Juliana Marino: “La Revolución cubana está intentando encontrar dentro de sí misma las claves para avanzar”

Juliana Marino, la ex embajadora argentina en Cuba, propicia su visión sobre la actualidad de Cuba y los desafíos que debe enfrentar dentro del presente contexto internacional.
Juliana Marino Cuba

Desde las filas de peronismo desde la década del 70, Juliana Marino tuvo cargos partidarios y fue activa militante en el Movimiento de Mujeres, legisladora por la ciudad de Buenos Aires, diputada nacional, impulsora de leyes vinculadas a la salud, la educación y los derechos de las mujeres, niños y niñas, sumado a un largo etcétera que incluye su tarea como diplomática en Cuba, representando a la Argentina por pedido de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Juliana Marino, integrante de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad y del Instituto Patria es una observadora comprometida de los procesos latinoamericanos, a los cuales suele aportar visiones críticas siempre constructivas, pero no por eso complacientes. Correo del Alba quiso conocer su mirada sobre Cuba, que se encuentra ahora (y por enésima vez en su historia reciente) en el centro de las miradas mundiales por una misma y vieja razón: su resistencia contumaz a la obsesión estadounidense por destruir su proyecto soberano socialista. Lucha de todo un pueblo que la exdiplomática analiza aquí desde su experiencia en la Isla y con su habitual  rigor histórico, con respeto a las decisiones soberanas del gobierno y pueblo cubanos.

Usted fue embajadora argentina en Cuba desde 2008 al 2015… Evidentemente habrá abordado un análisis propio sobre la realidad de la isla. ¿Qué nos podría decir sobre el delicado equilibrio entre el brutal bloqueo que Estados Unidos sistematiza como un genocidio silencioso desde hace 60 años, y la propia estructuración socio-económica cubana? ¿Qué habría que modificar en Cuba de cara a los nuevos desafíos? 

Desde su inicio, pero fundamentalmente a partir de su tercera década de Revolución, la República de Cuba ha estado buscando su rumbo en un esquema socialista que garantizara estabilidad, desarrollo, crecimiento y justicia. Por eso ha sido siembre tan observada y medida por izquierda y por derecha y puesto en discusión su sistema, sobre todo cuando debió emprender su propio destino en soledad y tal vez –afortunadamente– debido a esto, sin dogmatismos.

El primer gran experimento socialista latinoamericano debía ser adaptativo, supongo. Cualquier dogma hubiese resultado disfuncional quizás… 

Muy probablemente, sin dudas. La Revolución cubana definió el carácter socialista de su proyecto el 16 de abril de 1961, a través del discurso de Fidel Castro en las honras fúnebres de las víctimas del bombardeo de aviones de los Estados Unidos a distintos puntos del país. Imperdible por su pormenorizada revelación, el relato da cuenta de las agresiones salvajes sufridas por la Isla desde el comienzo de su gobierno revolucionario y de las difamaciones y fake news (ya en aquellos tiempos) que condicionaron desde el comienzo las decisiones unificadas que habían logrado las heterogéneas fuerzas políticas y milicias populares. Para Cuba la unidad fue un camino duro, doloroso, con costos, pero deseado e inexorable. Tan inexorable como el de la elección de su signo socialista, el único capaz de garantizar su independencia, su soberanía, su reconstrucción, desarrollo y justicia distributiva.

Aquel histórico discurso en donde Fidel dejó en claro que el odio norteamericano era no poder soportar una revolución socialista “en sus propias narices” (más o menos fueron las palabras de Fidel, creo recordar). 

Ese mismo… Un discurso histórico que siempre recomiendo volver a él y si le parece le leo dos párrafos elocuentes que iluminan la historia heroica de la unidad nacional, anti-anexionista, soberana y humanista.

Por favor…

Fidel dijo en La Habana ese día… “Aquel hecho (explosión del barco La Coubre) situaba a nuestro país en una situación especial: nos hacía vivir, en pleno siglo XX, como se vieron obligados a vivir los pueblos y las aldeas en este continente en los siglos XVI y XVII, como se vieron obligados a vivir las ciudades y los pueblos en la época de los piratas y de los filibusteros.  Colocaba a nuestro país en una situación especial en virtud de la cual nuestras fábricas, nuestros ciudadanos, nuestros pueblos, tenían que vivir a merced, cuando no de un avión que quemara nuestros cañaverales, un avión que tratara de lanzar una bomba sobre nuestros centrales azucareros, o un avión que ocasionara víctimas en nuestra población, o de un barco que penetrara en nuestros puertos y cañoneara descaradamente –cosa que no había ocurrido nunca, cosa que no ha ocurrido nunca en lo que transcurre de este siglo en este continente.

“Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida.

“Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria… ¿Juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?” [1].

Nada mejor que pasajes de la historia de Cuba para que los hechos con su elocuencia den cuenta de la epopeya de una pequeña nación desafiante en la defensa de su autodeterminación y para que se comprenda la dinámica de su  representación y organización políticas y su cohesión social a pesar de las crisis y malestares internos.

El hostigamiento, las difamaciones, la promoción de emigraciones (Campaña Peter Pan, Leyes “pies secos, pies mojados” y Ley de Ajuste Cubano), el terrorismo y los sabotajes mercenarios a la producción económica y  la aplicación de la Ley de Comercio con el Enemigo  de 1917), sin olvidar las sucesivas leyes Torricelli y Helms-Burton sobre la extraterritorialidad, que dan sustento al bloqueo que ya lleva más de seis décadas, no hicieron más que confirmar que la única vía posible para Cuba era y es la Cuba socialista, en un principio integrada al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica – Mercado común socialista) y que frente a la caída del campo socialista padeció lo que se conoce como “período especial”. Un período durísimo en el que el pueblo cubano sufrió hambre y privaciones inenarrables, con secuelas graves en la salud de la población por la falta de alimentos básicos y restricciones de todo tipo.

Un genocidio gradual en pleno siglo XXI y con la anuencia silenciosa de todos los poderes mundiales…

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) condena anualmente el bloqueo –y esto es muy importante– pero la condena  no es vinculante, por lo tanto no tiene efectos concretos y deja un apoyo tan trascendente en el plano de la retórica. Lo que sí queda internacionalmente repudiado son sus consecuencias genocidas. No abundaré sobre esta condición porque se conoce bastante, aunque diré que tuve la oportunidad de comprobarlo en un viaje que realicé en 1994 como concejala de la Ciudad de Buenos Aires, época  en la que, por ejemplo, La Habana estaba totalmente a oscuras y en vez de “apagones” con gran sentido del humor llamaban “alumbrones” a las poquísimas horas con energía eléctrica. Por supuesto, poca agua debido a la misma carencia y tampoco nafta en los surtidores. Ni medicamentos en los hospitales, ni lápices en las escuelas, ni papel higiénico en las casas.

Por otro lado, desde el comienzo de su gobierno, sobre todo después del desembarco y ataque en Playa Girón y de la década de terrorismo sufrido en el propio territorio y en su producción porcina o azucarera, la Revolución debió destinar cuantiosos recursos a la defensa y seguridad nacionales, postergando inversiones vinculadas a las necesidades del desarrollo. Este ha sido y es motivo de debate interno.

Hasta la década de 1980 la economía estuvo dirigida a la electrificación, la construcción de industrias, viviendas, hospitales, policlínicos, centros educacionales, instalaciones culturales, deportivas y de infraestructura hídrica, agropecuaria, portuaria, vial, de aeropuertos y por supuesto la alfabetización. El crecimiento y desarrollo del acceso a la educación en todos sus niveles, era un asunto al que Fidel dedicaba un esfuerzo impresionante y que lograba transmitir al pueblo cubano. Un  impulso  fuera de lo común que perduró en la década de los 90, a pesar del período especial. Tenía la convicción –y no se equivocó– de que solo la cultura y el desarrollo científico, y en especial en el campo de la salud, ofrecerían un camino viable.

Coincidirá conmigo en que la pandemia de Covid-19 puso a prueba estos postulados de Fidel y que además pasaron la prueba. 

Absolutamente… En este sentido (y en muchos otros) Fidel fue un visionario singular. Por eso mismo, la viabilidad del modelo socialista cubano ha despertado siempre la curiosidad del “mundo occidental” y Cuba ha padecido la injerencia para su fracaso. La historia económica de la Cuba socialista ha sido debatida en forma permanente tanto interna como externamente. El propio Che ha escrito sobre la economía cubana en el contexto de su Revolución. Muchos se han preguntado…  ¿Es que Cuba no acierta su camino? ¿Es que el estatismo productivo no es eficiente ni viable? ¿Cuánto el bloqueo impide el desarrollo de las fuerzas productivas?  ¿Cuánto lo obstaculiza la burocracia? Seguramente muchos y muchas que estén leyendo esta entrevista son estudiosos y más conocedores que yo de las alternativas mencionadas, los debates teóricos y la comparación entre gestiones y medidas. Algunas de ellas desacertadas y extravagantes, según los propios cubanos y cubanas que no pierden el sentido del humor cuando las relatan con picardía.

