Las interesadas y falaces críticas a la Comunidad Suramericana de Naciones

Por Julio Fernández Baraibar, miembro del Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos (CEES), especial para Causa Popular.-‘Con las firmas de los presidentes suramericanos y sus representantes aún húmedas al pie de la Declaración del Cusco por la cual se funda la Comunidad Suramericana de Naciones, comenzó a escucharse a lo largo y lo ancho de nuestro continente, en cada una de nuestras capitales, un coro de plañideras denunciando ora su carácter prematuro, ora su fracaso inicial, ora su inutilidad, ora los peligros que encierra, ora la desmesura de la propuesta, ora la ausencia del resto de Latinoamérica.

Casi sin excepción, el conjunto de los medios de prensa representativos de las viejas oligarquías y del interés imperialista, sus periodistas a sueldo y hasta políticos a su servicio abrumaron a la opinión pública con sus argumentaciones en contra del histórico acuerdo.
Los argumentos principales esgrimidos en nuestro país por estos enemigos de la unidad continental han sido los siguientes:

· No se debe avanzar sobre acuerdos políticos cuando aún no se han desarrollado lo suficiente los vínculos y los acuerdos económicos entre los países y entre las subregiones (acuerdos Mercosur-Pacto Andino, por ejemplo), o cuando esos acuerdos no pasan por su mejor momento.

El argumento pretende suponer que el desarrollo de un proceso de integración continental es el resultado de la mera complejidad de relaciones económicas y comerciales. Este vulgar economicismo olvida que la creación de instituciones políticas es siempre consecuencia de una clara y manifiesta decisión política, tal como lo demuestra la declaración de Independencia de cada uno de los pueblos del continente.

El Mercosur atraviesa, como todos los acuerdos de esa naturaleza, distintos momentos determinados por la evolución interna de las economías de los países signatarios, la particular coyuntura de sus mercados internos, la política monetaria y cambiaria y el predominio de sectores dentro de las distintas burguesías. Era evidente, durante los gobiernos de Menem y de la Rúa, en la Argentina, que la burguesía local, hegemonizada por grupos trasnacionalizados con fuerte impronta financiera dilataba una mayor profundización del Mercosur, mientras que en el Brasil la burguesía industrial pugnaba por estrechar los vínculos con la Cuenca del Plata.

Justamente estos impasses deben ser superados por una decisión política que destrabe la pequeña lucha de intereses comerciales al elevar a un nivel superior, el de la voluntad estatal como expresión de los intereses generales, el proyecto unificador.
En ese sentido, la declaración de Cusco se pone por encima de los vaivenes de un Mercosur que continúa siendo un acuerdo mercantil y, por ello, por decisión de pueblos y gobiernos, propone la unidad política como objetivo superior al de la balanza comercial.

· El proyecto suramericano es un proyecto histórico de la cancillería brasileña, mientras que la aspiración argentina ha sido siempre “latinoamericana”. Detrás de la insistencia brasileña en la reunión de Cusco no se expresa otra cosa que el “imperialismo” tradicional de Itamaraty que considera al cono sur del continente como su natural “lebensraum”.

Curiosamente la principal fuente de esta argumentación ha sido el diario La Nación, que, como se sabe, expresó en el siglo XIX la política de mayor acercamiento con el Imperio del Brasil que culminó en la dramática Guerra de la Triple Alianza. El principal columnista del matutino fundado por Bartolomé Mitre ha sostenido, a su vez, que el interés estratégico de la Argentina es establecer una relación con un país grande y fuerte, pero lejano, como lo fue Gran Bretaña, en los tiempos dorados de la oligarquía clásica, EE.UU., durante las “relaciones carnales” del menemismo, o México, pero nunca con un país con el que tiene tan amplias fronteras como Brasil y cuya política exterior en la región es expansiva y con pretensiones hegemónicas.

