La batalla de Pavón, un punto de quiebre en la historia nacional

Recordamos la batalla de Pavón, la cual se destaca por su peculiar final y su importancia histórica, que determina la relevancia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 17 de septiembre de 1861 se produjo la batalla de Pavón, la cual tuvo lugar a las orillas del arroyo del mismo nombre, en jurisdicción de la localidad de Rueda, provincia de Santa Fe, departamento de Constitución. Esta batalla tuvo como rasgos distintivos su desenlace curioso, y su trascendencia histórica, que marcó el futuro de la organización nacional, consolidando el predominio de los intereses porteños en nuestros destinos. 

Desde los albores de nuestra independencia, los intereses contrapuestos de la burguesía comercial porteña -que se enriquecía con el manejo de la aduana y la comercialización de las manufacturas de origen británico-, ahogaban a las industrias de las provincias, que sin protección arancelaria, ni estímulo, no estaban en condiciones de competir. Este conflicto de intereses se expresó inicialmente en la falta de apoyo del gobierno de Buenos Aires, empeñado en combatir a los caudillos del interior, a las campañas libertadoras de Belgrano y San Martín, que tenían como objetivo la integración sudamericana. Igual actitud sufrieron Artigas y Dorrego, que combatiendo al ejército imperial brasileño fueron traicionados por el gobierno central, lo que trajo como consecuencia la pérdida de la Banda Oriental. La conformación de los partidos unitario y federal, dio origen a una etapa de guerra civil, que llegó a su fin con un período de relativa estabilidad bajo el gobierno de Rosas (1829-1852), representante de los terratenientes ganaderos de la provincia de Buenos Aires.

Considerando brevemente los antecedentes más cercanos, luego de la derrota de Rosas por el ejército al mando de Urquiza en Caseros el 3 de febrero de 1852, los gobernadores provinciales se reunieron en San Nicolás, otorgándole a Urquiza la suma de los poderes nacionales y provinciales, convocándose a una asamblea constituyente (Acuerdo de San Nicolás, 20 de mayo de 1852). Este acuerdo es rechazado por Buenos Aires, destituyendo al gobernador Vicente López y Planes, apoyado por Urquiza, quien debió asumir provisoriamente la gobernación, designando como interino al general José Galán. Otra insurrección liderada por Valentín Alsina determina que Buenos Aires desconozca el acuerdo de San Nicolás y no envíe representantes al congreso constituyente de Santa Fe. Luego de un encuentro bélico en Rincón de San Gregorio, Urquiza reconoce la autonomía porteña poniendo fin a la guerra. Se realizan en todas las provincias, a excepción de Buenos Aires, las primeras elecciones nacionales el 20 de febrero de 1854, triunfando Urquiza, primer presidente constitucional de la Confederación Argentina, estableciendo su capital en Paraná. A su vez, Buenos Aires dicta su propia constitución el 11 de abril. Mientras Buenos Aires es asediada por los malones, un problema que Rosas había resuelto con habilidad política, Mitre cae derrotado por Catriel y Calfucurá en Sierra Chica y San Antonio de Iraola. Se suceden insurrecciones federales en Buenos Aires.

El asesinato del gobernador de San Juan Nazario Benavídez en septiembre de 1858 da comienzo a una nueva guerra. Urquiza vence a Mitre en Cepeda el 23 de octubre de 1859, pero se niega a exterminar a los vencidos y permite su retirada. Se firma el pacto de San José de Flores por el que Buenos Aires se integra a la Confederación, pero no reconoce la Constitución, interesada en mantener los recursos aduaneros, una consecuencia política de la actitud débil y conciliadora de Urquiza, por lo que se convoca a una nueva convención reformadora. En febrero de 1860 es elegido presidente Santiago Derqui y en octubre se sanciona una nueva constitución, con el acuerdo de Buenos Aires. Se reanuda el conflicto entre el gobierno nacional y Buenos Aires, al negarse ésta a nacionalizar los recursos de la aduana. En enero de 1861 en una rebelión liberal apoyada por los porteños en San Juan el gobernador José Virasoro es asesinado, la rebelión es sofocada y su jefe Antonio Aberastain fusilado, lo que conduce a otro estado de guerra. El gobierno de Buenos Aires convoca a la Guardia Nacional, y Urquiza, nombrado a su disgusto capitán militar de la Confederación, debió de mala gana dejar la comodidad y el lujo de su palacio en San José para volver al campo de batalla, concentrando a las milicias entrerrianas y correntinas en Diamante. 

