Cuando la cultura no encuentra espacio

El macrismo promociona a Buenos Aires en el exterior como la ciudad cultural más importante de Latinoamérica, pero desde el Estado porteño no se generan las condiciones para un desarrollo equitativo, seguro y amplio de múltiples experiencias culturales sin fines de lucro que no encuadran en las vetustas reglamentaciones municipales.

Casi un año después de que Mauricio Macri asumiera su primer mandato como jefe de gobierno, el 7 de noviembre de 2008, en una casa antigua de Colegiales, abrió el Club Cultural Matienzo (CCM). “Arrancamos este proyecto frente a la necesidad de un sector social amplio de hallar lugares donde consumir cultura, dentro del cual nos encontrábamos quienes hoy somos los creadores de Matienzo”, cuenta Juan Manuel Aranovich, uno de los cinco integrantes de la comisión directiva.

Según estimaciones del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), existen en la ciudad casi 60 centros culturales independientes. El CCM, al igual que los otros, sufre cotidianamente la deuda que el gobierno porteño tiene en materia de políticas de incentivo y de regulación específica para la actividad.

El CCM es un centro cultural, un bar, una galería de arte, un teatro, una radio y un espacio abierto a una amplia variedad de proyectos artísticos y de formación. “El primer año tramitamos una habilitación de restaurante a nombre de Claudio Gorenman – otro integrante de la comisión – que era el que tenía el contrato de alquiler a su nombre. Era la única que podíamos obtener sin inspección previa. Los tiempos del Estado son incompatibles con los comerciales. El problema no es que te inspeccionen sino cuánto van a tardar en venir”, explica Aranovich y apunta a uno de los primeros problemas con los que se enfrentan estas iniciativas. El proceso de habilitación dura mínimo seis meses y estos espacios suelen tener escaso, o casi nulo, presupuesto. Por eso les resulta imposible abrir y esperar los tiempos que la Agencia Gubernamental de Control (AGC) requiere para habilitarlos y autorizarlos a empezar con sus actividades.

“La política gubernamental en aquel momento era distinta a la actual. Los inspectores de la AGC tenían la bajada ejecutiva de recaudar, entonces hacían muchas multas, que van de los dos a los veinte mil pesos y que para cualquier espacio alternativo son una bestialidad. Nos pasaba que un inspector nos indicaba que pusiéramos una luz de emergencia en un lugar, a la semana siguiente venía otro y ponía una multa y nos decía que la movamos, y a la semana siguiente otro igual. Eso habla de, además de un desconocimiento de los inspectores que hoy persiste, una intencionalidad recaudatoria importante. En esa época, recibíamos una inspección por semana”, explica este productor cultural de 29 años y asegura que por todos estos motivos “el primer año de vida fue intenso”.

Cuando consiguieron la habilitación de restaurante la situación no se volvió más alentadora. Sólo tenían permitido tres personas por metro cuadrado. Por eso, cuando recibían a más de 70 personas en los casi 200 metros cuadrados que tiene el CCM ya estaban en infracción. “Ahí encontramos que no había una habilitación para centros culturales y decidimos ir por una habilitación de Club Social y Deportivo, que te permitía hacer algunas actividades. Pero para eso teníamos que formar una asociación civil”, explica. Así fue como un miércoles, durante el ciclo de cine, los quince espectadores que había, firmaron como los primeros socios de esta asociación civil que nacía en la terraza del CCM. “Obtuvimos la habilitación como club a nuestro segundo año de vida, en enero de 2010. Eso nos dio un poco de aire pero había un montón de cosas que no podíamos hacer, otras debíamos informarlas con anterioridad y teníamos un número limitado de actividades”, agrega.

Durante los últimos años, surgieron distintas organizaciones que unieron sus esfuerzos para representar los intereses de estos espacios. En su camino de conformación artística y legal, el CCM se unió a estas iniciativas que buscan una salida colectiva a los problemas individuales de cada centro. Así, agrupaciones como MECA y ESCENA (Espacios Escénicos Autónomos) trabajan y debaten sobre diferentes temas relacionados a la cultura independiente en la Ciudad de Buenos Aires.

En marzo de este año, ESCENA logró una modificación a la Ley de Salas de Teatro Independiente, que son aquellos para menos de 350 personas que pueden funcionar en zonas residenciales. Este cambio abrió la posibilidad de presentar una declaración jurada con los medios de egreso y las medidas de seguridad, entre otros requerimientos, y así poder empezar a trabajar sin inspección previa. La habilitación de teatro independiente permite a los espacios un 50 por ciento de teatro y otro 50 por ciento de programación de música, artes escénicas, talleres de formación, galerías y un bar. También se logró una habilitación provisoria por siete meses para que los teatros puedan blanquear su actividad, mientras preparan toda la documentación legal requerida.

Además, en julio de este año MECA presentó dos proyectos de ley que pretenden brindar un marco regulatorio a la actividad de los centros culturales independientes y autogestionados en la Ciudad de Buenos Aires. Uno para crear la figura de Centro Cultural, ya que no existe este tipo de habilitación salvo para los centros culturales oficiales, como el General San Martín que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; el otro, basado en el Régimen de Concertación Musical, que busca que el Estado fomente la actividad a través de distintos programas y subsidios.

Rocío Sánchez Andía, integrante de la comisión de Cultura de la Legislatura porteña, fue una de las diputadas que apoyó la presentación de ambos proyectos, junto a Rafael Gentili y Fabio Basteiro del bloque de Proyecto Sur. “Tenemos que comprender la especificidad de cada rubro y regular las habilitaciones y los incentivos por separado, porque no es lo mismo un espacio de música en vivo, un teatro independiente o un centro cultural alternativo”, explica. Los proyectos ya fueron estudiados por asesores de la comisión que ella integra, aunque todavía no fueron tratados en ninguna de las comisiones en las que está previsto hacerlo a principios del 2012: Cultura, Planeamiento y Presupuesto.

Aranovich asegura: “Creemos en la cultura como un espacio identitario, que implica necesariamente entender que la actividad cultural agrega un valor a la sociedad que es muy diferente de lo exclusivamente artístico porque repercute en todas las áreas sociales. Permite que los jóvenes se acerquen a lugares artísticos. Ayuda a que se reduzca la inseguridad porque cuando el espacio público está ocupado por los vecinos, no está tomado por otros. Permite recordar que uno vive rodeado de gente y eso es algo que pasa siempre que uno participa de una actividad cultural, porque sólo no se puede hacer nada. Hay que aprovechar la cultura y entender que es mucho más grande que el arte, porque es una herramienta de transformación social muy fuerte que hay que aprovechar, como gobierno y como ciudadanos”.

“Este año, Buenos Aires fue muy promocionado en París por el Ministro de Cultura Hernán Lombardi como la ciudad cultural de Latinoamérica más importante, pero desde el Estado eso no se está cuidando ni incentivando. Eso es una paradoja considerando la mirada turística de la cultura que tiene este gobierno”, opina Sánchez Andía. “Creemos que el oficialismo de la Ciudad debería apoyar que los espacios busquen la legalidad. Es una acción ciudadana que a ellos los beneficia y nos beneficia a todos. Espero que lo vean de esa manera”, concluye Aranovich.

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