Los gorilas son chantas… y los liberales también

Descubriendo la naturaleza de estos personajes o personeros. Su ética y su moral al servicio de las empresas transnacionales y los capitales concentrados. Viven para conservar privilegios que, en realidad no son de ellos, pues la mayor parte vive de las prebendas que consiguen por su sumisión a los poderosos.

El talentoso Groucho Marx sintetizó en una frase la naturaleza de los chantas, cuando bromeó: “Estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros.”

Juan Domingo Perón, con su genial capacidad para generar metáforas, definió que ellos participan de un “Pensamiento gallináceo”, porque siempre están mirando hacia el piso, a lo que está muy próximo y justo frente a ellos, buscando la siguiente semillita a tragar. Los medios de difusión asimilan esta manera de expresarse, pero ahora a falta de semillitas a la vista, se alimentan de sus propios excrementos.

La falta de principios y un sistema de pensamiento que no puede ir más allá de lo que tienen frente a sus narices, no les impide a los gorilas-liberales considerarse a sí mismos como los “dueños de la verdad”, los “prohombres”, las “mentes preclaras”, idealizando a los canallas que estuvieron antes en el poder consolidando las relaciones de dependencia de nuestra Patria a países extranjeros.

Esta combinación de ignorancia, mezquindad y arrogancia basada en la nada, es lo que los convierte en verdaderos “Chantas”. Charlatanes, mezquinos estafadores de sentimientos, mentirosos consuetudinarios, tanto en lo importante como en lo cotidiano, al punto que no pueden reconocer sus propias emociones y se burlan de cualquier pensamientos o acción altruista, pues los únicos valores que reconocen son aquellos vinculados con “tener”. La gente, las instituciones, las actividades, para ellos sólo valen de acuerdo a las cosas que tienen o generan. Y esta visión es excluyente porque es su única manera de comprender el mundo, y si no pueden ver eso, entran en pánico, pues si la realidad no se manifiesta así, se quedan sin un lugar propio en el único mundo que son capaces de reconocer. Esta característica de los chantas gorilas, los hace andar siempre a la búsqueda de formas de pensamiento que les estructuren el mundo, así cambian de creencias con sorprendente velocidad: desde el psicoanálisis al budismo, del ambientalismo al indigenismo, de la macrobiótica a los avatares hindúes, todos formatos que les permiten sostener esa manera de estar en el mundo, basada en el “día a día”.

Como contraparte, se les hace imposible e insoportable la idea de la planificación, repulsión que es fomentada desde el Sistema, con argumentos pueriles, tales como que la “mano invisible del mercado” encuentra las soluciones a todos los problemas que puedan presentarse, y el venturoso futuro llegará gracias a la “Teoría del Derrame”, sostenida por la banda de Menem, que había que transferir toda la riqueza a los ricos, porque estos después la derramaría hacia abajo.

Esto si es una estrategia de poder, pero no de los torpes políticos gorilas, sino del Imperio Global, que sí tiene objetivos estratégicos y programas organizados en base a la consigna de lograr “Objetivos sin tiempo”, porque precisamente, su programación estratégica es oportunista; el Imperio avanza produciendo coyunturas favorables a sus objetivos, pero siempre con un formato distinto. Por ejemplo, el Imperio, desde la derrota de Perón en adelante, se propuso destruir el poderío económico de la Argentina, que combinaba una poderosa agricultura con una industria pujante. Para ello era necesario crear las condiciones necesarias para que quebraran las empresas nacionales, sustituyéndolas por empresas imperiales. Y eso se cumplió meticulosamente. Durante el Proceso Militar quebraron 16.000 empresas, durante la “Democracia” de Raúl Alfonsín, quebraron 46.000 empresas y cuando lograron apoderarse del peronismo, con el perduelio Menem, lograron que quebraran otras 103.000, al tiempo que todas las empresas de servicios públicos fueron regaladas a las empresas imperiales. Eso sí fue planificado. Pero no por los gorilas ni los liberales argentinos, sino por extranjeros que dieron prebendas a sus cómplices locales y les pasaron los argumentos que justificaran el saqueo. Solamente un grupo social de chantas de cuarta, podía no ver, teniendo el poder, que lo que hacían destruía a su Nación.

Viven para conservar privilegios que, en realidad no son de ellos, pues la mayor parte vive de las prebendas que consiguen por su sumisión a los poderosos. Pero para reafirmar su alicaída importancia, se desviven por degradar a los que tienen menos, y por sobre todo, no quieren que “los de abajo” estén mejor. No soportan compartir el espacio urbano con ellos, que alternen en “sus” lugares, compren las mismas cosas que ellos, se eduquen, y sobre todo, que piensen y comprendan la realidad en que viven, o algo peor, que encuentren la forma de desbaratar esta mentira organizada que es la sociedad liberal que los tiene sumergidos, pues el Sistema necesita convencer a los chantas, que hay quienes están peor que ellos.

