SIGLOS
El siglo XX comenzó con la primera Guerra Mundial en 1914 y finalizó con la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Fueron dos acontecimientos que marcaron la vida geopolítica del mundo. El último de los hitos marca también el avance del liberalismo con sus políticas económicas. Sí establecemos una relación con acontecimientos que definen un cambio histórico en la historia del mundo, podemos decir que la pandemia derramada por el Covid19 inauguró el siglo XXI con sus modificaciones en las relaciones humanas, tanto en el universo individual, colectivo y laboral.
Los países cierran sus fronteras, no para impedir el avance de ejércitos armados e invasores, sino para impedir la propagación de un enemigo silencioso que afecta a las relaciones humanas, sociales, económicas y establece cambios que modifican y alteran los escenarios. La pandemia de Covid19 trajo consigo nuevas formas laborales y acentuó otras existentes como el trabajo a distancia o teletrabajo. En la actividad privada se desarrollaba ya en algunos ámbitos, pero se masivisó, durante los largos meses de confinamiento por la cuarentena en la esfera estatal, abarcando todos los estamentos que van desde la enseñanza a los trámites burocráticos de un ministerio. Las videoconferencias, vía zoom u otras plataformas, se expandieron y masificaron de modo avasallador en la nueva realidad.
De golpe, el encierro a causa de la cuarentena, se vio invadido por la presencia del monstruo digital y los seres dejaron de estar relacionados por la presencialidad para estar conectados en la virtualidad; así dando paso a lo que Byung Chul Hang define como infómatas, es decir consumidores de información en todos los sentidos, tanto política, como social y laboral.
TRABAJO
El mundo laboral evidenció un cambio profundo, con la nueva modalidad de trabajo a distancia y en la relación de quienes trabajan con los ordenadores y también con sus empleadores, ya sean estos privados o estatales. Algunos prefieren la continuidad de ese sistema de distanciamiento y otros se inclinan por la presencialidad en sus lugares de trabajo. No existen aún estadísticas que permitan analizar el fenómeno que acontece, pero sí se pueden encontrar opiniones de quienes están en contra o a favor de la continuidad o no del trabajo a distancia. Hay quienes se ven favorecidos al trabajar desde sus casas y opinan que realizan un trabajo, que en muchos casos es tomado como un trámite o un juego, al cual le deben dedicar cuatro o seis horas diarias y luego se “desconectan” para poder vivir su propia vida, que posiblemente sea conectarse a una actividad que los apasiona. Quienes reniegan del trabajo en sus hogares y se sienten más cómodos en las oficinas, argumentan que ellos corren con los gastos de conexión y pago de electricidad, además de la extensión del horario laboral, ya que muchos no tienen derecho a la desconexión y se les piden tareas por fuera de las horas convencionales de trabajo. Una prensera de un ministerio, se queja de clipear noticias de ese organismo en las redes durante 12 horas, cuando en la oficina donde desarrolla la misma tarea, la realiza según establece la ley de contrato de trabajo durante 8 horas y con derecho a un descanso de una hora. Algo que también ocurre en el ámbito privado es que por ejemplo,la jornada de un trabajador o trabajadora bancaria se extiende más allá de lo que establece la ley.
Con el escenario de tierra arrasada dejado por el macrismo y con salarios bajos, también hay un sector que no ve con malos ojos la continuidad del trabajo a distancia. Más allá del abuso en la extensión de las horas laborables, ven un ahorro en cuanto a viáticos, almuerzos y meriendas se refiere. A partir de esto y otras cuestiones, dejan pasar y aceptan las alteraciones de la vida cotidiana que conlleva el teletrabajo.
Alguien que vive su vida privada y laboral dentro de las cuatro paredes de su casa, encierra en sí mismo una semejanza atroz con un prisionero o un esclavo moderno. La situación se expresa también en el lenguaje, ya no se emplea el término descanso o recreo, cuando se realiza un alto en sus tareas, dicen: “Me desconecto” o “Me desenchufo”. Como si ellos mismos fueran una unidad operativa, las cuales necesitan recargar la batería agotada. Esa deshumanización tiene su correlato en la ficción. En una escena de una película policial china, un hombre en un local de autoservicio de comidas, le dice a la cámara: Soy una unidad operativa, debo elegir bien con qué me alimento, para mí la comida es hardware y software, no le puedo meter cualquier cosa a mi cuerpo. Ese auto-percebimiento, del cual no todos son conscientes, se puede tomar también como una muestra de las subjetividades que construye el capitalismo, no solo en la pandemia sino en la era automatizada de la digitalización, donde nada se aúna y todo se fragmenta.
PRECARIZACIÓN
El individualismo y la precarización laboral emergen con las nuevas modalidades. Los índices y datos no se establecen ni se elaboran de un día para el otro, pero basta asomarse a la realidad para crearnos una idea de lo que sucede. Durante la cuarentena los bancos redujeron la atención al público, solo en casos excepcionales alguien podía ser atendido por un empleado o empleada bancaria. La apertura de una cuenta bancaria o la transferencia de fondos de una cuenta a otra, se puede realizar desde una computadora o un teléfono celular; el home banking, usado por comodidad por cierta masa poblacional, y que facilita las cosas para ciertas generaciones, se convierte en infortunio de cierta franja etaria, para la cual la realización de esa gestiones es una tarea engorrosa y malhumorada. Pero, más allá de la sanción de una ley que reglamenta la actividad laboral a distancia en el ámbito privado, la reducción del personal bancario y el cierre masivo de sucursales, como quiere llevar adelante el banco Santander, plantean escenarios impensados no muchos años atrás. Ante estos hechos, La Bancaria, gremial que representa a los trabajadores y trabajadoras se declara en alerta y movilización:
Ante la desordenada reconversión del sistema financiero que vivimos, que supone la degradación de la calidad de lo que debe ser un servicio público, la precarización y pérdida del empleo bancario, la falta de buena fe para avanzar en la formación profesional de las bancarias y bancarios que deben cambiar de puesto de labor debido a los cambios tecnológicos, como por ejemplo sucede entre otros con el personal de tesorería.
