Eles Nao Usam Black Tie

Las razones del arrollador triunfo de Bolsonaro bajo el prisma del proceso político argentino: corrupción, seguridad, odios de clase, neoliberalismo ortodoxo y restitución colonial. Parecidos y diferencias.

Recuerdo que cuando era joven veía la película de este título “Ellos no usan smoking”. Narraba sobre el origen del nuevo movimiento obrero organizado brasileño, y su lucha contra la dictadura en las grandes fábricas de San Pablo. Era para debate y formación. Poco queda de eso ¿no?

 

Lo de Bolsonaro, visto desde Argentina y con la información que se recibe desde las redes sociales, parece de un relato de realismo ficcionado. Una comedia satírico trágica.

 

Antes que nada podemos preguntarnos: ¿Todo eso que dice es público, es su conducta cotidiana, o se lo sacaron de conversaciones «off de record»? Esta pregunta la hacemos, ante lo que parece increíble de algunas declaraciones o en todo caso «exabruptos». Pero no es así, según nos confirman amigos: es una «estrategia de campaña». Como una reacción de valores tradicionales, transversales a todas las clases frente al avance de la “ideología de género”. Es tan así ese avance y esa reacción, que implica un resultado electoral de este tipo. Habrá que ver.

 

Leímos algún que otro análisis, abstraído del relato militante o progresista, que inducía a preveer este resultado (quizás no tan abultado). Preveía un crecimiento en las preferencias para este personaje, e indicaba que muchos caballitos de batalla de la campaña progresista habían llegado a un límite y a partir de ese límite acumulaban en Bolsonaro. Con una capacidad de apelar a «fantasmas», como asustar a las madres pobres con que sus hijos varones serían afeminados en un gobierno de izquierda o cosas así ¡Jaja! suena gracioso, si no fuera por el resultado.

¿Puede afectar una elección presidencial?

 

Los análisis poco difundidos parecían indicar también que se había perdido o más bien abandonado el eje de la contradicción principal, con eje en el trabajo. Y que la cuestión de un nacionalismo con bases materiales económicas también había quedado de lado. O sea se corría el eje hacia un terreno de derechos civiles, donde Bolsonaro parecía, más bien, conservador (siendo generosos a la luz de lo que yo pude ver). Se pensaba que allí el progresismo tenía las de ganar, y se regalaba un nacionalismo berreta sin contradicciones con el capital global, a Bolsonaro, eludiendo también desde el campo de la izquierda discusiones complicada para el PT.

 

Es de tener en cuenta que en Brasil, según creemos, se maneja una cultura distinta a la nuestra. Las relaciones frente al sexo, la los grupos diversos, son muy liberales hace mucho, al menos a comparación de nosotros. También es cierto que la política, la cultura política, es en Brasil distinta en muchos aspectos, tanto estructurales como en las formas en que la población se expresa. Por lo tanto creemos que analogías fáciles entre Brasil y Argentina no son sencillas y no ayudan a pensar qué hacer acá.

 

Si bien hay un espacio latinoamericano, y está condicionado por la tendencia mundial y regional, por los intereses del capital y de los estados imperialistas, lo cierto es que podemos evolucionar de forma distinta, con los límites del caso.

 

Por otro lado no creemos que sea literalmente «fascista» el fenómeno que se ve allí. Únicamente que reduzcamos al fascismo a algunos rasgos autoritarios en lo social, o cierta simpatía por la policía y cierta discriminación por el «otro». Pero el fascismo, si es eso, abarca demasiado y deja de lado otros aspectos sustanciales. No se pueden perder de vista sus aspectos nacionalistas y disciplinadores del conjunto de las clases, o sus aspectos imperialistas, o de alternativa revolucionaria de derecha, o de «nuevo orden» ante la alternativa revolucionaria de izquierda. Y nadie duda que en Brasil no existe ninguna revolución, ni cambio profundo o reforma significativa en ciernes. En todo caso, quizás, sería un fascismo periférico, inviable en tanto nacionalista y por lo tanto disciplinado a otros imperialismos y solo disciplinador del pobrerío. En ese sentido con políticas que prometen bases yanquis en su territorio, con entregas y «colaboración» del capital imperialista en la explotación de los recursos brasileños y en las regiones soberanamente sensibles, con gran libertad. Bueno, seria un fascismo particular. Pero no me parece que la categoría lo abarque más que como insulto. Y con rasgos del fascismo: el disciplinamiento de la clase obrera y el ataque a la izquierda.

