La batalla de todos nosotros en Argentina

El brasileño Luiz Carlos Bresser-Pereira es economista y cientista social de la Fundación Getúlio Vargas. Fue Ministro de Ciencia y Tecnología durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso y desde julio de 1999 se dedica exclusivamente a la actividad académica. Este artículo apareció publicado el 16 de junio pasado en Folha de Sao Paulo y ha sido traducido colectivamente por los participantes de homo-economicus.blogspot.com

El gobierno argentino está enfrentando hace tres meses una batalla decisiva no sólo para su propio desarrollo económico sino también para el de todos los países latinoamericanos que aún no comprenden que no neutralizar la enfermedad holandesa (revaluación súbita de la moneda nacional) es el más serio obstáculo económico que enfrenta.

Las retenciones móviles a las exportaciones existentes en la Argentina son el secreto que se esconde detrás del 8,8% de crecimiento entre 2003 y 2007. El esquema de retenciones doblemente variable —entre commodities y conforme a la variación del precio internacional del bien— traslada la curva de oferta de esos bienes hacia arriba en proporción a la gravedad de la revaluación súbita de la moneda nacional que ese bien causa.

Se vuelve así no lucrativa la exportación del bien a una tasa de cambio menor, lo que impide del lado de la oferta, que esa tasa se aprecie. Al impedir la sobrevaluación del peso, el gobierno argentino garantiza, por un lado, la ganancia de los agricultores y, por el otro, la demanda agregada para inversiones volcadas a la producción de bienes comercializables (que pueden ser exportados o importados) y así la economía crece aceleradamente.

Los agricultores argentinos, victimas de una ilusión, rechazan el aumento de la retención sobre la soja al 44% pensando que los que pagan son ellos. No es así. A no ser que los cálculos del gobierno estén equivocados, eso es solo aparentemente cierto. Si el gobierno eliminase las retenciones de ese y el resto de los bienes que dan origen a la enfermedad holandesa, el mercado provocará la apreciación del tipo de cambio en la proporción exacta de la retención eliminada y el agricultor no ganará nada, lo que recibe quedará igual a lo que tenía con la retención.

Ganarán en el corto plazo los consumidores argentinos, cuyos salarios reales crecerán, pero perderá toda la economía argentina, que volverá a crecer a tasas modestas y quedará a merced de una crisis de la balanza de pagos. Y si el gobierno argentino hubiese creado un fondo de estabilización para los precios agrícolas con parte de los recursos de la retención, su eliminación o reducción causaría pérdidas a los propios agricultores que volverían, otra vez, a quedar sujetos a las variaciones de los precios internacionales de las commodities.

Entonces, lo racional, desde el punto de vista económico, era luchar por ese fondo de compensación (no por la reducción de la retención). Su lucha actual solo tendría sentido si todas las demás retenciones se mantuviesen y en consecuencia el tipo de cambio no se apreciase, pero, en ese caso, estaríamos frente a un caso clásico de oportunismo o de comportamiento «free rider»

Si el gobierno de Cristina Kirchner venciese en esta batalla, no solo estará defendiendo el interés nacional de la Argentina. Estará abriendo un camino para que los países latinoamericanos y africanos comiencen a reconocer racionalmente la existencia de esa terrible falla del mercado (la enfermedad holandesa) y a neutralizarla.

Una falla que tiene consecuencias diferentes dependiendo de:

– si el país todavía no se industrializó pero se darán las condiciones para eso una vez que neutralice la enfermedad (es el caso de los países productores de petróleo)

– si el país ya se industrializó pero dejó de neutralizar la enfermedad (es el caso de Brasil y la Argentina)

En el primer caso el país no se industrializa y en el segundo entra en proceso de desindustrialización.

Encuentre el texto original aquí.

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