En otros tiempos los bancos mostraban construcciones sólidas con arquitecturas de mármol, granito y hierro forjado, para exhibir su solidez, que a partir de los años 90 del siglo pasado se dejó de lado, por construcciones vidriadas, que transmitían y mostraban una transparencia en la acuosidad del mundo financiero. En estos tiempos, la acuosidad se volvió más líquida y el dinero también, se puede recibir un pago mediante una transferencia realizada desde un celular y pagar un producto en un supermercado mediante una aplicación, sin que la presencia humana se perciba en tal operatoria. A un banco ya no le interesa la calidad de la atención de sus clientes, sino la calidad de sus aplicaciones en las redes que operan los usuarios.
GREMIOS
En un mundo donde todo se fragmenta y volatiliza, ya sea en lenguajes y jergas, la ambición individual prima sobre los proyectos colectivos y lo tecnológico avanza por encima de las relaciones humanas. Agremiarse para defender o conquistar derechos, pareciera tornarse un empresa dificultosa, un dirigente sindical de vasta experiencia y nacido a mediados del siglo pasado, ve como un peligro al teletrabajo, por el cual, quienes lo ejercen no pueden sindicalizarse. Es una modalidad exenta de sociabilidad, como un atentado contra la defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadoras involucrados en esas tareas y es un peligro también con la capacidad de movilizarse en las calles, por reclamos o el ejercicio del derecho a huelga por el cese de actividades o ante injusticias laborales o despidos de las patronales.
Sin embargo, ese temor, acendrado en escenarios callejeros, con manifestaciones, movilizaciones y enfrentamientos, vividos en tiempos aún cercanos, se diluye en el pensamiento de las nuevas generaciones que soslayan los temores de alguien formado en otras contingencias. Un joven dirigente de una de las centrales de trabajadores, al cual se le expone ese temor manifestado por el viejo dirigente, es sumamente explícito cuando declara:
Está equivocado, la gente va a seguir afiliándose a los gremios, va a seguir reclamando por sus derechos y vamos a continuar militando, del mismo modo que ellos manejan las redes, nosotros también las manejamos. Es un nuevo desafío y no hay porque tenerle miedo, que alguien trabaje en su casa o en la oficina, para nosotros sigue siendo un trabajador o una trabajadora.
Sí nos atenemos a la formulación dialéctica, donde las viejas formas se replican con nuevas tecnologías, las próximas luchas no solo se evidenciaran en las calles, sino también en el universo virtual, donde es más importante la afectación que produce la caída de una página de un banco, una empresa o un organismo estatal, que la atención al público que esas mismas entidades puedan brindar a sus usuarios o clientes.
SALUD
Durante los meses de cuarentena, los trabajadores del Ministerio de Salud de la Nación no solo trabajaron de modo presencial en centros de vacunación, trenes y barcos sanitarios, sino que también lo hicieron de manera virtual en capacitaciones para la prevención de enfermedades vectoriales como el dengue y mal de Chagas. Otras capacitaciones abordaron temas como el empleo de métodos anticonceptivos, salud sexual y alimentación. Las mismas aún se continúan realizando con esa modalidad a integrantes de organizaciones sociales, políticas y gremiales de barrios populares y villas de la CABA y conurbano, con una duración de aproximadamente dos horas, la asistencia convocada gira entre los 10 y 15 asistentes, cifra que se puede modificar según la calidad de la señal que se tenga en el lugar donde estén los convocados.
Estas reuniones virtuales abocadas a temas sanitarios se realizan en horarios normales de trabajo, pero la preparación de los contenidos por los equipos y duplas que las dan, se realizan por fuera de lo estipulado y sin ningún pago extra por parte de la administración. Es obvio decir que quienes las brindan, prefieren el modo presencial para transmitir mejor las experiencias que hechas de manera virtual de algún modo se parecen a un tutorial subido a Youtube. En cierto punto, hay algo como desvirtuado y que ronda lo ficticio en tal metodología. Esto también se aprecia en otras áreas que atañen a profesionales como psicólogos y psicoanalistas; donde la relación entre terapeuta y paciente o analizante y analizando, se realiza de manera virtual por medio de una computadora o de un celular en el lugar donde se encuentre uno a la hora de la sesión.
Ya tengo un pequeño escenario preparado en un rincón de mi casa –confiesa una psicóloga de Barrio Norte- y es muy cómoda esa comunicación, porque no tengo que tener el resto del lugar ordenado y limpio, como debe ser, si recibiera a los pacientes de manera presencial.
Por otro lado, y si bien algunos de estos profesionales han perdido algunos pacientes locales debido a la crisis económica generada por la pandemia, no son pocos los que han ganado pacientes de otras latitudes, que debido a la devaluación del peso se atienden de modo virtual desde países europeos, sobre todo España, y pagan sus honorarios en euros, por supuesto que a un precio menor que si lo hicieran en su país de origen.
La virtualidad y su universo de infómanos e infómatas, se adueñaron de las vidas humanas, en sus actividades colectivas e individuales. Cuando una comunidad alejada de las urbanidad reclama por conectividad, tal vez, ya no lo enmarque dentro de la construcción de vivir en un mundo mejor y saludable, sino tan solo no quedar afuera de las redes de información y consumo, creadas por el capitalismo, que se solidifican en el aire.