La Casa de Papel, una metáfora de la gestión M

Vista en clave política, la serie de moda describe métodos, estrategias y objetivos del gobierno macrista. Eficientismo, meritocracia y táctica de CEO: el tiempo es dinero.

Hay un plan de un atraco ambicioso y creativo. Cada paso parece perfecto. Incluso va a contar con la legitimidad popular porque ganarle al Estado y a los políticos, eso que el sentido común en las sociedades modernas señala como el poder, es cosa de héroes. En ese plan, la audiencia se prende en la ilusión de ganar con astucia, volverse rico sin perder la moral. El plan del Profesor para saquear “La casa de papel” (Colmenar, 2017) es una de las narrativas que más han calado en el gusto popular de las series de Netflix en los últimos meses. Tal es así, que la plataforma anuncia una tercera temporada llamada “La resistencia”.

 

Más allá de las críticas en base al gusto, a la narrativa y las adicciones que suelen crear este tipo de propuestas, en este artículo proponemos pensar ciertas situaciones de la serie como una metáfora del discurso neoliberal de Cambiemos. Esto puede resultar arbitrario, pero hay una clave de la estrategia de la banda del Profesor que puede pensarse en su dimensión política porque el objetivo en común, las identidades y los afectos son elementos centrales en la organización de un grupo. En particular, nos enfocaremos en la gestión del tiempo, las prácticas distractivas y el botín que define socios, aliados y cómplices.

 

En efecto, uno de los atractivos de “La Casa de papel” es que le promete al espectador ser parte de un robo perfecto de dinero en efectivo. Es que si hay un objeto codiciado en esta época de capitalismo financiero global, es la liquidez para evitar el control electrónico tanto de los Estados como del sistema bancario.

 

Ante este punto, el jefe de la banda de los atracadores enfatiza en una estrategia para obtener la mayor cantidad de dinero: ganar tiempo. Esto implica no obviar las fuerzas de seguridad, los imponderables y las debilidades humanas bajo un clima de tensión, sino conjugarlas con prácticas distractivas y así seguir emitiendo papel moneda. Aquí, se observa el despliegue del discurso neoliberal en el que la eficacia del equipo se vuelve un mantra para llevarse el botín, incluso en momentos de incertidumbre.

 

Desde el plano del espectador, la gestión del tiempo opera para estirar por dos temporadas lo que ocurre en menos de una semana. Así hasta la producción audiovisual se adueña del reloj y atrapa en la sucesión de escenas de tensión, donde todo parece que puede fallar. Es que, también, del otro lado de la pantalla se produce una fascinación por el derrotero de los que portan la máscara de Dalí, aquel que pintó los relojes blandos de la memoria.

 

Lo que sostiene un hilo de acciones en el tiempo es el relato de Sergio Marquina, el Profesor, quien presenta el plan perfecto, sin dolor, pero con mucho esfuerzo. Lo vende y convence a sus ejecutores, quienes a su vez son los más expuestos. Allí encontramos otro punto de encuentro con la eficacia del discurso neoliberal: se vuelve un proyecto posible desde el sentido común con la promesa de una utopía vacía que cada quien completa con su deseo más individual. Como un globo de campaña que promete ilusiones simples sin fundamentos sólidos.

 

Sin embargo, en la serie como en los gobiernos neoliberales la estrategia distractiva conjuga a los imponderables con el efecto de reforzar ese relato.

 

El juego de la distracción y los imponderables

En el transcurso del robo, se pueden observar flashbacks que tienen por objetivo consolidar la idea de robo detalladamente planificado. En estos flashbacks, Sergio Marquina ratifica su apodo (el Profesor) y frente a un estudiantado de futuros asaltantes enseña a la perfección cada paso a realizar en el robo y frente a qué situaciones los asaltantes se encontrarán una vez dentro de la casa de la moneda española. En este sentido, los imponderables, aquellas situaciones que se encuentran fuera del libreto y se suscitan repentinamente, son uno de los temas que desarrolla el Profesor. Frente a ellos, recomienda a través de la metáfora de “el cometa”, reconocer el escenario que se presenta imprevistamente (soltar el hilo) y buscar dominar la situación al desviar el foco (tirar del hilo y frenar el cometa).

 

En continuidad a la analogía propuesta, podemos observar que a lo largo de estos dos años y medio de gobierno macrista, la planificación comunicacional, político y económico se encontró con situaciones que en la hoja de ruta no estaban previamente contempladas. Si a estos imponderables buscamos categorizarlos bajo la lógica externo-interno, entendiendo a los mismos por las formas resolutivas que cada situación pueda tener, podemos observar dos claros ejemplos: el intento de reforma laboral y la polémica reforma previsional por parte del oficialismo.

 

Desde su llegada al gobierno, la estrategia frente al mundo sindical por parte del equipo de Mauricio Macri, fue avanzar a través de negociaciones en un mar de consensos y disconformidades siempre de forma fraccionada, por sector. Tensionar y relajar, tensionar y relajar fue el ritmo de esta relación. Hasta fines del año 2017 esta estrategia funcionaba a la perfección, prácticamente sin sobresaltos, pero fue la reforma laboral que rompió con esta racha. Reforma que justamente deja de lado esta estrategia de negociación fragmentada y busca generar transformaciones al unísono en todos los sectores de la actividad económica en materia de trabajo. Es que en las barreras y muros frente a la avanzada contra los derechos laborales se sumaron un considerable número de sindicatos que meses atrás negociaban y daban concesiones a los pedidos de Casa Rosada. Como respuesta, la reforma laboral se cajoneó (momentáneamente), se retomó la estrategia de negociación fragmentada y los llamados por parte de la justicia a referentes sindicales se intensificó.

