“La ciencia desenmascara que Cambiemos es el pasado y no el futuro”

Roberto Salvarezza, del Conicet al Congreso: el candidato a diputado habla del lugar de la ciencia hoy y de su salto a la política. “Me sorprendió la propuesta y la posición en la lista”.
Foto: Georgina García | Zoom

“Es un año insólito”, confiesa con una sonrisa Roberto Salvarezza al recibir a Zoom en su oficina del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas ubicada en La Plata. Salvarezza, doctor en Bioquímica y ex presidente del CONICET, acaba de ser confirmado como segundo candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en la lista de Unidad Ciudadana, y lo “insólito” no es otra cosa que esa nueva realidad que lo llevó de ser un “hombre de ciencia” a un político-en-campaña, obligado a caminatas, entrevistas y fotos. Quizás porque hace años que los bordes de lo que es un “político profesional” se difuminaron, o porque el macrismo y la derrota kirchnerista de 2015 conmovieron el esquema de representaciones y dejaron las banderas y reclamos ya no en el gran atril de la político sino en un llano hecho de maestros, científicos, nuevos sindicalistas y movimientos sociales –escenario que Cristina Fernández de Kirchner, con su experimento ciudadano, busca capitalizar mientras sortea los pataleos renovadores–, lo cierto es que Salvarezza parece menos una rareza que un hombre preparado para afrontar su destino empoderado. En la entrevista que sigue afirma que aceptó la candidatura porque “sentiría que no he cumplido con mi deber si no salgo a defender al sistema” y asegura que su rol en el Congreso va a ser “ponerle un freno al gobierno”. Critica el presente del sistema de ciencia y tecnología, pero cree que los científicos no sufren solo las políticas exclusivas de su sector. “Si vamos a una flexibilización laboral o a una reforma del sistema jubilatorio nos van a precarizar aún más las condiciones de los científicos”. Afirma que para Cambiemos la ciencia es cara y a la vez una amenaza, que el emprendedorismo es el último recurso de un sistema que se quedó “sin Estado ni inversión privada” y analiza la particular parábola de Lino Barañao, el ex ministro estrella devenido en enemigo número uno de la comunidad científica. “Lino siempre fue muy proclive a los consorcios público-privados”.

 

¿Cuál es la situación actual del sistema de ciencia y tecnología?

En la campaña el gobierno de Cambiemos prometió continuar la política de Estado en ciencia y tecnología, y para eso mantuvo al ministro que había acompañado la gestión kirchnerista. Había promesas de aumentar el presupuesto, de pasar al 1,5 del PBI, y eso motivó que parte de la comunidad estuviera expectante sobre las primeras acciones que se tomarían durante el 2016. Pero la verdad es que sucedió lo opuesto. Ya en febrero de 2016 el presidente de CONICET [N.d.R: el Dr. Alejandro Ceccatto] declaró que el organismo era inviable y más tarde anticipó el recorte en los recursos humanos diciendo que el kirchnerismo lo había hecho crecer de forma irresponsable en el 2015. Luego llegó el presupuesto, que incluía un recorte de cinco mil millones de pesos reales para todos los organismos de ciencia y técnica. El Congreso cambió ligeramente ese número, lo mejoró un poco, pero igual se terminó con un recorte efectivo en la práctica. Y este año también va a haber un achicamiento del sistema.

 

¿Qué consecuencias traería este recorte?

Hay muchas consecuencias, pero la más directa fue el dejar a centenares de investigadores fuera del sistema. Gente que se había formado durante largos años, y que estaban recomendados y calificados para incorporarse al sistema científico, quedaron fuera. Esto motivó la toma del Ministerio y la firma de un acta que revertía en parte la situación. Se les prorrogó una beca y se les dijo que se los iba a colocar en otro lado, cosa que todavía no se hizo, es decir, fue una salida desprolija a una situación que era claramente echar gente. Ahora la situación es todavía más complicada porque hay 2000 personas que se van a presentar y el cupo sigue siendo de alrededor de 500, con lo cual vamos a tener incrementado esto. Que a su vez lleva a algo muy grave que es la pérdida de recursos humanos.

