Cuando ganan son Les Bleus, cuando pierden son gentuza de los guetos

La selección francesa de fútbol masculino como expresión de los conflictos raciales.

Por Samir Nasif.

Profesor de Historia egresado de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Becario doctoral de CONICET.

La edición número veintidós de la Copa Mundial masculina de la FIFA finalizó como todos y todas queríamos. Argentina campeona después de treinta y seis años, una alegría popular inconmensurable y un Messi para la eternidad. El dignísimo rival de la épica final fue la Francia de Didier Deschamps, campeona en la cita mundialista de Rusia 2018 y una de las más importantes del mundo a nivel competitivo. El poderío deportivo con el que hoy por hoy cuenta fue forjado en tiempos recientes, particularmente desde la década de 1990. Antes de esa fecha, por supuesto, hubo jugadores franceses de renombre, como Michel Platini, Jean-Pierre Papin, entre otros. Pero el conjunto nacional no figuraba en los podios internacionales salvo escasas excepciones. El hecho de que el equipo nacional francés tuviera poco protagonismo en las competencias generó, durante largo tiempo, un generalizado desinterés de la población de ese país por el fútbol y por su selección. Esto comenzó a revertirse cuando llegaron los éxitos a partir de 1996. La selección nacional comenzó a formar parte de los debate públicos, sociales y políticos, en los cuales se pueden detectar las tensiones de una sociedad construida desde el interculturalismo, propiciado por migraciones (pasivas y forzadas) y por la colonización, junto a sus consecuentes derivaciones de eurocentrismo, racismo y clasismo. En este breve ensayo, proponemos hacer un recorrido a través de la historia reciente del seleccionado francés de fútbol masculino, deteniéndonos en algunos de los discursos que, en paralelo a los éxitos o fracasos deportivos, habilitaron discusiones y expresiones sobre el origen social de algunos de sus jugadores. 

Los años ’90: del fiasco habitual a la gloria sin precedentes 

La década de los ’90 parecía ser, una vez más, poco prometedora para el fútbol francés: las eliminatorias para Italia ‘90 y Estados Unidos ‘94 habían sido un fiasco, al igual que las de la Eurocopa ‘88: Francia no clasificó a ninguna competición; mientras que, en la Eurocopa del ’92, pudo clasificar, pero quedó eliminada en primera fase. Comenzó a plantearse la urgencia de una seria reestructuración. A largo plazo era un proyecto de selecciones juveniles, extendiendo el reclutamiento en todo el territorio francés. A corto plazo, alcanzar mejores posiciones en la Eurocopa ’96 y el Mundial de 1998 que, justamente, Francia debía organizar. Contra todo pronóstico, la selección francesa logró alcanzar las semifinales del certamen de 1996. Sin embargo, envalentonados por los buenos resultados, los franceses terminaron repudiando al equipo, particularmente a su emblema de ascendencia argelina, Zinedine Zidane, por quedar eliminados ante la República Checa, un seleccionado considerado menor. A estas críticas aprovechó a sumarse Jean-Marie Le Pen, en aquel entonces candidato presidencial por el Frente Nacional (partido de ultraderecha, con discursos xenófobos y racistas). Su principal ataque hacia el equipo fue señalando la “falta de patriotismo”, sobre todo de los descendientes de africanos y árabes (como Zidane), que “no cantan el himno nacional o no lo saben directamente”. Además, dada la diversidad de ascendientes de los jugadores, Le Pen sostenía que era “artificial o ficticio reclutar jugadores del extranjero, o de ex colonias francesas, y llamarlos “Selección de Francia”: “Ponemos un argelino para complacer a los árabes, un canaco que ni siquiera quiere cantar la Marsellesa y algunos negros para complacer a los antillanos… ¡Esto no tiene nada que ver con un equipo francés!”. El entrenador del equipo y varios jugadores enseguida repudiaron esas declaraciones, argumentando que Le Pen era un adulador populista de derecha que, en plena campaña electoral, pretendía captar la atención de posibles votantes igualmente racistas y xenófobos. El candidato presidencial llegó a tal punto de pedir que expulsen del equipo a Marcel Desailly (nacido en Ghana), Lilian Thuram (nacido en Guadalupe), Zinedine Zidane (ascendencia argelina), Youri Djorkaeff (ascendencia armenia), Christian Karembeu (ascendencia neocaledonia) y Sabri Lamouchi (ascendencia tunecina), entre otros integrantes cuyos orígenes familiares se remontan, en muchos casos, al pasado colonial francés.  