 

Luego de las elecciones legislativas, donde el oficialismo logró importantes resultados, la elevada confianza y ‘focus group’ que marcaban buenos niveles de imagen fueron suficientes para motorizar otra reforma controvertida: la reforma previsional. El propio gobierno intuía que el camino a la reforma no iba a ser nada fácil, pero jamás imaginó que tendría como resultado una sesión levantada por falta de quorum, manifestaciones multitudinarias y, por sobre todo, encuestas decididamente contrarias a sus intenciones. En este caso, el imponderable surge externamente con un rechazo contundente tanto de la opinión pública como periodistas “amigables”.

 

Frente a este escenario, el gobierno nacional tuvo por estrategia desplazar el eje de discusión, “el vandalismo y la violencia generada por los manifestantes”. Para incentivar dicha situación se necesitaba carne de cañón, la policía federal de camisa y con escasas protecciones encajaba justo. Así fue como la imagen de policías heridos recibiendo una importante apedreada fue la imagen perfecta. Aquí se puede alegar que esta leve remontada de imagen volvió a apaciguarse con las manifestaciones nocturnas que contaron con un valor agregado, su espontaneidad. Sin embargo, la reforma fue aprobada y ante una afianzada ‘memoria Snapchat’, es difícil vislumbrar costos sedimentados para el gobierno.

 

El botín: socios, aliados y cómplices

Sin duda, el objetivo de robarse un botín histórico aúna voluntades y alianzas. Efectivamente, en la ficción, el relato del plan perfecto de el Profesor motoriza y legitima las acciones de los atracadores. Es que no se trata de cualquier robo, sino del producto de un proceso de acciones individuales que redundan en riqueza: los 2.400 millones de euros fabricados en el momento del atraco. Es por ello que a la importancia de la gestión del tiempo, le sigue la organización de los participantes a partir del control de sus expectativas.

 

De ese modo, podemos encontrar tres figuras: los socios, aliados y cómplices del botín. En el caso de la conformación de la banda de la máscara de Dalí, hay un trato fundamental en su asociación que es desconocer los nombres reales, historias y la prohibición -fallida- de establecer vínculos amorosos. De allí los apodos de las ciudades para dar cuenta de que la ambición por la liquidez es global y no hay intereses locales o asimetrías. Solo hay un plan en común: robar el dinero, escapar e iniciar una nueva vida.

 

Sin embargo, es el amor el que viene a forjar alianzas inesperadas. Es el caso de la rehén Mónica Gatzambide que en medio de una crisis de pareja se enamora de uno de los atracantes y pasa a formar parte de la banda. Y casi al final, se puede observar el silencio del subinspector Ángel Rubio, al ocultar la identidad del Profesor y colaborar con la inspectora para atrapar al jefe de la banda, no como un delincuente, sino para resolver su relación antes de que lo capturen las fuerzas de seguridad. En efecto, la inspectora se vuelve un aliada fundamental en la escapatoria de la banda. Pero la paradoja de los aliados es que pierden su status anterior y asumen una nueva identidad. Para ellos, ya nada será como antes.

 

Otra figura son los cómplices. Es decir, aquellos rehenes que aceptan extender su secuestro a cambio de recibir un millón de euros, tras la escapatoria de la banda. Sin nada que perder en la justicia, ellos pueden ganar algo del botín y asegurarse la supervivencia. Son parte del atraco pero los que están en “La casa de papel” lo saben y todos pueden olvidar.

 

Volviendo a la analogía que aquí proponemos, ¿cuál sería aquel tesoro preciado para la gobernanza de los CEOs? ¿Y quienes son sus socios, aliados y cómplices? A partir de la instauración del proceso neoliberal en América Latina, y en particular, en la Argentina hasta la fecha se puede observar que dicho proceso nunca resultó quebrantado del todo. Su transformación opera con eficacia en la subjetividad para alcanzar la individualización de las sociedades. En este punto, frente al accionar del macrismo podemos ver una intensa búsqueda por profundizar la deslegitimización de instituciones que se constituyen a partir de “lo colectivo” (sindicatos y conquistas laborales históricas, partidos y organizaciones) y su sedimentación de bases sociales-colectivas. En este sentido, “lo individual” discursivamente es cargado de valores “positivos” y se ponderan la construcción de sujetos que materializan dicho discurso: emprendedores. Es decir, los socios, los aliados y los cómplices en el atraco de la serie solo se movilizan por deseos individuales como el amor -la familia o la pareja- y la ambición de dinero. Pero para su porción del botín deben cumplir con el plan perfecto que gestiona el tiempo: cada uno con su tarea, sin cuestionar, sin vincularse con otros, mantener las jerarquías y guardar silencio, porque en el atraco todos fueron parte.

 

De ese modo, en el gobierno de Cambiemos se pueden distinguir socios corporativos como los sectores terratenientes, el poder financiero, mediático y judicial. Sin embargo, en su interior se juegan roles de alianzas inesperadas como ciertas figuras del peronismo que juegan su propio antagonismo con el kirchnerismo y los cómplices, representados no solo en votantes indignados sino con muchos comunicadores que saben desmarcarse a tiempo.

 

En suma, la gestión del tiempo en “La casa de papel” permite observar una estrategia política orientada a un fin: el atraco planificado. En ese derrotero, se forjan nuevas identidades y colaboraciones donde el silencio y la satisfacción de deseos individuales se combinan para buscar la salida y huir. Todos ganan y nadie es culpable. A veces algo puede salir mal, el plan perfecto tiene sus fisuras, pero no hay que abandonarlo, sino distraer la atención sobre el fallo y seguir. Aquí no hay malas intenciones, nadie va a ser asesinado. Ganar tiempo es la habilidad del capital financiero y las ceocracias lo saben.

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