 

¿Qué sistema de ciencia y tecnología cree que proyecta Cambiemos?
Foto: Georgina García | Zoom

Yo creo que el macrismo tiene una sola meta que tiene dos componentes. El sistema científico es parte del Estado y el Estado hay que achicarlo. Vamos hacia un modelo agroexportador y de especulación financiera, ¿para qué queremos ciencias? Lo escuchábamos en la época de Menem: “Vayan a lavar los platos”. Es más o menos lo mismo. Pero también hay otro componente importante que hace a la política de desmantelar el sistema de ciencia y técnica y que es eliminar un sector crítico de la población. Ustedes recuerdan la reforma política, el voto electrónico se cae porque fueron los investigadores a la Cámara de Diputados y les dijeron: “Señores este sistema que están comprando es vulnerable”. Y eso bastó para que los legisladores tuvieran que retroceder y no sancionaran la ley. Esto mismo puede ocurrir con el medio ambiente, con la pobreza, con la violencia. La universidad, el CONICET, son organismos que generan conocimientos y los generan con datos sólidos.

 

El jefe de gabinete, Marcos Peña, dijo en su momento que el pensamiento crítico “llevado al extremo” puede “generar daño”.

Bueno, Cambiemos es un gobierno que dice que puede gobernar sin inteligencia, que se puede gobernar con optimismo y voluntad. No es un gobierno que valora la inteligencia. El pensamiento crítico hace daño porque apunta a esto que yo digo. Es el que te va a decir, eso es vulnerable, entonces te complico el negocio. Me parece que hay un doble problema para Cambiemos con el sistema científico. Por un lado, es grande y es parte de la caja que hay que reducir porque hay que disminuir el déficit fiscal. Y por otro lado, está el tema de eliminar un sector crítico.

“Cambiemos dice que se puede gobernar sin inteligencia”

Salvando las enormes diferencia con lo que fue la Noche de los Bastones Largos, u otros momentos de la historia, ¿puede haber un éxodo de científicos?

Argentina fue siempre un lugar que perdió recursos humanos. Formó profesionales altamente calificados que muchos terminaron con carreras muy exitosas en el exterior. Para pensarlo en picos, si querés, estuvieron el ’66, el golpe de Onganía, y después la etapa de la dictadura de Videla, que fueron éxodos de persecución política e ideológica fundamentalmente. Luego tuvimos el éxodo que se generó en la hiperinflación de Alfonsín, donde hubo mucha gente que emigró porque era insostenible la situación de cualquier profesional en la Argentina. Y luego el 2001. El gobierno de Néstor Kirchner en el año 2004 da el 50% de aumento a los investigadores, 700 cargos al ingreso de la carrera y 1400 becas cuando había 50 o 60 cargos de investigadores y 100 becas por año. Eso frenó el éxodo. Ahora estamos yendo a una situación donde la percepción de los más jóvenes es: “Yo no puedo continuar en este sistema”. Si vos tenés 11.000 personas que se están doctorando y ponés un cuello de botella de 500 cargos nada más, y das la mitad de los subsidios, y hablás de una ciencia útil y otra inútil, la percepción de la gente joven va a ser “Tengo que buscar el horizonte en otro lado”. También sucede que hay mucha gente muy buena que está en el exterior, porque se lo ganaron ellos, y que no tienen un compromiso con el Estado porque se ganaron un contrato en otro lado, que eran los que retornaban. Volvían porque las condiciones acá eran medianamente buenas, había tensiones pero se veía una expectativa de que la ciencia era importante, había 150.000 metros de laboratorio, becas. Hoy el mensaje es: “Esto se va a achicar”. Pero, de vuelta, esto hay que conectarlo, para que se entienda en toda su dimensión, con el país que nos propone Cambiemos. Cambiemos nos propone otro país pero no es el país del futuro. Ellos dicen que Unidad Ciudadana es el pasado y que ellos son el futuro, que no hay que volver al pasado. Y la verdad es que no hay que volver al 2001. No volver al pasado es no seguir el camino que está haciendo Cambiemos. Ese es el gran esfuerzo en el que hay que concentrarse. Hay que frenar a este gobierno y decirle que no a las políticas que se están implementando.

