El día después de mañana

El país avanza hacia una ola polar. El nuevo mega ajuste del gobierno se monta sobre un escenario de recesión que ya está en marcha. El impacto sobre el empleo, el bolsillo y el escenario político electoral en gestación.

El gobierno argentino puso en marcha un feroz ajuste con final incierto. Por su desarrollo en términos económicos. Y por el impacto que pueda tener en el escenario políticos y social.

 

En el primer rubro, la meta del “déficit cero” que el oficialismo se propuso para cumplir con las demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI) es el tercer pronóstico de ajuste en dos meses: hasta el lunes 3, cuando el gobierno anunció el super ajuste, la “meta” era reducir el déficit a la mitad, de 3 a 1,5%. Pero la corrida cambiaria que sacude al país borró ese límite y bajó las perspectivas a cero.

 

El número tiene efectos políticos y económicos. En lo político, vuelve inevitable recordar cómo terminó el último que se propuso un programa de ajuste similar. Fue Fernando de la Rúa, el presidente que voló por los aires (literalmente) dejando un tendal de muerte y destrucción (también literal).

 

En lo económico, la meta del 0 por ciento anticipa un recorte estatal que involucra funciones, servicios y personal.

 

El primer paso fue la supresión de 12 ministerios. El impacto presupuestario de la medida es marginal, pero la elección de los suprimidos es toda una declaración de principios del gobierno PRO: entre otros, eliminó Trabajo, Ciencia y Salud. Dejó en pie, en cambio, Justicia, una de las patas que sostiene al macrismo hostigando a parte del elenco opositor.

 

Desde el punto de vista económico, el mega ajuste en marcha indica que el país va hacia una era polar. Ese proceso recesivo, por cierto, ya empezó. Según el último informe de coyuntura del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala (Ite), la economía -que venía en falsa escuadra desde el inicio de la era macrista- terminó de derrumbarse en el mes que pasó.

 

“Los datos del segundo trimestre del año comenzaron a reflejar el impacto de la corrida cambiaria en el nivel de actividad -detalla el informe-. En efecto, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se contrajo en junio un -6,7% anual, lo que implica que en el segundo trimestre la economía cayó un -4,2% en relación a idéntico periodo del año pasado (la mayor baja desde 2012)”.

 

El EMAE acumuló así cinco meses consecutivos de contracción en su serie, sin estacionalidad, ubicándose en niveles inferiores a los observados en diciembre de 2015. Estos resultados entierran definitivamente el objetivo de Cambiemos de alcanzar dos años de crecimiento económico consecutivos y la virulencia de la recesión siembra dudas acerca de una posible recuperación del nivel de actividad en 2019. “De mantenerse la actividad en el mismo nivel que junio -pronostica Ite-, el año 2018 cerraría con una baja del PIB de -1,8%”.

 

Si bien desde la gestión de Cambiemos se hizo referencia a que la recesión obedecía a la fuerte caída del agro producto de la sequía, lo cierto es que la recesión es generalizada e impacta en varios sectores. Los datos adelantados de EMAE analizados por el Instituto permiten inferir que, de descontar el impacto de la sequía, la economía pasó de crecer un 3,8% anual en el primer trimestre a 0% en el segundo, lo que implica una violenta caída en términos desestacionalizados.

 

Algunos sectores que venían exhibiendo un desempeño económico aceptable registraron una súbita caída. La producción industrial pasó de crecer 3,5% anual en el primer trimestre a caer -1,7% en el segundo. Similar dinámica se observó en sectores como comercio (+6,2% vs -0,7%) y transporte y comunicaciones (+1,1 vs -4,4%).

 

“Los primeros datos de julio indican que la recesión continúa -precisa el informe-. Nuestro Indicador Mensual de Actividad (IMA) cayó en el mes un -0,8% anual y un -0,6% mensual sin estacionalidad”. La fuerte aceleración de la inflación, claro, impactó en el consumo de los sectores populares. “En el séptimo mes de 2018, el consumo medido por nuestro Indicador Mensual de Consumo (IMC) se contrajo un -0,8% anual, la segunda baja consecutiva” detalla Ite.

 

“De cara al segundo semestre del año, y en vista de la disparada del tipo de cambio, es de esperar que la actividad continúe cayendo significativamente -indica el trabajo-. La suba de las jubilaciones, pensiones y asignaciones familiares estipulada para el mes de septiembre (6,68%) no alcanzará a compensar la suba inflacionaria, por lo que el consumo de esos sectores será particularmente afectado por la crisis financiera”.

