La caza del Elefante Blanco

La demolición del monumental edificio de Villa Lugano como símbolo de una política pública derrumbada. Entre la descentralización y los cimientos fracturados del Estado.

El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, de ilustre doble apellido con dilatado acerbo histórico en la vida política de la Argentina, anunció con bombos y platillos la demolición del llamado Elefante Blanco. Este, recordamos, es un enorme edificio en Villa Lugano cuya construcción se paralizó en 1955, fecha interesante en el gran país del sur. De aquí que no resulte raro saber que ese “elefante blanco”, en torno al cual la marginalidad prohijada por el Estado oligárquico hizo crecer la enorme villa miseria llamada, simplemente, 15, o Ciudad Oculta, nació con las perspectivas de ser el mayor hospital para tuberculosos en toda Sudamérica y acaso en todo el mundo.

 

Sus cimientos datan de 1938, cuando una ley promovida una década antes por el diputado socialista Alfredo Palacios y una posterior colecta masiva, ratificaron la necesidad de que se construyera el hospital en un espacio que, entonces era, como ahora, lindero a la provincia de Buenos Aires pero a vastas superficies semirrurales del partido de La Matanza, que en esos años era habitado por 75 mil personas. Esto significa que entonces la importante iniciativa, que cobró verdadero impulso durante la primera década peronista y el memorable ministerio del doctor Ramón Carrillo, estaba en los márgenes de la gran capital. En tanto hoy, cuando su vecino partido de La Matanza tiene 2 millones de habitantes en la misma superficie que tenía en 1938, la mole abandonada se halla en el centro de una gigantesca metrópolis de 15 millones de habitantes en donde, fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, escasean los grandes y buenos centros asistenciales de salud que el Elefante Blanco pretendió y nunca llegó a ser.

 

Dicho esto, vale preguntarse qué miras políticas hay en el anuncio de la demolición de este sólido y significativo edificio porteño si es que faltan hospitales y se generaliza la pobreza en todo el país con su consecuente cuota de crecimiento de la marginalidad y enfermedades. También podemos preguntar qué hay detrás de todo esto que, aunque significa demoler una parte sustancial de la historia de Villa Lugano, es presentado como un gran avance en esta época en donde las personas de doble apellido han dejado de ser las caricaturas argentinas del “rico y poderoso” para volver a ser, como en otros períodos históricos, “los dueños de la patria”, a la que, directamente, gobiernan.

 

En 1991, registrado en múltiples cámaras que hasta se montaron en helicópteros (cosa muy novedosa en la televisión argentina de hace tres décadas), se difundió en vivo para todo el país y el mundo la demolición del “albergue Warnes”. En esos años neoliberales como los días actuales, se presentó esa demolición como un gran avance, presentación a la que contribuyeron los fuegos artificiales de la aparatosa implosión. A nadie pareció importarle entonces que ese “albergue” nació durante la primera década peronista para ser, como el Elefante Blanco, un hospital, un hospital para niños en este caso, el mayor de su tipo en el continente. No. Se demolió y con él cayeron los testimonios edilicios de una época en que el Estado intervenía para edificar edificios que en sí son testimonios históricos de esa época y que tenían la intención de cobijar y magnificar un bien social: el de la Salud pública.

 

Para contestarnos siquiera someramente estas preguntas es que elaboramos este informe.

 

El peligroso bien social

Guillermo Marzioni es arquitecto y urbanista recibido en la Universidad Nacional del Litoral. En su larga trayectoria, destacan su magíster en Hábitat y Vivienda y su posgrado en Desarrollo Local en Áreas Metropolitanas. También sus trabajos en proyectos de urbanización de villas miseria de Buenos Aires y su área urbana, y sus recientes trabajos de inspección arquitectónica a las estructuras de Elefante Blanco. Lo consultamos para que nos cuente su visión profesional sobre el estado actual y la significación histórica del edificio y en ese marco el arquitecto, quien también tiene sus inclinaciones y tareas políticas y sociales, no escatimó una visión política y social sobre el asunto, el cual si bien incumbe directamente a Villa Lugano y la villa 15, representa mucho más para el país en este cambio de políticas en clave de fin de ciclo.

 

En primera instancia, Marzioni destacó que “el ‘Elefante’ es uno de los grandes trabajos que se hicieron a partir de un Estado que buscaba resolver el problema de la Salud”, cuando en la época el Estado invertía en la arquitectura institucional monumental de maestros como Alejandro Bustillo y Francisco Salamone. “El Monumento a la Bandera y el edificio del Hotel Provincial en Mar del Plata, pertenecen a ese período”, recordó Marzioni para luego resaltar que el Elefante Blanco “para el barrio es también todo un emblema” y que “lo podemos relacionar con el Hospital Warnes también”.