 

Tampoco es un liberal clásico, obviamente. Y dentro de los que podría ser un neoliberal con tendencias autoritarias. Allí tendríamos que ver que reúne ciertas características posibles. Sí parece, según lo que llega a nuestras manos, o más bien oídos y ojos, un «agente» de intereses: por un lado de una fracción de la burguesía que busca disciplinar (aún más) a los oprimidos brasileños. Segundo, de los intereses del capital globalizado y de las fracciones del gran capital brasileños que buscan globalizarse con el mayor éxito posible. O sea un “neoliberalismo” más radicalizado, con rasgos de ruptura con el sistema de partidos pero de afianzamiento de los lazos al capital globalizado. Al menos como intención ya que si finalmente gana, gobernará en un sistema republicano que por más manipulable que sea , se atiene a ciertas reglas. Por ahora.

 

Pero eso no explica la avalancha de votos que sin dudas se ven con claridad en los Estados significativos como San Pablo, Belo Horizonte, el sur, etc. Allí donde se produce la riqueza y esta la clase obrera, otrora bastiones de origen del PT (hoy migrado hacia el pobrerío del norte, cosa que debería pensarse también). Sin embargo el PT conserva su caudal (aunque con este corrimiento regional), los que se derrumbaron fueron los partidos de centro.

 

Pareciera que «la izquierda» no interpela a los trabajadores o a los sectores más modernos de la sociedad. O más bien interpela ¿a una parte de los sectores medios y al pobrerío? ¿A partir de reivindicaciones de «tercera (o cuarta) generación»? esta es más bien una pregunta, cuya respuesta debe inducirnos a pensar qué tipo de sociedad aspiramos y qué consideramos “cambio”.

 

La seguridad dicen que es otro de los temas. Habría que ver qué hay de cierto si es una «sensación» como suele ser acá, o si es, como parece, una cuestión de real dificultad. Allí habría que ver qué es lo que el progresismo propone, más allá de mejorar las condiciones de vida. No olvidemos que la primera intervención militar en las favelas fue con Lula. Ya que no basta proteger a la población de los abusos policiales, hay que indicar que también se va proteger de los abusos de los delincuentes. No creo que las amplias mayorías les baste lo primero. El “orden” no es solo un valor negativo. De allí, y la idea que transmite Bolsonaro de que se eliminara a los delincuentes, viene parte de su apoyo y efectivamente el apoyo de la policía, hecho público a través de sus sindicatos.

 

Lo más sorprendente es el apoyo de los militares. ¿Es así? Lula no “persiguió” ni marginalizó a las FFAA, de hecho las desarrolló y les dio tareas estratégicas. Las hipótesis de conflicto eran evidentes (Amazonas, acuífero, recursos naturales, proyección atlántica, etc.) El rol de Brasil como potencia iba acompañado del desarrollo de su poder militar. Este personaje promete volver a la vieja asociación subordinada de las FFAA brasileñas con el imperialismo. Que es la otra tradición dominante en el hermano país (aunque a muchos les sorprenda dado el desconocimiento las FFAA argentinas fueron muchos más independientes de los EEUU que las brasileñas). Debemos estar alertas ya que de ahí se deducen nuevas hipótesis de conflicto. Pero preguntamos ¿las manifestaciones de la alta oficialidad son compartidas por el conjunto de las FFAA? teniendo en cuenta que Bolsonaro será un seguidor de la geopolítica norantártica y globalizador. Puede ser. Insistimos: hay una tradición de asociación al imperialismo muy fuerte que creíamos rota.