De lo que sí puedo hablar –en tanto viví la realidad cubana como embajadora y habité la isla– es de la importante etapa iniciada alrededor de 2006 para discutir entre toda la población la actualización del modelo a través de la elaboración  de los llamados “Lineamientos del Partido” para consensuar y decidir medidas reclamadas largamente. Pude ver grupos de trabajadores en sus núcleos laborales, en los barrios, en las organizaciones de masas, debatiendo durante horas infinidad de puntos y registrando metódicamente todas las posiciones, las correcciones, las propuestas y las aceptaciones de la sociedad. Por ejemplo, la cuestión de la “libreta” (alimentos subsidiados/mantenerla o eliminarla), la doble moneda y el trabajo por cuenta propia (no estatal).  No es como la democracia burguesa a la que estamos acostumbrados en Argentina, pero… ¿Quién puede decir que no es una democracia? Una democracia directa y con amplia participación popular.

Sin embargo, los medios y el imaginario creado señalan que en Cuba gobierna una dictadura… 

Eso es una construcción alejada totalmente de la realidad. En la sociedad cubana son permanentes los análisis, las críticas y autocríticas acerca de los tiempos de aplicación de las medidas, de los avances y retrocesos, las frustraciones y las expectativas sociales y la falta de solución a graves e históricas ineficiencias, burocratización y corrupción denunciadas desde el más alto nivel por las propias autoridades cubanas.

Si alguna seguridad tengo es que el bloqueo obstaculiza despiadadamente que Cuba pueda abrirse más y verificar a la vez la eficiencia de su modelo y de su socialismo de economía planificada y estatal. Pero a la vez, contrafácticamente digo, ¿cómo hubiera podido resistir las condiciones que crea el bloqueo sin un socialismo con consenso popular, con un Estado protector y promotor de la ciencia como motor del desarrollo económico y productivo, herramienta humanista y de solidaridad entre los pueblos, donde la salud, la educación, la ciencia, no constituyen una mercancía y están al alcance de todas las personas y de todos los segmentos sociales? Cuba ha logrado crear ciencia productiva y a la vez embajadora de la solidaridad y que sin dudas le ha permitido romper el aislamiento al que es sometida por los Estados Unidos.

Insisto… La pandemia de Covid-19 dejó en evidencia muchos logros cubanos excepcionales, a la vez que dejó al descubierto las contradicciones y abandonos en que el capitalismo incurre a la hora de cuidar a la ciudadanía.  

Mire…  Tuve el privilegio de ser testigo de la Cuba que avanzó en poner en discusión su modelo de sociedad y su esquema económico. Debate que tuvo lugar durante la primera década del siglo XXI.

En relación al tema económico, una de las cuestiones que aquejan a su sistema es el alto nivel de apertura externa y la incidencia del bloqueo ante la debilidad producida por la caída del campo socialista. Por otro lado, hace años que trata de salir de la crisis que la afectó en el 2008-2009, cuya tasa de crecimiento pasó de 6.4% en el quinquenio anterior, al 1,4%.

Esta situación la llevó a encarar una profunda reforma, que fue la actualización del modelo económico socialista cubano que empezó con los lineamientos del Partido y siguió con la “conceptualización” del propio modelo. En abril de 2011, después del proceso de debate social masivo que referí, el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba definió lo que se conoce como Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución [2]. Se incluyeron conceptos como “mercado”, “trabajo por cuenta propia”, IED (inversión extranjera directa). Y aunque se ratificaba el esquema productivo central basado en la “empresa estatal socialista”, se empezaba a abrir el campo del desarrollo a una economía de carácter privado.

El objetivo estratégico de los lineamientos y la conceptualización del modelo fue, según sus propias palabras, “impulsar y consolidar la construcción de una sociedad socialista próspera y sostenible en lo económico, social y medioambiental, comprometida con el fortalecimiento de los valores éticos, culturales y políticos forjados por la Revolución en un país soberano, independiente, socialista, democrático, próspero y sostenible”.

Es importante que yo destaque la trascendencia del término “próspero” y su significación y resonancia para la sociedad cubana en lo referido a la creación de riqueza nacional y mayor desarrollo en áreas con atrasos reversibles, disminución de la dependencia en rubros esenciales, autoabastecimiento normal y continuado de bienes, mayor poder adquisitivo, mejoramiento de las condiciones básicas referidas a transporte y vivienda e infraestructura general.

