Las desventuras de Pinky y Cerebro

El infortunio televisado de una diva en su ocaso como símbolo de una gestión signada por el vaciamiento, el cinismo y las sospechas.

Chiche Gelblung, uno de los invitados del programa, llegó con puntualidad al edificio de la TV Pública y un productor lo guió hacia el estudio. Entonces vio a dos asistentes acomodándola a ella en un sillón. Y quedó estupefacto.

Tal vez en ese instante se haya acordado de la película El ocaso de una estrella (Sunset Boulevard), dirigida por Billy Wilder en 1950, donde Gloria Swanson interpreta a una decrépita diva de Hollywood que roza la locura al soñar un regreso triunfal a la pantalla. Pero en comparación con la escena que presenciaba, es posible que aquella joya del cine negro le pareciera ahora una comedia costumbrista. 

De hecho, casi por reflejo, solo atinó a mandarle a su esposa un mensaje por WhatsApp: “Estoy por vivir una pesadilla”.  

Lidia Satragno, la legendaria Pinky, con dos almohadas cilíndricas a los costados para apuntalarla, lucía exhausta y consumida. Tenía las manos entre las piernas, la cabeza ladeada, los ojos extraviados y la mandíbula caída. Así, a los 84 años, la habían puesto a conducir –junto a su sobrina, Kari Araujo– un ciclo semanal bautizado con el criterioso nombre de Memorias desordenadas. Y ni siquiera pudo reconocer al ilustre visitante.

Días después, durante la grabación del envío siguiente, otra invitada, la coreógrafa Reina Reech, se refería a su especialidad artística cuando advirtió, no sin horror, que la “Señora Televisión” se echaba sobre el sofá para dormir. 

Ese programa aún no fue emitido. Pero la imagen en cuestión, captada a hurtadillas con un celular, tuvo gran éxito en las redes sociales. Eso bastó para que las buenas conciencias de la pantalla chica (léase: Mariano Iudica, Pamela David y Ángel de Brito, entre otros) le sacaran el jugo al asunto con exagerada indignación y minuciosidad argumental. La suficiente como para que saliera a la luz el backstage de esta producto involuntario de humor negro, empezando por sus hacedores; a saber: la ya mencionada Kari y su papá, Marcelo Araujo (un homónimo del relator y ex marido de la hermana menor de Pinky, Raquel Satragno); él está a cargo de la producción ejecutiva, asistido por su actual mujer, Lelen Lesa Brown. Una Pyme familiar en sociedad con el Estado. Y es aquí donde entra a tallar la señera figura de Hernán Lombardi. 

En este punto bien vale fijarse en él. 

Sobre las trapisondas del todavía titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos ya han corrido ríos de tinta. En el plano estrictamente penal resalta su procesamiento por lavado de dinero con fondos vinculados a dos fundaciones del PRO (CEPPA y Pensar). Y en el aspecto específico de sus funciones atesora una larga lista de irregularidades y canalladas; entre otras, el exorbitante financiamiento de amigos conchabados por él (los 10 millones de pesos para al programita de Federico Andahazi son un ejemplo de ello). En contrapartida, fue el verdugo laboral de los trabajadores de TELAM. Supo quitar del informativo de la TV Pública a todos los conductores de planta para su reemplazo por personal afín al oficialismo. Persiguió y censuró sin cuartel a periodistas de todas las emisoras bajo su ala a través de “comisarios políticos” con sueldos elevados. Y fue equilibrando ciertos gastos con el cierre de áreas como la Televisión Digital Abierta. Pero no es un hombre proclive a dejar en banda a sus afectos.

Fue muy criticado en su momento por su extensa lista de generosidades hacia la bailarina de tangos Mora Godoy. Ya desde los días en que detentaba el cargo de ministro de Cultura de la Ciudad le dio todo tipo de beneficios: contratos a granel, subvenciones con finalidades artísticas, viajes al exterior e, incluso, prestigiosas distinciones oficiales.

Claro que su actitud hacia la pobre Pinky tiene un tinte más dramático: “La mala situación económica de la conductora y el efecto para ella reparador de semejante laborterapia”, afirman en el entorno del funcionario.   

Con respecto a esto último, no está en discusión lo emotivo que debe ser para ella volver al mismo edificio donde hace 39 años, en plena dictadura, hizo el traspaso de la TV en blanco y negro a la de color. Y donde, en 1982, condujo con Cacho Fontana el programa 24 horas por Malvinas, además de grabar allí algunos spots propagandísticos para el gobierno de entonces. 

Se dice que en su reciente incursión televisiva contó con el beneplácito del propio Mauricio Macri, a quien en su primera infancia ella sostuvo entre los brazos. Pero también fue su partidaria desde que él se lanzó a la política; tanto es así que en 2007 fue elegida diputada del PRO.

¿Será en estas horas consciente de la polvareda que levantó por haberse acostado a dormir en un set televisivo?

La buena de Kari esgrimió la siguiente justificación: “Les cuento que malintencionadamente filtraron un chiste que mi tía quiso hacer recordando su programa A la cama con Pinky en el que todas las noches se acostaba y daba las buenas noches. Por su estado de salud, hoy se malentiende”. 

Quizás, próximamente, Lombardi deba explicar cuanto le costó al erario público este emprendimiento televisivo. 

Pero no cabe ninguna duda que Memorias desordenadas será recordada por las futuras generaciones como un hito de la cultura macrista. 

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