En el 2015 se realizó la primera marcha de Ni Una Menos. Ocho años después nos encontramos con un movimiento feminista que ha atravesado conquistas y avances innegables en la sociedad. Sin embargo, el camino todavía se muestra sinuoso y el escenario actual demanda parar la pelota y mirar hacia dentro. Reflexionar, debatir y volver a pensar es necesario para construir nuevas consignas y salir de nuevo a la cancha.
Sobre la situación actual del movimiento feminista y sus objetivos, fortalezas y debilidades, conversamos con Lucila De Ponti, precandidata a diputada por Un Futuro Sin Miedo, lista que comprende al Movimiento Evita y Ciudad Futura; Sonia Tessa, periodista de diversos medios y editora de Rosario 12; y Virginia Giacosa, editora de ReaRevista y periodista gráfica y radial.
Desde la creación de Ni Una Menos en 2015, hasta la despenalización del aborto en 2020, el movimiento feminista tuvo quizás, un pico de efervescencia y militancia. Sin embargo, tres años después del triunfo verde muchas sienten que aquel dinamismo ha mermado y que la ausencia de una causa poderosa y convocante ha generado una fragmentación y dispersión en el movimiento. ¿Qué análisis podés hacer de esta situación?
LDP: Lo que sucedió entre 2015 y 2020 fue un movimiento que demandó mucho esfuerzo, mucho poner el cuerpo, mucha disposición para estar en las calles, en cada lucha y que tenía al aborto como un símbolo importante. Hoy tenemos que encontrar una nueva simbología, una nueva demanda, un significante, que nos pueda aglutinar, que nos pueda convocar. Tenemos un sinnúmero de cuestiones sin resolver. Seguimos teniendo una cantidad enorme de femicidios, seguimos teniendo el promedio de una mujer asesinada por día. Tenemos que volver a encontrarnos y recuperar la presencia en las calles.
ST: Mirá, creo que, por un lado, la legalización del aborto fue una consigna sin ambigüedades ni diferencias en su implementación y, en realidad, más allá de que realmente las hubiera, había una conducción estratégica que era la Campaña Nacional, con sus propias tensiones y diferencias, pero marcando la línea. Hoy vivimos las tensiones propias de haber obtenido una gran conquista, de tener una incipiente institucionalización que genera otras tensiones y diferencias.
El Ni Una Menos fue un grito común. Por supuesto que vivir una vida sin violencia es también un objetivo unificador, pero la forma y las maneras de llegar a ese objetivo, mucho más lejano y difuso, resulta mucho menos aglutinante. Sí creo que la sociedad argentina ha realizado una transformación profunda desde sus bases, y en eso el movimiento de mujeres, feminista, LGTBIQ+, son dinamizadores.
VG: Si bien no tengo la respuesta reconozco que hay quienes ubican cierta desmovilización en lo que se llama la institucionalización de los feminismos. En estos últimos años se creó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. Hasta en Santa Fe lo que era una Secretaría de género y diversidad adquirió rango ministerial y hay quienes asocian eso con un feminismo más de gestión institucional que de activismo o militancia callejera. Por otro lado, sabemos que a los feminismos se los ha pensado a lo largo de la historia en formato de olas. Y que las olas suelen verse sólo en su momento de mayor exposición, es decir, cuando se levantan. Esto significa que muchas veces no conocemos lo que sucede al interior, en las entrañas de esa marea que está por subir, y creo que en los feminismos nunca nada está tan quieto como nos quieren hacer ver.
¿Cuáles consideras que son los objetivos más importantes del feminismo en la actualidad?
LDP: El feminismo tiene que recuperar la potencia que hace unos años nos permitió poner el centro de la conversación pública y en la agenda institucional nuestras demandas y todos los objetivos que tenemos para alcanzar una sociedad más igualitaria donde las mujeres y las disidencias podamos vivir en libertad y sin miedo. Creo que en los últimos años se fue diluyendo un poco esa gran potencia que teníamos y nuestro objetivo tiene que ser en este momento ese, sobre todo cuando hay una proliferación de discurso de odio, de violencia política que cuestionan nuestros derechos. Tenemos que volver a tomar las calles, volver a convocar a todas las pibas, a todas las mujeres que se sumaron a hacer esa gran revolución en Argentina que fue tan importante para este tiempo y creo que tenemos la oportunidad de recuperar toda esa fuerza para volver a poner en el centro de la discusión nuestra agenda.
VG: En este contexto actual considero que lo principal es recuperar el sentido político de los feminismos, volver a ciertas bases, sentar una agenda común, escuchar las necesidades de todas y todes. La pandemia, la crisis económica, el endeudamiento con el FMI me parecen que son condicionantes importantes para nuestras vidas y las del movimiento y que hoy ocupan un lugar importante como eje de lucha.
El intento de magnicidio contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, dejó expuesto el nivel de violencia política de nuestra sociedad. Vale recordar que un año electoral como el 2023 ha exacerbado los discursos de odio propagados por los sectores de la oposición pronunciando un avance de la derecha que no significa sólo la pérdida de los logros conseguidos, sino que refuerza la instauración de un modelo neoliberal y criminal para todas y todes.
ST: La profunda revisión de las violencias para lograr sociedades igualitarias sigue siendo un gran objetivo, pero también, desde mi perspectiva interseccional, esas transformaciones forman parte de una impugnación de la raíz del sistema social, político, económico patriarcal. El extractivismo, la concentración de la riqueza, los flujos de personas en un mundo cada vez más excluyentes, forman parte de nuestra agenda.
