Tapas

El escándalo de los barbijos y la rebelión de las canas perforaron el blindaje de la gestión porteña. Miserias en la ciudad invisible.
Por Joan Vezzato y Flavio Turné*

Repasando las respuestas en materia de política pública frente a la emergencia del coronavirus, vemos que son contrastantes las diferencias de enfoque entre el gobierno nacional y el de Horacio Rodríguez Larreta. La parálisis económica que genera “la única vacuna” contra la pandemia global -el aislamiento social y preventivo obligatorio- genera consecuencias muy preocupantes sobre todo en los sectores más desprotegidos si no se adoptan medidas que contemplen la situación.

El Gobierno Nacional lanzó decenas de políticas para atender a los sectores económicos más afectados -quizás la más destacada es el programa IFE (Ingreso familiar de emergencia) que garantiza un monto de $10.000 y llegará a casi 8 millones de personas y plan Repro de ayuda a PyMEs- y una fuerte inversión en el sistema de salud -que incluye terminar cuatro nuevos hospitales y construir otros ocho hospitales modulares de campaña-.

En cambio, el ejecutivo porteño pareciera no dimensionar los alcances de la crisis desatada por la pandemia -que profundizó la delicada situación económica que recibió Alberto Fernández después de cuatro años del gobierno neoliberal- y a un mes del comienzo de la cuarentena obligatoria pareciera esperar que el empuje de las políticas nacionales lo saque del pozo.

La zona metropolitana de Buenos Aires es el epicentro de la emergencia sanitaria. Con dos tercios de los fallecidos por COVID en el país, es de esperar que las medidas de aislamiento se prolonguen varias semanas más en esta zona. Impacta saber que el 10% de los habitantes de la CABA, una metrópoli cuyo producto bruto per cápita es similar al de las grandes capitales europeas, dependerá únicamente de un programa nacional -Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)- para paliar la difícil situación de no poder salir a trabajar. Mientras, el gobierno local cuyas autoridades hasta hace pocos meses inauguraban cabinas antiestrés “con perros y gatos para relajarse”, sostiene como eje rector de su política frente al Covid-19 el programa de “voluntariado” para acompañar a los grupos de riesgo.

Descontando que lxs “voluntarios” son pocxs en proporción a la enorme cantidad de trabajadorxs precarizadxs (de distintas áreas del Gobierno de la Ciudad) obligadxs a realizar tareas para las cuales no están formadxs. Un programa de esta índole no puede ser más que complementario a una batería de políticas públicas, orientadas a morigerar las consecuencias del aislamiento en las economías y las cotidianidades de los hogares. Pero esa batería no aparece.

Como si no fuera suficiente con el covid, un brote de dengue superior al de otros años llega a cifras alarmantes en la Ciudad de Buenos Aires (más de 4000 casos confirmados principalmente en las comunas del sur que delatan la desigualdad porteña). A diferencia del coronavirus donde las autoridades nacionales se adelantaron a los casos, en este tema no ha habido una campaña pública ni una línea de acción clara por parte de las autoridades porteñas.

Dentro de este marco general, surge un dato relevante: la enorme capacidad financiera que posee el Banco Ciudad, una liquidez de casi dos veces el presupuesto del Ministerio de Salud -$ 127 mil millones-, que podría volcarse a sostener la economía, el trabajo y la salud en la Ciudad. Las prioridades de Larreta son claramente otras.

Ensayo general para la farsa actual

A un mes de comenzada la cuarentena obligatoria, el Rodríguez Larreta que se mostró colaborador y preocupado ante el llamado presidencial se empieza a desdibujar y retoma el rostro que lo acompañó durante los últimos cuatro años, en los que el presupuesto de salud cayó mientras crecía el de seguridad.

Por estos días, cobraron estado público dos hechos de enorme gravedad. El primero la compra de barbijos a un valor altísimo a Green Salud empresa de Ignacio José Saenz Valiente, con domicilio en Av Santa Fé 768, 7mo piso. Allí también tiene domicilio la ONG Club de la República que preside Rodrigo Miguel, hermano de Felipe Miguel (Jefe de Gabinete porteño) y que también integra Sáenz Valiente. Por si fuera poco, Rodrigo e Ignacio José son socios en la empresa Green Ocean.

Hay aún más, Saenz Valiente, a su vez es director de Midas Hotel Management empresa que administra hoteles y comparte el directorio con Ximena Vallarino Alfaro Diaz Alberdi (hermana de Larreta por parte de madre). A esta empresa el gobierno porteño le alquiló un hotel a precio más alto que el promedio para albergar recién llegados al país en el marco de la cuarentena. Todo queda en familia.

Sin dudas estamos hablando de hechos escandalosos por donde se los mire, que Larreta tuvo que salir a cubrir con la renuncia de dos funcionarios luego de sendas denuncias penales: una impulsada por el titular de Ate Daniel Catalano con Eduardo López de UTE y Beto Pianeli de Metrodelegados, como amicus curiae; y por otro la que impulsamos desde Puebla – Fuerza Colectiva presentada por José Cruz Campagnoli, Fernando Urquizu y Gerardo Torres Villar.

Pero hubo otra compra igualmente escandalosa, ya no por su valor económico (que en términos de inversión pública es igualmente elevada) sino por sus fundamentos. Hace una semana el Gobierno de la Ciudad compró miles de balas de gomas y gases lacrimógenos por una suma superior a los $ 50 millones. Lo significativo es que los argumentos utilizados para justificar la urgencia de una compra directa desnudan la matriz de pensamiento del proyecto político de Horacio Rodríguez Larreta y el abordaje que hace su gobierno ante la pandemia:

“solicito la urgente provisión del material antidisturbios para hacer frente a la situación socioeconómica que se está atravesando como consecuencia de la pandemia de Covid-19” [RESOL. N° 69/SSGA – B.O. – N° 5.845 – 08/04/2020]

Para su fortuna, o quizás por ella, muchas acciones del gobierno de Larreta no llegan a cobrar el debido estado público. Hay cientos de ejemplos similares para recabar durante los últimos cuatro años de gestión porteña y mucho se habló por lo bajo entre periodistas, pero los hechos casi nunca llegan a los grandes medios de comunicación. Eso se debe a que la compra de barbijos o “tapabocas” por parte del gobierno porteño se inició mucho antes que la pandemia. Solo que estos son de otro tipo y cuestan un 30% más que el presupuesto anual del SAME. Así es, $ 1.800 millones cuestan los tapabocas que brinda la exagerada inversión en pauta publicitaria.

Esta vez, algo cambió. Los grandes grupos mediáticos ya no pudieron callar todo, por una parte, debido a los efectos políticos derivados de las denuncias y por otra a la incipiente disputa por el liderazgo de la oposición (Macri vs. Larreta). Obviamente, que el enfoque mediático fue mucho más benévolo del utilizado para las compras nacionales en Desarrollo Social, a pesar del involucramiento directo de familiares en las contrataciones.

Esto da cuenta de que hay un tapabocas económico y otro ideológico. El segundo mostró filtraciones. Respecto al económico: reducir el excesivo gasto en pauta a la mitad y no malgastar en compras fraudulentas ni en balas de goma (lo que sumaría un total de $ 1.000 millones), implicaría duplicar el programa de asistencia a adultos mayores, adicionar dos meses del programa Ciudadanía Porteña (que reciben personas con alta vulnerabilidad social) y comprar entre 60 y 150 respiradores artificiales. ¿No hay claramente un problema de prioridades?

* Miembros de Puebla – Fuerza Colectiva

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