Este período importantísimo, antecedente de la última reforma constitucional, tuvo una legitimidad medular en la definición de Revolución orientada en el año 2000 por Fidel Castro. En aquella oportunidad Fidel expresó: “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

Hay ideas centrales muy potentes cargadas de mística revolucionaria, pero la economía es un problema técnico que, si bien puede y debe abordarse desde bases éticas, como propuso Fidel, se resuelve con medidas fácticas y novedosas para la costumbre social.

Por supuesto, por eso mismo el diagnóstico y líneas de trabajo compartidos por los “Lineamientos y la Conceptualización del Modelo” incorporaron conceptos económicos controvertidos, ansiados y a la vez temidos por una población muy protegida por el Estado a pesar de las carencias de este.

¿Por ejemplo? 

Se confirmó  la necesidad de la ampliación de la inversión extranjera, la extensión del trabajo por cuenta propia (no estatal) en actividades seleccionadas y también sobre el aumento y disponibilidad de las divisas y la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria.

La creación de impuestos y su obligatoriedad no formaban parte de la cultura económica de la sociedad cubana, tema de relevancia al que se refirió reiteradamente Raúl Castro durante su presidencia.

El bloqueo también provocaba de forma terrible muchas carencias que de todos modos no se hubieran podido ocultar… 

Era más que urgente subsanar la insuficiente oferta de bienes y servicios, resolver las tendencias negativas entre importaciones y exportaciones y corregir la baja productividad e ineficiencia en muchos sectores, sobre todo en el agropecuario, y reparar la obsolescencia tecnológica de la planta industrial. Y en ese diálogo con los agentes sociales también se hablaba de corregir la falta de organización, de disciplina, exigencia y control de las actividades productivas y de servicios. Había que corregir conductas como el desinterés, el individualismo, el burocratismo, las indisciplinas, los delitos, la corrupción y otras desviaciones y formas de marginalidad social.

 ¿Era compartido este diagnóstico?

Sí, era compartido y las críticas a flor de piel. Por eso para modificar estos desequilibrios económicos y sus secuelas sociales, los documentos referidos –que además constituyeron una sucesión de debates y movilización social– incluyeron reformas de gran resonancia para el modelo socialista. Entre ellas, a la par de mantener la planificación socialista y la empresa estatal y la defensa y la seguridad como objetivos esenciales, se reconoció la existencia objetiva de las relaciones de mercado sobre el cual el Estado ejerce regulación e influencia, se ampliaron las formas de propiedad y se precisó su regulación y la de la riqueza material y financiera de personas naturales y jurídicas; surgieron, se aceptaron y legitimaron reformas “privatizadoras” entre las que resaltan las vinculadas a la inversión extranjera directa, diferentes formas de gestión, creación y avances de organizaciones empresariales, trabajo por cuenta propia, creación de cooperativas no agrícolas.

Pero los cambios no llegaron a tiempo para hacer frente al agravamiento del bloqueo por parte del nuevo gobierno estadounidense de entonces, la administración Trump. Y por supuesto la pandemia agudizó las carencias en las condiciones de vida de la población y puso en evidencia una desigualdad que crecía.

Una pobreza que creció en sectores de la sociedad cubana. Más en algunas provincias que en otras (los propios hechos demuestran que no fue uniforme la movilización en la isla) y dejó al descubierto heridas, postergaciones, desatenciones y aspiraciones reconocidas por las autoridades al convocar de inmediato al conjunto social a la reflexión y al amparo. Para todos y todas que tengan interés, es muy esclarecedor seguir los diálogos mantenidos públicamente por el propio presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez con actores principalísimos de la sociedad cubana como periodistas, intelectuales, cientistas sociales y los miembros integrantes del poder popular en barrios y pueblos de provincia, acerca de los cuales ha sido extremadamente importante el mapa reciente de las situaciones de pobreza, desamparo o marginalidad.

¿Podríamos decir que el presidente Díaz-Canel se mantuvo fiel a la premisa de Fidel de dialogar con el pueblo sin ocultamientos?  

Sin dudas… Pero tengamos en cuenta que hay sectores de la población y franjas etarias que no han vivido y justipreciado las diferencias entre la historia de Cuba y la historia de la Revolución. Sectores que han podido ir incluyéndose en las ventajas y posibilidades de la cultura digital y desde allí son convocados, atraídos, muchas veces captados o confundidos. Pero creo que el Gobierno ha asumido estos cambios con la seguridad de que hay reservas morales, políticas e ideológicas y que tiene condiciones para enfrentar cada nuevo ataque del más malo del barrio.