Estas pretendidamente eruditas argumentaciones solamente esconden la resistencia de sus autores, y de los sectores sociales que ellos expresan, a reconstruir la unidad de la herencia ibérica. Ya en la década del veinte del siglo XIX, Bernardino Rivadavia y la pandilla del Barranco quitó todo apoyo a los ejércitos de José de San Martín y a él mismo en su afán de llevar hasta las últimas consecuencias la guerra de la Independencia, lo que obligó al Gran Capitán a ceder el mando al Libertador Simón Bolívar. Con la misma estolidez la tradicional burguesía comercial porteña, la Bolsa, los bancos imperialistas, los grandes exportadores y el gran capital financiero rechazan hoy una alianza estratégica con el Brasil que siente las bases de la unidad del continente.

Al fin y al cabo, ésta alianza estratégica fue lo propuesto por Juan Domingo Perón en 1951, en su ABC, que la oligarquía cafetalera brasileña y los mismos sectores del interés extranjero rechazaron por “anexionista” e “imperialista”, es decir, con los mismos argumentos que hoy esgrime La Nación y su escriba especializado.
Brasil y gran parte de su dirigencia política y militar, así como sus grandes pensadores sociales, ven con claridad que la conformación de un bloque suramericano es la única posibilidad para enfrentar los desafíos que impone a nuestros países el desmesurado expansionismo anglonorteamericano y la constitución de grandes bloques estratégicos en Europa y Asia. Así lo han repetido, entre otros, Helio Jaguaribe, Luiz Alberto Moniz Bandeira y Theotonio dos Santos.

Así lo ha sostenido el vicecanciller del Brasil Samuel Pinheiro Guimaraes en numerosos artículos y esto es lo que intenta el presidente Lula da Silva.
Nada tiene que ver esta política con la tradicional diplomacia de Itamaraty en tiempos del Barón de Río Branco o, siquiera en tiempos de Neves da Fontoura. Si aquella estaba dirigida a establecer definitivamente los límites del Brasil como el más extenso país del continente americano y hacer jugar su influencia sobre la región para establecer una relación privilegiada con los EE.UU. que equilibrase la relación preferencial de Argentina con el Reino Unido, ésta -la de Neves da Fontoura- sólo tenía como finalidad convertirse en el aliado estratégico en la región del triunfador en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos. Nada de esto preside las preocupaciones del Itamaraty actual.

Poco hay que agregar a la pretensión de alertar, como lo hace el ya mencionado columnista, al “imperialismo” del Brasil, mientras se reivindica nuestra relación con el Reino Unido o, peor, si se quiere, con los EE.UU. en la década del noventa.

Queda un argumento residual que parecería haber presidido cierta reticencia en la cancillería argentina hacia la firma de la Declaración de Cusco. El mismo se refiere a ciertas tensiones en la balanza comercial entre nuestro país y Brasil que indicarían al palacio San Martín la existencia de una actitud de irreductibilidad en los negociadores brasileños.

Es probable que ciertas ventajas comparativas y una economía de producción a escala faciliten notablemente el ingreso a mucho mejor precio de manufacturas producidas en Brasil. También es probable que sectores de la burguesía industrial hagan valer su influencia en las negociaciones bilaterales y dificulten un acuerdo que integre la necesaria recuperación industrial argentina.

Pero este árbol no puede impedirnos ver el bosque. En Brasil, en su cancillería, en su dirigencia política, militar y económica, en sus universidades y en su opinión pública existen amplios e influyentes sectores para quienes la alianza estratégica con la Argentina y la consolidación de esta Comunidad Suramericana de Naciones es la posibilidad de un futuro soberano, de una Amazonia, de una Patagonia, de una Antártida y de un acuífero guaraní libre de codicias imperiales. Es solamente en ese marco y con esa perspectiva que la Argentina debe volcar todos sus esfuerzos políticos y diplomáticos. Nunca más los suramericanos deberemos repetir las trágicas palabras del Libertador Bolívar: “he arado en el mar”.

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Para tomar contacto con el autor de esta nota, escriba a: fernandezbaraibar@yahoo.com.ar

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