Esto los obliga a percibir un mundo congelado en el pasado, que recortan en forma inmisericorde de acuerdo a su miserable idea de “lo que son o lo que valen”. Y, en consecuencia, los aterroriza cualquier propuesta de cambio o que permita que entren nuevas personas en el entorno social que ellos controlan. Solamente los menos brutos aceptan que “Algo tiene que cambiar para que todo siga igual”; los demás no quieren que cambie absolutamente nada.

Un chanta es un hombre sin principios, pero a diferencia de los lumpen (marginales desclasados que sólo quieren sobrevivir y por lo tanto no tienen principios) los gorilas disimulan esta carencia de un sistema de valores, de ideales de vida, adoptando los de aquellos a quienes quieren, de alguna manera, congraciarse, con lo cual su actividad intelectual consiste en averiguar “desde donde sopla el viento” para sumarse a la manada de “la gente bien”, o sea “los que son como uno”, los que tienen la ropa correcta, el auto correcto, viven en el lugar correcto, y son capaces de hacer cualquier cretinada para seguir en lo mismo.

Y un chanta (o una chanta, en esto no hay discriminación) siempre tiene objetivos inmediatos: ganar dinero, ascender socialmente, conseguir una casa o un auto mejor, llevarse a alguien a la cama, comprar algo y/o asegurarse alguna estabilidad económica, y tal vez conseguir algún diploma que certifique que sabe algo. No mucho más. Al vivir en un mundo tan estrechamente utilitario y extremadamente adaptado a las opiniones de su grupo de referencia, es imposible sostener valores, ideales, tendencias trascendentes, o mantener su integridad con respecto a creencias diferentes a las que fingen profesar su banda de referencia, pues eso arriesga el “Pertenecer”.

Los gorilas tienen opiniones y odios gregarios, detestan o desean a las mismas cosas y personas, porque “eso es lo que hay que hacer”. Jamás hacen una propuesta, como no sea la de destruir algo que han hecho otros. Son incapaces de planificar nada, porque eso requiere un monto de inteligencia y conocimientos que se encuentran fuera de su alcance, y si tuvieran esa capacidad, se abstendrían de utilizarla por temor a la crítica de sus ignorantes compadres.

La tradición gorila y liberal es nunca proponer nada que no sea una crítica a los nacionales o populares, por eso, las veces que tuvieron -o pueden tener- el poder, jamás dan a conocer que sus reales intereses, que siempre son contrarios a los intereses populares y nacionales. Y si logran asentarse en el Gobierno, siempre trabajan para los saqueadores de la Nación y los represores del pueblo. El mejor ejemplo de este comportamiento lo expresó Carlos Menem, cuando confesó que si decía antes de ganar las elecciones el desastre que pensaba hacer, no lo votarían, por eso le mintió a todo el mundo. La verdad es que Menem puede ser coronado como el Rey de los Chantas.

Todos los gorilas se llenan la boca criticando la corrupción en cualquiera de sus formas, aunque se cuidan muy bien de recordar a aquellos que fueron cómplices del saqueo y la represión, que casualmente son sus compadres, sus asesores, sus clientes, o los socios de su club, o los vecinos de su barrio.

Un “cacho de cultura” es parte de su parafernalia de diferenciación con “la negrada”, y por supuesto, esa cultura tiene que provenir de Europa o de Estados Unidos, o de su último viaje a un lugar exótico. Los Gorilas Cultos o Bien Informados obtienen sus saberes de las universidades privadas o leyendo los diarios La Nación o Ámbito Financiero. Los más sofisticados pueden mencionar los últimos aportes que se hicieron en último grito de la moda del saber en Europa o Estados Unidos, que es adonde los que “quieren un futuro para sus hijos”, los mandan a estudiar, donde aprenden a ser “Gorilas Ilustrados” y capacitados para servir a sus empleadores o clientes extranjeros.

Aquí es donde el pensamiento gallináceo se convierte en traición a la patria. Observemos el comportamiento de algunos legisladores en el caso de la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que sustituye a la instalada por la dictadura del Proceso, una ley que aprobaron en ambas Cámaras por amplia mayoría y que recortaría el poder del aparato local del dispositivo de guerra psicológica del Imperio Global contra nuestro país. Estos personajes encaramados en su cerril crítica a las cosas buenas que logra el actual Gobierno, defienden los intereses de las corporaciones invasoras, en contra y desconociendo la lógica del funcionamiento del sistema del que forman parte.

A pesar de todo, hoy el Gobierno puede decir, como Don Quijote: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”.

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