Callar a Zelaya es parte de la estrategia del Golpe.

La crisis política desatada luego del golpe de Estado profundizó las contradicciones y el Frente Nacional de Resistencia Popular continúa luchando para que se realice una Asamblea Nacional Constituyente.

Han pasado casi 14 meses después del golpe Estado que derrocó a José Manuel Zelaya unas horas antes de que se llevara a cabo un evento trascendental en la historia de Honduras; por primera vez el pueblo iba a tener la oportunidad de emitir una opinión sobre un tema de interés nacional. Si bien la consulta no era vinculante, aunque claramente representaría la voluntad popular, el ejercicio profundizaría las convicciones democráticas de un pueblo que nunca ha obtenido ningún beneficio del sistema politiquero electoral.

No está claro porque la oligarquía decidió expulsar a Mel en lugar de recurrir al magnicidio; pero la agudización de las contradicciones internas que se genera a raíz de la acción emprendida por los grupos facticos, patrocinados por el gobierno de Estados Unidos, remarca las profundas divisiones de clase que existen en el país, y develan el papel trascendental de Zelaya en el avance del pueblo a estadios superiores de conciencia y de lucha.

Inmediatamente después del golpe, la derecha se dedicó a tratar de descalificar la imagen de Mel, mientras el pueblo aumentaba su movilización en repudio a una clase dominante cavernaria, y a una maquinaria mediática mentirosa que se desnudaba ante el mundo como un arma más del imperio, y desvirtuaba la tesis del periodismo imparcial y objetivo. Los medios los mueven los intereses de clase, y las noticias se moldean de acuerdo a la óptica de los patrones.

Por cierto que la campaña contra Zelaya comenzó poco después de que iniciara su gobierno. Recuerdo como un médico se dedicó durante dos años a escribir semanalmente artículos buscando descalificar intelectualmente al presidente; este médico reapareció después del golpe con sus escritos. De hecho los dueños de los medios son actores fundamentales en el golpe del 28 de junio de 2009.

Ahora bien, la campaña post golpe se tiene que afinar en el camino; los cargos inventados no tienen el efecto esperado en la opinión pública, y, contrario a lo esperado originalmente, la gesta de Zelaya, como individuo, adquiere una dimensión mucho más grande que la que tenía antes de la asonada. Ante la reacción popular del 28 y el 29 de junio, el golpismo recurrió a la calumnia de todo tipo, desde las acusaciones judiciales, hasta los chismes más burdos buscando manchar el nombre de muchos compañeros y compañeras, que han acompañado a Mel durante su gestión gubernamental.

Entre argumentos seudo moralistas de las iglesias corruptas y mentiras jurídicas, se armó una estructura que tiene un solo propósito: separar a Manuel Zelaya de su pueblo. La lógica de la oligarquía y del imperio es que al mantener esta separación física, el movimiento se debilitaría, y la figura de Zelaya se perdería en el olvido, y finalmente la amnesia popular, promovida por la maquinaria mediática, terminaría por aplacar la insurrección popular. Este enfoque no es el resultado de una visión antojadiza; es el producto de años de trabajo llevado a cabo por los “think tanks” de la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado, que no han dejado de participar en ataques contra países pobres ni un solo día de los últimos cien años.

Mantener a Zelaya fuera de Honduras es una estrategia estudiada, estructurada desde el centro de poder, y aplicada por la oligarquía y su superestructura con el apoyo de peones gringos, colombianos o israelitas. De hecho, muchos de los eventos que vemos aquí buscan justamente lanzar al pueblo por un camino que lo desvincule de la figura de Zelaya, la que, por mucho esfuerzo que hacen un señor que se autoproclama intelectual y otro oscuro tipo de origen oriental, mantiene una vigencia absoluta en el pueblo hondureño en resistencia.

Esta estrategia da por sentado que hay sectores dentro del mismo movimiento resistente que no asimilan el papel de Zelaya en el salto cualitativo que da el pueblo hondureño, que lo lleva a una posición clara y define de una vez por todas la necesidad de las clases trabajadoras de tomar el poder para construir una sociedad igualitaria. La derecha continental cuenta con los análisis dogmáticos que ubicarían a Zelaya dentro de un estereotipo de “Caudillo Rural”, que desconocería la visión clara y los pasos firmes adoptados por éste en la dirección de construir otra Honduras, libre del chantaje, la colusión, la corrupción y la impunidad que se enriquece alevosamente, robando al pueblo lo que le pertenece históricamente.

También cuenta con el oportunismo de algunos dirigentes de su propio partido que tratarían de explotar la imagen de Mel para beneficio propio, una especie de “Melismo sin Mel” dentro del partido liberal, sabiendo que estos líderes de mentiras, simplemente se plegarían a la voluntad de la embajada americana y la oligarquía local. Todos con igual disposición a “lamer las botas” de quien sea con tal de que allá dinero de por medio; algo a lo que muchos llaman cínicamente pragmatismo.

Hasta ahora, parece que la apuesta estratégica de la derecha está surtiendo los efectos que esta quiere. El régimen sucesor del golpe, encerrado en una terrible trampa económica que le heredo su predecesor, es incapaz de mantener una maquinaria estatal que ha sido debilitada por más de 20 años, y que llega a la cúspide su crisis en un momento en que la productividad nacional es funcionalmente incapaz de asistir al rescate de la situación. El Estado es el mejor contratista en el país, por sus proyectos las empresas privadas ganan obscenas sumas de dinero y de paso contratan temporalmente gente para demostrar “responsabilidad social”.

