina administrativa. Las elecciones se ganan en las urnas, en los sectores de trabajo. Entonces nosotros acercamos esta propuesta, y con esa intención se llevó al Congreso. Lógicamente, digo esto sin poner la culpa en aquellos sectores externos que hacían la seguridad por orden de Catalano, porque la responsabilidad política era de él. Es mucho más posible que se desmadren las cosas – como ya sucedió—, en presencia de personas externas. Porque si es todo entre compañeras y compañeros de ATE, los que vemos todos los días, es otra cosa, sabemos hasta qué lugar puede llegar la bronca.

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