¿Estados Unidos? 

Estados Unidos no admite que exista en su arrabal una isla insumisa y que exporte otro ejemplo al mundo. Y esta condición rebelde, tremendamente digna, ha logrado que la mayoría de la población mantenga su adhesión al ideario revolucionario. Entonces… ¿qué reproches sociales existen? En lo personal creo que se aspira a nuevas formas de participación para la toma de decisiones y el control de las mismas y que este rejuvenecimiento debería alcanzar al Parlamento y a todas las organizaciones de masas y al propio Partido. Esta demanda ha sido reconocida y ha puesto en movimiento un fructífero y remozado diálogo social.

Sin embargo, durante las protestas hubo acusaciones de quietismo, de anquilosamiento de los mecanismos dinámicos que la Revolución siempre defendió o intentó ejercer…  

Las críticas están, pero fíjese… Aún los sectores más críticos no podrían argüir que no ha habido cambios en Cuba. Los ha habido e importantes y esos mismos cambios de carácter económico han reconfigurado la estructura socio-clasista cubana con consecuencias que deben ser atendidas. No debería tampoco desconocerse que la Revolución atravesó el proceso de trasvasamiento de la generación histórica, de sus liderazgos carismáticos, la desaparición física de Fidel, con una estabilidad política ejemplar, digna de ser imitada por tantos otros países.

Sobre todo, en un contexto de enorme presión externa. Un logro nada menor, si revisamos diferentes procesos del siglo XX en donde estuvo presente la amenaza estadounidense. 

Sin dudas… Podrá discutirse cuál es el impacto del bloqueo en la realidad de Cuba. Lo que no se puede es soslayarlo. Un país que es capaz de crear y elaborar sus propias vacunas –por su desarrollo científico y humano– pero necesita de la solidaridad internacional para el aporte de jeringuillas, nos confirma las dificultades de Cuba para su abastecimiento de materias primas de las que carece, equipamientos y/o repuestos que les son negados cada vez que una empresa, europea o de cualquier lugar del mundo integra más del 10% de capital estadounidense.

Luego me gustaría que volvamos para hablar sobre el bloqueo, pero ya que menciona a las Naciones Unidas, denos su visión como diplomática sobre esta nueva embestida internacional contra Cuba… ¿Qué reflexión haría sobre el estado actual de eso que llamamos “Derecho Internacional” a la luz de estas aberraciones orgánicas contra toda una población y un país soberano? ¿No estamos ante un claro retroceso en los parámetros humanistas que, al menos en la formalidad, el mundo había conquistado?  

En el caso de los bloqueos y sanciones a distintos países es indiscutible el retroceso de los principios éticos que fija el Derecho Internacional y que se vulneran en la práctica sin piedad y con impunidad. Solo considerando la debilidad de la ONU con sus resoluciones no vinculantes y la falta de democratización del Consejo de Seguridad con el poder de veto de sus miembros permanentes –naciones poderosas–, puede comprenderse la tolerancia de los más de 180 países que cada año votan en contra del bloqueo a Cuba y que no solo comprueban cada año cómo se desoye e incumple el universal reclamo, sino que asisten además impotentes a la aplicación de sanciones económicas y saqueo de fondos genuinos de varios países y al agravamiento de las medidas de bloqueo a la Isla y a otras naciones. Y como agravante, en medio de una pandemia, que es un hecho social mundial de una magnitud sin precedentes. Sin duda forman parte de la matriz y el arsenal de las guerras de cuarta y quinta generación que asolan a nuestros pueblos a fin de garantizarse –el imperialismo–, los recursos naturales y el dominio en el marco de lo que llaman “cuestiones que afectan su seguridad nacional”.

Cristina Fernández de Kirchner le comisionó a usted personalmente la tarea de representar a nuestro país ante Cuba… ¿Cuáles fueron las instrucciones para las relaciones entre nuestras dos naciones fraternas, como son Cuba y Argentina? 