El Estado sin dinero no puede hacer frente a la conflictividad laboral, social y política. Ahora más que nunca necesitan tener lejos, muy lejos a Mel Zelaya. La llegada de Mel a Honduras tornaría el conflicto social en una lucha definida por el poder entre la clase dominante y la clase desposeída del país. Hoy los compañeros maestros reivindican sus derechos, defienden su estatuto, pero el mismo puede controlarse si Lobo Sosa acepta reunirse con ellos, despide a Ventura, y firma acuerdos con este gremio. Algo similar pasa con la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, basta que a alguien se le “encienda el foco” y se remueva a la rectora golpista y se negocie con el sindicato el reintegro, y el cumplimiento de otras luchas sociales.

Igual está sucediendo en el Bajo Aguan, y en otras partes del país con alta conflictividad agraria. Seguramente esta situación seguirá creciendo a medida pasen los días. El régimen entonces busca firmar acuerdos aunque sepa que no los va a respetar. La idea es atomizar las luchas y luego afrontarlas como a pequeños incendios, y sobre todo evitar que la crisis imponga obligatoriamente un acercamiento al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).

A pesar de la incómoda situación generada por la conflictividad, se está logrando “aislar” al frente como eje fundamental de las luchas del pueblo hondureño y se reduce todo a una visión minimalista del problema, reduciendo la naturaleza estructural del mismo a luchas gremiales aisladas una de la otra. Según la derecha, estas condiciones con un Mel Zelaya activo en Honduras, les obligaría a “ceder” posiciones, y, en última instancia, tener que disputar el poder político él pueblo.

No en balde el Canciller espurio hace uso de las pocas armas que le quedan. Ante el reporte de la comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), al abordar el asunto de los cargos implantados contra José Manuel Zelaya, donde se afirma que los mismos deben finalizarse porque tienen carácter político, y en apego a las leyes del país, Canahuati, Corrales, Luis Rubí, Rivera Avilés y muchos más corren a justificarse con la parte final del argumento.

Sin embargo, el mismo informe señala que el día 28 de junio de 2009 sucedió un golpe de Estado en Honduras, y entonces llegamos al artículo 3 de la Constitución de la Republica que dice: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta Constitución y las leyes establecen. Los actos verificados por tales autoridades son nulos. El pueblo tiene derecho a recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional”.

Si nos apegamos a la Constitución, que dicho sea de paso es la Ley suprema del Estado, y está por encima de todas las leyes secundarias, por lo que su aplicación toma procedencia en este o cualquier caso, los juicios a José Manuel Zelaya son nulos y no necesitan ningún procedimiento adicional para finalizarlos. Por otro lado, si asumimos el golpe de Estado, todas las autoridades golpistas son ilegales. De hecho, el solo reconocimiento de Porfirio Lobo Sosa de que aquí se produjo un golpe de Estado deslegitima su gobierno de inmediato.

En este lío que parece aburrido, encontramos cosas muy importantes; en días recientes la Corte de Apelaciones declaró válidos los sobreseimientos en favor de José Manuel Zelaya, con el objetivo de orillar a este a que acepte una salida jurídica a un problema político que ellos crearon. Así las cosas, Zelaya rechaza estos sobreseimientos, porque aceptarlos significaría reconocer las instancias que rompieron el orden constitucional en Honduras. En esto hay una intencionalidad malévola del régimen, y es darle la salida jurídica a Mel, dejando en indefensión a todos los demás perseguidos o detenidos políticos.

Todo este enredo jurídico tiene por objeto mantener a José Manuel Zelaya Rosales fuera de Honduras; como explicamos, es la estrategia de la derecha continental y el imperio. Nuestras observaciones y acciones deben ser muy consistentes y claras sobre la naturaleza del juego del golpismo. Ahora mismo, podríamos estarle haciendo el juego a la derecha sin quererlo, dejando que se vaya diluyendo la lucha de la forma que ellos quieren.

Nadie debe perder de vista que los planes para la “reconciliación” emanados del régimen tienen tres pilares fundamentales: el desgaste fatal del FNRP y la resistencia; el aislamiento total de Mel Zelaya; y la reorganización del bipartidismo en Honduras. Parece lógico, razonable y dialéctico que nosotros nos dispongamos estratégicamente en contra de esta estructura del golpismo.

En consecuencia, es de importancia capital que los recursos de formación de opinión del FNRP, las comunidades organizadas, las masas, los movimientos gremiales, tengan en consideración que una de las luchas impostergables del pueblo hondureño en este momento radica en la exigencia permanente, militante y decidida por el retorno inmediato, seguro, incondicional de José Manuel Zelaya Rosales.

Este es el camino que el golpismo latinoamericano no quiere que sigamos, en consecuencia debemos empujar, desde ya, todos, ahora mismo, los que escribimos en la red, y de aquí en adelante en todos los sectores de la lucha resistente por este sendero.

Ahora es cuando comenzamos a demostrar que estamos hechos.
Hasta la victoria siempre.

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