La política de los forros

Insistir sobre las políticas sanitarias del PRO acaso sea una pérdida de tiempo. Si se es capaz de entender la ideología de los líderes del neopopulismo de derecha que gobierna hoy la ciudad autónoma de Buenos Aires, sin dudas es una pérdida de tiempo. Pero no es perder el tiempo volver sobre esos tópicos, que son asuntos públicos, cuando existen víctimas y afectados por las políticas sanitarias del PRO.

Aprovechando la herramienta conceptual ya desplegada en esta revista (que Macri no es que no hace sino que por el contrario, hace -y deshace), la indiferencia con la que su fuerza política está tratando al programa de reparto gratuito de preservativos en hospitales públicos, centros asistenciales y entre organizaciones no gubernamentales que se ocupan de lo que no se ocupa el estado comunal, es decir, enterar a los no enterados sobre el uso y la función que suele cumplir ese casquete de goma vulgarmente llamado forro, por ejemplo en discotecas y colegios.

Esta posición tal vez no debería sorprender si se recuerdan las no tan añosas posiciones del PRO en materia de educación sexual y de unión civil entre homosexuales. Aprobada fue la normativa, a pesar de la cerril negativa de la iglesia y de algunos de sus representantes civiles, particularmente representados en la atrabiliaria figura del ex legislador Jorge Enríquez, un radical de derecha (si se disculpa el oxímoron).

“Hace meses que el gobierno de la ciudad no entrega preservativos, y esto es un gran retroceso porque no había sido fácil instalar el tema en las consultas hospitalarias”, dijo hace unos días a un matutino porteño el secretario del comité de sida del Hospital Ramos Mejía.

Este año, el año del PRO, no hubo preservativos en los hospitales (que contaban con cinco millones que se repartían entre las treinta y tres instituciones), que tuvieron que arreglarse, ante la demanda pública, con los sobrantes del 2007 y con el millón de unidades cedidas por la Nación. Esa situación, sotto voce, sirvió para despejar otra: la falta de insumos y suministros sanitarios en general y la falta de insumos y suministros sanitarios en particular para testeos de VIH, sumados al cierre de los dispensarios donde se efectuaban los análisis.

Problemas de presupuesto: como si la lógica del capitalismo argentino, prebendario y periférico, no necesitara, todavía, de la reproducción de su fuerza de trabajo, o bien la necesitara sólo una elite, un grupo de privilegiados e ignorantes de lo que llevan y traen sus cabezas.

A ese argumento (repugnante), lógicamente lo sostiene otro: imantados por las palm, los I Pod y el resto de la bazofia que inventa la inteligencia de los países centrales para mejorar el control social, las chicas y los chicos PRO están sometidos a un obstáculo epistemológico que redunda en una ceguera ideológica que a su vez redunda en otro error político y filosófico: que el pragmatismo no tiene ideología y que cada uno se salva como puede.

Esa es la responsabilidad según Ari Paluch, abaratada para disfrazar cómo vigilar y cómo castigar. A falta de una economía, represión pedida por radio, con voz suave y pautada, clásico de gordo dormilón.

Las denuncias sobre las violaciones a los compromisos del poder político con la sociedad civil, fueron de varias asociaciones civiles y ONG’s embarcadas en el cuidado, la erradicación, detección y cronificación de la perfidia de ese virus que finalmente aterrizaron en la Legislatura, donde la diputada Gabriela Alegre (de Diálogo por Buenos Aires) confeccionó ocho pedidos de informes con destino al Ejecutivo, de los cuales sólo el último tuvo respuesta, y acaso por el sonoro ruido de los clarines que hubiera producido otro desaire en un tema que compromete la salud pública de todas las vecinas y vecinos y no sólo la de los infectados o eventuales infectados.

El ministro de Salud PRO, Jorge Lemus, no tuvo respuesta, no tiene respuesta y al parecer no tendrá respuesta. El ministro nunca tiene respuestas y cuando habla –o cuando lo dejan hablar– es para que a los cinco minutos tenga que desdecirse. ¿Será otro de los objetivos del Guasón? Es posible. Pero antes de que se vaya (si es que se va), o de que lo echen (si es que lo echan), ya hizo el trabajo sucio: pedir la renuncia de los treinta y tres directores de los hospitales porteños y lo más importante, centralizar en el Ejecutivo la compra de insumos sanitarios.

Seamos claros: la diputada Alegre recibió, en la Comisión de Salud del Palacio de las Leyes, de boca del titular de la salud del PRO, primero una respuesta (“es un problema administrativo, hay cuatro millones de preservativos que están por distribuirse”), y a los días otra que –consta en versión taquigráfica– negaba la anterior: reconocía que no existían esos preservativos.

Seamos pragmáticos: si los insumos sanitarios están centralizados en el Ejecutivo, también centralicemos (o autoricemos) qué tipo de respuesta dar a los medios que la pidan. Así sucedió después de que el escritor y periodista Pedro Lipcovich, de Página/12, destapó cómo ahorra el PRO en la dimensión enfermedades inmunodepresivas y en la prevención del sida. Seamos pragmáticos, para el Guasón, es identificar la salud pública con un gasto y tomar como excusa que las enfermedades no son de derecha o de izquierda, reconociendo, quizá de manera inconsciente, que la derecha y la izquierda existen y que la Parca, a la hora del sablazo, no tiene en cuenta la ideología: lástima que se escapó lo de ideología.

Este medio sólo pudo hablar con el doctor Marcelo Losso, jefe del servicio de inmunocomprometidos y secretario del comité de sida del Hospital Ramos Mejía. El resto, las secretarias de los responsables de la misma área del Hospital de Clínicas, del Hospital Fernández, del Hospital Rivadavia, dijeron que los profesionales no hablan con periodistas sin autorización previa de la central de prensa del Ejecutivo, cerrando el círculo virtuoso de la centralización, sanitaria e informativa.

Sin embargo, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, hizo público, a principios de mes, que las quejas de los usuarios son múltiples, alcanzando un 64 por ciento de unanimidad respecto a la dejadez y la suciedad de los hospitales.

Para que esa desidia continúe es que hacen falta los forros.

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