Katrina sin censura: la misma prensa norteamericana que ocultó Irak comienza a revelar la incapacidad de Bush

Por Causa Popular.- La ausencia de criterios humanitarios del gobierno de los Estados Unidos a la hora de organizar la ayuda para los habitantes de la ciudad de Nueva Orleáns, arrasada por el huracán Katrina, no deja de sorprender a propios y extraños. Ya no sólo Fidel Castro y Hugo Chávez describen al presidente Bush como uno de los grandes responsables de que hoy se estén esperando más de 10 mil muertos mientras bajan las aguas de la ciudad inundada en más de un 80 por ciento, la propia prensa norteamericana muestra al mundo cuan importante es la punta del iceberg que amenaza con sumergir al propio gobierno del Partido Republicano en las aguas fétidas del sur de su territorio.

Cadáveres que flotan dentro de casas abandonadas, calles transformadas en ríos son olor nauseabundo, robos a mano armada de productos para la supervivencia, cientos de guardias con orden de matar a los saqueadores, amenaza de epidemias, más de un millón de personas damnificadas, cerca de 300 muertos según cifras oficiales, y el temor de que sean más de 10.000, y pérdidas por miles de millones de dólares, es el panorama asolador de Nueva Orleans tras el paso, el 29 de agosto, del huracán Katrina.

Esto es “Bagdad bajo el agua”, expresó un ex senador por el Estado de Luisiana al describir el distrito destrozado, dando cuenta una vez más de lo que la prensa norteamericana no se cansa en relacionar como ejemplos de las prioridades e inoperancia del gobierno de su país.

La caída en las encuestas que miden la popularidad de Bush, luego de conocerse la inoperancia de su gobierno para enfrentar con entereza y efectividad la atención a las víctimas del huracán Katrina, parecen dejar en evidencia que se necesitaron vientos de más de 300 kilómetros por hora, y más de 10 mil víctimas estadounidenses, para dejar al descubierto la verdadera cara de su presidente, el mismo que fue reelecto hace sólo 10 meses atrás.

Hasta ahora los 1800 soldados norteamericanos muertos en Irak y Afganistán, y los miles de civiles inocentes, entre los que se cuentan mujeres y niños, no habían sensibilizado al controlado pueblo norteamericano, que con un fuerte consenso acompañó por más de tres años las “cruzadas civilizatorias” de su patriota presidente.

En una sociedad cuyo valor excluyente parece ser el dinero, no sorprende que la primera vinculación entre el Katrina y la guerra de Irak haya sido monetaria.

En este sentido, algo que resulta inaceptable para la opinión pública estadounidenses es el costo mensual de la guerra en Irak, cerca de 6.000 millones de dólares mensuales, cifra que, guardadas las proporciones, supera los gastos en la guerra de Vietnam, y que fue desfinanciando progresivamente los fondos que asigna el Estado para los organismo que se encarga de prevenir y atender las catástrofes naturales.

Mientras el gasto anual para el sostenimiento de oficinas federales y estatales para combatir el terrorismo es de 1.100 millones de dólares, el que se destina a los despachos encargados de hacer frente a los fenómenos de la naturaleza no pasa de 170 millones.

La nota editorial del New York Times del pasado 10 de septiembre escrita por Maureen Down, es una muestra de cómo este escenario está siendo reflejado por la prensa local: “El agua que partió los diques de Nueva Orleáns y dejó a un millón de personas sin hogar y sin empleo también ha abierto un hueco en las defensas de la Casa Blanca. La realidad irrumpió como una inundación.”

“Pero ahora, -continua Down en el New York Times- cuando W., Cheney, Laura (Bush), Rummy, el General Richard Myers, Michael Chertoff y el resto de la pandilla nos digan que todo está bajo control, que nuestras ciudades son seguras, mantengan el rumbo … ¿quién les cree?

Esta vez, nosotros efectivamente podemos ver los cuerpos. A medida que el agua va retrocediendo, más y más cuerpos en descomposición rinden testimonio de la descorazonada e inepta respuesta del presente gobierno a la destrucción de 150,000 kilómetros cuadrados del Sur, infligida por Katrina.”

Advertido por la indignación que habían comenzado a generar las imágenes de cadáveres en la población, -aunque menos rápidos de reflejos que cuando se impidieron difundir las fotografía de los ataúdes de soldados que llegaban del Medio Oriente- el día anterior a la publicación de esta nota en el New York Times, el teniente general Russel Honore, comandante de la operación de rescate, anunció que prohibía a periodistas y fotógrafos documentar la recuperación de los cadáveres desperdigados por Nueva Orleáns.

Casi como una autocrítica, el mismísimo New York Times reconoce la censura inflingida por el gobierno a los medios que pretendían reflejar las muertes de sus propios compatriotas en Irak, y luego explica algo que muy pocos quisieron ver al comienzo de la guerra:

“El gobierno del presidente Bush manejó de forma ineficiente la ocupación de Irak, desechando con arrogancia los planes de ocupación del Departamento de Estado y las advertencias de la CIA con respecto a la insurgencia. Sin embargo, el precio en vidas humanas de esos errores no ha estado tan visceralmente a la vista debido a que la Casa Blanca tendió un velo sobre los cuerpos: el Presidente ha evitado los funerales de soldados y el Pentágono ha censurado los ataúdes de los muertos que regresan a casa y nunca reconoce el número de civiles iraquíes que han muerto.”

Como escribió otro de los columnistas del The New York Times, Tomas Friedman, “el Katrina destruyó una ciudad y una Presidencia”.

¿Estaremos frente el hecho histórico que los libros de historia describirán como el principio del fin del gobierno neoliberal más ortodoxo y militarista de los años que dieron comienzo al siglo XXI?

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