El Colón o un teatro de alquiler

El teatro Colón, uno de los más emblemáticos del mundo, atraviesa una de sus peores crisis por la indiferencia del gobierno porteño y su ministerio de Cultura. «Hay que explicarle al ciudadano por qué después de gastar 120 millones de dolares en la reforma, hay cosas mal hechas», subrayó Máximo Parpagnoli, delegado de los trabajadores y fotógrafo del teatro.

Salarios insuficientes, problemas con los pisos de baile, denuncias de malos tratos por parte de los directivos, talleres desmantelados, una temporada de ópera paupérrima y la programación de ballet cancelada es un panorama muy lejano al que, rodeado de figuritas mediáticas, anunció para el año de reapertura del Teatro Colón el Jefe de Gobierno Porteño Mauricio Macri, el último 24 de mayo, en la gala inaugural.

Todos estos inconvenientes, sumados a la indiferencia por parte del Gobierno Porteño y del Ministerio de Cultura de la Ciudad, derivaron en jornadas de paro y asambleas permanentes por parte de los trabajadores del Teatro. En estos momentos, la medida de fuerza está en un impasse a la espera de una respuesta del Ejecutivo porteño.

Máximo Parpagnoli, delegado de los trabajadores y fotógrafo del teatro explica “La última oferta del gobierno fue un medio aguinaldo más. Pero el conflicto no se soluciona así, independientemente de la cifra que propongan. El problema son las condiciones de trabajo, la situación del ballet; explicarle al ciudadano por qué después de gastar 120 millones de dólares en la reforma, hay cosas mal hechas”.

Lejos esta de ser un problema meramente gremial o acotado a lo salarial, estos reclamos empezaron en marzo de 2009, cuándo el director del Colón, Pedro Pablo García Caffi dispuso la disolución de mas de nueve áreas del teatro entre talleres, sectores artísticos y escenotécnicos. En ese entonces, cerca de 400 empleados quedaron suspendidos por lo cual los trabajadores iniciaron una causa judicial que obligó a restituirlos en el teatro en junio de 2010.

Sebastián Alanis, abogado de los trabajadores, relata que la situación no terminó allí: “Al ser reincorporados, en junio de este año, empezaron a llegarles intimaciones para que se jubilen, y aunque nosotros logramos que vuelvan, muchos de quienes habían sido despedidos están ahí sin hacer nada porque todas esas áreas, como mayordomía y boletería, fueron tercerizadas”.

Alanis también sostiene que si la tercerización y el vaciamiento no se revierten, en las próximas temporadas deberán traer todo de afuera “Esto se sostuvo en la apertura y un poco más, pero no pueden mantenerlo en el tiempo” afirma.

La capacidad de producción propia del teatro es algo de lo que se habló poco en estos días; el Colón, históricamente, desde que llegaba la primera idea para una puesta en escena, hacía absolutamente todo dentro del teatro. Primero se interpretaban los bocetos y figurines, luego se hacían los planos y los moldes, eso se pasaba a talleres, dónde intervenían escenografia, pintura, escultura, utilería mecánica y escénica más las maquinarias; todos estos sectores suman unas 200 personas.

Hoy en día los talleres fueron desplazados del Colón y están repartidos entre el Centro de exposiciones de la Ciudad, los talleres La Nube en Chacarita y unos galpones en Barracas sobre la calle Labardén, todos ellos con graves deficiencias en cuanto a las condiciones de seguridad e higiene en materia laboral, según cuenta Alanis que constató con los bomberos.

Carlos Duarte, tenor del teatro con una larga carrera reflexiona sobre la reapertura: “Para mi fue una necesidad política, los hechos culturales que se repusieron este año, como artista digo que no fueron importantes, sino de mucho circo mediático. El teatro Colon no es un teatro de formación, es de espectáculos de solidez; pero lo desmantelaron. Pensar que llegó a montar 22 óperas, mas la temporada de ballet y conciertos en la mejor época, todo con los mismos trabajadores que están ahora”.

El detonante del conflicto fue la protesta del ballet, que denuncia malas condiciones del piso de baile, nombramientos a dedo sin pasar por concurso y malos tratos por parte de los directivos. Para ilustrar esta última, la bailarina Miriam Coelho facilitó a la revista ZOOM una carta enviada por Aleth Francillón, reopositora de la fundación NUREYEV, a cargo de la puesta del Cascanueces a fines de 2009. Allí, le responde a García Caffi por haberle gritado y faltado el respeto en público, luego de que ella le recomendara algunos cambios para mejorar la presentación de la obra. En el final de dicha carta, Francillón aclara que en caso de que el teatro quisiera reprogramar en un futuro el Cascanueces, ella no retornará al país mientras estén en sus cargos los dirigentes que la maltrataron.

Por su parte, Coelho está lesionada por los problemas con los pisos “Después de la función del 24 de mayo intente seguir bailando, pero me fue imposible porque tuve que hacer una variación de saltos y a raíz de la dureza del piso, cada vez que saltaba sentía que rebotaba. Me empezó a doler la columna enseguida, hoy me están tratando por una lesión entre la última vértebra dorsal y la primera lumbar,”asegura.

En cuanto a los nuevos contratados, Alanis cuenta que el ballet se respalda en que no se está respetando el llamamiento a concurso para los ingresos y se han incorporado bailarines contratados de la escuela de Julio Bocca sin pasar por examen.

Fuera del conflicto con los trabajadores, esta el daño que ha hecho esta gestión al patrimonio tangible, los elementos muebles e inmuebles del teatro. Parpagnoli denuncia “Hoy se encuentran entre el Centro de Exposiciones de Buenos Aires y los galpones de Labarden mas de 120 containers con elementos valiosísimos como vestuario , zapatos, material de biblioteca, telones y escenografía, en franco deterioro, hay muchas cosas que no tienen recupero y han sido dañadas en forma permanente”

El recurso de amparo presentado por los trabajadores señala que la Biblioteca del Teatro Colon sufrió la sustracción de gran cantidad de documentos que la conformaban, a partir de los traslados y guarda inadecuada. La lista de cartas y notas perdidas ocupa cuatro páginas, al final del listado se destaca la empuñadora de oro del bastón perteneciente al compositor Giacomo Puccini.

Parpagnoli explicó a la revista ZOOM como el Colon pasó a convertirse en un negocio para el sector privado “Lo conveniente para Macri es que el estado mantenga la sala y un mínimo de empleados y que las primeras figuras y las puestas en escena se traigan de afuera. Esta política deja de lado la producción propia y encarece las entradas hasta hacerlas sólo para una elite, la pregunta es ¿Para eso sirve o debería servir el Colón?”

Esta tendencia quedó demostrada desde la reapertura; las entradas más baratas aumentaron un 400 por ciento, antes se conseguían por 5 o 10 pesos, dependiendo de la función y hoy salen entre 45 y 60 pesos, los que menos aumentaron fueron los abonos más caros y los palcos especiales, cerca del 150 por ciento.

En este panorama, el conflicto gremial y salarial se revela como la punta de un iceberg que hace tiempo quedó fuera del escenario público. La parte oculta tras bambalinas revela una decisión política respecto a como debe producirse y difundirse la cultura en la Ciudad; que demuestra en que tipo de espectáculo y espectadores estuvo el foco al invertirse tantos millones de dólares en esta refacción “pour la galerie”.

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