Mientras sucedían estos cruces entre los seguidores nacionalistas de Le Pen y quienes defendían a su seleccionado de fútbol, ocurrió un atentado en un subterráneo de París que tuvo como culpable a un integrante del grupo islámico de origen argelino, proveniente de los suburbios de la capital francesa. Este lamentable episodio no hizo más que agravar las discusiones fundamentadas en la problemática racista e inmigratoria en la sociedad y, por consiguiente, en la selección nacional. Los nacionalistas de ultraderecha veían solamente la punta del iceberg en los Zidane, Thuram y Desailly. Sostenían que ellos eran una representación de la “invasiva presencia” de árabes y negros en territorio francés, segregados en barrios decadentes de las periferias urbanas. Por supuesto, obviando que, muchos de ellos, eran descendientes de los antiguos explotados y colonizados por parte del gobierno francés en décadas precedentes. 

En vísperas de la Copa del Mundo de 1998, el presidente francés Jacques Chirac, intentó apaciguar los ánimos, lanzando campañas publicitarias orientadas a instalar la idea de que el fútbol uniría la sociedad y sofocaría las tensiones. Así, apareció el eslogan black-blanc-beur (algo así como “negros, blancos y árabes”) para identificar al seleccionado francés, jugando con el aspecto tríptico de la bandera francesa (azul, blanca, roja) y haciendo referencia a la composición social de su plantilla: de los veintidos jugadores convocados, algunos eran de origen inmigrante (Desailly, Vieira), de segunda o tercera generación (Charbonnier, Trezeguet, Djorkaeff, Henry, Pires, Zidane) o procedentes de colonias antillanas (Lama, Diomede, Thuram y Karembeu). A ellos hay que sumar a Candela y Lizarazu (de origen español) y a Boghossian (armenio). El Mundial del ’98 fue un éxito rotundo para Francia: por primera vez en su historia se alzó con el trofeo máximo. El jugador estrella de ascendencia argelina, que antes había sido duramente criticado, se convirtió en rey del fútbol para los franceses y en un ícono mundial. El periódico francés Le Figaro –comúnmente asociado a posiciones nacionalistas– había expresado en su portada que “un gol ganador de Zidane en la final del Mundial tendría mayores beneficios en los guetos que diez años de políticas municipales”. Y, aunque de hecho marcó dos, la situación en los guetos o suburbios franceses estuvo muy lejos de ser “beneficiosa”: el Ministerio de Interior registraba unos doscientos crímenes catalogados como “racistas” para el año 1998, y más de dos mil de este tipo para el año 2015, además de las condiciones paupérrimas de vivienda en la mayoría de esos sitios periféricos. 

El éxito continuó en la Eurocopa del año 2000, en la que también se coronaron campeones, tras vencer a Holanda en la final. El seleccionado de “negros, blancos y árabes” se había convertido en una leyenda del fútbol mundial. Sin embargo, el reconocimiento deportivo y el fervor popular por los éxitos no dejaron atrás la discriminación y la segregación, ya que las comunidades, al igual que en la selección, se distinguían entre “negros, blancos y árabes” en todo el territorio francés.  

Sin éxitos hay conflictos: inicios de los 2000 

El hecho de que las tensiones sociales racializadas no se habían sofocado lo demostró un partido amistoso disputado en 2001 entre Francia y Argelia. Dos países que nunca se habían enfrentado futbolísticamente, pero sí habían estado vinculados durante muchísimo tiempo mediante colonización y dominio político directo, hasta que los argelinos comenzaron el proceso de lucha por la independencia, a lo que Francia respondió iniciando una cruenta guerra, que finalizó en 1962. Los argelinos y simpatizantes del conjunto norafricano, una gran porción de la población parisina, colmaron el estadio Saint-Denis en Paris. Al momento del himno francés (la Marsellesa), lo silbaron e insultaron fervorosamente. En el segundo tiempo, cuando Francia ya ganaba 4 a 1, invadieron el campo provocando huidas y temor entre los jugadores de ambos conjuntos.   

