Macri y el parlamento perdido

Un repaso del año legislativo de Cambiemos: de los logros iniciales a la sucesión de traspiés del segundo semestre.

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A principios de 2016, cuando todavía disfrutaba de la luna de miel de todo gobierno recién asumido, el presidente Mauricio Macri formuló en público sus proyecciones para el año inaugural del ciclo Cambiemos. Dijo que habría un comienzo social y económicamente duro, lo que se revertiría a partir del ya famoso segundo semestre. Esto quería decir que en el tramo inicial se imponía hacer los deberes, para después sentarse a esperar que llovieran inversiones desde el mundo, que en su cosmovisión equivale al norte -dicho esto no en el sentido despectivo que le asignan las corrientes antiimperialistas-.

 

Las correcciones que demandaba este programa requerían, por supuesto, de acompañamiento legislativo. Asunto especialmente sensible para el único gobierno argentino que desde 1983 inició su gestión en minoría -y muy significativa- en ambas cámaras del Congreso, y que cuenta, además, con el agravante de ser una alianza partidaria. Para muestra, basta un botón: de quince senadores que componen el bloque cambiemista en la casa que expresa el federalismo, apenas seis pertenecen a la escuadra fundada por el ex alcalde porteño, el PRO. Del mismo modo, cuenta con sólo cinco gobernadores amigos sobre un total de veinticuatro.

«Cambiemos es una articulación de minorías en una aritmética tan brillantemente quirúrgica para el resultado que obtuvo como fino es su predominio»

La llegada al poder de Cambiemos, hace exactamente un año, estuvo, sin embargo, rodeada por una serie de factores que permitieron trazar una estrategia legislativa. Al optimismo propio de todo gobierno, se le sumaba el descrédito del kirchnerismo, que impulsó el triunfo amarillo en el balotaje, y, algo quizás no tan comentado pero no por ello menos importante, el relato -con algo de aroma gorila- que compró cierta parte del peronismo no alineado con Cristina Fernández y que se basó en el lema “cuando están en la oposición no dejan gobernar”, que contuvo los instintos equilibristas en esa formación. Por último, los conflictos internos del FpV-PJ hizo que todos sus fragmentos deseosos de licuar el predominio de la anterior primera mandataria encontraran una ruta para ello en el sostenimiento circunstancial de Macri.

 

Todas estas teclas fueron las que supo operar el ala política del oficialismo, liderada por el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y por el ministro de Obras Públicas e Interior, Rogelio Frigerio. Bien se dijo acerca de este cuadro de situación que, contrariamente a lo que se esperaba atento a la prédica duranbarbista, en el macrismo parecen funcionar mejor los dirigentes con orígenes tradicionales que aquellos provenientes del mundo empresarial. A pesar de esa minoría con que llegó al Congreso, la puesta en marcha del programa de reinserción en los mercados obtuvo cuanta ley dijo necesitar y, sin embargo, su ejecución fue deficiente. Cumplido el primer cuarto de su mandato, el Presidente no puede exhibir siquiera mínimos avances en sus objetivos. Sólo por mencionar algunos ítems, se cuadruplicó el déficit fiscal y crecieron la pobreza, el desempleo y, dato muy preocupante, la deuda externa en relación al PBI.

 

Ahora, para peor, y mientras el concierto global con que esperaba contar Macri termina el año arrasado (sus dos mejores amigos, los demócratas norteamericanos y el italiano Matteo Renzi, fueron desalojados del poder, mientras el tercero, Mariano Rajoy, sobrevive a duras penas), el tubo parlamentario aceitado del primer semestre, de repente, se taponó: allí tampoco anota éxitos hace ya buen rato.

 

***

 

carrioFechar es siempre un acto un tanto arbitrario, pero si hubiese que ubicar temporalmente el origen de las dificultades legislativas amarillas habría que pensar en la caída del proyecto de ley de reforma del Ministerio Público Fiscal. En criollo: el despido de Alejandra Gils Carbó, que sigue vivita y coleando. Ese fracaso no lo determinaron ni CFK, ni Miguel Ángel Pichetto, ni Sergio Massa. Muy por el contrario, se trató de un gol en contra: fue Elisa Carrió quien fulminó la iniciativa. Con el jefe de los senadores peronistas y el líder del Frente Renovador se había acordado el reparto de cargos que crearía el nuevo régimen de fiscales, dejando afuera a la diputada chaco-porteña. Grave error: apoyada en la inconstitucionalidad que implicaría remover a la actual procuradora general de ese modo, Lilita hizo estallar uno de sus clásicos escándalos. Esa desinteligencia hizo que los diferentes segmentos peronistas anunciaran que retiraban su apoyo a la propuesta, que casi de inmediato Macri ordenó sacar de agenda sin que a la fecha se haya hablado una sola palabra más al respecto.

 

Aquí se conjugaron todos los elementos enumerados más arriba. Cambiemos es una articulación de minorías en una aritmética tan brillantemente quirúrgica para el resultado que obtuvo como fino es su predominio. El mínimo traspié pone en crisis el ritmo político que marcó una diferencia tan escasa como algo más de trescientos cuarenta mil votos netos. El esquema es el siguiente: la suma PRO-UCR-Carrió provoca balotaje, en dicha instancia el no peronismo prevalece y esa ecuación maniata al justicialismo, como se detalló arriba. Pero esto se sostiene si, y sólo si, la arquitectura del 51% se preserva intacta. Como bien explica Ignacio Zuleta en su libro de reciente aparición, Macri confidencial. Pactos, planes y amenazas, ésa es la clave de la chance de reelegir.