 

Pensando en su candidatura a diputado, ¿qué se podría hacer en el Congreso concretamente en favor de la ciencia?
Foto: Georgina García | Zoom

Bueno, hay cosas que son generales y que hacen a esta situación. Es evidente que va a haber una flexibilización laboral, que están trabajando en una reforma previsional y probablemente en la privatización ¿Qué rol podemos tener como ciudadanos en el Congreso? Obviamente vamos a oponernos a esas iniciativas. Eso es lo general. En lo personal, desde el punto de vista del sistema científico y tecnológico, hay varios proyectos que están hoy en Cámara de Diputados y también en Senadores en apoyo al sistema científico y tecnológico. La última fue hace unos días en Diputados. Un proyecto de [Eduardo] “Wado” De Pedro, del Frente para la Victoria, para aumentar el porcentaje del PBI que el Estado destina al sistema y que fue aprobado por la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados. Hay voluntad de los legisladores, de hecho en el Senado también hubo otros proyectos que se alcanzaron…

 

¿Cambiemos acompañó el proyecto?

Lo apoyó con reservas. Pero lo apoyó. Porque la verdad es que le resulta muy difícil atacar a la ciencia. Ellos dicen que el incremento del porcentaje del PBI tiene que ser a costa del privado y lo que nosotros le decimos es que históricamente el sector privado en Argentina no ha apoyado la innovación y la tecnología. Entonces es imposible. Pero bueno, en última instancia se logró el dictamen en mayoría. Eso tiene que pasar por otras comisiones, con lo cual no sabemos qué va a pasar, por lo que yo entiendo que voy a tener que estar ahí también empujando estos proyectos.

 

¿Qué otros proyectos existen?

Hay un proyecto para declarar la emergencia presupuestaria para el sector, también otra ley en la cual se mantenga el incremento de los ingresos a la carrera del investigador del CONICET para evitar justamente la fuga de cerebros o la exclusión, si es que no todos terminan en el exterior. Hay también algunos proyectos que necesitamos, por ejemplo una ley de ciencia en general que permita hacer definiciones como las que tienen en otros países sobre la actividad de un científico. También necesitaríamos una ley que estimule el desarrollo tecnológico autónomo. Y después hay reclamos históricos de organismos. El CONICET tiene varios reclamos históricos: la jubilación de los técnicos, que debía estar equiparada con la de los investigadores, el tema del estatuto que está derogado por una ley del 2000 y que tiene una serie de deficiencias que hay que corregir. Hay un montón de acciones en particular en el área de ciencia y técnica que es mi expertise. Pero en el fondo yo creo que todavía más importante que esto son los temas generales. Si vamos a una flexibilización laboral, si vamos a una reforma del sistema jubilatorio… Hay científicos jubilados, es decir, nos van a precarizar aún más las condiciones de los científicos. Hay temas puntuales pero hay otros que nos involucran a todos,

«Me parece que hay un doble problema para Cambiemos con el sistema científico. Por un lado, es grande y es parte de la caja que hay que reducir. Y por otro lado, está el tema de eliminar un sector crítico»

En octubre va a tener su primera experiencia electoral. ¿Cómo vive este salto a la política, el hecho de ir segundo en la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires?