Luego de los excelentes despliegues deportivos que terminaron con Francia campeona, sobrevino una nueva crisis futbolística que tuvo como resultado la eliminación en primera instancia del Mundial 2002. Los propios futbolistas reconocieron, en aquel momento, que el ego se había apoderado del equipo y se creyeron campeones del torneo antes de viajar a disputarlo. Otro golpe deportivo significó la eliminación en cuartos de final de la Eurocopa 2004. Fue el terreno de cultivo para nuevos ataques con fundamentos racistas hacia los jugadores. Esta vez, Zinedine Zidane renunció (aunque momentáneamente) a la selección, mientras que el director técnico –Jacques Santini– fue reemplazado por Raymond Domenech. 

En medio de la clasificación para el Mundial del 2006, Zidane regresó al seleccionado y lo siguieron Lilian Thuram y Claude Makélélé (otros dos grandes referentes de ascendencia africana que habían sido señalados en la breve crisis futbolística de años previos). Con sus principales referentes encendidos, la selección volvió a brillar y, como en 1998, logró alcanzar la final, aunque esta vez perdió frente a Italia. A pesar de la gran actuación, Zidane estuvo nuevamente en el centro de las discusiones a raíz del famoso episodio en el partido final: el furioso cabezazo en el pecho contra el defensor italiano Marco Materazzi, que le valió la expulsión del partido. Ese acto de indisciplina por parte del capitán se citaba como ilustrativo cuando el ministro del interior francés (y futuro presidente), Nicolas Sarkozy, lanzó una campaña pública sobre la necesidad de “sanear” y “limpiar” los suburbios, plagados de inmigrantes y “extranjeros” que alteraban el orden público y cotidiano de las grandes urbes. Lilian Thuram, proveniente de la isla de Guadalupe, colonia francesa en el Caribe, y mediocampista fundamental del seleccionado francés desde 1998, cuestionó fuertemente a Sarkozy sobre el uso de los términos “limpieza” o “saneamiento” en referencia a los habitantes de barrios pobres. En opinión sobre este conflicto, el ensayista de ultraderecha Alain Finkielkraut comentaba en una columna para el diario israelí Haaretz: “La gente dice que el equipo nacional francés es admirado por todo el mundo al conjugar negros, blancos y árabes. Pero, en realidad, el equipo es negros, negros y negros, y somos el hazmerreír de Europa. Lo que se piensa que es una virtud, es verdaderamente nuestra vergüenza”.  

Por su parte, el entrenador Domenech fue ratificado en el cargo tras el buen trabajo durante el Mundial 2006, pero era el momento de recambio: los ídolos del ’98 estaban en edad avanzada para competir en primer nivel en el próximo campeonato mundial. Fue la oportunidad para jóvenes promesas como Karim Benzema, Sami Nasri (ambos de familias argelinas) y Hatem Ben Arfa (de familia tunecina). Pero los buenos resultados no aparecían y los fanáticos pedían la renuncia del entrenador. Aun así, el equipo se clasificó, aunque con lo justo, para la Copa del Mundo 2010. El plantel era resentido por la sociedad francesa. Ya no era aquel brillante equipo de finales de los ’90. Georges Freche, delegado por la región de Languedoc-Rosellón (Sur de Francia), consultado sobre el recambio en la selección nacional, había comunicado ante la prensa: “este país me da vergüenza, dentro de poco habrá once negros cuando lo normal sería que hubiera tres o cuatro”. Lilian Thuram, ex campeón del mundo con Francia, dijo que esas declaraciones aberrantes eran peligrosas, porque podrían conducir a pensar que cualquier otro inconveniente, en cualquier otro ámbito, podría ser atribuido a que “hay demasiados negros”. Paralelamente, el presidente Sarkozy impulsaba políticas restrictivas para los inmigrantes, y represivas para los ilegales que llegaban desde el Mediterráneo. En 2007, se repitió la escena del año 2001: se disputaba un partido entre Francia y Marruecos (otra ex colonia), en un Stade de France repleto de banderas marroquíes y bajo una ensordecedora silbatina cuando sonó el himno francés. Este acontecimiento llevo a que, al año siguiente, la ministra de deportes, Roselyne Bachelot, ordenara la suspensión del partido en caso de que se silbe la Marsellesa. La ordenanza fue en la antesala de un enfrentamiento entre Francia y Túnez (sí, otra ex colonia). La silbatina fue más furiosa que nunca.   

