Otro ladrillo en la ciudad

Rosario atraviesa el segundo boom inmobiliario del siglo XXI y, con la anuencia de la gestión municipal, se apresta a borrar las marcas que la historia dejó en sus barrios. Pero este aumento de las unidades habitacionales está lejos de garantizar mayor acceso a la vivienda.
rosario boom inmobiliario

“El presente libro argumenta que el mundo del pensamiento, los sentidos, la sensación, la percepción, las  costumbres, las prácticas, los hábitos y la humanización no carece de relación con el mundo de los estratos geológicos, los climas, la Tierra y las enormes duraciones del cambio que parece burlar las escalas temporales de  nuestros pequeños asuntos.”

Jussi Parikka

Una geología de los medios

Hace 10 años en la ciudad de Rosario se cristalizó una imagen que se fue gestando con el tiempo, ladrillo a ladrillo, y se consolidó bajo la etiqueta de “boom inmobiliario”. Después del declive de la construcción que se produjo por la caída de los precios internacionales de los commodities, hoy vuelve a manifestarse un renovado nivel de la actividad, que es apuntalado por las intenciones urbanísticas que tiene el Intendente Pablo Javkin. Según el seguimiento de la actividad económica que lleva adelante la Fundación del Banco Municipal, desde marzo del 2021 la facturación real del sector de la construcción ya recuperó los niveles previos a la pandemia y tiene tendencia alcista. Otro de los datos que aportan desde la gestión local es la cantidad de permisos de edificación otorgados a las desarrolladoras, los cuales solamente en los primeros ocho meses del corriente año superaron en un 69% a la totalidad del 2020.

Al mismo tiempo, algunas movidas publicitarias dan cuenta de la reactivación de algunos mega proyectos que anteriormente encontraban un freno en la normativa vigente o en el Concejo Municipal, que no le daba habilitaba excepciones para a los mismos. El dato más llamativo es que todos estos datos contrastan con la compra y venta de inmuebles, que está freezada desde comienzo de la pandemia. Los agentes reconocen que para tener chances de vender deben resignar y operar por abajo del precio de mercado, alrededor de un 10% recomiendan. Sin duda, Rosario vive el inicio de su segundo boom de la construcción pero con magro impacto sobre otros aspectos.

Puede parecer antipático, después de una pandemia que paralizó la economía, ponerse a contarle las costillas al tan mentado crecimiento. Pero en este caso, la inercia del desarrollo inmobiliario encomendado a su libre albedrío puede llevarse puestas las características y peculiaridades de barrios históricos de la ciudad, como Refinería, Pichincha o Fisherton entre otros, y tornar a una ciudad de escala razonable en una difícil de habitar. Como afirma el finlandés Jussi Parikka en su libro “Una geología de los medios”, a quien hemos citado al comienzo de esta nota, el análisis de los estratos característico de la geología es un paradigma que debe utilizarse para hacer un análisis más amplio de la historia y el desarrollo de las ciudades. Desde la asunción del intendente de extracción radical Pablo Javkin, el Concejo le dio aprobación a diversos proyectos oficiales que permitieron flexibilizar las normativas vigentes (alturas mínimas de los pisos y dimensión de los balcones), aumentar los índices de construcción (mayor altura total de la edificación por cada zona) y, consecuentemente, mejorar la rentabilidad para los desarrolladores inmobiliarios. El caso más reciente, la llamada “revitalización del área central”, sumó a todo esto la descatalogación de inmuebles de valor patrimonial. El año 2021 cerró en el Concejo Municipal con la aprobación del proyecto que permite la construcción de un Hilton por la desarrolladora Argenway en pleno centro de la ciudad, con un apoyo transversal de los espacios políticos.

Al igual que en Ciudad de Buenos Aires y otras grandes ciudades del mundo, en Rosario se desenvuelve una operación urbanística que se ha dado en llamar “gentrificación”, donde se dejan caer adrede zonas de la ciudad para que luego grandes inversores inmobiliarios compren barato y, a través de la venta o el uso del inmueble, saquen altos porcentajes de ganancias. Como consecuencia queda concentrada la propiedad de las viviendas en pocas manos y somete a la mayor parte de la población a alquilar de por vida. Y para colmo, utilizando un altísimo porcentaje de los ingresos para habitar hogares que no les son funcionales para su tipo de familia o en pésimas condiciones de mantenimiento.

El precenso que realizó el INDEC entre el 2019 y el 2020 arroja que la ciudad de Rosario cuenta con 462.703 viviendas, contabilizando un aumento del 29,6% respecto del censo 2010, pero sin embargo pasan los años y uno de los problemas más acuciantes para los rosarinos y las rosarinas sigue siendo la crisis habitacional. De acuerdo a diferentes estimaciones de organizaciones que trabajan la temática, no hay déficit de unidades ya que entre 60 y 80 mil están ociosas. Esto significa entre el 14% y 18% del total. Ian Brossat trabajó en la cartera de vivienda y hábitat en París y recolectó sus reflexiones en “AIRBNB, la ciudad Uberizada”: “Decenas de millares de residencias secundarias poco ocupadas se unen a un nicho de alrededor de 100.000 viviendas vacías y a las más de 20.000 viviendas ilegales alquiladas al año. Así que son alrededor de 250.000 viviendas parisinas las que ya no están ocupadas por familias que viven y trabajan en París; una cifra impresionante, que se corresponde con casi una vivienda de cada cinco. Centenares de miles de metros cuadrados de viviendas son desviadas de su primera utilidad”.

Como en muchos debates importantes, se instala un falso dilema: desarrollo y trabajo vs cuidado del patrimonio y discusión sobre el modelo urbanístico. Ahí es donde es más necesaria que nunca la política, para sentar a los actores involucrados en la mesa y llegar a acuerdos que sean funcionales a las mayorías.

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