El respeto que Cristina tiene a la institucionalidad argentina e internacional se fue demostrando en toda su política exterior, de allí que no hizo falta que me explicitara su respeto al principio de no injerencia. También es bien conocido su apego a las ideas latinoamericanistas de nuestros próceres y su adhesión al ideario peronista “unidos o dominados”, que el general Perón confirmara en su retorno y cuya impronta se mantiene en los compañeros sobrevivientes de mi generación. Ya Néstor en el 2005 había aferrado esta línea al quehacer político de nuestra región junto a Chávez, Lula, Fidel, cuando en mayo de 2008 se creó la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

Cristina fue clara al reforzar la idea de estrechar los lazos y vínculos no solo comerciales, sino sobre todo políticos, culturales y de hermandad. Para ello era necesario dejar atrás algunos malentendidos y ayudar a resolver un par de temas que perturbaban la relación, como la autorización de emigración de la Dra. Molina, hecho que se verificó en el mes de junio de 2009, en un gesto de distención y confianza que Cristina agradeció al gobierno de Raúl Castro y que selló una relación personal de respeto y amistad entre los líderes Fidel, Raúl y la entonces presidenta, quien viajó en cuatro oportunidades a la Isla durante sus dos mandatos.

La posición de Cristina denunciando al bloqueo ha sido vibrante en todos los foros y cumbres internacionales, por eso me atrevo a recomendarles lean el libro Cristina Fernández de Kirchner. Una política exterior soberana, publicado por el Instituto Patria y editado por Colihue y en el cual se puede a través de sus discursos, leer su pensamiento. En relación a Cuba, recomiendo su discurso en la VII Cumbre de las Américas del 11 de abril de 2015 en Panamá.

Ya nos dio su visión y análisis sobre los desafíos económicos y sociales de Cuba… ¿Cómo justiprecia usted las protestas recientes en la isla? ¿Cuánto hay de operación de inteligencia estadounidense y cuánto de reclamo genuino para aggiornar la economía cubana dentro de los estrechos márgenes que permite en bloqueo? 

Los recientes acontecimientos sociales en Cuba fueron disparados claramente por una operación orquestada desde los Estados Unidos, a través de un ciberataque, trolls, fake news y activistas internos “subvencionados” por la Usaid y la NED, según los diseños desestabilizadores de la CIA. Y acompaño esta afirmación con dos fuentes serias [3] y que personalmente he podido confirmar con amigas y compañeros cubanos, críticos muchas veces de las medidas que se van tomando (como ocurre en cualquier país, naturalmente), pero leales a la Revolución y a la necesidad de avanzar más rápidamente en  los cambios que el propio pueblo cubano se ha dado, como ya he explicado, a fin de hacer realidad el  “Plan Nacional de Desarrollo Económico” hasta 2030.

Los medios de comunicación internacionales y muchos de nuestro país solo registraron los hechos vandálicos producidos por sectores marginales y no los masivos actos de apoyo al gobierno presidido por Díaz-Canel Bermúdez, de gran prestigio personal como cuadro histórico y muy popular por su constante presencia en pueblos, empresas, barrios y con su cercanía y escucha a los sectores populares.

De todas maneras, debo señalar que sí hay niveles de descontento en Cuba. ¿Inició este descontento la revuelta? No. ¿Formó parte? Algunos al comienzo se sumaron, pero de inmediato negaron su apoyo porque no han sido parte de la cultura política de la sociedad cubana, por lo menos la que yo he conocido, las movilizaciones violentas, la destrucción de organismos del Estado, menos que menos escuelas u hospitales, hechos que de inmediato advirtieron al pueblo sobre el origen espurio y oportunista de las “protestas”.

Deberíamos llamar a las cosas por su nombre: no es descontento, es fatiga social por lo que se conoce en Cuba a través del dicho “se está pasando mucho trabajo” que, así escuetamente y sin dramatizar, describe en forma elocuente las proezas cotidianas trajinando “la diaria” para viajar, abastecerse de alimentos, medicamentos, repuestos, artículos de higiene, de estudio, de vestimenta. Situación a la que los somete el impertérrito Estados Unidos imperial.

Si a esta situación, que lleva décadas, se le agrega el impacto de los efectos de la pandemia que cerró el turismo y del agravamiento del bloqueo recargado por Trump-Biden, es lógico el estrés social que, por otra parte, se vio incrementado por la escasez de medicamentos. También oscurecieron el panorama las estadísticas de contagio y muertes, ajenas a las extraordinarias estadísticas de expectativa de vida y acceso a la salud que es costumbre del pueblo, sin discriminaciones y con gran desarrollo científico. El derecho a la salud es tan trascendente para la sociedad cubana que ha insistido en procurarlo para el resto del mundo en lo que podemos considerar realmente una hazaña internacional.

¿El bloqueo debe estar siempre en un plano central al analizar a Cuba? ¿Qué implica en términos humanos y sociales una coerción como la que padece ese país desde hace más de medio siglo? 