El seleccionado francés tocó fondo en el Mundial 2010: eliminado en primera ronda y con disturbios entre los miembros del equipo. Domenech echó del equipo al delantero Nicolas Anelka, de familia martiniquesa (otra de las colonias francesas en el Caribe), por haberlo llamado, según él, “sucio hijo de puta” en el vestuario. El hecho fue portada de todos los medios franceses, reavivando las viejas percepciones sobre la presencia de “extranjeros” en el seleccionado como algo conflictivo. En cambio, el plantel se puso a favor del delantero y, en señal de protesta, no se entrenó al día siguiente, aunque la eliminación del torneo era casi un hecho. El histórico delantero francés de la década del 

’90, Eric Cantona, también apoyó a Anelka y al equipo, declarando que “cuando ganan son les Bleus [“los azules”, apodo del seleccionado], pero cuando pierden son gentuza extranjera de los guetos”. 

Un nuevo intento por resurgir: el nacionalismo como método 

Después del fracaso deportivo y convivencial del seleccionado francés durante el Mundial de 2010, un ex campeón del mundo, Laurent Blanc, se hizo cargo de la dirección técnica. Desde el primer momento, notó que, según él, una gran debilidad del plantel era que no lograba simpatizar en la sociedad. Como respuesta a ello, entendió que lo más apropiado era alinearse con las políticas y la bajada de línea anti extranjerizante del gobierno francés de entonces. Por ejemplo, a los jugadores se les prohibió usar auriculares, se les ordenó aprender la Marsellesa, se limitó la doble ciudadanía en las categorías juveniles y, además, se filtró un audio de Blanc en el cual dejaba expuestas sus percepciones racistas sobre el equipo que dirigía. En esa grabación se lo escuchaba decir que Francia estaba formando un prototipo de jugador bruto, grande, fuerte y potente, sobre lo cual decía “¿y a quiénes tenemos actualmente así? A los negros”, comparando el panorama respecto del ofrecido por la selección española, a la cual describía como “plagada de talento” porque “ellos no tienen ese problema” (en otras palabras, no había negros en su equipo).

Las políticas conservadoras del entrenador no se vieron respaldadas con resultados fructíferos: Francia quedó eliminada muy pronto de la Eurocopa 2012. El ambiente deportivo estaba bastante caldeado, tanto en el plantel nacional, como con los periodistas, los políticos y la opinión pública. Laurent Blanc fue reemplazado tras la Euro por otro ex campeón del mundo, Didier Deschamps. En un primer momento, continuó con la bajada de línea nacionalista: respetar la camiseta, aprender y cantar el himno y tener disciplina, para que la sociedad francesa pueda sentirse representada en su seleccionado. Como la crisis deportiva estuvo acompañada de tensiones sociales racializadas a nivel político, gran parte de la sociedad encontró un nuevo chivo expiatorio del fracaso en otro jugador de ascendencia argelina: el delantero Karim Benzema. Al jugador, que renunció a la selección francesa a dos días de finalizada la Copa en 2022, se le cuestionaba su falta de patriotismo. Encima, una mala racha marcada por la ausencia de goles –siendo delantero de área– no lo ayudaba. Nuevamente, Francia se clasificó con lo justo (repechaje mediante) para el Mundial de Brasil 2014, del cual quedó eliminada en cuartos de final. Sin embargo, teniendo en cuenta el contexto previo, el resultado no fue resultó tan decepcionante.    

Lo extranjero como problema: el caso Benzema 

Como en 1998, Francia debía organizar un nuevo certamen futbolístico. Esta vez, la Eurocopa 2016. Y, como en aquel momento, era la oportunidad justa para levantarse de continuos fracasos. Y, también como en aquel entonces, tuvieron lugar algunos incidentes violentos, como los sangrientos atentados contra la revista humorística Charlie Hebdo y en el bar Bataclan (ambos en Paris), a partir de los cuales se desató una nueva oleada anti islámica que apuntaba, específicamente, contra los habitantes extranjeros de los suburbios, sin distinción. En vísperas de la Eurocopa, se divulgaron rumores de que Benzema estaba chantajeando a un compañero del seleccionado, para no divulgar videos privados suyos. El entrenador y la Federación optaron por separar al delantero del equipo, por “razones éticas y de comportamiento”, atendiendo a los reclamos de gran parte de la opinión pública. Otro sector, minoritario, criticaba la medida señalando que en la decisión influyó considerablemente la ascendencia argelina del jugador, calificando a la Federación de “populista”, ya que se dio en un contexto conflictivo tras los atentados. Entre éstos, se encontraba el ya mencionado Eric Cantona, quien declaró en una entrevista con el periódico inglés The Guardian, que “la decisión fue injusta” y que habilitaba la sospecha. Comentaba, irónico: “Deschamps tiene un nombre muy francés. Quizá sea el único en Francia en tener un nombre genuinamente francés y en su familia nadie se ha mezclado con nadie. Como los mormones en América […] Benzema y Ben Arfa son dos de los mejores jugadores de Francia y no estarán en la Eurocopa… claro, tienen origen norteafricano”.  