Y por supuesto, creo que la necesidad de reconocer el valor económico de las tareas reproductivas debería ser un gran objetivo de los feminismos, pero como siempre, ahí entran a jugar los diferentes sectores de los feminismos. Hay una vertiente más “institucional” que viene trabajando ese tema desde los organismos internacionales, los gobiernos, etc., mientras otras organizaciones –como La Garganta—, vienen haciendo hincapié en la necesidad urgente y concreta de reconocer el trabajo de las cuidadoras comunitarias, que a partir de la pandemia han quedado en evidencia como quienes sostienen la vida en los sectores populares.
¿Qué fortalezas y qué debilidades encuentran dentro de este movimiento tan heterogéneo y diverso?
ST: Me parece que en este momento histórico no hemos logrado encontrar espacios para dirimir nuestras diferencias (algunas profundas) a partir de un diálogo que pueda encontrar objetivos estratégicos comunes (como sí lo fue la legalización del aborto) y estamos más bien enfrascadas en la profundización de nuestras diferencias. Pero ojo, yo no adhiero en absoluto a una idea ingenua de que el feminismo deba dejar de discutir, porque las diferencias existen, son profundas. Creo que sería importante volver a tener objetivos comunes que nos permitan discutir en un mismo cauce, sin renunciar a pensar y discutir.
LDP: Las fortalezas son todo lo que hicimos: la capacidad de haber convocado a toda una generación de pibas a sumarse a las luchas políticas, a las luchas por construir una sociedad mejor. Todo lo que significó el feminismo y el debate por el aborto y otras demandas fue fundamentalmente esto, la capacidad de traer a un montón de sectores sociales a la discusión pública y política. Esas son fortalezas indispensables.
Las dificultades tienen que ver con otras virtudes. El movimiento feminista es un movimiento muy democrático que no ha tenido conducciones claras, pero eso siempre fue algo que lo reivindicamos, que lo vimos como algo positivo ya que trascendía a los partidos y a las identidades políticas. Pero también eso requiere de un mayor esfuerzo de organización, de una constante discusión, de una constante tarea de tejer acuerdos y eso a veces es muy desgastante. Creo que tenemos que encontrarle la vuelta para poder construir nuevos caminos como lo hicimos en años anteriores.
Es claro que el discurso “feminista” ha llegado a los medios, las publicidades, las producciones audiovisuales de toda índole, etc. ¿Qué consecuencias tiene? ¿Qué sucede con el carácter contestatario de este movimiento en estas circunstancias?
ST: “Es el neoliberalismo”, diría yo. Claro que la enorme masividad –y su inserción en el tejido social— impregnaron distintos discursos sociales, y que eso sin dudas requiere una pasteurización para lograr que formen parte de los mercados. Sin embargo, creo que todo lo que permita la circulación de otros discursos también genera grietas, reapropiaciones, posibilidades de llegar a lugares insospechados, y por tanto, no creo que la pérdida del carácter contestatario del movimiento sea consecuencia de esta impregnación del discurso feminista en sectores cada vez más amplios, sino que tiene otros múltiples factores. La institucionalización –que en los noventa tuvo más relación con las ONGs, y hoy está más vinculada a las organizaciones estatales, los organismos multilaterales y también las fundaciones internacionales— es un factor de reapropiación de parte de un sistema que todo lo reabsorbe. La potencia del movimiento sigue vigente, porque hoy los feminismos villeros, populares, latinoamericanos están vigentes, aunque no sean los que más se ven. Por eso digo que no podemos desconocer las diferencias. Otra cosa es poder hacer con esas diferencias, a partir de objetivos comunes.
LDP: Hoy vi en las redes sociales de un montón de políticos, que hace algunas semanas capaz decían que hay que cerrar el Ministerio de la Mujer, el cartelito de Ni Una Menos. De alguna manera siempre se encuentran manteniendo esa posición cosmética de decir lo que creen que es políticamente correcto para un sector de la sociedad. Me parece que el feminismo tiene que escapar de esos lugares. El movimiento feminista tiene demandas radicales en término de poder modificar el sistema en su conjunto y de eso hay que sostenerse para ir a dar las demandas específicas. Quienes sostienen el status quo no tienen que ser un parámetro del cual nosotras midamos lo que hacemos ni desde el cual nosotras construyamos nuestras demandas.
¿Cómo piensan que incide la situación política y económica actual dentro del feminismo?
VG: Pienso que es imposible escindirse como feminista de un contexto económico como el que estamos atravesando, marcado por la deuda, la precariedad, el trabajo doméstico no remunerado y la falta de salarios dignos. Se calcula que las mujeres ganamos un 28,1 % menos que los varones; que los hogares de menores ingresos están compuestos en un 64 % por mujeres; que la tasa de desocupación es del 7,8 % para las mujeres y del 6,1 % para los varones; y que estamos más expuestas a trabajos informales que ellos. Hay una certeza para los feminismos y es que los contextos de crisis nos golpean aún más a las mujeres y a las disidencias.
ST: Creo que la existencia de un gobierno de origen popular, con amplios sectores permeables –e incluso integrados— por las demandas feministas y sus activistas, le da complejidad a la movilización. Contra Macri fuimos muchas, porque era un gobierno que no tenía ninguna permeabilidad, y sólo restringía derechos. Ahora, con el fracaso de este gobierno en tanto proyecto popular, estamos más inermes. Y al mismo tiempo, somos el blanco de los sectores de ultraderecha que vienen señalando al movimiento feminista como uno de los culpables de los problemas que sufre la sociedad. Con este panorama, creo que recuperar la movilización es imperativo, pero al mismo tiempo siento que requerirá de una inteligencia y de una imaginación política que necesitamos poner en marcha.