Me sorprendió la propuesta y también la posición en la lista. Luego pensándolo me pareció que era un mensaje muy fuerte. Porque aquellos sectores políticos que impulsaron la ciencia y la tecnología como un eje central para el país lo ponían ahí, en un lugar preferencial. Es una propuesta muy sólida desde lo estratégico pero también porque la ciencia confronta con esto del pasado y futuro. Poder desenmascarar que lo que venden es el pasado, no el futuro. El futuro de Argentina es otra cosa, la Argentina de los satélites, una Argentina tecnológica. Obviamente me sorprendió el tema de mi persona. Pero acepté porque desde el año 77 soy parte del CONICET y porque me tocó gestionarlo durante los últimos años y ahí uno entiende cómo los científicos y los organismos de ciencia y técnica dependen de las políticas estatales. Y la verdad que sentiría que no he cumplido con mi deber si no salgo a defender al sistema. Yo represento el sistema, es decir, estoy ahí como representante científico: Y ahí englobo a las universidades, a todo al sector educativo.

 

¿Cómo explica la parábola del ministro Barañao, respetado por gran parte de la comunidad científica durante el gobierno kirchnerista y hoy repudiado por ese mismo sector?
Foto: Georgina García | Zoom

Lino quedó para garantizar las políticas de Estado y él dijo: “Bueno, si no me dan presupuesto me voy”. Yo creo que es un claro ejemplo de que las mismas personas en distintos contextos son completamente diferentes. Lino era un ministro cuya gestión era reconocida por el sistema científico inclusive en el exterior. Se hablaba del boom de la ciencia argentina, se hablaba bien de Barañao. Y ahora pasó a ser un ministro ajustador. Hoy es el ministro del ajuste, el que está desmantelando el sistema científico. A mí me parece que es un papel muy triste, de haber sido una persona reconocida a un ministro que hoy en día lo único que hace es tratar de ver cómo ajusta el sistema.

 

¿Pero esa parábola es una excepcionalidad? Porque si bien es cierto que las políticas determinan las gestiones de las personas, también hay cuestiones personales. Hoy Barañao continúa en su cargo, acompaña esta gestión. ¿Sufrió una suerte de cambio radical o en realidad hay posiciones, miradas sobre lo científico que ya estaban presentes en su gestión pasada?

En todo gobierno vos tenés matices. Lino siempre fue muy proclive a los consorcios público-privados. Él venía de una empresa, me parece que tenía la idea de que la realidad argentina se adaptaba a otras realidades de otros países más desarrollados. Mi discusión alguna vez con él fue que yo pensaba que en los países emergentes es el Estado el que tiene que empujar. Y los consorcios público-privados, si bien están bien, no habían dado el resultado esperado, de la misma manera que el emprendedorismo está bien pero no va a cambiar la economía argentina. Entonces, pensar un sistema científico argentino para que los investigadores se conviertan en empresarios me parece que es un absurdo, que es voluntarismo puro. Las condiciones económicas para un pequeño grupo de doctores que piensa poner una empresa es muy difícil pero además los consorcios públicos privados fracasaron porque el sector privado no invierte.

“El emprendedorismo está bien pero no va a cambiar la economía argentina”

¿Puede dar algún ejemplo de fracasos?