«Sus cimientos datan de 1938, cuando una ley promovida una década antes por el diputado socialista Alfredo Palacios y una posterior colecta masiva, ratificaron la necesidad de que se construyera el hospital»

Historió que cuando “la Salud se privatizó, los hospitales quedaron en abandono” y que en el caso del Elefante Blanco “lamentablemente los gobiernos posteriores después al (golpe de Estado del) 55 no le dieron lugar a su concreción”. “La obra es una obra de mucha fortaleza”, observó y analizó que su detención casi a punto de ser concluida “tiene que ver un poco con paradigmas ideológicos y políticos sobre el sistema de Salud que, claramente a partir de la instalación en Argentina del bloque norteamericano de poder, ha pasado a ser un sistema que siempre se abrió a manos privadas sacando de lado al Estado”.

 

Sin embargo, puntualizó: “entre el edificio del Elefante Blanco y la villa 15, he tenido varios estudios y análisis con respecto a la estructura y al comportamiento del soporte de su materialidad, que está realizada en una tecnología moderna ya en 1938, el hormigón armado, con la fortaleza que requiere un edificio de esa escala”. Agregó: “a pesar del paso del tiempo, no se encuentra en peligrosidad”.

 

Cuando demoler es otra cosa

Guillermo Marzioni sentenció que “la demolición puede estar planteando romper con un modelo y no romper con un edificio”. A lo que debió explicar que estamos ante “un gobierno que se enfrenta al sistema de Salud público y que quiere privatizar y poner en manos de los privados la atención primaria de la Salud, de las emergencias”. Adujo que en ese sentido “es simbólico, también, romper con la materialidad del edificio” porque “al demoler el edificio se demuele también un modelo, un proyecto, que es lo que pasó con el Warnes”.

 

“Siempre aparece un objetivo loable por detrás de uno que no lo es tanto”, consideró ante las excusas del gobierno porteño, que presentó la demolición anunciando la construcción en el predio de un nuevo edificio para albergar el ministerio de Desarrollo Urbano de la ciudad. Esto es: con la premisa de descentralizar, aunque la ciudad de Buenos Aires que gobierna Rodríguez Larreta tiene los mismos límites que les diera el gobierno de Julio Argentino Roca en 1880, cuando la convirtió en la Capital Federal con sus escasos 350 mil habitantes y su propia porción de campos y suburbios en la misma superficie que hoy la mancha urbana excedió con creces, lo que lleva a preguntarse si no es un oxímoron descentralizar trasladando funciones de un lugar a otro del mismo centro.

 

También recordó Marzioni, “por ejemplo”, que “frente a la Villa 31 está el Hospital Ferroviario de Retiro, que es un policlínico que tiene cien metros de largo y diez pisos de altura”, al cual describió como “grandioso” e “igual al Hospital Churruca, que está en la Zona Sur de la Ciudad”. Explicó que ese edificio “pertenece también al movimiento moderno” y “fue donado por el Estado Nacional al sindicato del ferrocarril”. Añadió: “con el cierre de los ferrocarriles y la privatización de los años noventa se lo dejó prácticamente desfinanciado y en el 99 se cerró con la última paciente que quedaba internada, resistiendo”. “Ahí tenemos un ejemplo, también, de otro de estos grandes edificios a los que se dejó abandonados, en un sistema de Salud que todavía está haciendo falta resolver”, resaltó.

 

Una “frondosa” arquitectura para el pueblo

El arquitecto consideró que el equipo profesional que conformó para inspeccionar el estado edilicio del Elefante Blanco “en el relevamiento preciso de la estructura, de cómo funciona, de cómo se comporta” llevó a determinar que ese edificio “tiene todavía su vida útil por delante”. “Está en estado rescatable” enfatizó y adujo que “se puede poner en marcha”. Observó que sólo “le han anulado las escaleras para que la gente no las siga utilizando precariamente” y sugirió que “puede alojar actividades como muchos de los otros edificios del período que están todavía presentes en nuestro país y en muchas partes del mundo, que son un tipo de arquitectura frondosa que se pensó para sobrevivir muchos años”.

 

Expresó que “por supuesto que un sistema que busca descentralizar la Salud para estar más cerca de su pueblo suena lógico, pero hay que ver qué se está pensando atrás de eso”. En ese sentido, manifestó: “el patrimonio del Estado tiene a veces valores incalculables”.

 

“Parecería absurdo, por ejemplo, vender la Casa de Gobierno, pero eso en la Ciudad se llevó adelante”, informó y explicó que “se vendió el año pasado el Mercado del Plata, que está frente al Obelisco” aunque “eso en general a la gente le pasa desapercibido”. “No todo el mundo sabe que el Mercado de Plata, todo ese edificio tan grande de una cuadra de largo frente al Obelisco, se vendió”, dijo e informó que este “era un mercado antes y en los años ochenta se construyó ahí el edificio donde funcionaba el área de Vivienda y Planeamiento”. “Como para el gobierno de la ciudad todo eso significa gasto público, decidieron venderlo tras antes alquilar oficinas a un privado”, repuso y aventuró: “salió mal el negocio porque no se las rentó a nadie”.

 

“Eso también se dijo que fue por la descentralización”, dijo y manifestó tajantemente: “con ese argumento se llevó adelante un negocio inmobiliario que favoreció tanto la venta como en el alquiler de otra propiedad (del Estado) para después despojar a los trabajadores”.

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