En agosto de 1861, por gestiones de mediación realizadas por los gobiernos de Inglaterra, Francia y Perú, Derqui, Urquiza y Mitre se reúnen en un vapor inglés pero la negociación fracasa ante la posición porteña, que pretendía mantener bajo su poder la aduana, compensando a las provincias con 750.000 pesos mensuales. Además reclamaba la propiedad de la isla Martín García y se negaba a desarmar a su ejército. En dos reuniones posteriores realizadas en Las Piedras las posiciones se mantuvieron inconciliables. Ante esto la guerra era inevitable.

Mitre reúne a 15.000 soldados en Rojas y Pergamino y Urquiza acuartela a unos 18.000 hombres en la confluencia de los arroyos Pavón y Sauce, al mando del general Benjamín Virasoro, estableciéndose en la estancia de Domingo Palacios, en jurisdicción de la actual localidad de Rueda. Las tropas federales vadean el arroyo Pavón y por la margen derecha se dirigen hacia el cuartel de Urquiza, mientras las tropas porteñas al mando de Mitre, aprovechando la pasividad de Urquiza cruzan el arroyo del Medio y llegan al sitio de la batalla de Cepeda. Aprovechando que los porteños estaban lejos de la base fortificada de San Nicolás, Urquiza trata de interponerse en el camino y se sitúa en Oratorio Morante. Hasta allí llega el norteamericano Yateman, al cual Urquiza le entrega una carta destinada a Mitre, y luego ordena a sus tropas retroceder hasta el Pavón. La mediación no tiene éxito y los unitarios inician el ataque. 

Urquiza dispone a los 8.000 hombres de infantería en el centro al mando del general Francia y los ocho mil de caballería distribuidos en dos alas al mando del puntano Juan Saá y de Miguel Galarza, disponiendo además de 44 piezas de artillería, quedando en la reserva con las tropas entrerrianas. Por su parte Mitre ataca con la caballería en dos alas al mando de Venancio Flores y de Hornos, quedando la infantería en el centro comandada a la izquierda por Paunero y a la derecha por Emilio Mitre, disponiendo de 32 a 38 piezas de artillería. Bartolomé Mitre queda en la reserva.

La caballería federal se impone ampliamente y dispersa a la porteña, persiguiéndola hasta Luján. El combate de infantería es más disputado, el sector al mando de Paunero consigue tomar la casa de la estancia, pero la división comandada por Emilio Mitre es contenida por Francia. Urquiza estaba en posición de aniquilar con la reserva a Paunero y definir categóricamente la batalla, dado que los porteños cercados esperan la orden de rendición. Sin embargo, en un gesto más curioso que el de Cepeda, Urquiza pese a la evidente ventaja en la batalla se retira a su estancia entrerriana, a su vez los porteños vencidos emprenden la retirada a San Nicolás. En el parte del 20 de agosto que redacta al llegar a Diamante, pretexta una enfermedad para explicar su retirada, en tanto a un grupo de diputados que lo visitaron en San José les explicó que el motivo de la retirada había sido una traición de Derqui que no fue suficientemente demostrada. En una carta el presidente Santiago Derqui, argumentó que al verificar la derrota de la infantería en el centro, desde su posición no pudo ver el flanco izquierdo y supuso que también había sido derrotado, por lo que decidió retirarse a Rosario para rehacer la artillería, lo que tampoco ocurrió, siguiendo su curso hasta el Carcarañá, donde el gobernador Pascual Rosas le informa de la victoria del ala izquierda.