Por su parte, Benzema negó los rumores de chantaje y señaló que “Deschamps cedió a la presión racista del país”. El entrenador no volvió a convocarlo a pesar de que se descubrió que el rumor era falso. Dichas presiones ejercidas por el sector más reaccionario, conservador y nacionalista de la sociedad francesa se fundamentaban en que el jugador había declarado que nunca había cantado la Marsellesa, “no por cantarla voy a marcar un hat-trick [tres goles en un partido]”. La ultraderecha no se lo perdonó: Benzema no volvió a vestir la camiseta francesa, incluso escupió al césped –aunque quizá sin referencia explícita al himno– cuando la cámara televisiva lo enfocó mientras sonaba el himno francés en el estadio Santiago Bernabéu, en homenaje a las víctimas de los atentados en París de noviembre de 2015. En 2019, según trascendió, habría solicitado formalmente a la FIFA poder representar al seleccionado de Argelia, aunque no obtuvo respuesta favorable. Tras tener un fenomenal 2021 en el Real Madrid, que lo llevó a ser premiado con el Ballon d’Or, volvió a ser convocado para disputar la Copa del Mundo en 2022. No obstante, una lesión le impidió ser parte del equipo y abandonó la delegación antes de empezar el certamen. 

Una nueva generación de campeones 

El conflicto post 2014 tuvo una repercusión fugaz, gracias al buen desempeño de nuevas figuras. Antoine Griezmann, Paul Pogba, N’Golo Kanté, Olivier Giroud, Kylian Mbappé y Samuel Umtiti fueron algunos de los nombres que hicieron olvidar demasiado pronto el de Karim Benzema, al llevar a Francia a la final de la Eurocopa 2016 y a obtener un nuevo título mundial en 2018. El equipo campeón del mundo replicó la estadística respecto a la plantilla de jugadores de la Francia campeona del mundo en 1998: en 2018, 19 jugadores de un total de 23 convocados tenían orígenes extranjeros o de ex colonias francesas (en 1998 eran 15 de 22). Pero, durante el mundial disputado en Rusia, el racismo fue resonante en las redes sociales globales y no tanto en la sociedad francesa, debido a los éxitos alcanzados. Principalmente, el resto de los países cuestionaba que la victoria haya sido genuinamente “de Francia”, al ser la mayoría de sus jugadores de tez negra. Aunque, en sentido contrario, otras voces en la opinión pública se alzaron desde la interrogación “¿Por qué nos cuesta reconocer que un francés puede tener piel negra o rasgos arábicos?” Al respecto, Carole Simonnet, encargada de prensa de la Embajada de Francia en México, declaró que “si se toma en cuenta que Francia, hace tres o cuatro siglos, tenía casi el 60 por ciento del mundo bajo su dominio, no resulta extraño que hoy en día haya franceses con orígenes diversos. El hecho de proceder de ex territorios coloniales o extranjeros no impide que, en la actualidad, sean franceses de igual derecho que cualquiera que provenga de familia con raíces enteramente francesas. Indicar que no son enteramente franceses por su color de piel o por sus rasgos físicos es una postura altamente racista. Los argentinos, el día que vuelvan a ser campeones del mundo, no agradecerán a los italianos o a los españoles. Esa parte es la que no entienden o no se han dado cuenta”.   

En una entrevista para el diario francés Le Monde –publicada el 13 de julio de 2018– la estrella del actual seleccionado francés, Kylian Mbappé, fue consultado sobre qué opinaba respecto de ciertos comentarios que refieren a que hay “demasiados negros” en el equipo nacional. Su respuesta fue contundente: “si ganamos la Copa del Mundo, nunca se diría que hay demasiados negros en el equipo. Decir eso es una forma fácil de huir de los verdaderos problemas cuando las cosas no van bien. Nunca he oído decir ‘ah, ganaron, pero había demasiados negros en el equipo’. Para nada. Eso se destaca cuando pierdes”.  