 

Sin embargo no son las FFAA la clave, ni un factor central del triunfo electoral (aunque puedan ser un factor de su estabilización). Indudablemente una parte sustancial de la población no valora el golpe institucional contra Dilma como lo valoramos nosotros. Porque realmente hubo un «golpe» o, siendo contemplativos, una destitución sumamente antidemocrática, con argumentos que fueron, al menos débiles. Esto se puede constatar en algo que nos negamos a observar en su momento: la no masividad de las movilizaciones a favor de Dilma o de Lula. La ausencia del movimiento obrero en el relato de lo que pasa en Brasil es otro sorprendente factor ya que el PT es el «Partido de los Trabajadores» y Brasil tiene una poderosa industria, o sea hay una “clase en sí”.

 

La «antipolítica» que parece representar Bolsonaro, es otro factor. Es una forma de canalizar el descontento que, como podemos pensar siguiendo aproximadamente a Gramsci; se puede canalizar en forma revolucionaria o reaccionaria. Hay que tener cuidado con menospreciar el argumento de la «corrupción». Queremos decir, que no basta que los «otros» sean más corruptos o su corrupción sea más grave, sea una corrupción de “lesa patria”. Hay que ser “impolutos”, no aceptar como normal el «sistema de vueltos». O sea para corruptos están ellos que son mejores. Una propuesta popular debe ser radical en ese tema, en su discurso, en ese sentido la antigua ética de los partidos obreros y los revolucionarios deben ser rescatados. Porque desgraciadamente «la gente» se banca a un Macri corrupto, pero no a alguien que se adjudica la representación del pueblo o los trabajadores.

 

Es clara por último la influencia de las religiones «evangélicas». Los que seguimos la destitución de Dilma, terminamos pensando que a comparación del brasileño nuestro lamentable parlamento era la escuela de filosofía de Atenas. Allí claramente hay una estrategia del imperialismo, cuyo origen está en los ochentas y fue presentada en los famosos documentos de Santa Fe (Santa Fe Nuevo México). Estas religiones tienen una ética individualista, un conservadurismo anglosajón (si anglosajón, aunque sea América Latina), de resignación (basadas en la idea de «predestinación», no de «salvación por obras» del catolicismo u otros). Profundamente embrutecedoras, pro-sionistas, pro-imperialistas, competitivas, disciplinadoras, aceptadoras de jerarquías heredadas, etc.

 

El futuro resultado, aunque parte de una amplia ventaja de Bolsonaro que se sustenta en una tendencia social, puede ser revertido. El tema es que para plantear una alternativa que retome banderas de reformas profundas es tarde. Por eso la idea de “frenar en avance fascista” parece una estrategia posible, desesperada, para esta necesidad. O sea atraer a un “frente democrático” muy amplio a sectores moderados y de derecha que no se compren al aparente cachibache. Esa necesidad encierra una trampa, la misma que llevó a Dilma a la debacle, transar con amplios sectores del stablishment para lograr los apoyos que permitan frenar a la que aparece como su ala radicalizada en vías de hacerse del Estado.

 

Por suerte esa no es nuestra situación. Pero debemos estar advertidos.
No creemos que este fenómeno cuya aparente transparencia da para análisis fáciles, sea tan fácil como lo vemos. Veremos. Esperemos que se revierta la tendencia en el país vecino. Que se revierta de forma positiva y no asumiendo partes del programa del enemigo. Pero cualquier reversión de este resultado será mejor o al menos, menos mala. Será algo negativo si no sucede. Y en apariencia la sepultura de algunos cambios positivos desarrollados en la década pasada a nivel regional.

 

 

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