Para muchos fuera de Cuba el tema del bloqueo es un pretexto para enmascarar las presuntas debilidades o anomalías del modelo, sus anacronismos y demora en llevar adelante los cambios que el propio Gobierno promueve. ¿Es cierto que no debería el bloqueo determinar al socialismo como lo hace, según sostienen algunos dentro de la Isla? Pienso que las restricciones externas que el bloqueo impone y la afectación de la inserción internacional de Cuba, dificulta claramente el rumbo hacia el socialismo al que la sociedad cubana aspira.

Ocurre que el bloqueo no solo se ha mantenido. Ciertamente ha aumentado y ha extendido su dominio extraterritorial a países con los cuales Cuba hace décadas viene estrechando vínculos de todo tipo, pero sobre todo comerciales. Y la finalidad es obstaculizar su normal desarrollo y continuidad y restringir su capacidad de manejar las distintas crisis del capitalismo mundial y las suyas propias. No se le puede asignar toda la responsabilidad al bloqueo, pero sí un lugar crucial.

Entre sus características estructurales, Cuba cuenta con limitados recursos materiales y financieros e importante dependencia de las relaciones económicas externas y escasa oferta exportable. No olvidemos que una de sus principales fuentes de ingreso de divisas –el turismo– fue prácticamente paralizado durante la pandemia. En los años de Donald Trump se sumaron 243 medidas y se reforzaron muchas dirigidas a complicar el suministro de combustible y a perseguir y afectar a las instituciones financieras y a los países que mantienen relaciones normales con la isla. Hasta se impidió bajar insumos médicos de emergencia ya en el puerto. Entonces, si contamos con que además se prohibió y entorpeció el envío de remesas por parte de la diáspora cubana en los Estados Unidos y se dedicó a desacreditar la calidad e impedir la venta de servicios profesionales de Cuba en el exterior (salud y educación entre otros), podríamos, sin duda, asignarle al bloqueo un protagonismo central en la situación económica del país, con sus consecuencias en los aspectos económicos, políticos y sociales.

De todas maneras, la propia dirigencia cubana –el presidente Miguel Díaz-Canel o Raúl Castro Ruz como primer secretario del Partido en las aperturas de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento Cubano)– en innumerables oportunidades han denunciado a viva voz los errores de diseño, las falencias y moras en la aplicación de las medidas y la necesidad de desterrar los burocratismos y corrupciones del Estado y la falta de compromiso de la dirigencia. También destacaron reiteradamente la necesidad de reformas en los ámbitos productivos y tecnológicos, cadena de suministros y logística, junto a la necesidad de incrementar la cercanía a la población y disminuir las desigualdades impropias de una Revolución.

Cuba ha demostrado ser una potencia en diversos aspectos: educación, salud, investigación médica e internacionalismo solidario. De hecho, está en un puesto Alto en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU, en la posición 70, solo 24 puestos más abajo que Argentina. ¿Cómo se imagina a una Cuba sin bloqueo y sin presiones coercitivas externas? 

La imagino como la pequeña gran nación que es a pesar de las adversidades, entre las que incluyo el castigo nunca contabilizado de las catástrofes naturales. En los huracanes de 2008 se perdieron cerca de 10 mil millones de dólares y en el de Santiago de Cuba, algunos años después, más de cinco mil millones, toda su infraestructura, toda su riqueza forestal y su producción de café. He sido testigo de la devastación, pero también del milagro de la recuperación por la mística y la fuerza de una población que no se doblega. Tiene tal experiencia acumulada en el manejo de las crisis y tal predisposición a encarar y a resolver los conflictos de la humanidad que además de dar un salto cualitativo en su esquema de desarrollo nacional, podría mantener y acrecentar un papel relevante en la solución de la grave crisis mundial postpandemia.

El aparato educativo y cultural cubano, la excelencia de sus universidades y la formación de sus profesionales le ha permitido mostrar una solvencia que podría acrecentarse enormemente de tener las condiciones para desplegar sus fuerzas productivas y creativas. Cuando se está en Cuba se es testigo del respeto internacional que ha logrado, de las relevantes relaciones que mantiene con todos los países y las regiones del mundo, sin corsés ideológicos, sectarismos ni dogmatismos y sin perder su autoestima y su vocación de autodeterminación.

Por último… ¿Estados Unidos le tiene miedo a Cuba? 