En las semifinales del Mundial 2018 se enfrentaron Bélgica y Francia. Dos países que tuvieron, entre ambos, casi la mitad del continente africano bajo su dominio. Desde la Conferencia de Berlín que “repartió” territorios africanos para ser explotados por los europeos hasta las últimas (y sangrientas) independencias y descolonizaciones de los años ’60. Incluso, actualmente, Francia mantiene territorios coloniales en el Caribe: la Guayana y las islas Guadalupe, Martinica y Reunión, aunque lo disfrazan llamándolos “territorios franceses de ultramar”, maquillando el pasado de explotación colonialista que implicó su inicial vinculación. La presencia de jugadores negros en ambas selecciones no pasó desapercibida para los fanáticos del fútbol, viralizando opiniones sobre que “la campeona del mundo era África”. Esto podría resultar oportuno para repasar la historia colonial de estos países, pero peligroso teniendo en cuenta el discurso político que habilita: los afrodescendientes no son verdaderos franceses y, por ende, no pueden tener los mismos derechos; discurso que, como vimos, fue continuamente retomado por los reaccionarios franceses para denostar la presencia “extranjera” en el seleccionado en cada momento de crisis deportiva.  

La gloria es una lágrima en un rostro bajo la lluvia: la Euro ’20 y Qatar ‘22

Como bien dijo Mbappé en la citada nota, el éxito deportivo mantiene al margen, por un momento, las tensiones sociales racializadas respecto a la selección nacional. Es muy raro que alguien discuta, hoy en día, la presencia o no de afrodescendientes en el seleccionado galo. Eso ya es un hecho, y lo demuestra la convocatoria para el último mundial. Steve Mandanda, arquero suplente, nació en Congo; mientras que Eduardo Camavinga, la joven promesa, nació en Angola y, además, tiene nacionalidad congoleña y francesa. Por otro lado, doce jugadores son afrodescendientes, tres provenientes de familias españolas (los Hernández y el arquero Hugo Lloris) y uno de familia filipina (Alphonse Areola). De hecho, las familias de dos jugadores –Raphaël Varane y Kingsley Coman– provienen de actuales colonias francesas en el caribe (Martinica y Guadalupe). Los padres de Coman optaron ponerle Kingsley en homenaje al nombre de uno de los inmigrantes africanos que habían tomado un barco para intentar llegar a Europa y casi habían sido arrojados por la borda por los marineros. El padre se conmovió tras leer la historia en Le Parisien, según nota en Le Figaro del 23 de junio de 2016. 

Luego de fallar su tiro desde el punto de penal en la serie que definió al campeón mundial, Kingsley Coman fue blanco de numerosas agresiones racistas por parte de los propios fanáticos franceses en redes sociales. Tanto él como Aurélien Tchouaméni (que también falló), fueron apuntados como “africanos” que no deberían representar al seleccionado francés. La cuenta oficial del seleccionado en Twitter (@equipedefrance) repudió dichas embestidas, al igual que la cuenta del club Bayern Múnich (@FCBayernEN), en el cual se desempeña Coman. Nuevamente, ante fracasos deportivos, ya no son Les Bleus para una parcialidad importante y reaccionaria de franceses.

Aurélien Tchouaméni tras fallar su penal en la serie decisiva contra Argentina en la final del Mundial 2022.