Si uno mira la lista de los FONARSEC que se dieron y cuántos de ellos llegaron a estimular, ve que el Estado invirtió mucha plata con la idea de que luego, una vez puesto en contacto el sistema científico con las empresas, éstas ganarían interés en la inversión en innovación. Y si uno mira la inversión que hicieron en estos años es la misma. Por más que esa política se aplicó a partir del 2003, con diferentes instrumentos, no logramos mover la aguja. Se les brindó un montón de oportunidades para vincularse con el sistema científico y se lo hizo a costa del Estado: Te doy la plata, júntense, desarrollen algo,  no importa qué, pero pónganse en contacto. Se pensaba que eso iba a revertir en una inversión mayor. Pero miren la inversión en todos los años y van a ver que el PBI ha crecido con base en el esfuerzo del Estado, no hubo ninguna apuesta fuerte del sector privado. Hoy el problema es que se le cae el Estado, ya le han dicho a Lino que al Estado hay que achicarlo, pero el consorcio público-privado, o sea la inversión privada, tampoco va a garantizar nada, entonces el único discurso que queda es el emprendedor. Es el tipo que crea la empresa. Y la verdad es que del mundo académico, digamos, no salen buenos empresarios. Me acuerdo de un tipo de Silicon Valley que decía: “A ver, díganme cuántos premios Nobel abrieron una empresa” [Risas]. El mundo académico tiene otra lógica. Yo no estoy en contra del emprendedorismo, que quede claro, lo que no creo es que sea el motor que traccione todo. Y encima aparecen también esquemas para ayudar al desmantelamiento, este tema de las ciencias básicas y las ciencias aplicadas, las ciencias sociales vs las ciencias duras. Generan el enfrentamiento sobre la miseria. Va a haber poca plata, saquémosela a lo social y quedémonosla nosotros.

 

¿Qué balance hace de esta nueva camada de universidades del conurbano?
Foto: Georgina García | Zoom

Creo que son uno de las grandes logros que ha tenido el kirchnerismo. Desde el punto de vista educativo y desde el punto de vista simbólico tienen un valor enorme, porque han logrado incluir a vastos sectores de la población que no tenían y no iban a tener acceso nunca a una universidad. Me parece que ha tenido este mensaje de inclusión. Obviamente todas las universidades de reciente creación tienen que recorrer un camino de consolidación, todas la han hecho, porque hay universidades que ya son prestigiosas, como la Universidad de Lanús o la de General Sarmiento que ya nadie discute, y también tuvieron un origen, también tuvieron un camino de consolidación. Hay que pensar en que uno tiene universidades consolidadas y otras que se van consolidando, y a estas es necesario apoyarlas, darles presupuesto, dotarlas de recursos humanos. Todo esto es un trabajo, y ese trabajo, que lleva tiempo, al igual que el sistema científico, que también lleva tiempo, puede ser claramente criticado si uno mira la foto ahora. Uno puede mirar la foto ahora y puede ver las falencias, pero los sistemas evolucionan y hay que apoyarlos.

 

Dentro de esas críticas está la baja tasa de egresos, incluso el problema, que durante el kirchnerismo no se pudo resolver, de la distancia que hay entre el nivel medio y el nivel superior, que suele afectar el recorrido del estudiante en la universidad.

Hay que ser muy cuidadosos con los egresos, por lo menos en mi visión personal. Fijate que se nos compara con Colombia, por ejemplo. ¿Cuál es la exigencia para un universitario en Colombia y en Argentina? ¿Es la misma? O sea, muchas veces podés tener un ingreso importante y un egreso menor porque las exigencias para dar un título universitario son mayores. No quiero poner nombres, pero recibimos acá graduados para hacer el doctorado de otros países que, la verdad, no están en las mismas condiciones que los graduados argentinos. La crítica a los graduados y a las universidades argentinas yo se las revertiría diciendo: ¿cuántos cerebros argentinos están en el exterior, cuánta gente brillante es reconocida internacionalmente y son todos producidos por esta universidad a la cual se critica? La universidad pública en Argentina es exitosa, tiene excelentes graduados, puede ser que tengamos que mejorar, hay universidades en las que hay que trabajar el tema de aumentar el número de egresos, pero sin bajar la calidad académica. Más allá de eso yo creo que hay muchos sectores de la población que no podían pisar una universidad y hoy en día puedan cursar un segundo, un tercer año, y eso mejora notablemente la calidad social de la gente, su visión de que no es excluido, que si uno toma una determinación de continuar o no continuar es por tu voluntad, no porque no podés ir o porque no lo podés pagar. Un tipo con cuatro, cinco materias cursadas capaz que consigue un mejor laburo. Eso no se mira en los rankings.//

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