“El desprecio que el departamento dominante de Olivos (Marcos Peña-Jaime Durán Barba) profesa tanto por Monzó como por sus métodos hizo errar mucho a Macri”

Pichetto y Massa reaccionaron entonces con una lógica muy sencilla: ¿cómo podrá el no peronismo reprochar golpismo al peronismo por retacear acuerdo a un pedido del Presidente, si la primera que se lo está negando, poniendo en jaque su condición de mayoría, es Carrió, su socia principal?

 

La referente de la Coalición Cívica acaudilla apenas cuatro bancas de la cámara baja. ¿Cómo con tan poco es tan determinante para Balcarce 50? Más allá de lo ya descripto en relación a los bordes númericos cambiemistas, la incidencia de Carrió es cualitativa. Volviendo a Zuleta, el analista califica a la ex candidata presidencial como la «ISO 9000» de Macri para con el electorado de clases medias más alejado del peronismo. El 34% que lo depositó en segunda vuelta se edificó con gran cantidad de sociología que tuvo para con él reparos morales (su santo y seña) similares a los que, más furiosamente, la hicieron adversar a Néstor Kirchner y a CFK. El pacto con Lilita lo exorcizó.

 

Como sea, desde aquel episodio se sucedieron las derrotas del chip electoral y de los estímulos al emprendedorismo que hacen al ADN new age del macrismo. Y el Presupuesto y la ley de participación público-privada le costaron más caras de lo previsto. Cuando en mayo se aprobó la ley antidespidos, en cambio, la todavía vigente solidez interna le permitió manejar ese lío a gusto y piacere, coordinando con el kirchnerismo esa sanción que fue vetada de inmediato.

 

***

 

monzo-macriPero no todo es Carrió en estos tragos amargos. El desprecio que el departamento dominante de Olivos (Marcos Peña-Jaime Durán Barba) profesa tanto por Monzó como por sus métodos, que asocian a obsolescencias que la gente rechazaría -aunque al mismo tiempo aseguran que nadie presta atención a esas minucias-, hizo errar mucho a Macri. Son ejemplos de esto el DNU que echó a perder los arreglos que habilitaron la ley de blanqueo, que le valió la pérdida de confianza del massismo y del scrum de Diego Bossio, y el que retiró subsidios a la actividad portuaria de la provincia de Chubut, lo que enfureció a su gobernador, Mario Das Neves. Todo ello justo en las horas en que la Casa Rosada necesitaba como agua acumular todo lo posible para mover el impuesto a las ganancias a su antojo.

 

El jefe de Gabinete nacional supone que para vivir le alcanza con repetir en público el libreto de las razones que, cree, consagraron a su partido. Olvida que el “Círculo Rojo” puede no ser decisivo a la hora de las urnas, pero sí para tramitar el día a día de una administración que debe convivir con correlaciones de fuerza que lo anteceden. La Corte Suprema de Justicia ya había hecho sonar la alarma cuando hizo naufragar el expediente tarifario.

“Pichetto y Massa reaccionaron entonces con una lógica muy sencilla: ¿cómo podrá el no peronismo reprochar golpismo al peronismo por retacear acuerdo a un pedido del Presidente, si la primera que se lo está negando, poniendo en jaque su condición de mayoría, es Carrió, su socia principal?”

Cada nuevo tropezón sólo sirve para subir el precio de los gobernadores, verdaderas llaves parlamentarias porque pesan en ambas cámaras. Se habla mucho de Massa, quien es hábil para exprimir lo suyo en un recinto de puras minorías, pero las modificaciones en el sistema de votación fueron abortadas por el mandamás formoseño Gildo Insfrán, a la sazón presidente del congreso nacional del PJ. Pichetto, que presumía de gerenciar los intereses provinciales, y que pretende conectar con el ex intendente de Tigre, sufrió entonces una desautorización muy dura.

 

Esas indefiniciones rivales son las únicas que, hoy por hoy, le otorgan algo de aire a Macri.

 

***

 

En cualquier caso, no es que una atmósfera republicana se haya apoderado, de golpe, de la política en 2016. Básicamente, no quedó otra alternativa ante tanto fraccionamiento. De ahí que las primeras respuestas del macrismo ante el cachetazo que le dio la reunificación pasajera del peronismo, saliendo a denostar a esa familia, parezcan casi lindantes con el delirio. Sobran los que aseguran que se ha dado señal de largada a la campaña electoral para la renovación legislativa del año próximo. Puede, pues, que Macri se dé por satisfecho con las herramientas de gestión que ha obtenido hasta acá para transitar el tiempo que nos separa de esa contienda. Y que apueste, en lo sucesivo, a caminar con el combustible del llanto por el obstruccionismo pejotista. Pidiendo el voto para sus hombres en base a ello, es decir, para ganar autonomía respecto de sus adversarios. Aunque al final consiga que el Senado frene Ganancias, las costillas ya se las han contado igual.

 

Su magro desempeño socioeconómico recomendaría mayor cautela. Es, además, lo que hace que ya no resulte tan inocuo aparecer acompañándolo. De ahí que Monzó recomienda incorporar al peronismo al gobierno: para que se asocien a las pérdidas, hay que también incorporarlos a las ganancias. Macri sabe de éxitos contra coros de expertos que le recomendaban revisar cursos.

 

Después de todo, a Fernando de la Rúa de nada le valió cosechar cuanta ley sembró.

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