Al parecer, haber sido campeones del mundo recientemente no resulta un salvoconducto a fines de recibir ataques racistas. Incluso tratándose de la estrella del equipo. El año pasado, Francia quedó eliminada de la Eurocopa tras una serie de penales en octavos de final contra Suiza. Uno de los penales lo falló Kylian Mbappé, a raíz de lo cual comenzó a recibir agresiones racistas en redes sociales, que apuntaban a él como “negro sucio” [sale nègre] o que “merece ser azotado cien veces” [mérite de se prendre une centaine de coups de fouets]. Como Zidane en 2004, se rumoreaba que Mbappé renunciaría a la selección nacional. Según una nota en el medio francés Actu –20 de junio de 2022– Mbappé cargó contra el presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Noël Le Graët, por no defenderlo y, encima, negar el racismo. Por su parte, el presidente expresó en Journal de Dimanche que el jugador estaba frustrado por errar su penal y que en el fútbol “no hay racismo”. El jugador compartió en su cuenta personal de Twitter una noticia de Actu –del 19 de junio de 2022– titulada Kylian Mbappé ne voulait plus jouer avec l’équipe de France après l’Euro 2020, déclare Noël Le Graët (“Kylian Mbappé no quiere jugar más en el equipo de Francia luego de la Euro 2020, declaró Noël Le Graët”). El comentario del jugador, junto al retweet, aludía: “si, en fin, yo le expliqué que era en relación al racismo y NO por fallar el penal. Pero él considera que no hay racismo…”. La diatriba continuó en los medios franceses, así como la postura del presidente para explicar el “enojo” de Mbappé: “él es competitivo, de alto nivel, seguramente se sintió tocado por la eliminación y algunos comentarios”. Quien sí salió a respaldar al astro francés en aquella ocasión fue el presidente de la colectividad única de Martinica, Serge Letchimy, quien escribió el 30 de junio al Ministro de Justicia, Eric Dupond-Moretti, para condenar los “comentarios insultantes” dirigidos hacia Mbappé. Lo que el presidente de la Federación considera “algunos comentarios” son, en realidad, miles de tweets fuertemente agresivos, que tienen un impacto violento, no solamente en los jugadores, sino también en las personas anónimas que habitan las grandes urbes francesas y del mundo y que se encuentran perjudicadas por la discriminación y la segregación. Según un informe de la FIFA realizado sobre 400.000 tweets, y publicado el 18 de junio de este año, el 40% de los insultos hacia jugadores de fútbol en las redes sociales contienen agresiones racistas. 

Kylian Mbappé tras fallar su penal contra Suiza en octavos de final de la Eurocopa 2020, disputada en 2021.

Las percepciones racistas sobre la composición de la selección francesa de fútbol se mantienen latentes, lo cual nos obliga a no perder de vista que, dicha composición, es una expresión de la histórica presencia migrante –pasiva o forzada– en Francia y en Europa, y que continúa involucrando procesos de discriminación y exclusión. Por supuesto, esta problemática no se acaba con la selección francesa de fútbol masculino, ni siquiera con el fútbol, ni con el deporte en general. Al formar parte de la sociedad, el equipo se encuentra igualmente atravesado por todas las condiciones sociales, históricas, políticas, económicas y culturales que, en el largo plazo, confluyeron en la construcción moderna e intercultural de Francia, en este caso.

Referencias 

  • “El título de Francia destapó el racismo que hay en nosotros”, nota publicada por el diario cubano Cultura Colectiva, el 23 de julio de 2018. 
  • “La selección ‘mundial’ de Francia: cuando el racismo se diluye con los éxitos”, nota publicada por el diario español El Economista, el 16 de julio de 2018.  
  • “Los bleus y el racismo: las acusaciones que nunca cesan”, nota publicada por el diario español Marca, el 1° de junio de 2016. 
  • “Negros, blancos y árabes: la historia de la selección francesa entre éxitos, fracasos y discriminación social”, nota publicada por el portal de noticias Infobae, el 29 de junio de 2018. 
  • « Black-blanc-beur: petite histoire d’un slogan ambigu », nota publicada por el portal de noticias francés France Culture, el 12 de julio de 2019. 
  • « Comment le débat sur l’équipe de France de football s’est racialisé depuis 1998 », nota publicada por el diario francés Marianne, el 1° de junio de 2016. 
  • « Le Pen critique les Bleus, trop colores », nota publicada por el diario francés L’Obs, el 26 de junio de 2006. 
  • « Les parents de Kingsley Coman se sont inspirés d’un clandestin africain pour trouver son prénom » [archive], lefigaro.fr, 23 juin 2016.
  • « Racisme : Kylian Mbappé reproche à Noël Le Graët de ne pas avoir agi », Actu.fr, 20 de junio de 2022.
  • “FIFA: lanzan un informe sobre ataques racistas y homofóbicos a jugadores en redes sociales”, Ámbito, 18 de junio de 2022.
  • « Coupe du monde : la Fédération française va porter plainte à la suite des insultes racistes ciblant les Bleus », Le Parisien, 20 de diciembre de 2022. 

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