Creo que le tiene miedo a su liderazgo moral y a su ética humanista. Mantiene su temor a la capacidad de levantarse como ejemplo civilizatorio, como paradigma pacifista, anti-consumista y ecologista. Y desde ya  le teme a su liderazgo político y de integración en la Latinoamérica continental y en el propio Caribe. El espejo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), aun con su parálisis temporal, devuelve una imagen más esperanzadora y justa que la caduca e irremediablemente desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA). Recordemos que la Celac es un espacio donde Estados Unidos no es invitado. Tampoco Canadá.

El determinismo geográfico enlaza geopolíticamente a Estados Unidos y a Cuba, pero sus idearios –uno de dominación y otro de hermandad– no dejan dudas a los gobiernos y pueblos de buena fe de nuestra Región sobre a quién temer y a quién abrazar.

Probablemente, ahora que lo pienso, el mantenimiento de la base de Guantánamo, tal vez no sea solo capricho y dominación regional, sino miedo. Como hemos visto recientemente en Afganistán, no es la primera guerra que Estados Unidos pierde y hasta ahora Cuba va sin dudas ganando la batalla moral de los pueblos de América Latina y el Caribe.

Pero todo este ataque cultural, periodístico, cibernético, amplificado internacionalmente, no solo no ha acabado sino que recrudecerá. Sigue siendo el intento de crear una oposición interna –que es lo que Estados Unidos alega–, pero que busca derribar al Gobierno y generar caos en su modelo. Ante esto ¿cuál es el desafío de la Revolución, del Gobierno y Estado cubanos? Como hacer que el futuro no sea retroceder al capitalismo y continuar el proceso emancipador que nunca se dijo que fuera fácil, rápido ni permanente.

Sin dudas, como he leído recientemente en un interesante y muy sincero artículo:  “Tenemos el deber de formular una pregunta mejor, más compleja, comprometida y lúcida: ¿cómo satisfacer el deseo de protesta, de rebeldía, de insumisión desde el campo de la Revolución y en favor del socialismo? ¿Cómo lograr que ese flujo político, lejos de atentar contra el poder revolucionario, lo refuerce? Estas preguntas, por supuesto, no se responden con sanciones legales o disposiciones policiales, tampoco con una mejoría económica ni con campañas de comunicación: esta misión histórica que impone la Revolución sobre nuestros endebles hombros requiere de un amplio y desmedido despliegue de política revolucionaria”. “Urgen, pues, respuestas que pongan el acento sobre la recomposición de la hegemonía, del consenso de la Revolución y de su proyecto socialista”.

¿Qué se advierte en el futuro inmediato?

Al respecto, el dilema sigue siendo de una magnitud desafiante. Leo en Infobae de Argentina cómo se va preparando la crisis que desatará el imperialismo en noviembre. El grupo de debate político Archipiélago ha convocado a una movilización para marchar “cívica y pacíficamente por nuestros derechos” el 15 de noviembre. Una historia de desestabilización de 60 años autoriza a pensar que no es la defensa de más derechos en el marco del modelo socialista cubano lo que se busca, sino la intención clara de replicar los modelos “primaveras” de protestas que concluyen con la muerte y el derrumbe de gobiernos populares e independientes del imperio.

Sobre esto, el Gobierno cubano ya ha negado la autorización y con claridad ha definido que la Constitución y las leyes del país no autorizan y consideran ilícitas las manifestaciones que pretenden cambiar el sistema socialista que esas mismas leyes establecen.

La convocatoria está acompañada por denuncias sobre la “represión” de julio pasado, la existencia de presos políticos y hasta se atreve a hablar de desaparecidos y otras calumnias y noticias falsas.

El país en el que las fuerzas de seguridad reprimen con violencia las protestas sociales y matan con las rodillas en los cuellos a personas, sobre todo negras, y que se considera con autoridad moral para cuestionar a otras naciones, su democracia y su libertad, sigue poniendo a prueba a la isla y su historia de  dignidad.

La Revolución cubana está intentando encontrar dentro de sí misma las claves para avanzar en rangos de libertad, igualdad y prosperidad por medio de su modelo socialista con reformas heterodoxas y creativas, mientras asume con sinceridad la necesidad de estrecharse con su pueblo. Tal y como siempre ha hecho para su resistencia.

[1] Para leer completo el discurso de Fidel Castro el 16 de abril de 1961, ir al link: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f160461e.html

[2] Ver:  www.cuba.cu

[3] https://capac-web.org/ong-de-revista-anfibia-y-cosecha-roja-formando-periodistas-para-atacar-a-cuba/

http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2021-07-12/analista-desnuda-campana-en-twitter-contra-cuba-hilo-completo (Tomado de Correo del Alba)

Publicado originalmente en CubaDebate

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