El cinismo de Poder Ciudadano

En los días previos al cierre de las listas en la Capital, nos enteramos por una nota de Eduardo Valdés que circuló por correo electrónico (e incluso se publicó en otro medio virtual), que Laura Alonso, la directora ejecutiva de Poder Ciudadano, ocuparía el cuarto lugar en la lista de legisladores del PRO. Todos esperábamos que la institución se expidiera, desmintiendo o desautorizando a su funcionaria a cometer tan grave hecho ya que su código de ética dice, textual: “Como norma general, es conveniente que ningún miembro se desempeñe en cargos públicos ni partidarios ni se postule a cargos electivos”.

El comunicado que finalmente emitió la aparentemente impoluta ONG, demuestra cómo estas instituciones supuestamente transparentes, siempre con el dedo acusador en alto, poseen un código aparte cuando se trata de sus propias prácticas.

“En respuesta a una columna de opinión (…), la Fundación Poder Ciudadano informó que su directora ejecutiva, Laura Alonso, de acuerdo a las normas internas de la institución, ha presentado la renuncia al cargo que desempeñaba en la institución, con motivo de haber aceptado la candidatura a diputada nacional en las próximas elecciones”.

¿Alcanza con la renuncia? ¿Acaso no debería lisa y llanamente no participar de la política? Está visto que estos son los sectores independientes cuando les conviene, pero a los que en el fondo lo que les gusta es estar de los dos lados del mostrador.

Todo tiene una carga ideológica, pero me parece que estamos habilitados a pensar que Alonso, en su rol de directora ejecutiva, muy probablemente hiciera la vista gorda o mirara con cariño las desprolijidades del PRO, y no tanto las de otros partidos políticos.

Esta es la nueva dirigencia que se pretende aséptica. Como no vienen de la política, no pagan costos, o no quieren pagarlos. Es la otra cara de la política de los gerentes de la que escribimos la semana anterior. Mañana mismo, otras Laura Alonso estarán haciendo sus papers para explicarnos qué candidatos están en condiciones de ser votados, cuáles ya pasaron por el filtro ético de la institución.

¿Hasta cuándo esta sociedad mediatizada dejará de comprar estos buzones? ¿Por qué la gran prensa libre y democrática no ha dicho ni mu, mientras se ocupa tan jocosa como exclusivamente de las miserias de los armados electorales? ¿Nadie se pregunta quiénes financian a estas instituciones o cómo son seleccionados sus cuadros jerárquicos? Seguramente tienen menos transparencia que el agua del riachuelo.

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