Esto no es una necrológica, comandante, porque las necrológicas se escriben para contar, bien o mal, la vida de los muertos.
Esto es una carta, comandante, una carta que le dirijo a usted a su nuevo domicilio, porque aunque se haya ido usted sigue estando, mal que les pese a tantos.
Porque usted está mucho más que vivo, comandante, aunque sigan intentando matarlo.
Disculpe el atrevimiento de escribirle ahora, que quizás sea un poco tarde, pero siento que si no lo hago hoy, en este preciso momento, ya nunca escribiré esto así, que escribiré otras cosas que no serán esta carta.
Tal vez mañana escriba sobre su figura, sobre su peso en el contexto mundial, sobre su relevancia en la historia del siglo XX, sobre su habilidad política, sobre sus incansables discursos, sobre su capacidad de resistencia, sobre el amor que le tenía -que le tiene- su pueblo.
Pero hoy no. Hoy le escribo esta carta para hacerlo responsable, para que se haga cargo.
Porque usted, comandante, le guste o no, tiene que hacerse cargo de esto.
Tiene que hacerse cargo de habernos metido a millones en la cabeza y en el corazón esa idea y ese sentimiento de que los sueños son posibles, de que los hombres, cuando luchan juntos, los pueden hacer realidad, aún en las situaciones más adversas.
Es cierto que no fue usted solo, comandante. No quiero responsabilizarlo sólo a usted.
Porque si vamos a ser justos, también tienen que hacerse cargo de eso Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, El Vaquerito, su hermano Raúl y todos los combatientes de Sierra Maestra.
Y todos los que después construyeron y defendieron esa nueva Cuba que se hizo faro del futuro, aún en la más terrible de las soledades.
Pero hoy no se trata de ellos sino de usted, comandante. A usted quiero responsabilizarlo.
Por eso le escribo esta carta.
Quiero que se haga cargo, de una vez por todas y sin falsas humildades, de lo que usted nos hizo a millones y millones de seres humanos.
Esa cosa tan simple y tan tremenda, meternos en la cabeza esa idea, tan loca y tan cuerda, de que en esta vida hombres y mujeres podemos elegir entre sobrevivir siendo sometidos o intentar ser revolucionarios.