Pero una aproximación a los verdaderos motivos de su retirada los podemos encontrar en otra fuente. En el libro de Pedro De Paoli “Los motivos de Martín Fierro en la vida de José Hernández”, el autor, imaginando las cavilaciones de Hernández, combatiente de Cepeda y Pavón, escribe: 

“¿Es cierto que Mitre, estando el ejército en marcha, llega hasta la ciudad de Rosario para confederar en la logia masónica con Urquiza? ¿Es cierto el dato que llega al campamento de Urquiza y que la tropa no quiere creer? Pero si ello puede o no ser cierto, lo que es exacto es que Urquiza realiza frecuentes reuniones en la logia masónica de la calle Laprida y que antes de la batalla, y posteriormente a su entrevista con Mitre en las Piedras, se reúne con su “hermano Mitre” en ese mismo local de la masonería y allí ambos se abrazan “fraternalmente” y convienen el resultado de la batalla que luego no más librarán”. 

En una cita a pie de página el autor cita su fuente, las palabras pronunciadas por el Dr. J. Tayllón, grado 33 de la masonería, en un acto público de 1928, en la sede de la misma logia. 

Otros autores ponderan en cambio la actitud de Urquiza como realista, y representativa de un sector del federalismo litoraleño, para el cual la alianza con Buenos Aires posibilitaba una situación de estabilidad necesaria para los intereses regionales, dada la insuficiencia hegemónica de la Confederación. Esta postura es expresada por la historiadora Patricia Pasquali.

Luego de la batalla, un regimiento federal de más de 300 hombres acampado en Cañada de Gómez, pese a rendirse a las fuerzas porteñas al mando de Venancio Flores es pasado a degüello. En ese episodio sangriento habrá dos destacados sobrevivientes federales: José Hernández y Leandro Alem. Luego Urquiza decreta la independencia de Entre Ríos de la Confederación y Derqui, sin sostén militar ni político, se retira de Paraná, ante esto el vicepresidente Pedernera declara disuelta la Confederación. Inmediata y sucesivamente, todos los gobiernos federales son derrocados y sus líderes asesinados, con la excepción de Urquiza. La famosa frase de Sarmiento expresada en una carta a Mitre: “No ahorre sangre de gauchos!” sería ejecutada con celo implacable. Así queda consolidado el predominio porteño en el país. 

Mitre, irónicamente militar vencido en todas las batallas, consolida su victoria política asumiendo el gobierno provisorio, y es elegido presidente de la República en 1862.

Urquiza será ejecutado por huestes federales diez años más tarde -se cree que la orden partió de su ex lugarteniente López Jordán- en represalia a su actitud que sólo trajo perjuicios a los intereses económicos de su provincia.

Realismo político a traición, ambas razones no necesariamente se excluyen, la actitud de Urquiza en Pavón marcó el destino de nuestra historia. Hoy la burguesía porteña, aliada como entonces a los intereses de las metrópolis, sigue confrontando con los intereses de las provincias y combatiendo a quienes luchan por la integración sudamericana. Esta contradicción también tiene su expresión política en la actualidad, con otros nombres y otros partidos.

⃰ Claudio Vizia es Antropólogo. Coordinador del proyecto Recuperación del patrimonio arqueológico e histórico de la batalla de Pavón en La Vanguardia, Santa Fe.

Bibliografía:

CHÁVEZ, Fermín. Acontecimientos históricos argentinos (1553-2007). Buenos Aires: Centro Editor Contemporáneo., s/d.

DE PAOLI, Pedro. Los motivos de Martín Fierro en la vida de José Hernández. Buenos Aires: Librería Huemul., 1968.

PASQUALI, Patricia S. Algo más sobre pavón y la resistencia federal. Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires, 1994.

RAMOS, Jorge Abelardo.  Revolución y contrarrevolución en Argentina. 1. Las masas y las lanzas (1810-1862). Buenos Aires: Continente, 2012.

ROSA, José María. Historia Argentina. Tomo VI. El cisma (1852-1862). Buenos Aires: Oriente, 1962.RUIZ MORENO, Martín. La presidencia del Doctor Santiago Derqui y la batalla de Pavón. Buenos Aires: Librería la Facultad, 1913.

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