 

El empleo en la pendiente

Según datos oficiales, en junio la cantidad de trabajadores con empleo registrado en el sector privado aumentó 0,5% anual. También hay más trabajadores respecto al año anterior en el sector público (+0,3%). Sin embargo, el empleo cayó 0,2% respecto a mayo. “Que las tasas de crecimiento anuales sean positivas indica que exista una reducción de personal, sino que esa reducción todavía no liquidó del todo los nuevos puestos creados a fines de 2017 y principios de este año. El dato mensual de caída da cuenta de que ese proceso está comenzando” precisa el informe.

 

La caída mensual fue generalizada. Las únicas excepciones fueron pesca -que representa solo el 0,2% del empleo asalariado registrado-, explotaciones de minas y canteras, servicios de salud y educación privados, y otros servicios sociales. Los puestos en intermediación financiera se mantuvieron constantes. Construcción cayó -0,7% mensual (unos 3 mil empleos) y comercio -0,2% (unos 2 mil empleos). Entre todos los sectores, 13 mil personas perdieron su trabajo, sin contar los que lo perdieron por factores estacionales (en total se destruyeron 26,8 mil empleos). La industria tampoco detiene la expulsión de trabajadores. Lleva destruidos 83 mil puestos desde diciembre 2015 (88,6 mil puestos si no se tienen en cuenta los factores estacionales).

 

Los datos duros se complementan con las expectativas de empleo, un termómetro del grado de incertidumbre que hay en la economía. Las expectativas “netas” de empleo están en uno de sus peores momentos desde las post devaluación de febrero de 2014: se desplomó desde un 6% en marzo a un 1,6% en julio.

 

Si las perspectivas para el empleo son sombrías, los que conservan su empleo ven cómo su salario real se desploma. Los asalariados privados registrados llevan perdido un -4,6% de su poder de compra en el año, y un -5,5% en comparación con julio del año pasado. En total, el retroceso es de -9% desde que asumió Cambiemos.

 

Crisis en continuado

La corrida cambiaria inauguró una nueva etapa durante el mes de agosto. Luego de abandonar la relativa calma de julio, el tipo de cambio volvió a avanzar con fuerza. “Si bien la devaluación de la lira turca y el real tuvieron un efecto sobre otros países de la región, como ya es habitual desde los últimos meses el peso se vio más afectado que otras monedas emergentes -explica Ite-. A fines de agosto, sin embargo, el dólar se volvió explosivo por motivos domésticos, y ni siquiera el anuncio del adelantamiento de los fondos del programa de rescate del FMI para 2019 fue suficiente para detener este nuevo capítulo de la corrida cambiaria”.

 

El informe responsabiliza, en parte, a las erráticas medidas del Banco Central por la crecida del dólar. “La política de rescate de LEBAC no contribuyó a la estabilidad cambiaria y puede que hasta haya sido contraproducente” afirma. Y agrega: “Dos semanas después, el peso argentino sufrió un fuerte ataque, que no pudo ser neutralizado ni por el supuesto cierre del programa financiero 2018/2019 ni por el anuncio de suba de la tasa de interés de referencia del BCRA hasta un 60% anual y el nuevo incremento en los encajes de 5 puntos porcentuales adicionales. La política de intervención cambiaria del banco central sigue siendo por el momento un misterio”.

 

El informe concluye con lo que denomina “la madre de todas las batallas”: la restricción externa. “Los datos del balance cambiario del mes de julio resultaron a todas luces preocupantes. La inestabilidad del sector externo tendió a agudizarse en niveles récord de los últimos 15 años, en un contexto en el cual el gobierno solo busca fugar hacia adelante los problemas, mediante agresivas (y costosas) inyecciones de deuda pública”.

 

En efecto, el déficit de cuenta corriente cambiaria se incrementó en un contexto recesivo. En el acumulado enero/julio de 2018, se ubicó en USD 9,8 mil millones (aproximadamente, -3,2% del PIB) contra un registro de USD 7,6. A esta fragilidad creciente por el lado real de la economía, se sumó una aguda y marcada reversión en el rubro financiero. La cuenta capital y financiera del sector privado no financiero (personas y empresas) acumuló una salida neta de divisas (fuga) por un total de USD 23,4 mil millones, esto es, casi USD 18 mil millones más que lo observado en igual período del año anterior.

 

“En términos del PIB -concluye Ite-, estimamos que la magnitud de la salida se ubica en el orden de los 7,6% de PBI, es decir, 1,2 puntos porcentuales por encima de lo registrado en 2009, en el epicentro de la crisis financiera internacional más importante desde la segunda post guerra”.

 

El dato sobre la fuga de capitales es central para desarmar uno de los argumentos con los cuales el gobierno promociona el ajuste: la necesidad de “hacer lo que hay que hacer” porque el país “vive por encima de sus posibilidades”. Los datos cuentan otra realidad: en los casi tres años de Cambiemos, unos pocos acopiaron los dólares que hoy faltan. Y se disponen a ser aún más ricos gracias al sufrimiento de las mayorías populares y el empobrecimiento general.

Total normalidad.

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