Que siga girando

Análisis intuitivo de nuestra realidad económica.

¿Cómo hacer que los argentinos no compren dólares? Esa es la cuestión. Quien escribe no es economista, y su manejo de los conceptos es más intuitivo que técnico. Si buscan conocimiento calificado deberían dirigirse a otros artículos que aborden la temática de modo especializado.

Todos -o mejor dicho, la mayoría- estamos de acuerdo en que, al asumir, el gobierno heredó una complicada situación económica, fruto de la recesión que se arrastraba desde dos años atrás y el sobreendeudamiento seguido de fuga de capitales. Heredó también el cepo cambiario, medida contraria al ideario económico del gobierno saliente, tomada a disgusto para arribar a la entrega del mando sin un mayor desbarajuste. Si uno analiza fríamente, el gobierno de Alberto Fernández tomó el mando y devaluó más o menos camufladamente, imponiendo el impuesto PAÍS SOLIDARIO sobre el dólar turista y el dólar ahorro. Intentó evitar un ajuste ortodoxo apostando a recaudar más impuestos, con subas en bienes personales, retenciones agropecuarias y otros gravámenes. Recaudemos más para ajustar menos. Economía en recesión, se bajó la tasa de interés para intentar reactivar el crédito y el consumo.

Y bien, vino la pandemia. Hubo que emitir pesos para mantener artificialmente la economía en cuarentena, además de suplir de alguna forma lo que no se recaudaba. Se asistió mediante el IFE y los ATP, las políticas tal vez más significativas. Hasta en la aplicación de una política social se encuentra en nuestra sociedad la veta para esquivar el cupo del cepo, con la utilización de las cuentas bancarias abiertas a los humildes beneficiarios del IFE para comprar dólares. El gobierno reaccionó y cortó el chorro: si recibís ayuda, no podés comprar dólares. Renegoció la deuda con tiempos dilatados la deuda con los bonistas privados, logrando una quita significativa.

Pero los triunfos son efímeros en estas arenas movedizas, como cuando en una transmisión de fútbol están repitiendo un gol, y en ese transcurso el rival ya te lo empató e incluso te dio vuelta el partido.

Hay que ahorrar y comprar bonos en pesos, repite el ministro Martín Guzmán. Pero los argentinos van al dólar no por falta de confianza, sino también por necesidad. Si te querés mudar, necesitarás dólares; si tu deseo es viajar o ahorrar, también. ¿Qué debería pasar para que ahorrar en pesos se volviera tentador? Tal vez subir la tasa de interés de forma importante, para que algunos argentinos prefieran el plazo fijo o los bonos en moneda nacional, quitándole presión a la demanda del billete verde. Sin embargo, subir la tasa al 60 por ciento -en donde Macri la dejó- significa enfriar la economía y matar a las PYMEs y a todo aquél que ose pedirle un crédito a un banco en aras de sobrevivir en estos contextos tan adversos.

¿Y entonces? La solución por las malas, podría decirse. Devaluación del tipo de cambio, al que se suma la retención de ganancias y la creciente dificultad a la hora de acceder a la compra de dólares. Por otro lado, intentar el desdoblamiento del precio del dólar entre el oficial para el supermercado y el ahorro si querés guardarlos o viajar. Encarecer el turismo al extranjero y el ahorro en esa divisa, sin perder estabilidad en el precio del paquete de fideos (o pretenderlo). El tironeo y la puja distributiva determinarán si dicho desdoblamiento es posible, en un partido que se juega todos los días y cuyo principal ariete es el programa Precios Cuidados.

¿Qué puede leerse de todo esto? ¿Qué pareciera buscarse? Que las personas digan: no puedo viajar ni comprar dólares salvo en una cueva de esas de la calle Florida que quién sabe a dónde te pueden llevar después. Guardar pesos es inútil. Lo mejor será gastar, consumir con lo que queda si no lo erosiona la inflación, indeseable visita a la hora de bajar la presión sobre la demanda del billete verde. No podés hacer turismo pero sí tomar un café con medialunas en las mesas a la vereda que habilitaron en el AMBA. No podés mudarte pero tal vez comprarte un auto. Y así, que el Estado recaude un poco más cuando la rueda de la actividad económica comience a girar. No sabemos hacia dónde dirigirá su trayectoria, menos aún teniendo en cuenta que cada medida que se toma tiene su contraindicación. No hay una utopía rosa ni finales felices inmaculados, pero que la economía pueda moverse (al menos un poco) es mejor al quietismo. Que siga girando. Y vamos viendo.

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